Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 22 de enero de 2015

Los animales viajeros .614

Qui había un viejo con una vieja que tenían un carnero, un burro, un gato, un gallo y un pato. Qu'eran muy pobres.
Y un día no tenían qué comer. A la noche le dice el viejo a la vieja que tenían que carniar el gallo. Y el gato, que estaba en las conchanas del juego, había óido y se va y les cuenta a todos. Entonce los animales dicen:
-¿Se mandemos a mudar esta noche? ¡Porque te van a matar! -le dice al gallo.
Y se 'bían ido los animales por áhi. Por áhi lo que 'bían ido, 'bían hallao una cabeza de tigre. La 'bían alzao. Y después 'bían hallao otra y la 'bían alzao también, y las 'bían echao en un costal. Y lo 'bían cargao en el burro al costal. Por áhi lejos, los animales se 'bían sentao a descansar, y llega un tigre a ver si qué andaban haciendo. Entonce el gato le dice al gallo:
-Che, sacá una cabeza, le convidemos al amigo.
El gallo saca la cabeza y el gato le dice:
-Sacá otra más grande, ésa no va alcanzar para todos, somos muchos.
El gallo saca la otra y el gato le dice:
-Otra más grande.
Entonces el tigre le da miedo y dice:
-No se moleste, ya me voy -y se va disparando y les avisa a los otros tigres que hay una gente mala áhi.
Entonce uno de los tigres dice:
-¡Qué van hacer esos pobres!
Y se viene y se enfrenta con el gallo y el gato lo salta y le clava las uñas. Y viene el burro y lo agarra a patadas, y el gallo a chuzazos, el carnero a moquetes, y el pato que daba 'güelta diciendo:
-Dejenmelón pa mí, dejenmelón pa mí.
El tigre se 'bía podido librar milagrosamente y se 'bía disparao, y se 'bía ido a parar en la casa. Y les contó a los otros tigres que 'bían sío muy malos. Y que 'bía un peticito que parecía más malo, y ése decía:
-Dejenmelón pa mí -y menos mal que no me dejaron que sinó no vuelvo.
Después han seguido viaje y se les 'bía hecho de noche. Y 'bían subío a un árbol todos, menos el burro, que 'bía quedao comiendo palos de jarilla. Como a la media noche 'bían venío unos ladrones, y que 'taban abajo 'el árbol con grandes cantidades de plata robada, contando.
Y en eso que el gallo no podía más, le dice al carnero:
-Che, carnero, mi han dao ganas de mear. Echate, te vuá mear las lanitas.
El carnero bárbaro si había echao abajo, y cái al suelo, en medio de los ladrones, y éstos, asustaos, han dicho:
-Que 'tá lloviendo carneros -y se van dejando toda la plata.
Inmediatamente se bajan y lo curan al carnero que si había lastimao un poco, y cargan la plata y se van a la casa del viejo y de la vieja. Llegan al patio y se sacuden y cae la plata a montones. Y quedan ricos los viejitos y corren a comprar de todo.

Y pasó el burro por áhi,
y se dejó un atau de máiz.

Evaristo Guitián, 25 años. Ovejería. Santa María. Catamarca, 1952.

El narrador es pastor en esta meseta situada a 4500 m sobre el nivel del mar.

Cuento 614. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Los animales que salen a rodar tierra .618

Que era un matrimonio que tenían un gallo, un gato y un burro. Resulta que esperaban visitas. Y el gato oía la conversación de los dueños de casa que decían que para hacerle una cazuela a las visitas iban a matar el gallo. Bueno... Y resulta que el gato le avisó al gallo lo que había oído. Y resuelven mandarse a cambiar y le comunican esto al burro. Así resuelven tarde la noche ir a la despensa y cargan unas árganas con toda clase de provisiones. Y muy temprano emprenden viaje. Ya iban el gato, el gallo y el burro. Más allá se encuentran con un pato y les dice:
-¿Dónde van ustedes?
-Vamos a rodar tierra.
-¿Por qué no me llevan?
-Si querís nos podís acompañar.
-Bueno -dice, y sigue con ellos.
Carga el burro y sube el gallo, el gato y el pato. Y emprenden viaje. Al poco trecho se encuentran con un carnero. Y lo invitan también a rodar tierra. Y se va con ellos. Al poco andar se encuentran con un chiñe, que también los acompaña. Habían andado mucho y se les hace la noche. Se quedan a dormir en un bosque. Eligen un lindo lugar. Había sido áhi la guarida de varios liones. Hacen fuego, preparan la comida, comen, y cada uno se va a dormir. El gallo se trepa a un árbol, y cada uno de los otros animales se buscan un lugar bien seguro. Y se duermen.
Tarde la noche llega uno de los liones. El primero en despertar fue el chiñe. Y le orinó la vista al lión. Éste quedó ciego de dolor y no pudo defenderse. Imediatamente se despierta el gato y lo rajuña por todo el cuerpo al lión. El burro empezó las patadas y el carnero a toparlo con todas sus fuerzas. El gallo decía di arriba 'el árbol. ¡Cococó, cocó! ¡Cococó, cocó! Al lión le parecía que decía: ¡Dejenmelón a mí! ¡Dejenmelón a mí! Y el pato andaba de un lado para otro con su grito: ¡Pah, pah! ¡Pah, pah!
El lión maltrecho huyó y se juntó con los compañeros y les contó todo lo que había pasado. Y les dice:
-Huyamos, porque nos han invadido nuestra casa. Y es gente muy mala la que está. Hay uno viejo que tira agua caliente a la vista y quema muy mucho. Otro con un cuchillo muy agudo me lastimaba. Otro, grande que parece boxeador, me daba golpes muy fuertes. Otro me dio muy muchos golpes. Pero al que tenía mucho miedo era al que estaba arriba del árbol y parecía decir: ¡Dejenmelón a mí! ¡Dejenmelón a mí! Y al que li agradezco mucho es a un señor petizo que parece el jefe de todos y que decía: ¡Paz! ¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
Los liones se fueron lejos, disparando de miedo, y no volvieron más a la guarida. Y así se salvaron los viajeros.

Alberto Acevedo, 46 años. Rivadavia. Mendoza, 1951.

Trabaja en las bodegas de la región. Buen narrador.

Cuento 618. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Los animales domesticos y el tigre .623

Una señora vieja, que tenía una hija que tenía cuatro animales, que era un cabro, un gato, un gallo y un pato.
La muchacha todos los días salía en busca de trabajo y a la vuelta traía diferentes cosas para comer. Le decía a la madre:
-Guardá un poco, mamá, para mañana.
Pero la madre no quería atender a la hija. Comía todo. Si era cosa de comer decía:
-¡Vamo a comé!
Si es yerba decía:
-¡Vamo a tomá mate!
Un día dijo:
-Hoy vamo a comé todo. Mañana hemos de matá tu gallo.
-Pero, tiene, mamá, que aprendé a guardá -dice la muchacha.
Despué la muchacha le dice al gallo:
-Andate, mi hijo, en el monte, porque tu agüela te amenaza con matate mañana.
Se levanta la vieja y le dice a la muchacha:
-Vamo a matá tu gallo.
Se levanta la muchacha y va en busca del gallo. No lo encuentra y le dice a la vieja:
-¿No ve, mamá?, Dios nos castiga. Se perdió el gallo porque le amenazó al animalito.
Entonce la madre le dice:
-Andate a buscá trabajo, entonce.
Se va la muchacha. Todo el santo día trabaja sin tener descanso. Viene por la noche recién y trae de todo a la vieja, y le dice:
-Guarde un poco, mamá, para mañana.
La vieja le dice:
-Vamo a tomá mate y a comé, que mañana hemo de comé tu pato.
Se levanta la pobre muchacha a la noche y le dice al pato:
-Andate, hijo, a onde 'tá tu hermano, que tu agüela amenaza matate.
Temprano se levanta la vieja y le dice:
-Andá matá tu pato.
Se hace la muchacha que no sabe nada. Lo busca y no lo encuentra. Entonce le dice:
-¿No ve, mamá? Todos los animalitos se van a dir por culpa suya, porque usté lo amenaza.
Entonce ella le dice:
-Güeno, andate a trabajá, entonce.
-Güeno, mamá -le dice.
Todo el día trabaja la pobre muchacha. A la noche le trae de diferente cosa para comé. Le dice:
-Acá le traigo, mamá. Pero no coma todo. Dejamo un poco para mañana.
-Comemo todo, no dejamo nada, que mañana comeremo tu cabro.
La muchacha va y le dice a la noche al cabro:
-Andate, mi hijo, a onde 'tan tus hermanos, que tu agüela te amenaza matate.
Se levanta temprano la vieja y le dice:
-Andá traé tu cabro.
Se fue la muchacha a buscá el cabro. Viene y le dice:
-¡Pero, mamá!, por culpa suya se me van mi animalito. Entonce la vieja le dice:
-Güeno, andate a trabajá, entonce.
Al otro día sale a trabajá la pobre muchacha. A la noche le trae para comé y le dice:
-¡Pero no coma todo, mamá! Deje un poco para mañana, que yo estoy cansada de trabajá.
La vieja le dice:
-¡Qué mañana, ni qué nada! ¡Mañana comeremo tu gato!
La pobre muchacha se levanta a la noche y le dice al gato:
-Andate, mi hijo a onde 'tán tus hermanos, que tu agüela te va a matá.
Al otro día se levanta temprano la vieja y le dice:
-Andá traé tu gato.
La muchacha sale a buscá el gato. Viene y le dice a la vieja:
-¿No ve, mamá, que por usté me quedé sin ninguno de mis animalitos?
Se jueron por fin los cuatro animalito. Se encontraron en un tapera. Se hicieron gauchillos los cuatro. Se jueron a onde era la posada de dos tigres.
Llegó la noche. Dijo el gallo:
-Yo voy a dormí allá arriba, en aquella ramada, porque muy pronto, temprano, suelo cantar.
Dice el pato:
-Yo voy a dormí cerca de esa laguna porque pronto me suelo bañar.
Dice el gato:
-Yo voy a dormí cerca del juego, porque pronto me suelo calentar.
Dice el cabro:
Yo voy a dormí en aquel chiquero porque pronto suelo estar de cuerpo.
Por la noche se arrimaron los dos tigres. El gato estaba durmiendo cerca del juego. Los tigres empezaron a soplar el juego queriendo distinguí éste que estaba ahí, durmiendo. En una de ésas se despertó el gato, y en la oscuridá le pegó por la cara al tigre, le hacheó con la uña. Y disparó el tigre y le dice al otro tigre:
-Vamo, compañero, porque acá hay gauchillos. Uno me cortó en la cara.
Al pasar por abajo de la ramada cantó el gallo. Más juerte dispararon. Pasaron por cerca del chiquero. Salió el cabro. Le atracó un bote y patadas. Más juerte dispararon. Pasaron por cerca de la laguna, y el pato dijo: ¡cuá!, ¡cuá!, ¡cuá!, y ellos oyeron que decía:
-¡Acá se va! ¡Acá se va! ¡Acá se vá!
Salieron disparando los tigres; más fuerte se ían.
Al otro día el señor cabro salió en busca de hojas para comer y se encontró con una osamenta de tigre. Y se le ocurrió ensartar por l'asta y la trajo a la tapera. Y vinieron los tigres a la tarde siguiente y encontraron ahí el cadáver del otro tigre. Ellos creyeron que eran los gauchillos que estaban ahí, que lo mataron al tigre. Entonce salieron disparando de miedo. Creyeron que eran los gauchillos que fundieron al tigre y que los ían a fundir a ello también. Y se quedaron dueño de la casa lo animalito.

Bernardina Fernández, 71 años. Villa Pellegrini. Iberá. San Martín. Corrientes, 1952.

Campesina rústica. Muy buena narradora.

Cuento 623. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Los animales domésticos que salen a rodar tierra .620

Eran animales de una casa de familia y 'taban aburridos porque los trataban mal. Dispusieron irse lejos. Dice el gato al pato:
-Che, vamolós a rodar tierra. Vamos a invitar a los otros compañeros. Vamos a invitar al burro, le pegan todos los días, le dan palos, azotes, y no le dan casi qué comer.
El burro se va con los amigos. Pasan a otra casa de familia. Lo invitan a un gallo que 'taba todo arruinau. Y van cuatro. Van a otra casa ande había un cordero criau guacho, que ya 'taba hecho un carnero. Se hizo la reunión de los estropiaus. Se van al campo. El gato y el pato le dicen al burro:
-Vos vas a ser el carguero. Vas a llevar todo. Los vamos a juntar esta noche.
Se juntaron esa noche y lo cargaron al burro con provisiones. Y ya van con rumbo al campo. Iban por el campo y por áhi pegaban unos gritos. El gallo cantaba y balaba el carnero. Y le dicen al burro:
-Sería bueno que vos pegués un grito.
Por allá se encuentran con el lión y el tigre. Y los invitan. Se juntan y se van. Estos animales tenían unas cabezas de otros tigres y liones qui habían muerto y las llevan. Cuando anduvieron un tiempo devisaron unas casas. Era ya muy de noche.
-Vamos a llegar a una familia que son bastantes malos -dice uno.
Llegan y se van rumbo a las casas onde había tres gigantes. Y se adelanta el gato. Y llega el gato. Saluda y dice si le pueden dar una mesa, un poco larga para comer, que son unos cuantos pasajeros qui andan de paso.
Uno de los gigantes le dice al pión que tenían:
-Facilitales una mesa.
Llega el burro a la mesa y saca de las cargas las cabezas de tigre y de lión que llevaban. Entonces dice:
-Éste es el fiambre que traimos.
Les dio miedo a los gigantes esta gente que parecían cazadores de tigres y liones. Y en l'oscuridá óiban el aullido del gato y la voz del gallo y del pato y no sabían quénes eran.
El gato les dice a los gigantes si les pueden dar posada esa noche para él y sus acompañantes. Y les pide una proporción para hacer fuego. El gigante que los atendía se negó. Entonce se quedaron en un corral viejo. Más tarde el gato va a dar una vuelta por la casa y dice:
-El chalé de los gigantes los tiene que quedar para nosotros. Se lo vamos a quitar. Los vamos a ganar a la cocina.
Y se fueron a la cocina el gato y el gallo.
-Yo me voy a enterrar en la ceniza de la cocina. Y vos te ponís encima de la puerta de la cocina -le dice al gallo. Y vos te ganás en la represa -le dice al pato. Que el carnero se quede por áhi, ajuera, y que el burro s'eche también por áhi cerquita.
El tigre y el lión se quedaban a la guardia, ande no los vieran, junto a las casas.
Como a las once de la noche, el pión quiso fumar. Era muy vicioso y no tenía fóforos. Se viene a la cocina a encender el cigarro. Y ve las lucecitas de los ojos del gato y cre que es juego. Y dice:
-¡Ve, qué bien, hay juego!
Y al ir a encender el cigarro lu agarra el gato con las uñas y los rasguña por todos lados. Y se le descuelga el gallo y lo espuelia con toda la furia. Y si allega el carnero y le da topetazos. Y se levanta el burro y le da un gran mordiscón. Y el pato venía gritando pero nu alcanzó a llegar.
El pión gritaba y manotiaba, hasta qui al fin pudo escapar, y jue a darles parte a los gigantes de lo que li había pasado. Y les dice:
-Uno parece sastre, pincha con una punta de áujas como si cosiera. El otro señor parece domador, tiene espuelas y saca los pedazos a espuelazos. El otro parece carpintero, pega tan fuerte como si pegara con el combo. El otro señor que llevaba las alforjas -que era el burro- parece herrero, lleva unas tenazas muy grandes y mi había agarrau de las espaldas que casi me revienta. Ahora, el último que venía, un señor petizo, que no alcanzó a llegar, que decía: ¡Dejenmelón! ¡Dejenmelón! ¡Dejenmelón!, ése debe ser el más peligroso.
Ese último era el pato.
Los gigantes tuvieron miedo de esta gente tan mala y no quisieron peliar. Así es que los gigantes les dejaron la casa y se jueron calladitos. El tigre y el lión 'taban de más también y se despidieron. Y los animales que salieron a rodar tierra se hicieron dueños de la casa y todavía 'tarán viviendo áhi.

Máximo Reyes, 68 años. Las Cuevas. Tupungato. Mendoza, 1951.

Muy buen narrador.

Cuento 620. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Las manchas del tigre .574

Una vez, el tigre lo vino a buscar al hombre para pelear. Entonce el tigre era bayo, no tenía las manchas que tiene ahora en el cuero.
Encontró un caballo muy maltratado y le preguntó por qué 'taba así. El caballo le dijo:
-Así me ha puesto el hombre, que es muy malo.
-Más malo soy yo. Ya lo voy a pelear -dijo el tigre.
Y jue y lo encontró en el monte, al hombre, que estaba hacheando. Estaba hacheando una palmera y había hecho una gran rajadura, y había puesto una cuña. Y llegó el tigre y le dijo que quería pelear. Entonce le dijo el hombre que le ayude a partir esa palmera, él que tiene tanta juerza. Entonce el tigre metió las dos manos en la rajadura. El hombre sacó la cuña y el tigre quedó agarrado bien seguro.
Cuando el hombre lo vio al tigre así, sacó el lazo que tenía a mano y le empezó a pegar con el lado de la argolla. Le pegó tanto, que quedó con esas manchas que tiene. Por eso, de bayo que era se hizo overo.

Paulino Gutiérrez, 40 años. Villa Alta. Resistencia. San Fernando. Chaco, 1952.

El narrador oyó este cuento muchas veces entre campesinos de la región.

Cuento 574. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

Las aguilas y el zorro .835

Éste qu'era un zorro que se juntó en un cerro con unas águilas en la Cordillera. Que estaba nevando y las águilas, para salvarlo levantaban las alas y lo tapaban. Güeno, el zorro tenía un hilo y las ató diciendolés que así no las iba a llevar la tormenta. Güeno, áhi estaba el zorro abajo 'e las alas de las águilas, y lo que se sacudían para sacarse la nieve, el zorro estaba cadi istante diciendo:
-Dejesén de mover que si no voy a sacar el hilo.
Y lo que se volvían a sacudir la nieve que las 'taba tapando, el zorro les volvía a decir muy enojado:
-Dejesén de mover que voy a sacar el hilo. Estaba corajudo porque estaba reparito.
Al último se enojaron las águilas, se sacaron el hilo, y le dijieron al zorro:
-Tomó tu hilo -y lo dejaron en medio 'e la nieve.
Se volaron y lo dejaron al zorro.
Al otro día lu hallaron muerto al zorro, las águilas, y se lo comieron.
Y áhi se termina.

Ramón Sánchez, 67 años.

Real del Cadillo. General Roca. La Rioja, 1950.

Oriundo del lugar. Ha olvidado muchos cuentos.

Cuento 835 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La zorra y la perdiz .696

Como la zorra es tan ardilosa, quiso aprender a silbar como la perdiz, porque así las engañaba a las perdices y las cazaba mejor. La zorra le rogó tanto a la perdiz, que al fin dijo que güeno. Con mucha cautela le cosió la boca. Le dijo que probara. El zorro hizo fuerza para silbar y el silbido le salió bastante fino. Entonce la perdiz le dijo que ya había terminado el trabajo y se despidió. Entonces, de pícara la perdiz, se escondió por donde tenía que pasar el zorro, y cuando éste pasó, voló y le pasó rozando el hocico. Entonces el zorro, que no podía con su instinto, se olvidó que tenía la boca cosida y hizo el ademán de abrir la boca y de cazarla. Áhi se le rajó la boca muy grande y desde entonces le quedó así, la boca más grande que antes.

José Torres, 60 años. San José. Pringles. San Luis, 1940.

Lugareño de gran predicamento. Buen narrador.

Cuento 696 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La zorra y la perdiz .721

Dicen que una vez se encontraron la zorra y la perdiz. La zorra le pregunta a la perdiz:
-¿Por qué tenis guagüitas tan lindas y overitas? ¿Cómo has hecho para que sean tan barchilas?
La perdiz le cuenta que una vez hizo calentar un horno de hacer pan, y después que estuvo bien caliente metió a todos sus hijitos, cerró bien, y dando vueltas alrededor del horno iba diciendo:
-¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta!
Hasta que abrió el horno y ya estaban todas las guaguas pintaditas.
Entonces la zorra hizo lo que le contó la perdiz, y dando vueltas alrededor del horno sintió que estaban chirriando los zorritos. Abrió el horno y se dio con que todos se habían vuelto carbón. Furiosa se fue en busca de la perdiz para vengarse, pero resulta que la perdiz de un vuelo llegó a un pajonal en medio de una laguna. La zorra, para alcanzarla, se puso a beber el agua, hasta que reventó. Bebió tanta, tanta agua, que al fin se reventó.

Visitación Quispe de Ramos. Punta Corral. Tumbaya. Jujuy, 1952.

Directora de escuela. La narradora expresa que este cuento es general en la comarca. Desciende de familias indígenas.

Cuento 721 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La zorra y la perdiz .716

Diz que la zorra le pregunta a la perdiz:
-¿Qué hacís vos pa tener hijitos tan bonitos y overitos? Los míos son fieros y gritones.
Y entonce la perdiz le dice que cuando ella los tiene, calienta el horno y los mete en el horno bien caliente, y da güelta alrededor del horno y dice:
-¡Guagua pintu! ¡Guagua pintu! ¡Guagua pintu!
Y entonce la zorra ha hecho eso. Cuando tuvo los zorritos había calentado el horno y los metió en el horno bien caliente, y se puso a dar güeltas diciendo:
-¡Guagua pintu! ¡Guagua pintu!
Después abrió la boca del horno y 'taban hechos carbón los hijos. Y áhi no más se fue y la quería comer a la perdiz. Y la perdiz le dijo que bueno, que la comiera, pero tenía que adobarla. Y había molido mucho ají y sal, y áhi la había puesto. Y cuando la había adobao la zorra, aletió la perdiz, y el ají y la sal la dejaron ciega a la zorra, y la perdiz se voló.

Carlota Aparicio de Colombo, 75 años. Tilcara. Jujuy, 1952.

Persona de gran predicamento en el lugar.

Cuento 716 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La zorra y la bandurria .648

Una vez que la invitó la zorra a la bandurria a una fiesta. Y la zorra lo que hizo, fechó la comida en una piedra laja, que se volcaba toda. La zorra lambía y comía hasta hartarse, ¡pucha!, pero la bandurria no podía alzar ni un bocau.
Y entonce, después de unos días, la bandurria le hizo otro convite a la zorra. Hizo la comida, y pa que se joda la zorra, fechó en un porongo bien grande y de boca chiquita y angosta. Y así, cuando jue a comer la zorra, no podía sacar nada. Lambía por la oría del pico del porongo, no más. Entretanto la bandurria se comió toda la comida, hasta quedar panzona.

Prefiterio Heredia, 54 años. Las Cañas. San Francisco. San Luis, 1939.

Cuento 648. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La zorra y el choique el convite .646

La zorra quería comer al choique y no sabía cómo cazarseló. Y se juntaron un día en el campo. Y se hicieron compadres. Y lo convidó la zorra a una comilona en su casa. Y vino a la comida el choique.
La zorra lo esperó al choique con presas de gallina y mazamorra di harina.
Y llegó el compadre choique. Y puso las presas de gallina y echó la mazamorra di harina en una piedra. La comadre comía las presas de gallina y al compadre le dijo que comiera la mazamorra di harina. Y el compadre picaba y no podía comer nada. Y el choique 'taba muerto di hambre y se cansó tanto de picar en la piedra, que le dio sueño.
Entonce le dice la zorra:
-Duerma, compadre, un ratito, así descansa. Después vamos a comer otras cositas.
Y se quedó dormido el compadre choique.
Y entonce la comadre zorra llamó a todos sus parientes y lo rodearon al choique dormido. Y lo cazaron en ese momento y se lo comió al compadre, con sus parientes.

Filomena Flores de Pérez, 58 años. Uspallata. Las Heras. Mendoza, 1959.

Lugareña semiculta. Buena narradora.

Variante del cuento tradicional; la invitación es una treta para comerlo al avestruz.

Cuento 646. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La zorra y el carancho .830

Diz que había una vez una zorra y un caranchi. Eran compagres.
Un día 'taba nevando. Se habían encontrao en medio 'i la nevada. Se saludaron:
-¡Güen día, compagre!
-¡Güen día, comagre!
-Hagamos un trato, compagre -había dicho la zorra. El que aguante más la nevada se lo come al otro.
El caranchi había dicho a la zorra que pa saber quién aguanta más, tiene que gritar ¡alalay!
Güeno. Cada uno se paró sobre una piegra. Al rato el caranchi comenzó a gritá:
-¡Alalay, comagre! ¡Alalay, comagre!
Y la zorra:
-¡Alalay, compagre! ¡Alalay, compagre!
Después di un rato, güelta han empezao a gritar. El caranchi cada vez más juerte y la zorra cada vez más despacio.
El caranchi cuando gritaba se sacudía las plumas, pero la zorra no podía, se le pegaba la nieve en los pelos. El caranchi 'tá acostumbrado, pero la zorra se estaba muriendo de frío.
Ya después la zorra 'taba moribunda, apenas movía la boca.
Al rato se ha moriu y el caranchi se la comiu.

Felipe Mamaní, 42 años.

Cara Cara. Yavi. Jujuy, 1952.

El narrador es un pastor puneño. No habla quichua. Su apellido es también indígena.

Cuento 830 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La zorra haragana .815

Dice que vivía por los montes una zorra muy haragana. Dice que no tenía cueva ni cama y no se ocupaba de procurarse lo necesario.
Cuando andaba de día no sentía nada, pero en las noches de invierno se moría de frío. Todas las noches, cuando se ponía a temblar de frío, decía:
-Mañana cavo una cueva y junto paja pa mi cama. Desde mañana ya no voy a sentir frío de má, y voy a dormir calentita.
Al día siguiente la zorra se ponía al sol y si olvidaba del trabajo. Y decía:
-Que vaye a trabajar el que necesite. Yo 'toy muy bien.
Y eso era todo los días.
Una güelta, un mes de julio frío de má, la zorra se quedó muerta, engarrotada, al lao de un mogote. Como se murió temblando de frío quedó mostrando lo diente. Y dice que pasa un carancho y dice:
-¿Qué hace áhi, doña Juana? ¿Qué se 'stá riendo del trabajo? Con estas noches tan frías si olvidó de hacerse cama, por eso se rái. Vengo a convidala a un beile. ¿No quere que váyamos juntos? Con el frío de anoche los pobres no estaba pa risa.
Y así se burlaba el carancho de la zorra floja de má, que se murió de frío por no trabajar.

Dora Nélida Pasarella, 29 años.

Villaguay. Entre Ríos, 1959.

Cuento 815 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La zorra .805

Que era una zorra que tenía muchos zorritos. Cuando ya estuvieron grandecitos que podían andar, que los sacó a una lomita, y que les decía:
-¿Ven, hijitos, esos campos, y esas chacras y esos animalitos, esas cabras, esas ovejitas? Son nuestras toditítas.
-Güeno, mamita -que dice uno, tenimos hambre, mate un anima-lito de ésos.
-Güeno, m'hijito -que dice y que se jue a pillar un cordero gordo, gordo.
Y ya cuando se iba a largar sobre el cordero, que apareció un hombre con una escopeta. Y ya le apuntó a la zorra, y la zorra salió huyendo, y que le gritaba a los zorritos:
-¡Disparen m'hijitos! ¡Disparen m'hijitos! -ya los obligó a meterse en la cueva.
Ya cuando tuvieron en la cueva, que los zorritos le decían:
-¡Pero, mamita, y que no decía que toditito lo que víamos era nuestro!
-Sí, mis hijitos -decía la zorra, todito es nuestro, pero tuavía no tengo las escrituras. Las voy a tener el día de la polvareda.

Dolores de Sánchez, 50 años.

Las Mesillas. Pringles. San Luis, 1948.

Campesina nativa de la región. Muy buena narradora.

Cuento 805 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La yuta .690

Diz que el zorro lo ha queríu cazar a la yuta, y la yuta ha silbau. Y que al zorro le ha gustau el silbido y ha querido aprender a silbar así. Y que le dice a la yuta que le enseñe. Y que le ha dicho que tiene que coserse la boca. Y él ha dicho que bueno. Y que la yuta ha pedíu una hebra d'hilo pal zorro. Y que le ha cosíu la boca y que se ha escondíu en la costa del camino. Y que el zorro iba silbando: ¡Uik! ¡Uik! Y de lo bien que iba aprendiendo a silbar, la yuta que le ha volau encima, y que se ha sosprendíu el zorro y que abre la boca muy grande para cazarla. Y que se le ha rajau la boca. Y así no ha podíu silbar más.

Dominga Lezcano, 48 años. Quimilar. Ambargasta. Ojo de Agua. Santiago del Estero, 1951.

Cuento 690 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La vibora ingrata .593

Era un muchacho que vivía solo en el campo.
Siempre oía llorar, clamar, abajo di una piedra, cuando pasaba cerca di un lugar.
No sabía qué podía ser, y como le daba lástima este quejido, agarró un día el lazo y se jue pa ver deque se trataba. Llegó y ya vio una víbora grandota que 'taba aplastada por una tremenda piegra.
En cuantito llegó y lo vido la víbora empezó a pedir por favor que la saque, que se li había caido encima ese peñasco. Al joven le dio lástima y enlazó la piegra y a la cincha del caballo la ladió. Y áhi pudo salir la víbora. Pero como ésta había 'tau varios días hambriando, se le vino encima y le dice:
-¡Me lo como! ¡Me lo como!
Y el muchacho le dice:
-Pero, señora, entre en razón, cómo me va a comer después que l'hi salvau la vida.
Y la víbora lo quería comer nada más. Entonce le dice el mozo que pórque no consultan a otros si era justo que ella lo coma después que la ha salvau. Bueno. Consiente la víbora y siguen por el camino. Y áhi no más encuentran una zorra, y la llaman, y le dice el mozo:
-Vea, comadre, le vamos a preguntar una duda qui hay acá. Mire, yo salvé a esta señora di abajo di una piegra y agora me quiere comer. Usté dirá si así se paga un favor.
Y la víbora seguía diciendo:
-¡Me lo como! ¡Me lo como no más!
Y entonce le dice la zorra:
-Y a lo mejor tenga razón esta señora.
-Pero, cómo, comadre, puede tener razón, si yo la hi salvau a ella y ella me quiere comer a mí.
Entonce le dice:
-Bueno, pero vaya a saber, aunque usté la sacó di abajo de la piedra, a lo mejor ella tenga razón.
Entonce consintió la víbora y se volvieron al lugar donde la había sacau el mozo. Entonce le dice la zorra:
-¿En qué forma ha 'tau esta señora? Que se ponga pa ver, porque yo creo que tiene razón.
Entonce se puso la víbora, y el muchacho le puso la piegra pisandolá como había 'tau ante, cuando él la había sacau.
Entonce la vido la zorra y le dice:
-Agora veo que no tiene derecho de comerlo. Quedesé no más como 'taba y aguantesé por ingrata.
Áhi la dejaron pisada y se jueron. El mozo agradecido le dice a la zorra:
-Mire, comadre, mi casa es como si juera su casa. Vaya a buscar alguna gallina cuando guste.
Y la zorra comenzó a ir a buscar gallinas. El hombre tenía gran cantidá de gallinas, pero tantas se jue llevando la zorra, que al fin no li había quedau más que el gallo. Habían entrau a perdecelé y era que la zorra se las llevaba.
Bueno... El hombre guardaba el gallo bien seguro, de miedo que también se le perdiera. Entonce, justamente viene la zorra. Se saludan Y le dice:
-¿Cómo le va compadre?
-Y no muy bien, comadre; con perjuicio ando. ¿Sabe que de tantas gallinas que tenía no mi ha quedau más que el gallo?
Y la zorra le dice:
-En busca de él vengo.
-¡Ah! -que le dice-, pero muy bien, comadre. Esperesé que le voy a buscar máiz, asi lu agarramos.
Estando adentro el muchacho soltó dos enormes galgos que tenía. Y áhi la sacaron a la zorra corriendo. Y la llevaban te mato y te mataré. Y dentró a correr la zorra y áhi pudo dentrar a una cueva. Ya cuando 'taba adentro y medio descansó un poco, la zorra se conversaba ella misma:
-Ustedes, patitas, cómo corrían tan ligero cuando me traían te mato y te mataré los galgos, cómo saltaban ramas, y pozos y pencas, y todo lo que había por todos lados y me salvaron. Y ustedes, ojitos, cómo miraban cuando 'taba en tan apremiada situación, para que pudiera andar por donde juera más fácil para engañar a los galgos y esconderme. Pero, muy bien, pero, muy bien.
Y en eso que 'taba áhi le pregunta a la cola:
-Y usté, colita, ¿qué hacía?
-¡Ah! yo -le dice la cola- me puse sucia de miedo y me enredaba en cuanta rama había a ver si mi agarraban los galgos, porque yo no podía más.
Entonce la zorra enojada le dice:
-¡Salga pa ajuera! ¡Salga pa ajuera cola cochina! ¡Cola hedionda! ¡Cola inservible!
Y empezó a retroceder enojada como pa echar la cola ajuera. Los perros habían quedau en la boca de la cueva esperando que salga, como hacen los perros del campo cuando persiguen un bicho. Y claro, en cuantito asomó la punta de la cola la agarraron los perros, la sacaron y la mataron. La hicieron tiras a la zorra, la descuartizaron. Y áhi si acabó todo.

Fausto Agüero, 45 años. La Salina del Bebedero. La Capital. San Luis, 1958.

El narrador es peón salinero. Conoce muchos cuentos que a veces narra a sus compañeros, aunque el pesado trabajo no le deja ánimo para hacerlo, según manifiesta.

Cuento 593. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La vibora ingrata .594

Éste era un hombre que vivía solo en su casita, en el campo. Tenía animalitos y hacía trabajos en su campito.
En sus idas y venidas siempre oía para el lado donde había una gran peña, llantos, clamores. Un día agarró el lazo y se jue a ver qué era esto. Entonce vio que abajo de la peña 'taba agarrada una víbora grandota. Entonce la víbora cuando lo vio a este hombre le clamó que le sacara la peña. El hombre tenía recelo, pero la víbora le dijo que ella le iba agradecer, que no le tuviera miedo. Bueno, el hombre enlazó la peña y la sacó. En cuantito la víbora se sintió libre empezó a querer comer al hombre y le decía:
-¡Me lo como! ¡Me lo como no más! Entonce el hombre le dice:
-Pero, cómo me va a comer después que la he salvado. Entonce la víbora le dice:
-Hace muchos días que estoy sin comer, así que lo como nomás.
Entonce le dice el hombre:
-Mire, entre en razón, cómo me va a comer. Mire, vamos pal pueblo a buscar alguna persona que nos diga si usté tiene razón, que sirva de juez.
Tanto le dijo el hombre que la víbora dijo que bueno y se jueron. En el camino encontraron a una zorra y la pararon. Entonce le dice el hombre:
-Mire, yo salvé a esta señora de abajo de una peña y ahora me quiere comer. Diga si hay razón.
Entonce la víbora dice:
-Yo lo como y lo como. Y dice la zorra, haciendolé de ojo al hombre:
-Bueno, pero vaya a saber si esta señora no tiene razón. Yo para opinar tengo que ver cómo estaba esta señora.
Entonce se volvieron al lugar de la peña. Entonce le dice la zorra:
-Yo tendría que ver cómo estaba esta señora. En qué forma la pisaba la piedra. A ver, vuelvasé a poner como 'taba antes.
Entonce la pusieron a la víbora abajo de la piedra, bien pisada como estaba antes. Entonce dice la zorra:
-Ahora veo que no tiene derecho de comerlo a este hombre. Se jueron, y le dice el hombre a la zorra:
-Mire, comadre, mi casa es como su casa.
La zorra le agradeció y cada uno tomó su camino.
El hombre tenía gran cantidá de gallinas. La zorra se las había ido llevando. Pasado un tiempo, el hombre vio que no le quedaba más del gallo. Justamente llegó la zorra y se ponen a conversar. Entonce le dice el hombre:
-¿Sabe, comadre, que de tantas gallinas que tenía no me queda más del gallo?
-En busca de él vengo le dice la zorra.
-¡Ah! -que le dice, pero muy bien comadre. Esperesé que voy a buscar maíz, así lo agarramos.
Entró adentro el hombre y soltó dos enormes galgos que tenía y la sacaron corriendo a la zorra. Y la zorra dentró a correr hasta que pudo meterse a una cueva.
Adentro, la zorra, después que descansó un poco, se preguntaba ella misma, ya cuando le pasó el susto:
-Ustedes, patitas, ¿qué hacían cuando me traían corriendo los galgos?
-Nosotros saltábamos ramas y pozos -se contestaba.
-Y ustedes, ojitos, ¿qué hacían en tan apurada situación?
-¡Ah!, nosotros mirábamos siempre adelante, y tratábamos de mirar ande juera más fácil salvarse.
-¡Pero, muy bien! ¡Pero, muy bien!
-Y usté, colita, ¿qué hacía?
-Yo me enredaba en las ramas a ver si me agarraban los galgos.
Entonce la zorra enojada dice:
-¡Salga para ajuera! ¡Salga para ajuera cola cochina!
Y empezó a retroceder y hacía ademán de botar la cola.
Y claro, los galgo que 'taban en la puerta esperando, la sacaron y la mataron.

Nicasio Muñoz, 25 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1988.

El narrador, oriundo del lugar, ha cursado los grados de la escuela local. Compárese el lenguaje y el estilo de este narrador con los del narrador anterior a quien oyó muchas veces el cuento.

Cuento 594. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La vibora, el hombre y el zorro .609

La víbora ingrata

Había una gran víbora apretada con una piedra en el campo cerca de un camino. A todo el que pasaba le silbaba la víbora. Y nadie le hacía caso. La miraban que era una víbora y todos pasaban. Pero no falta alguno de corazón muy bondadoso, ¿sabe?, que se arrimó. Le pidió que le sacara la piedra hasta que le sacó la piedra. Cuando se estiró, muy grande, el largo de todo, todavía le pide que la lleve a caballo, en ancas. Y el hombre generoso siguió hacienda la obra. La lleva en anca. Después que va un trecho, le dice:
-A que te pico.
-Pero, no, cómo me va a picar.
-No, es que yo tengo ganas de picarte.
Una vez que le salvó la vida, nada. La víbora empecinada que lo iba a picar. Entonce le dice el hombre, le dice:
-Vamos a buscar un testigo, un juez, una persona que nos sirva de juez, a ver si tiene usté razón de hacerlo o no.
Aceptó la víbora.
Encontraron un caballo. Pobre caballo, claro, lo habían espueliado, lo habían maltratado.
-Piqueló, tiene razón -dice, piqueló. El hombre me maltrata a mí.
Qué lección le daba, fijesé, el caballo.
Entonce el hombre le dice:
-Vamos a buscar otro -le dice, no me conformo con éste.
Le acepta la víbora.
Encuentran un buey.
Tampoco tenía ningún halago el buey, para el hombre, que lo habían maltratado.
-Me hace tirar con otro aunque yo tenga menos fuerza. Piqueló -le dice, tiene razón.
Y bueno... Por ahí le dice el hombre:
-Vamos a buscar un tercero.
-Bueno -le dice, éste es el último.
-El último.
Muy bien. ¿A quién lu encuentran? A don Juan el Zorro.
Don Juan el Zorro, hombre que se puede decir entre los animales, astuto, algo así como un gran político. Y dice:
-Vamos a ver cómo son las cosas. Vamos al lugar del hecho.
Marcharon al lugar del hecho. El hombre ni se pensaba lo qué iba a suceder. Ni la víbora tampoco.
-¿Cómo estaba usté? -le dice a la víbora.
La víbora se enroscó.
-Pongalé la piedra -le dice al hombre. Muy bien. Dejelá ahí no más.
¡Ah!, cuando dijo así, la cara que puso la víbora. Y la cara de contento del hombre, que no sabía con qué pagarle. Entonce el zorro le dice:
-No, no me debe nada.
También haciendo otro negocio, pensando él en sacar otra ventaja.
-No me debe nada.
-Pero cómo no le voy a deber nada. Y que me ha hecho un favor tan grande.
Bueno, entonce le dice:
-Todos los de mi familia que encuentre muertos, me los entierra.
-Como no, encantado.
Montó a caballo y sale para un lado, y el zorro para el rumbo contrario.
En seguida se internó en el monte y se le tiró al suelo, el zorro. Se hace el muerto como es la costumbre de él. El hombre dice:
-Miró, uno de la familia de mi amigo, muerto.
Se bajó, cavó con su cuchilla un pocito y lo enterró. Cumplió, montó a caballo y siguió. El zorro le calculó que iba retirado, se levantó, se sacudió y fue y se tiró más adelante. Y así lo llevó hasta la entrada del sol. A la entrada del sol se le rompe la cuchilla al hombre, caramba, apurado, se le hacía tarde, y lo agarra de las patas al zorro, ¡porquería!, y lo dio contra el suelo y lo mató. Claro, no ve que ya 'taba cobrando mucho, ya.

Candelario Portillo, 63 años. Villaguay. Entre Ríos, 1970.

El narrador es estanciero. Aprendió este cuento de la madre, que sabía muchas narraciones.

Cuento 609. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048