Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 20 de enero de 2015

La perdiz y el zorro .719

Un día el zorro la encontró a la perdiz con sus guagüitas y le dice a la perdiz:
-¡Qué bonitos son tus hijitos! ¿Cómo los pintás overitos? La perdiz, entonces, le dice:
-Junto mucha leña y prendo el horno, y cuando está bien caliente, tiro mis guaguas adentro y tapo bien. Y camino a la vuelta del horno; gritando y golpiando, digo: ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta! Y después saco mis guagüitas y todas salen overitas.
Entonces el zorro dice:
-Voy a pintar mis guaguas también para que naides los conozca.
Juntó mucha leña, prendió el horno, y cuando estaba bien caliente, tiró sus hijos adentro. Cerró la puerta y empezó a dar vueltas al horno golpiando y diciendo: ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta! ¡Pinta guagua! ¡Pinta guagua!
Y cuando abrió la puerta del horno, encontró a sus hijos hechos un carbón. Y el zorro se enojó y gritó a la perdiz:
-¡Ah!, perra pizpila. Me has hecho quemar mis guagüitas. Ya vas a ver cuando te agarre.
Por eso la perdiz se esconde bien cuando ve al zorro.

Juana Apaza, 49 años. Barrios. Yavi. Jujuy, 1953.

Cuento 719 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La perdiz y el zorro .717

En cierto lugar se juntaron una perdiz con el zorro. Y el zorro que siempre le gustaba aparecer ser mejor que todos, le preguntó si cómo hacía ella para tener hijos tan bonitos, tan overitos. Y la perdiz le dice:
-Muy sencillamente. Yo enciendo el horno, lo caldeo bien y encierro todos los hijos dentro 'el horno. Y después giro alrededor del horno diciendo: ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta! Y al cabo de un tiempo salen los hijos bien overitos.
El zorro lo hizo, y claro, se l'hicieron carbón los hijos. Se dio cuenta de la burla de la perdiz y salió a buscarla. Y hasta el presente la anda buscando para matarla.

Abdón Castro Tolay, 67 años. Humahuaca. Jujuy, 1968.

Cuento 717 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La perdiz y el zorro .706

Ésta era la perdiz que 'staba chiflando en un camino. Entonce vino el zorro y le dijo:
-¿Cómo puede chiflar usté, doña perdiz?
Entonce le contestó la perdiz:
-Claro, yo puedo chiflar porque tengo el pico así, fino.
-¿Y yo por qué no? -dijo el zorro.
-¡Usté tiene la boca muy grande! Entonce le dijo:
-¿Quiere que se la cosa un poco?
-Bueno -dijo el zorro.
Entonce la perdiz agarró una aguja y un piolín y le cosió la boca hasta dejale un pico finito, un aujerito. Y entonce el zorro pudo chiflá. Y se marchó por un camino chiflando, contento. Y la perdiz más pícara se fue volando y se le puso adelante en el camino, que el zorro no se dio cuenta. Cuando el zorro 'taba bien cerquita, ella hizo ¡fruuú!... y voló encima del zorro. Y el zorro se sorprendió y dijo ¡Ah!, y abrió la boca toda grande pa cazá la perdiz y se le rajó la boca más grande que lo que tenía. Y entonce no pudo más chiflá. Intentó, pero no pudo. Y fin.

Dora Passarella, 28 años. Villaguay. Entre Ríos, 1957.

Empleada de servicio doméstico.

Cuento 706 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La perdiz y el zorro .695

Que el zorro la perseguía siempre a la perdiz por comeselá. Y andaba, andaba las vueltas el zorro, como hace. Que le dice un día a la perdiz:
-Venga, comadre -que le dice- ¡cómo sabe silbá tan lindo usté!
-Mire -que le dice, si no me persigue usté más, yo le voy enseñar como va silbar.
-Bueno.
Entonce lu agarró, buscó unos lazos que les llamamos tientos y le cosió bien la boca, de los dos lados. Y le dejó un ahujerito chiquito. Y ya empezó el zorro, shich... shich... shich... Ya quería silbá, ya. Entonce la perdiz se voló por el camino más u menos que se iba ir el zorro. Y se echó abajo di una pajita.
Venía el zorro dele silbá. Cuando va echó la mano sobre la paja, se voló la perdiz. Y si asustó el zorro. Pegó un gritazo. Se descosió la boca hasta cerca de las orejas. Se bañó en sangre. Y desde entonce el zorro quedó bocón y ya no persigue más la perdiz pa que le enseñe a silbá, sinó pa cazala.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

Excelente narrador.

Cuento 695 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La perdiz y el zorro .688

La perdiz con el zorro si habían juntado en un camino. El zorro le envidiaba lo que la perdicita chiflaba. Y le pedía que le enseñara. Entonces dice la perdicita:
-Vos, si no me comes, te voy enseñar a silbar.
-Pero tal cual como vos silbas -le dice el zorro.
Pero si no me cazas...
-¡Cómo no!
-Bueno... Te voy hacer esta operación -le dice la perdicita. Pero vas a estar consentido. Te voy a coser bien de todos laditos de la boca.
-Bueno.
Le ha cosido bien. Le ha dejado un chiquito en la boca. Y bueno...
-Bueno, dejate andar -le dice. Dejate andar vos. Yo voy a seguir viaje pero no me vas a comer a mí.
Bueno... Ha seguido viaje la perdicita. Yendo, la perdicita, ha sido más zorra que el zorro. Yendo si ha puesto junto a un camino, la perdicita.
Va, dice que va chiflando el zorro. Claro, va entretenido. Por áhi la perdicita se levanta volando. ¡Uh!... áhi, ante de chiflar pega un grito. Se le rompe toda la boca. Bueno, entonces que le dice:
-¡Ay!, ¿ti has asustado?
-Sí mi hi asustado mucho. Yo no creí que vos me ibas hacer eso.
-¡Ah!, pero sí, ti hi asustado pero vos nu has hecho como yo ti hi dicho, que tenías que chiflar con cuidadito. Vos has gritado y te has partido la boca. Y siendo que estaba bien cosido.
-¿Y qué voy hacer ahora?
-¿Y qué voy hacer! Nada puedo hacerte -le dice la perdicita- porque coserte más ya está de más. No te puedo coser más. Pero no me vas a cazar. De por sí se te va agarrar otra vez eso, para que vos empecés a silbar.
-¿Para cuándo?
-Sí -es que le dice. ¿Estás conforme que se va agarrar otra vez como di ante?
-Sí, sí.
Dice la perdiz:
-Así como yo chiflo vas a chiflar. Y vamos a seguir silbando y vos también vas a poder silbar.
¡Qué va poder silbar! Ya no podía, pus. Y la perdiz seguía silbando y él ya no.

María Manuela Herrera de García, 70 años. Ancocha. Atamisqui. Santiago del Estero, 1970.

Campesina rústica. Buena narradora.

Cuento 688 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La mula y el gato .737

Estando juntos la mula y el gato, en una noche muy oscura, se sacudió la mula. Entonce se asustó, y dijo:
-¡Ay!, ¿qué es lo que va ca yendo?
Entonce el gato le dice:
-¿Por ese pelo que se te cayó lo que te sacudistes te asustás?
La mula sentía el ruido del pelo que iba cayendo en el aire, con el oído tan fino que tiene, y el gato lo vía con los ojos que ven hasta lo más chiquito, en la mayor oscuridá.

Juan Carrizo, 70 años.

Tarquín. Vélez Sarsfield. La Rioja, 1952.

El narrador es originario del lugar.

Cuento 737 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La mona y el yacare .763

La mona era comadre del yacaré. Y la mona se había ido al almacén. Y venía regresando con la maleta cargada de la mercadería que jue a comprar. Y tenía que pasar un riacho. Y el riacho estaba crecido. De vuelta encontró crecido, así, pues, había llovido en el tiempo que jue al almacén. Y bueno, no podía pasar ella. Quedó clavado la mona, parado en la costa. En un repente aparece el compadre. Le saluda la mona al compadre:
-¿Cómo te va compadre? -que hacía tiempo que no lo veía.
Contestó el yacaré. Pegó un coletazo, contento, y le pregunta a la comadre qué noticia güena le da.
Entonce la mona le dice:
-Pero, compadre, la noticia que te doy de las muchachas mejores, que s'acuerdan lo má bien de usté. Que hace tiempo que usté no aparece en lo baile.
Pegó otro coletazo el yacaré ¡contento!, y le dice la comadre:
-Pero, yo quisiera pasar este riacho, compadre, no sé cómo pasarle.
Entonce le dice el compadre, el yacaré:
-Pero no é nada, comadre. Te voy a hacer pasar sobre mi lomo, con todo su mercadería que lleva en su maleta.
Y la mona tuvo que arriejarse. Se hace pasá con el compadre, aunque no é nada bueno andá sobre el agua, y sobre el yacaré má todavía.
Bueno, se acomodó. Le cargó las cosas de ella, en el lomo del compadre y se acomodó ella también. Y cuando iban viajando por el centro del agua le preguntaba el compadre:
-¿Qué é el acuerdo que tienen la muchacha por mí?
Y le dice la comadre:
-Que é un mozo muy simpático. Eso ojo parece una flor de mburucuyá -le decía la comadre. Que nunca va a terminá de acordarse bien por usté.
A vez en cuando el compadre pegaba otro coletazo por oír lo que decía la muchacha mejore. Y má le cargaba la comadre del acuerdo, lo má bien de la muchacha.
Bueno, se aprosimaron a la costa. Saltó la mona la barranca. Y ahí empezó a sacar las cosas de ella del lomo del compadre. Y bueno, ante de 'espedirlo le vuelve a preguntar a la comadre, qué acuerdo le va a llevar de él, a las niñas. Y la comadre había sido medio desagradecida. Y le dice al compadre:
-¡Quién te va a querer a vo, que sos fiero y todo serrucho el lomo!
-Si yo sabía, comadre, que me hiciste un chimento grande, te hubiera dejao abajo de lo camalote.
-Le hizo agüería, un engaño para que le pase el riacho al compadre.

La Cruz Chaves, 48 años. Mercedes. Corrientes, 1959.

El narrador es analfabeto. Habla el guaraní de Corrientes. Es un buen santero (imaginero) y curandero. Tomo el cuento en la cárcel de Corrientes, en donde está preso por robo.

Cuento 763 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La lechuza y el rey de los pajaritos .664

Para la madre no hay hijo feo

Dice que una vez el rey de los pajaritos andaba por cerca di ande tenía su casa la lechuza. Y la lechuza tenía pichones grandecitos, que ya andaban fuera del nido. Entonce ella piensa que sus hijitos 'taban en gran peligro. Entonce resuelve hacerlo compadre al rey de los pajaritos para que no le coma los pichones.
Bueno... Agarró, la lechuza, se arregló bien, se puso polvo, se peinó, y se puso el manto -ése que usaban las señoras di ante y que algunas todavía lo usan para salir. Bueno... Muy compuesta y arreglada se fue a la casa del rey de los pajaritos. Y ya llegó, y saludó, y la hicieron pasar para adentro. Estuvieron conversando y entonce le dice la lechuza que lo venía a hacer compadre y a decirle que no le vaya a comer los hijitos, que eran sus ahijaditos.
-Bueno -dice el rey de los pajaritos, pero, ¿cómo voy a saber yo cuáles son sus hijitos, comadre?
-Pero, mire, compadre, es lo más fácil, mis hijitos son los pichones más bonitos que usté va a ver. No se puede equivocar. Ya quedaron así.
Al otro día va el rey de los pajaritos y se pone a llamar, como llama él a los pajaritos para comerlos, con un gritito raro, que los domina a los pajaritos y vienen todos como embrujados, como si tuviera imán este pájaro carnicero y lo dan vuelta gritando y revolotiando sin poderse disparar.
Bueno... Ya se llenó el árbol de pajaritos y había muchos pichones. Todos los pajaritos aletiaban nerviosos, esperando a cuál agarraba el rey de los pajaritos. Y éste decía:
-Voy a mirar bien, cuales son los más feos de estos pichones porque no quiero quedar mal con mi comadre lechuza. Después de un rato, vio unos pichones feísimos, y ahí no más los cazó y se los comió. ¡Qué pucha!, habían síu los hijos de la lechuza. Al rato no más llegó la lechuza, los llantos y las quejas:
-Compadre, usté no tiene palabra, usté mi ha comíu mis hijitos.
-Pero, comadre, si yo hi comíu los pichones más feos.
-No puede ser, compadre, usté nu ha visto bien -le dice la lechuza.
Áhi jue el equivoco de la lechuza, claro, como para la madre nu hay hijos feos.
Y así, la pobre lechuza perdió lo hijos.

Guillermo Benítez, 73 años. Piedra Blanca. Junín. San Luis, 1951.

Cuento 664. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La garza y la zorra .645

El convite

Doña Garza la había envitado a la comadre Juana a un banquete en su casa. La noche del festín, doña Garza preparó mazamorra, pero la puso en una botija cuello largo y angosto, de manera que la zorra no podía sacar ni un granito. La garza le decía a la zorra:
-Sirvasé, comadre Juana. La mazamorra mi ha salido riquísima. Sirvasé sin cumplimiento. Sirvasé.
Y como una farsa la envitaba, mientras ella comía y comía. La zorra lambía la botija y se li hacía agua la boca, pero sólo sentía el olor de la mazamorra que 'taba muy rica.
La cuma Juana se despide muy agradecida de su comadre y la envita a comer, a la noche siguiente a su casa. Pero esta vez la zorra no jue zonza y se vengó de su cuma. También le sirvió mazamorra, pero la hizo muy jugosa y con los granos muy deshechos, y se la sirvió en una juente bien plana y ancha. Esta vez la qui hacía postura pa comer era la cuma garza, que no conseguía alzar nada, ni un granito con su pico largo. Esto causó un gran dijusto de la cuma, y la garza sin despedirse de la dueña de casa, levantó el vuelo y se jue, jurando vengarse.

Arcelio Contreras, 63 años. Villa Iglesia. Iglesia. San Juan, 1951.

Campesino rústico. Buen narrador.

En este cuento se cambia el orden del papel de los personajes.

Cuento 645. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La gallina y el loro hablantin .780

Resulta que había en una estancia en donde hacían muchos quesos. Y había muchos quesos para vender. Y los quesos de adentro eran mejores que los de afuera.
Y un día viene un señor a comprar quesos, y el loro hablantín estaba solo, no estaba ni la dueña de casa ni nadie. Así que:
-Buenos días -dice el hombre.
-Buenos días, señor, bajesé, bajesé -le dice el loro.
-¿Qué anda queriendo?
-Por comprar quesos -le dice.
-Bueno, señor, cuando venga mi mamá, digalé que le dé de los quesos de adentro, que los de afuera no sirven.
Viene la señora y saluda:
-¿Qué desea, señor?
-Ando por comprar quesos, señora.
-Bueno.
Le quiere dar de afuera.
-No, señora, déme los quesos de adentro.
Ya la señora había pensau que hai ser el cuento 'el loro. Bué... Y... ya se va el hombre. Y lu agarra ella al loro:
-Vos has contau lo de los quesos -dice y le pega.
-¡Ah!... -dice el loro.
-¿Vos has contau lo de los quesos?
-¡Ah!... -dice el loro.
-¿Vos has contau lo de los quesos?
-¡Ah!... -dice el loro.
Le pegó otra vez. Lo agarra de la cabeza y va lo mete en la pileta con agua. Lo baña bien. Los zambullidos lo tiene ahí. Gritando había 'tau, el loro.
Al rato lleva la señora una gallina clueca.
Lo mete en el agua y lo dejan ahí. Ahí sale tiritando la gallina. Se le arrima el loro, despacito, y le dice:
-Vos también has contau lo de los quesos -dice.
Había creído que ella también había contado lo de los quesos, que por eso lo han metíu al agua.

Zenón Revainera, 73 años. Atamisqui. Santiago del Estero, 1970.

Lugareño nacido y criado en Atamisqui.

Cuento 780 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La chuña y el zorro .651

Eran compagres la chuña con el zorro.
Y el zorro la invitó a la comagre chuña a comer un potaje en su casa, una vez.
Que a la chuña le gusta mucho el arrope. Y va el zorro, y le pone el arrope en una piegra lisa. Y que le dice:
-¡Venga, comagre! ¡Sirvasé! ¡Sirvasé!
Y va la chuña a comer y no podía alzar nada. Que picaba, picaba, y ¡nada! Y que le dolía el pico. Y picaba, picaba. Y ya cuando se ha lastimau el pico, que sale y dice:
-¡Qué, mi compagre, que me ha hecho quebrar el pico!
Y el zorro comía lo más lindo. Se acabó el arrope. Y la chuña salió meciendo la cabeza con el pico roto. Que le dolía mucho.
Al tiempo, que lo ha envitau la chuña al compagre zorro. Que le ha dicho que le iba a servir una cosa que a él le gusta mucho. Y que se ha ido el zorro a la casa de la comagre chuña. Y que va y que le pone una botea de miel sobre una piegra. Y que le dice:
-¡Venga, compagre! ¡Sírvase! ¡Sírvase!
¡Y qué iba a servirse! Que la lambía no más a la botea por el pico, por todos lados, y ¡nada! Y la chuña metía el pico y sacaba y comía.
Y así se la pagó al compagre zorro. Es ardiloso el zorro, pero jue más ardilosa la chuña.

Susana O. de Romero, 76 años. Alta Córdoba. Capital. Córdoba, 1952.

Mujer de pueblo, rústica. Buena narradora.

Cuento 651. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La chuña con el zorro .826

La chuña 'taba en el río, en la playa del río, bañandosé, echandosé agilita en la espalda. Y si arrima el zorro y la saluda. Y le dice:
-¡Hola, canilluda! ¿Cómo te va?
-¡Oh!, tío Juan Gallina, ¿cómo andas vos?
Porque siempre a tío Juan le han gustado, es muy aficionado a las gallinas, que es uno de los platos favoritos de él.
-Aquí 'toy -le dice la chuña, me estoy bañando.
-¡Ah! -le dice, pero no te arrimes mucho para el hondo que te vas ahogar.
-No -le dice, yo sé nadar.
-No, ¡qué vas a saber! -le contesta.
-Sí, yo soy una gran nadadora.
-No, pero como yo no has de ser.
Y empieza la discusión. Entonce le dice:
-Yo te voy hacer una apuesta. Vamos a jugar lo que vos quieras -le dice el zorro- quién aguanta más zambullendosé.
-Bueno -dice, ¡meta!
Bueno, desensillan. Sacan los estribos, que eran de plata, los frenos, el rebenque, y ponen encima los ponchos, los dos ponchos. Jugaban eso y todo lo demás.
-El que dura más, ése es el queda.
Muy bien.
-Vamos a contar hasta tres -dice Juan. Yo voy a contar -dice Juan siempre pensando sacar ventaja.
-Pero, a ésta, en la primera zambullida no más la despacho. Una, dos y tres...
Y la chuña zambulle. Y el zorro la deja estar un rato. Entonce calculando un rato, zambulle.
La chuña, que no era nada tonta, dejó pasar un tiempo, salió del agua, se arrancó una pluma de la cola, y la enterró en la arena, de manera tal que parecía que 'taba zambullendo.
Juan pasó un rato, y no le daban más los pulmones y pensaba:
-Bueno, a ésta le he ganau, pero de todas maneras voy a sacar despacito la cabeza y el hocico y voy a mirá a ver si sigue zambullendo y le voy hacer otra zambullida.
Muy bien. Saca, despacito la cabeza y alcanza a ver la pluma.
-¡Eh... qué aguante, ésta! -dice y se vuelve a zambullir.
Está un buen rato debajo del agua. Los pulmoncitos se le hinchaban. Vuelve a sacar, despacito la cabeza. La ve de nuevo.
-¡Hum! -dice, ¡qué barbaridá! ¡Pero ésta nu había teníu destino! -dice.
Vuelve a zambullir. Y está un buen rato nuevamente y empieza a pensar, dice:
-¿No si habrá ahugau esta pobre? ¿No será que por ganarme le ha pasau un accidente? ¿Y qué voy hacer? ¿Voy a cargar yo con semejante cargo de conciencia?
Muy bien. Saca con cuidau otra vez el hocico y la ve enterrada. Entonces dice:
-La voy a sacar. Seguramente se habrá muerto y la voy a llevar a entregar a su familia.
Bué...
Sale del agua, se arrima. Abre las manitos para abrazar a la chuña guiandosé por la pluma que estaba enterrada en la arena y se encuentra, cuál sorpresa, con una plumita.
-¡Ay, lo que me ha hecho esta trompeta! ¡Esta bandida, tramposa! La voy a matar. Donde la encuentre la voy a degollar. Pero ¡qué cosa bárbara! Increíble lo que me ha hecho. Voy a casa a buscar un cuchillo.
Va a la casa a buscar un cuchillo grande que tenía. Y lu hace así, lo chaira. Y lo ve que estaba un poco, no muy afilado, porque el zorro quería un cuchillo que esté cortando un pelo al aire para degollarla de entrada no más a la chuña. Y sale.
Empieza a caminar, a rastriarla, Juan, a la chuña, porque la chuña iba a gata con semejante carga. La chuña levantó los dos ponchos con todas las cosas que habían puesto y se mandó a mudar.
Llega a la casa de la iguana. Y le dice:
-¡Hola, caraipuca!, ¿no me la has visto pasar a la chuña?
-Sí -dice, esta mañana pasó, tío Juan. Iba contenta -dice. Iba llevando un montón de cosas que le ha ganado en apuesta a usté.
-Qué me va ganar a mí. Es una tramposa, una bandida. No sabe la que me ha hecho. ¿No tiene una piedrita pa que afile mi cuchillo?
-Sí, tío Juan, sí tengo un molejón ahí adentro, me lo prestaron.
Y va, afila: chas... chas... chas... chas... chas... chas... chas... Y lo probaba. Sacaba un pelito, cortaba una ramita...
-¡Ah, ya lo voy alcanzar!
Sigue viaje. Camina otro trecho y lo encuentra al llegar a la casa, al peludo:
-¡Hola, peludo -le dice- carachento!
-¿Qué tal, tío Juan?
-Aquí estamos. Voy siguiendo a la chuña, ¿no me lo ha visto pasar?
-Sí, tío Juan. Esta mañana sol alto ha pasau. Ya iba contenta. Dice que le ha ganau una apuesta a usté.
-Pero, ¡qué me va ganar! Me ha hecho trampa. ¡Esta bandida! Donde la encuentre la voy a degollar, la voy a matar. ¿No tiene una piedrita pa que afile mi cuchillo?
-Sí, tío Juan, tengo aquí un molejoncito bueno.
-Prestamelá. Y meta probar. Chas... chas... chas... chas... A medida que iba afilando el cuchillo se le iba achicando. Sigue andando un trecho. Y llega a la casa de la lechuza.
-¡Hola, cumpa lechuza! -le dice.
-¿Qué tal tío Juan? ¿Qué le anda pasando? ¿Qué le pasa que anda tan enojau?
-¡Ah, como para que no esté! -dice. ¿Vos sabes lo que me ha hecho la chuña?
-¡Ah! -dice, la chuña ha pasau hace un rato por acá. Contenta, iba llevando un atau muy grande. Agata iba, cansada, po. Y me ha contau que le ha ganau una apuesta, en una zambullida.
-¡Qué me va ganar, esa bandida, esa trompeta! -dice. ¿Vos sabes lo que me ha hecho?
Y le cuenta lo que le ha hecho.
-Pero, también donde la encuentre la voy a degollar. Pero, mirá, las tripas le voy a dejar al aire, ¿no tienes una piedrita pa que afile un cuchillo?
-Sí, tío Juan, sí tengo una piedrita. Buena es. La he traído del norte.
-Prestame pa que afile.
Chas... Chas... Chas... Chas... Y sigue la afilada. Y cada vez el cuchillito más chico. Llega a la casa de la garza mora.
-¿Qué tal, tío Juan, cómo le va?
-Decime, no me interrumpas. Voy muy apurau, voy viendo los rastros éstos. ¿No me la has visto pasar por acá a la chuña?
-Sí, tío Juan, ahicito va. Ha pasau. Y va a gala de cansada, llevando un atau muy grande.
-¿Vos no sabes lo que me ha hecho? -le dice.
-No. Iba muy contenta.
-¡Eh, no sabes lo que me ha hecho a mí! ¡Ah, es una bandida! Pero ya, ya le voy a alcanzar -dice. Mirá lo que llevo aquí.
Y era un cuchillito moto. Era cabo no más y un pedacito. Le dice:
-Decime, ¿no tienes una piedrita pa que afile mi cuchillo?
-Sí, tío Juan. Sí tengo una piedrita. Buena es.
-Prestame, porque así voy a chairar mi cuchillito.
-¡Cómo no! -le dice la garza mora. Le vuá prestar tío Juan.
Le presta. Chas... Chas... Chas... Y ya era el cabo que afilaba.
-Y bueno, esto no me va a servir. Pero igual no más la vuá matar -dice.
Y sigue no más. Sigue, como la chuña iba muy pesada, la alcanza a ver. Y la chuña, que no es nada tonta, había escondíu el atau en una cueva de vizcacha.
-¡Ah! -le dice, ¡así te quise pillar!
-Sí -le dice, ahora me vas agarrar -dice la chuña. Y vuela y se asienta arriba de un algarrobo, con un tronco torcido, y el zorro también sube. La quiere agarrar, pero no puede subir a los árboles. Sube por detrás de la chuña, pero en el momento que la quiere agarrar, vuela y se asienta en el tronco chaquista, un tronco quemado. Que no estaba más que el tronco. Vuela y se asienta en la punta. Y el zorro dice:
-¡Ah, de aquí no te me escapas!
Y hace un salto magistral para cazarla a la chuña, en el mismo instante que ésta vuela, de manera tal que da con la cabeza y se le desparraman los sesos.
Y colorín, colorado, que este cuento se ha acabado.

Aristóbulo Barrionuevo, 48 años.

Santiago del Estero. Capital, 1970.

Persona de cultura, Profesor. Aprendió el cuento de la madre que tiene un gran repertorio. Muy buen narrador.

Cuento 826 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La chiva y su dos chivitos .752

Había una chiva que tenía dos chivitos y que vivían en un rancho.
Un día salió la chiva a buscar leche y agua. Les dijo a los chivitos que tengan mucho cuidado con el lión que los quere comer. Que no le abran la puerta si viene.
Vino el lión y golpió la puerta, y dijo:
-Abran hijitos que soy la madre de ustedes.
Los chivitos se dieron cuenta que era el lión y le dijeron:
-No, no abrimos, vos sos el lión que nos querís comer.
Entonce el lión se quedó escondido por áhi cerca. Vino la chiva, golpió la puerta y dijo:

Abran la puerta, hijitos,
que traigo leche en las tetas
y agua en las cornetas.

Entonce abrieron y entró la chiva y le contaron los chivitos, y les dijo que si entra el lión se escondan en un cajón que tenían áhi.
Entonce sale otra vez la chiva y el lión viene y dice con la voz muy fina, como si juera la voz de la chiva:

Abran la puerta, hijitos,
que traigo leche en las tetas
y agua en las cornetas.

Abrieron despacito la puerta y cuando vieron que era el lión, dispararon y se escondieron en el cajón.
El lión entró cerrando la puerta, y como no los hallaba por ninguna parte, se quedó esperando que salieran.
En eso vino la cabra y dijo:

Abran la puerta, hijitos,
que traigo leche en las tetas
y agua en las cornetas.

Entonce oyó que el lión dijo:
-No te abro nada.
Entonce la chiva conoció que era el lión y pensó que li había comido los hijitos y le dice:

Salí, lión, de mi ranchito
que traigo para mis hijitos,
leche en las tetas
y agua en las cornetas.

Y el lión le contestó:

Yo soy el lión de la lionería
y si salgo pa juera te comería.

Entonce la chiva se jue llorando por un caminito a buscar que la ayuden. Encontró un caballo y el caballo le preguntó pórque lloraba. Ella le contestó qui había entrado un lión en su rancho y que seguramente li había comido los hijitos y que no lo podía sacar. El caballo le preguntó cuánto pagaba para sacarlo al lión. Ella le contestó que dos fardos de pasto. Y el caballo le dijo:
-Vamos, yo te lo voy a sacar.
Ve, jueron al rancho y el caballo entró. Lo agarró a patadas al lión, pero el lión lo lastimó, y no lo pudo sacar. El caballo salió corriendo.
Volvió la chivita llorando por el caminito y encontró un güey, y le dijo:
-¿Pórque llorás?
La chiva le contestó:
-Si ha entrado el lión a mi ranchito, mi ha comido los hijitos y no quere salir.
-Vamos, yo te lo voy a sacar -le dijo.
Se jueron al rancho y la chiva golpió la puerta y dijo:

Abran la puerta, hijitos,
que traigo leche en las tetas
y agua en las cornetas.

Contestó el lión y la chiva le dijo:
-Salí lión de mi ranchito.
Y entonce le dijo el lión:

Yo soy el lión de la lionería
y si salgo pa juera te comería.

Entón entró el güey y lu agarró a cornazos al lión, pero el lión lo venció y salió corriendo el güey.
De nuevo volvió la chiva llorando por el caminito. Encontró una hormiguita y le preguntó pórque lloraba, y la chiva le contó lo que le pasaba. Se ofreció la hormiguita pa sacarle el lión y le dijo cuánto le pagaba. Y le dijo que dos panes.
-No quero -le dijo- porque es mucho.
-Bueno, te doy un pan.
-No, dame una rebanada.
Entón se jueron corriendo. Llegaron. Le dijo la chiva al lión que saliera y contestó lo mismo:

Yo soy el lión de la lionería
y si salgo pa juera te comería.

Entón entró la hormiguita por una rendija, se le subió al lión por la pierna y se le prendió en el poto del lión. Ahí el lión pegó un bramido, dio un salto muy grande y salió corriendo y no volvió más.
Entón salieron los cabritos y se pusieron muy contentos de haberse salvado.
Después vino la hormiguita con otras hormiguitas y cada una se llevó una miga de la rodaja de pan y se jueron muy contentas.

Blanca Navas de Estefanía, 35 años.

Trevelín. Futaleufú. Chubut, 1954.

Aprendió el cuento de la madre. Buena narradora.

Cuento 752 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La chiva y los chivitos .750

Había una chiva con chivitos que vivía en el campo. En ese campo había un tigre y la cabrita tenía mucho miedo que le comiera los hijitos.
Un día la cabrita tenía que salir y les dejó recomendado a los hijitos que a nadie abrieran la puerta.
Después que la chiva se fue, el tigre, que andaba cerca se arrimó y golpeó la puerta. Dice que los chivitos miraron por la cerradura y vieron que no era blanco como la madre.
-¿Quién es? -le dijieron los chivitos.
-Soy yo, tu mamá -les dijo el tigre.
Entonce le dijieron los chivitos:
-Usté no es nuestra mamá porque ella es blanca.
Dice que entonce fue el tigre a una panadería, compró harina y se la echó por todo el cuerpo. Fue otra vez a la casa de los chivitos y golpeó la puerta. Los chivitos miraron por la cerradura y vieron que el que venía era blanco.
-¿Quién es? -le dijieron.
-Soy yo, tu mamá -dijo el tigre con su voz gruesa.
-Usté no es nuestra mamá porque tiene voz gruesa y nuestra mamá tiene voz delgada.
Dice que el tigre fue a un almacén y compró huevos y tomó unas yemas. Volvió otra vez a la casa de los chivitos y golpeó la puerta.
-¿Quién es? -dijieron los chivitos.
-Soy yo, tu mamá -dijo el tigre con voz fina.
Entonce los chivitos miraron por la cerradura y viendo que era blanco y tenía la voz fina dijieron que era la mamá y abrieron la puerta. El tigre entró y se tragó a todos los chivitos, menos a uno que se escondió en un cajón. Cuando la chiva vino el chivito salió y le contó lo que les pasó a los hermanitos. La chiva madre tomó un cuchillo y salió a buscarle al tigre. Le encontró que estaba cerca de una laguna, muy dormido. Tenía la barriga grande, grande. Entonce ella le abrió la barriga con el cuchillo y salieron los chivitos vivos. Le llenaron la panza con piedras. Cuando el tigre se despertó, tenía sé, se arrimó a la laguna para tomar agua y como tenía la barriga muy pesada, se cayó al agua y se ahogó.

Natividad Díaz, 17 años.

Garabatá. San Luis del Palmar. Corrientes, 1958.

Cuento 750 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La chiva y el zorro .753

Ésta era una chiva que tenía cinco chivitos.
Un día la chiva salió a pasiar y le dijo a los chivitos que no dejen entrar al zorro porque los anda por comer el zorro.
Los chivitos por jugar, si olvidaron de cerrar la puerta. Llegó el zorro y encontró la puerta abierta y se entró. Se comió tres chivitos. Del hambre que tenía se los comió enteros. Los otros dos corrieron por el campo.
Cuando volvió la chiva vinieron los dos chivitos, entonces la chiva preguntó por los otros tres. Y los chivitos le contaron lo que pasó. Entonce lloró mucho con los dos chivitos.
Entonce la chiva y los chivitos salieron a buscar al zorro. Uno de los chivitos llevaba aúja, el otro el hilo y la chiva llevaba la tijera. Después de mucho andar encontraron al zorro durmiendo debajo di un árbol. Corrieron los dos chivitos, lo apretaron al zorro, y la chiva con la tijera le abrió la panza, y salieron vivos los cabritos que había comido, y le pusieron unas piedras pesadas adentro. Después le costuraron de nuevo la panza y se jueron lo más contentos.
Entonce el zorro salió corriendo, se puso a disparar. Y llegó a un río. Le dio mucha sé, y cuando se agachó para tomar agua con el peso de las piedras se cayó en el río y se augó. Y así murió el zorro que es tan pícaro.

Infraín Salazar, 12 años. Trevelín. Futaleufú. Chubut, 1954.

Lo aprendió del padre que sabe muchos cuentos y es hachero en un obraje de la zona cordillerana. En esta colonia de galeses sólo narran cuentos los criollos.

Cuento 752 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

La cola de los zorros .817

Cuando Dios creyó oportuno, mandó a San Pedro, como hombre de confianza, quien hacía las veces de capataz y los angelitos del cielo quienes hacían de peones, que vinieran a la tierra. Los mandó que reunieran a todos los seres que habitaban en la tierra, porque hasta ese momento todos eran irracionales, no tenían razón de lo que hacían, eran inocentes, y cuando estuvieran reunidos los dejaran a los angelitos cuidandolós, y él fuera al cielo a avisarle a Tata Dios, y entonces Él vendría. Así fue. Anduvo San Pedro, con los angelitos, como seis meses hasta que por fin en un punto determinado reunió a todos estos seres que habitaban la tierra, serpientes, víboras de todas clases y de todos los tamaños, como así leones, tigres, panteras, zorros, en fin, todos los animales como vacas, ovejas, cabras, yeguarizos, asnos, mulares, etc., y también los seres humanos que se encontraban existiendo en la tierra después que Adán y Eva comieron la manzana.
Una vez que San Pedro, cumpliendo las órdenes de Tata Dios, hubo reunido a todos los habitantes de la tierra, ensilló un azulejo y le pegó p'al cielo a avisarle a Tata Dios. Los angelitos no dejaban desparramar el gran rodeo que habían reunido, el que abarcaba setenta leguas de largo por cincuenta de ancho. Al rato no más Tata Dios montado en un moro, lindo y ligero el pingo, aunque no era menos el azulejo de San Pedro. Bueno, la cuestión fue que Tata Dios se metió en medio del rodeo y les  echó un discurso, y les dio a cada animal un don especial para que pudieran vivir y prestar utilidad. Ese don lo tenían que conservar todos los animales de su familia para siempre. Tata Dios le dijo a San Pedro:
-Yo voy a dar una vuelta y voy a esperar un rato por si hubiera quedado algún animal sin recibir su don.
Pero Tata Dios, al rato, viendo que no se presentaba ningún animal a pedir su don y tenía mucho que hacer, le pegó pal cielo. Más tarde se le presentó a San Pedro un animal que por zonzo y rezagado se había quedado sin recibir su don. Entonce San Pedro aprontó su azulejo y le pegó pal cielo para pedirle por el zorro. Así fue que cuando Tata Dios iba entrando al cielo San Pedro se le puso a la par y le dijo lo que sucedía. Tata Dios viendo que no había quedado ningún don para el zorro, le dijo a San Pedro:
-Vuelvasé a la tierra y digalés a todos los animales que han recibido su don que le den un poquito cada uno del don que han recibido a ese animalito que no estaba presente cuando yo les entregué el don a todos, porque yo ya no vuelvo a la tierra.
El animal que había quedado sin recibir el don era el zorro. ¿Sabe por qué el zorro no había entrado al rodeo? Porque el zorro era completamente rabón, y es claro, le daba vergüenza que lo vieran así, porque andaba mostrando todo lo que Dios le había dado.
Cuando volvió San Pedro a la tierra comunicó la orden a los animales. Cada uno de los que habían recibido el don le dio un poquito al zorro. Como eran muchos, el zorro recibió muchas buenas condiciones, y de zonzo que era, se hizo muy vivo y astuto. Lo único que nadie le dio cola y seguía siendo rabón.
Una vez el zorro fue invitado a la fiesta que daba una familia de zorros para festejar el cumpleaños de la hija, una zorrita joven llamada Juanita. A pesar de ser rabón el zorro concurrió a la fiesta. Como todos eran iguales a él nadie podía fijarse en los demás. La fiesta estuvo muy linda y el zorro se enamoró de la dueña del cumpleaños. Desde entonces salían todos juntos los de la familia zorruna a todas partes.
Un día una familia yeguariza invitó muy especialmente al zorro para que concurriera con su novia, doña Juanita, como así con los padres y hermanos de ésta.
El zorro, al recibir la invitación se puso a meditar cómo podía presentarse a la fiesta, tapandosé, él y su novia. Como ya era muy inteligente pensó en que podía pedir prestadas unas colas a otros animales. Las perdices martinetas tenían entonces colas muy grandes como los pavos reales. El zorro pensó en pedir colas a esta familia y se presentó a la casa de un matrimonio de martinetas. Cuando llegó el zorro, las martinetas no sabían qué hacer, si disparar o hacerse las que no tenían miedo. Lo cierto es que tenían mucho miedo porque el zorro prefiere a las perdices para su alimento y las persigue para cazarlas. El zorro notó el miedo que le tenían y se aprovechó para hacer su pedido. Dio los buenos días y le dijo al marido:
-Señor martineto: vengo, amigo, a su casa a pedirle un favor. Sé que en la Argentina no se niega un favor a nadie.
El martineto le contestó:
-Vaya diciendo el favor que necesita, pues, en mi rancho lo que sobra es voluntá.
-Muy bien -dijo el zorro, tengo que ir a una fiesta donde estoy invitado especialmente con mi novia, y como usted sabe somos rabones y se nos ve todo. Por eso necesito que me preste la cola suya y la de su señora para taparnos la parte trasera y evitar que la gente se ría de nosotros. La fiesta va a ser mañana a la noche y le juro que pasado mañana a la tarde se las devuelvo. No me tenga desconfianza que soy muy cumplidor.
-Bien -dijo el martineto, si es así no hay ningún inconveniente.
El martineto le arrancó la cola a la señora y la señora se la arrancó a él. Les costó, claro, mucho dolor. Y entonce le dijo al zorro:
-Aquí tiene las colas, don Juan, pero a cumplir su palabra, mire que ni usted ni yo somos chiquitos.
-Pierda cuidado -dijo el zorro, yo cuando doy mi palabra la cumplo. Sólo faltaría muriendomé.
Se fue el zorro con las colas de las martinetas a la casa de la novia que estaba preparandosé. Se sacaron algunos pelos de la parte trasera y se pusieron las colas de las martinetas. Las colas les quedaban muy bien y se fueron a la fiesta. La fiesta duró más de lo que el zorro había pensado. Con ese motivo se pasaron ocho días y el zorro no devolvía las colas al matrimonio martineto que había quedado rabón. Al noveno día se apareció el zorro un momento. El martineto le había dicho a la esposa, la martineta:
-Mirá, si hoy no viene don Juan a devolvernos las colas, mañana voy a buscarlo y adonde lo encuentre lo peleo y se las quitaré.
Estaba limpiando un trabuco viejo el martineto cuando se presentó el zorro:
-Buenas tardes -dijo el zorro.
El martineto apenas le contestó.
Cuando vio el zorro el enojo del martineto le esplicó cómo había sido la fiesta y por qué se había demorado en devolver las colas. Y le dijo:
-Señor martineto, como lo considero mi mejor amigo, vengo a rogarle me preste o me alquile las colas por ocho días más porque me voy a casar a Buenos Aires, y es claro, nos sacaremos una fotografía. Cuando regresemos yo y mi esposa los ayudaremos en todo lo que podamos.
Entonce los martinetos les volvieron a prestar las colas a los zorros.
Se fue el zorro con la zorrita a casarse a Buenos Aires y en vez de volver como se esperaba les ocurrió algo que no pensaban. Como no tenían documentos de identidad fueron deportados a Montevideo. Allí vivieron en el campo y tuvieron muchos hijos. Los hijos de los zorros nacieron todos con colas muy grandes, mientras que los martinetos se quedaron sin colas y tuvieron sus hijos rabones. Las dos familias cambiaron para siempre: la de los zorros tuvo hermosas colas y la de las perdices quedó sin colas.

Enrique Ignacio Nordenston, 67 años.

Neuquén, 1948.

Hacendado de la región. Es persona de cierta cultura. Ha oído este cuento a arrieros criollos de la región.

Aarne-Thompson, Tipo 235.

Cuento 817 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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