Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 13 de enero de 2015

El juez zorro .597

En cierta época iba un caballo flaco por un sendero, quizá tal vez a buscar un valle donde había agua abundante y pasto. Cuando estaba en el camino, siente que de la ladera de la sierra le pega un grito el lión, y lo llama con estas palabras:
-Señor caballo, señor caballo, por favor, venga, favorezcamé que ya me muero apretado con esta peña.
El caballo se siente un poco con miedo y en un principio no le hace caso, pero en vista de que éste le suplica que vaya, se aproxima, y cuando se aproxima le dice:
-No tenga miedo amigo, no te voy hacer nada, sacame la peña.
Entonces el caballo, condolido de lo que pasaba, le dice:
-Pero, ¿qué me prometes si yo te hago este servicio?
-Que vamos a ser íntimos amigos. Yo no te voy a comer, por el contrario, voy a ser tu protector. Te veo muy enflaquecido. Te llevaré a un lugar donde hay mucho pasto y hermosa agua. Y ahí cambiarás vos completamente de figura. Te prometo que no te voy a comer. Ésa es mi palabra y la voy a cumplir.
El caballo creído le saca la piedra y una vez que el lión está libre le dice que sigan por la senda. Habían caminado ya un trecho largo, y le dice el lión al caballo.
-Mire, amigo, yo estoy muy cansado, me duele mucho la mano. Descansemos un poco. Yo tengo un hambre que ya me muero y he pensado que no hay más remedio que comerte.
Cuando dice eso, el caballo le dice:
-Y ¿cómo? ¿Eso es lo que vos me prometistes? ¡Qué palabra falsa! ¿no?
Cuando están discutiendo, en eso, lo que el lión había prometido, aparece un zorro. Le dice el caballo al lión:
-Mirá, allá va un zorro. Yo creo que este señor es juez. Lo vamos a llamar para que diga si hay o no razón para que me comas.
Lo hablan al zorro, llegan a donde está y cuál será la sospresa cuando les dice:
-¿Qué necesitan de mí? Yo soy el zorro juez.
Entonces el caballo le dice:
-Mire, señor juez, el señor Lión estaba en una situación crítica cuando yo atravieso a pasar por el sendero. Me llama para que le desaprete la mano, la mano que la tenía apretada por una peña enorme, que ya se moría. Hacía dos días que estaba ahí y ahora me quiere comer. Usté dirá si esto es justo.
El zorro le dice:
-Yo, para dar ese fallo, en el asunto de ustedes, tendremos que volver a ir al lugar del hecho.
Se volvieron, obedeciendolé la orden al señor juez. Llegaron al lugar donde estaba, y le dice:
-Bueno, ponga la mano. Usté, apretelé con la piedra.
Una vez que estuvo apretado, le dice.
-Bueno, la condena es que vos tienes que morirte ahí apretado por ser falso de palabra.
La consecuencia es que cuando se promete una cosa, aunque sea de valor, y cueste lo que cueste, hay que cumplirla.

Samuel Zavala, 65 años. La Carolina. Pringles. San Luis, 1969.

El narrador, maestro jubilado, nativo de la región, oyó este cuento hace varios años a Bonifacia Salinas, nacida en La Carolina, de donde nunca salió.

Cuento 597. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El joven pila .797

El perro pelado

Diz que era un pila inservible, calavera y chupador.
Bueno, dice que en aquel tiempo Dios andaba poniendolé trajes a todos los animales. Y todos iban ande 'taba Dios. Y todos los animales le decían:
-Pila, vamos, Dios anda poniendo traje a todos los animales. ¿Cómo vas andar pelado?
-¡Oh! -que decía, me dejan tranquilo, a mí. Yo voy mañana. Yo sigo chupando. Hay tiempo pa comprar ropa.
-No, no hagás eso, ya se va acabar la ropa.
-Yo tengo que seguir chupando quince días, recién voy a ir. Recién, a los quince días me entero de chupar vino.
Bueno, diz que recién después de los quince días, el pila si había repletado de vino, y dice:
-Me voy a verlo a Dios a ver qué me dice a mí y a ver qué me da.
Llega el pila, con una botella vacía bajo el brazo y le dice:
-¡Cómo le va, amigo!
Y Dios le dice:
-¿Quí andás haciendo, pila, con esa botella?
El pila contesta:
-Hi andau chupando.
Dios le dice:
-Vení para acá, vamos a buscar lo que ha quedau de ropa pa vos.
Encontró, Dios, unas borritas de pelo de toda especie. Era muy poco lo que encontró. Lu agarra al pila y le dice:
-Nu hay más, pila, que esto. Para que no seas pila del todo te vamos a poner algo.
Le pone unos cuantos pelos en la cabeza, otros en el espinazo y en la punta de la cola. Y salió el pila rezongando, claro, todavía 'taba un poco ebrio. Pero vio el castigo.
-Mejor, ya no voy a chupar -dice. De hoy en adelante no chupo más. Ya no voy a ser más calavera.
Y recién se puso trabajador el pila, pero desde entonce quedó pelau no más el pila por llegar tarde.

Roque Guido Tarifa, 23 años. Amaicha del Valle. Tafí. Tucumán, 1951.

Trabajador de campo. Buen narrador.

Cuento 797 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El jote y el burro .728

Dice que una vez un sembrador tenía un trigo, y que ayudado por su burro lo había cosechado. Faltaba limpiarlo de paja. El burro ya estaba cansado. Había tirado la balsa con el trigo para que el hombre hiciera la parva y había trillado el trigo después.
Escuchó a su amo que decía:
-Mañana vamos a tener que volver otra vez a ver si aventamos el trigo. No corre ni un aire este día. Por más que le silbo a este Anselmo, no viene.
El hombre le silbaba al viento como le silban en el campo:
-Anselmo, juisch..., juisch... Anselmo, juisch... juisch... Y el viento no aparecía y no pudo el hombre aventar el trigo. Se fueron a la casa.
Al otro día, el burro tempranito se fue a la trilla. Se tiró al suelo y estiró las patas como si estuviera muerto. Resolló tragando mucho aire para hinchar la panza.
El jote lo vio en seguida y comenzó a revolotear. Los cuervos descubren en seguida a los animales muertos. Vio que era el burro y dijo:
-Es el burro el que está muerto y ya está hinchau.
Se dejó caer y saltando se arrimó. El burro había levantado la cola y abierto bien grande el ocote. El cuervo busca siempre las partes más blandas, y le tiró el primer picotazo al ocote del burro. Entonce el burro le trampió la cabeza frunciendo el ocote. El jote aletiaba desesperado. El burro se levantó y empezó a dar vueltas por la trilla con el jote que aletiaba cada vez más fuerte. El burro abría el trigo con las manos y dele vuelta y vuelta mientras aletiaba el jote hasta que el trigo estuvo bien limpio. Entonce lo largó. El cuervo, maltrecho y con la cabeza pila, se asentó en un árbol y hizo el juramento:

Juro, juro,
primero iré al ojo
y después al culo.

Desde entonces, el jote tiene la cabeza pelada y, cuando come la presa, primero le saca los ojos y recién lo rompe por el ocote.

Perfecto Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.

Cuento 728 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El jote y el burro .732

Había una vez un señor que había trillado trigo, en una era, y lo 'taba por aventar con la pala y no corría viento. Así que lo tiraba y no se aventaba. Y vino un burro y le dijo que si quería que él le iba a dar una manito, que él le iba a ayudar.
-Bueno -dijo el hombre.
Y se tiró al suelo, el burro, echado en la era. S' hizo el muerto. En eso vino el jote y lu empezó a picar por detrás. Lo empezó a picar por la cola. Y el burro abrió un poco la cola. Y metió la cabeza el jote, y lu apretaba el burro. Entonce el jote empezó a aletiar. Y el burro empezó a galopar alrededor de la parva. Y aletiaba y no lo largaba. Y el burro seguía la carrera. Así que en un ratito tuvo aventau el trigo. Y lo largó, y por eso, de entonce, el jote quedó la cabeza pelada.

Julián Aguilera, 65 años.

Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

Cuento 732 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre y sus razones .565

Había un tigre viejo, que era el rey de los animales y tenía un hijo. Antes de morir, le dio consejos al hijo pa que sea un buen rey, ¿no? Y al último, le dice:
-Lo que sí te digo que nunca provoquís al hombre. El hombre es el animal más poderoso y cruel. Vos podís hacer todo, menos ofender al hombre, porque te va a vencer y te va matar.
Bueno... Muere el tigre viejo, ¿no? El hijo si hace rey. Mandaba a topos los animales. Todos le tenían miedo. Él había quedau con la espina de saber cómo era ese bicho que se llamaba hombre, ¿no?, que era tan malo, que no había quén lo vencía.
El tigre joven si ha puesto en camino, ¿sabe? Camina dos días y se encuentra con un güey viejo, achacoso, ¿no?
Le pregunta:
-¿Usté es el hombre, amigo?
-No, no. ¿Qué quiere con el hombre?
-Lo vengo a buscar pa pelialo.
-No, amigo, no se meta con el hombre. Yo era un toro muy bravo. Me enlazó el hombre, me capó, mi amansó, m'hizo arar de la madrugada a la noche hasta que mi ha dejau en el estado que estoy, medio muerto.
Sigue el tigre. Camina un día y se encuentra con un caballo viejo y enfermo, y le dice:
-¿Usté es el hombre, amigo?
-No, no. ¿Qué 'tá queriendo con el hombre?
-Lo vengo a ver pa peliarlo.
-Pero, amigo, no se meta con el hombre. Lo va embromar. A mí me enlazó en las serranías, me capó, mi amansó y m'hizo trabajar toda la vida hasta que quedé bichoco y me botó al campo.
-Así será amigo, pero a mí no me va a vencer -le dice el tigre.
Sigue el tigre y al fin se encuentra con el hombre, ¿no? 'Taba en el medio 'el monte, hachando. Cuando lo ve aparecer al tigre se lleva un gran susto, pero disimuló.
-¿Usté es el hombre, amigo? -es que le dice el tigre, ¿sabe?
-Sí -que le dice el hombre. ¿Qué se li ofrece?
-Vengo a pelialo para ver cuál de los dos vence -dice.
-Muy bien, amigo, pero yo pelio con razones no más.
-Bueno, amigo, largue no más sus razones.
Áhi el hombre que ha agarrau un fusil, ¿sabe?, que tenía afirmau en el tronco di un árbol, ¿no?, y que le dice:
-Áhi va una razón.
Le larga un tiro, ¿no? Lu hace cair di antarca y le saca limpita una oreja. Áhi se levanta revolcandosé y se dispara, ¿sabe?
El tigre si ha vuelto a su casa, ¿no?, y que les decía a los otros tigres:
-Tenían fundamentos los consejos de mi padre -dice. El hombre, con una sola razón, cuasi mi ha muerto -dice. Si me larga otra me entierra y ni el cuento puedo contar -dice. Nu hay que meterse con el hombre, es el animal más poderoso.

Eulogio Tejada, 68 años. Villa Unión. General Lavalle. La Rioja, 1968.

Excelente narrador. Trabaja como peón en los viñedos de la comarca.

Cuento 565. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre y los animales .561

Era cuando recién los animales lu han conocíu al hombre. Se encontró el hombre con el caballo. Se saludaron. Y entonce el caballo le dijo:
-¿Usté es el hombre?
-Sí -que le dice el hombre y medio lo adivinó a lo que venía, y a mí nadie me domina.
Y dijo el caballo, entonce:
-A mí tamién nadie me domina.
-Bueno, vamos a ver si nadie lo domina.
Entonce quedaron un día de probarse, tenían que peliar o hacer alguna cosa de fuerza.
Y el hombre, claro, como de costumbre, sacó el lazo, lo enlazó, lo voltió, lo capó, y lo ató al palenque. Y el caballo hacía fuerza, pero el hombre lo ha embozalado, lo ha ensillado y lo ha montau, todavía. Y así lo domesticó. Y ya lo soltó. Ya 'taba mansito y lo soltó. Y ya lo soltó estragau, como decimos.
Y se encontró el caballo con el toro. Se saludan y le preguntó el toro:
-¿Qué te pasa, amigo?
Y el caballo le contó que si había encontrau con el hombre, y que lo había dominau, y que al hombre nadie lo domina. Y el toro se enojó, y lo quería conocer al hombre, y ha dicho:
-A mí tampoco nadie me domina. ¿Cómo puede ser que me domine el hombre?
Llegó la ocasión que se encontraron el toro con el hombre. Y se saludaron. Y que le dice:
-¿Usté es el hombre?
-Sí -que le dice, y a mí nadie me domina.
-Yo soy el toro, y a mí tamién nadie me domina.
-Y vamos a ver si nadie lo domina -dice el hombre.
Y ya se citaron un día para encontrarse, pa ver quién dominaba. Tenían que peliar o hacer algo de fuerza.
Y se encontraron. Hizo lo mismo el hombre. Sacó el lazo, lo enlazó, lo voltió y lo capó. Lo domesticó, lo enyugó y lo hizo arar. Al último tamién lo largó, tamién estragau.
Y se encontraron el toro con el tigre. Se saludaron y el tigre le preguntó qué le pasaba que 'taba tan flaco. Y le dijo lo mismo que el caballo.
-El hombre me ha puesto así. Al hombre nadie lo domina.
Y el tigre se enfureció y quedó con deseo de encontrarse con el hombre y hacerle ver que él podía dominar.
Y llegó un día que lo encontró el tigre al hombre. Y tamién se saludan. Y le pregunta:
-¿Quién es usté?
-Yo soy el hombre.
-¡Ah!, ¿usté es al que nadie lo domina?
-Sí, nadie me domina.
Y bueno. Áhi quedan tamién de encontrarse y peliar, y ver quén domina. Y se han citau un día en un lugar. Y llegó la fecha. El hombre tomó una carabina y se ha ido al lugar donde se tenían que encontrar. Y se encontraron, y el hombre le dijo al tigre:
-¿Cómo hace usté para enojarse?
Y el tigre le contestó que tenía tres bramidos. Y el hombre respondió que tamién él tenía tres bramidos, y que después de los tres, tenían que agarrarse. Y el tigre bramó primero. El primero era bajo, el segundo más fuerte y el tercero ya fue espantoso, y sacudía las hojas de los árboles, y caían. Terminó los tres bramidos el tigre y empezó el hombre, y le dijo:
-Mire bien -y el tigre lo miró.
Y el hombre le apuntó y le pegó un balazo en la frente. Y el tigre disparó, salió disparando. Y el hombre que le dice:
-Oiga, amigo, faltan dos.
Y el tigre dijo:
-Que falten -y se disparó.
Y después ya si ha perdíu.
Y en esa forma el hombre se hizo conocer con los animales, que nadie lo domina, como hasta el actual, que nadie lo domina.

Jacinto Cala, 40 años. Agua Caliente. Cochinoca. Jujuy, 1958.

El narrador es agente de policía en la Mina Aguilar. Es un gran narrador. Todos sus cuentos han sido aprendidos en la Puna.

Es descendiente de familia indígena.

Cuento 561. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre y el tigre .573

Había un tigre anciano que tenía tres cachorros. Y éste los aconsejaba a los hijos diciendolés que nunca persiguieran al hombre por más que ellos eran considerados como el rey de los animales. Bueno... Pero los cachorros cuando se hicieron grandes, dijeron que lo que el padre les había dicho -ya el padre se había muerto- era una tontera porque ellos eran invencibles, y que iban a salir a perseguir al hombre. Y salió uno de los cachorros.
El tigre caminó mucho hasta que se encontró con un caballo viejo y le preguntó si él era el hombre, que venía a buscarlo para vencerlo. El caballo le contestó que él no era el hombre por cuanto el hombre lo había de vencer con su discurso. Porque con él y con otros, así había ocurrido. El caballo le dijo que él había sido un potro muy bravo, pero que el hombre lo bolió, lo enlazó, lo marcó, lo capó, lo amansó y lu hizo trabajar como quiso, en varias clases de trabajos. Y que áhi lo veía en el estado en que estaba, viejo y arruinado.
El tigre, orgulloso de su poder, dijo que lo mismo lo iba a vencer al hombre. Y siguió.
Cuando había caminado un buen trecho, el tigre encontró un buey viejo y flaco y le preguntó si él era el hombre, que lu andaba buscando para vencerlo. El buey le contestó que él no era el hombre, pero que no lo buscara porque no lo iba a poder vencer. Que él había sido un toro salvaje de las pampas, que vencía hasta el tigre -el único animal que vence al tigre es el toro, pero  que lo mismo el hombre lo enlazó, lo marcó, lo capó, lo amansó y lo hizo trabajar hasta verse inutilizado como estaba. El tigre dijo que él lo iba a vencer y siguió viaje.
Por fin, en tanto andar, el tigre encontró al hombre, en el medio del monte. El hombre estaba partiendo una gran viga y le ponía una cuña. El tigre le preguntó si él era el hombre. El hombre le contestó que sí. Entonce el tigre le dijo que lo andaba buscando para peliarlo y vencerlo. Y el hombre le dijo que 'taba bien. Y le dijo el hombre que él había oído decir que el tigre tenía muchas fuerzas en las garras y que si así era, antes de empezar la pelea, que le ayudara a rajar esas vigas. Y el tigre le dijo que sí, y orgulloso de sus fuerzas puso las dos manos en la rajadura de la viga. Rápido, el hombre hizo saltar la cuña con el hacha, y quedó el tigre apretado de las dos manos. Quedó inútil para la pelea porque con las patas no podía hacer nada.
Entonce el hombre se aprovechó y lo maltrató como quiso. Le cortó la cola, le sacó los ojos, le arrancó las uñas, y lo dejó al imposible, como para que no pudiera peliar. Y volvió a acuñar la viga para que saliera, pero ya inútil, herido y muerto de dolor. Cuando se vio libre huyó y el hombre siguió tranquilamente trabajando.
Volvió, como pudo, el tigre, al lugar donde se encontraban sus hermanos y en esas condiciones. Les aconsejó que no peliaran al hombre porque con un discurso lo había dejado casi muerto y inútil y que con otro lo iba a matar. Pero uno de ellos no le hizo caso y dijo que él lo iba a vencer. Y áhi no más salió a buscarlo.
Este tigre hizo el mismo camino que el hermano. Encontró al caballo y al buey y le aconsejaron lo mismo, pero él siguió. El tigre llegó ande 'taba el hombre. Le preguntó si él era el hombre, y él le dijo que sí. Le dijo que venía a peliarlo. El hombre le dijo que 'taba bien, pero que para eso tenía que ir a su casa, porque en su casa también él era rey, y ahí podía insultarlo también. Y el tigre le acetó. Y una vez en la casa sacó el hombre una escopeta, y le dijo que ya estaba dispuesto a que se insultaran, y le disparó un tiro en los ojos y lo dejó ciego al tigre. Y el tigre, ya inútil para peliar, se disparó.
El tigre volvió adonde 'taban sus hermanos y contó todo lo ocurrido. Y les dijo lo mismo que el otro, que no lo podrían vencer nunca al hombre, porque si con un insulto lo había dejado tan mal, cómo sería si hubieran entrado a peliar.

Lorenzo Arturo Ferreyra, 60 años. Villa General Mitre. Totoral. Córdoba, 1952.

Nativo del lugar. Culto. Muy buen narrador.

Cuento 573. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre y el leon .577

El lión se consideraba el más poderoso como rey de la selva.
Había una liona que tenía un lioncito, en las cordilleras, adentro, donde viven los liones, en esas partes, donde hay selva. Bueno, y cuando ya 'taba grandecito el lioncito, le dice a la liona:
-Mamá -dice-, yo soy el rey de la selva. Nosotro somo el rey de la selva. Yo pego un bugido, como sea, acá todos disparan. Las liebres disparan. Los pájaros, vuelan. Acá no queda nadie, todos se asustan -dice. Yo quiero salir a recorrer el mundo.
-¿Y pa dónde querés ir?
-Quiero ir por ese arroyo abajo, allá, a ver qué lo que hay.
-Bueno, una sola cosa te pido -dice. Tené cuidau con el animal hombre, de no encontrarte.
-¿Qué animal hombre? -dice. ¡Si a mí no me asusta nadie! Si somos el rey de la selva. Aquí no hay quien me gane.
Bueno... Le dice:
-Pero tené cuidado siempre, por las dudas.
Bueno, un día salió el lioncito, ya medio grandecito. Salió de la Cordillera. Cordillera abajo, y encontró una yegua parida. Dice:
-Ajá, éste debe ser el animal hombre. Vamos a ver.
-Y se le arrimó medio cerca a la yegua, claro, tiende a disparar y el potrillo miraba y patiaba, y qué sé yo. Y el lión se arrima no más y pegó un salto. Qué, se le prendió del cogote al potrillo. Qué, no hubo escapatoria, se lo voltió no más, y listo. ¡Aha!, contento se iba a decirle a la madre. Y volvió pa la guarida.
-¡Ah!, yo qué le decía; si el animal hombre era tan malo, allá vaya a verlo cómo lo dejé. ¡Si esos son los malos!
Y contó como había muerto al potrillo.
Y le dijo el padre, que se dio cuenta:
-¡Ah!, pero ése no es el animal hombre. Tené cuidau, ese no es el animal hombre.
-¿Que no? Entonce lo voy a buscar.
Entonce, encaprichado, dice:
-Mañana voy a volver a salir otra vez a buscar al animal hombre. Tengo ganas de enfrentarme con el animal hombre.
Al otro día salió otra vez por el arroyo abajo. Por allá encontró un guey. El buey ya grande.
-Éste debe ser el animal hombre.
Se arrimó, se arrimó, y cuando quiso acordar pegó un salto. ¡Adiós buey! Contento, victorioso, volvió otra vez allá, a buscar su alojamiento. Y donde andaba el lión, siempre disparaban todos los bichos que andaban por áhi. Bueno...
Llegó a la casa de la madre y le contó. Y la madre le dice:
-No, no es el animal hombre ése.
-¿Que no? mañana salgo a buscarlo. Tengo que encontrarlo.
A la mañana, salió como de costumbre. Siguió arroyo abajo, muy contento, asustando a todo bicho que encontraba. Y encontró más abajo que toriaban uno perros. Claro, los perros lo vieron, y empezaban a los toridos. Pero, él iba dispuesto. Medio raro lo hallaba a todo eso. Se arrimó. Y los perros veían. Y no eran perros lioneros y disparaban. Siempre disparando para el lado de la casa de ellos. Y dele torido, enojados. Y él iba muy tranquilo. Él iba muy tranquilo dispuesto a todo. En eso sale el dueño de la casa a mirar qué lo que pasaba. Y el lión muy tranquilo dispuesto como de costumbre a la pelea.
-¡Un lión! -dice el granjero, ¡ajá!
Marchó pa dentro y se trajo la escopeta. Bueno, y el lión iba a peliarlo, dispuesto como siempre. Y sale este hombre.
-¡Ajá, macanudo! -dice.
Preparó la escopeta, ¡paf! ¡A la pucha!, una pata le rompió. Y salió ese lión que se las pelaba pa la casa d'él, ¿no? Y llegó a lo de la liona, y la liona le decía:
-Ése es el animal hombre.
-Cómo será -dice- entonce si con un grito que pegó me quebró una pata. ¡Cómo será si pega otro grito!

Carmelo Crespo, 68 años. Villa Llanquín. Pilcaniyeu. Río Negro, 1971.

El narrador ha nacido en la región en donde toda su vida se ha ocupado como ganadero.

Cuento 577. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre, el animal mas valiente .566

El tigre había sentido decir que el hombre era muy valiente y que nadie lo podía vencer, y como él creía que nadie lo podía vencer a él había dicho:
-Yo voy a peliar con el hombre y lo voy a dejar tirau en el suelo.
Todos le decían que no juera, que el hombre era malo y que no lo podía vencer ningún animal, pero como era porfiado el tigre, se jue a buscarlo al hombre. Anduvo preguntando hasta que llegó a la casa del hombre. El hombre tenía dos perros. Cuando lo vieron cerca al tigre salieron los perros y lo encararon. El tigre le dio un manotón a uno de los perros y lo dejó medio descaderau y al otro casi le sacó la cabeza. Entraron los perros los gritos, medios muertos de dolor y salió el hombre a ver lo que pasaba. Cuando lo vio el tigre, le dijo:
-¿Vos sos el hombre?
-Sí, yo soy el hombre. ¿Qué querís conmigo? ¿Qué se te ofrece?
-Vengo a peliar con vos. Mi han dicho que sos muy malo y te vengo a demostrar que yo soy más valiente y más fuerte.
-Pero, amigo -le dice el hombre, ¿cómo vamos a peliar sin tener ninguna razón? Yo para peliar tengo que tener una razón por lo menos para hacerlo.
-Bueno -le dice el tigre, yo quiero peliarte y buscá una razón y peliemos.
Bueno, el hombre le dijo que iba a buscar el libro de razones que tenía y así podían peliar. El tigre esperó. El hombre salió con un máuser. El tigre no conocía estas armas. Y entonces le dice el hombre:
-Ahí va una razón -le dijo el hombre, y le tiró un tiro.
El tigre quedó con una mano rota y ya se dio cuenta que no podía con el hombre. Con la mano colgando, muerto de dolor, disparaba y decía:
-Si así son las razones cómo serán los encontrones.
Y se acabó el cuento.

Manuel Pacheco, 85 años. Malargüe. Mendoza, 1974.

El narrador es nativo de la región. Ha pasado su vida en el campo, en un puesto de las sierras (la precordillera).

Cuento 566. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre, el zorro, el puma y el tigre .627

Éste que era un viejo y una vieja muy pobre y que tenían muchos hijos. No tenían qué darle a los hijos, y de verse tan abatidos por la pobreza, que el viejo alzó un día l'hacha, agarró la marca de marcar animales y una pala, y tomó sin rumbo pal campo.
Anduvo mucho. Por áhi lo que iba halla un árbol grueso y se puso a hacharlo. En eso llegó un zorro y le dijo:
-¿Qué 'tá haciendo, amigo?
-Aquí estoy hachando este árbol hasta que se me raje la panza di hambre, porque nu hi comíu nada en todo el día.
-No se le dé cuidau -le dice el zorro, ya le voy a trair un cordero gordo para que comamos juntos. Haga juego y esperemé.
-Qué va a trair este zonzo -dice el viejo- y sigue hachando.
Al poco rato llegó el puma y le dice:
-¿Qué 'tá haciendo amigo?
-Estoy hachando este árbol hasta que se me parta la panza di hambre, porque mi hi comíu nada en todo el día.
-No se le dé cuidau -le dice el puma. Haga mucho juego. Aurita le voy a trair un capón gordo para que comamos juntos.
-Qué va a trair este zonzo -dice el viejo y sigue hachando.
Al poco rato llegó el tigre y le dice:
-¿Qué 'tá haciendo, amigo?
-Estoy hachando este árbol hasta que se me parta la panza di hambre, porque nu hi comíu nada en todo el día.
-No se le dé cuidau -le dice el tigre. Aurita le voy a trair una tambera gorda para que comamos juntos. Haga mucho juego.
El hombre siguió hachando el árbol, lo voltió y le prendió juego. Ya tenía un gran juego y se sentó en un tronco al lau del juego.
Al poco rato llegó el zorro con el cordero. Después, ya llegó el puma con el capón. Y luego no más llegó el tigre con la tambera.
-Bueno, amigo, vamos a carniar -han dicho los animales.
Han carniado, y cuando han terminado de carniar, han colgado la carne. Entonce le dicen al viejo:
-Bueno, amigo, usté ase la carne, nosotros vamos a dormir un sueño. Cuando 'sté la carne asada nos dispierta.
Que el viejo no sabía cómo quitarles la carne, y de estar pensando, puso la espiga de la marca en el juego a que se caliente. Alzó con la pala una palada de rescoldo y se la echó en las verijas al zorro. Éste pegó un grito y salió disparando. El viejo corrió, alzó la marca y se la perdió en el trasero del puma. Corrió y alzó l'hacha y le pegó unos ojazos al tigre. Áhi salieron los dos animales bramando de dolor, y se botaron al campo.
Y áhi el viejo alzó toda la carne y se jue a las casas a dar de comer a los hijos. Y así los salvó.
Que por áhi si han juntao el zorro, el puma y el tigre, y que le pregunta el puma al zorro:
-¿Cómo ti ha ido?
-Cayate, ¡viejo más manos caliente, éste! Mi ha puesto las manos en las verijas y mi ha quemau. Tuavía ando lastimao.
-Nada es eso -dice el lión, a mí me ha puesto el dedo en el trasero y mi ha achucharrau la carne. ¡Qué viejo dedo caliente ha sabíu ser!
-Y a mí me ha dau unos guantones que agatas m' hi salvau.
Y así el viejo asustó a los animales y salvó a los hijos del hambre.

Elena Godoy, 20 años. Cañada Larga. Ancasti. Catamarca, 1954.

Cuento 627. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre, el tigre, la serpiente, el zorro .601

Era un hombre que se encontraba solo, viudo. Él cuidaba su casa y sus animales, y tenía aves de toda clase.
Y un día salió al campo. Ató el lazo a los tientos del recado, y salió.
Andaba lejo, adentro de una quebrada, qu'iba pasando por delante de un gran peñasco, cuando sintió unos clamores.
-¡Ah! -que dijo, ha de ser el alma de mi mujer que necesita algo y me pide socorro.
Entonce desató el lazo de los tientos, enlazó el peñasco, lu ató a la cincha, y lo dio vuelta. De repente, se le presenta una serpiente y lo quería comer. Y el hombre le alegaba a la serpiente que cómo lo iba a comer si él le había salvado la vida, que no podía ser que un bien con un mal se paga. Y ya tanto alegaron, tanto le rogó el hombre, que buscaron un juez para que diera su opinión. Que al fin consintió la serpiente, y siguieron viaje los dos.
Después de un rato de caminar, encontraron un caballo, un mancarrón viejo, que andaba a las renguiadas, y lo pararon. El hombre le dijo lo que le pasaba, de la forma que había a la serpiente y que ahora se lo quería comer, y que no podía ser cierto que un bien con un mal se paga. Y entonce dijo el caballo:
-Sí, es ciertísimo que un bien con un mal se paga. Cuando yo era nuevo y lo servía, mi dueño me cuidaba muchísimo y me daba del mejor pasto y agua clara, y me ponía a la sombra. Después me tuvo muchísimos años de acá para allá. Ahora que estoy viejo y flaco, me echa a los campos pa que me coman los pájaros y los gusanos.
-¡Has visto! -le dice la serpiente al hombre, y áhi no más se lo quería comer.
El hombre le volvió alegar que no podía ser, y tanto le dijo que ese juez no servía, que tenían que buscar otro, que al fin consintió la serpiente, y siguieron viaje.
Ya habían andau mucho, cuando encontraron un güey, y el hombre le contó lo que le había pasado, que había encontrado a esta serpiente aplastada por un peñasco y que la había salvado, y que ahora se lo quería comer. Que él tenía que dar su parecer, porque no podía ser que un bien con un mal se pague. Y entonces el güey le dijo:
-Sí, sí, es cierto que un bien con un mal se paga. Cuando yo era juerte, trabajé para mi amo muchos años, de sol a sol, arando sus chacras. Cuando ya me vio viejo y arruinado, me botó a los campos para que me muriera. Acá me tienen sin ningún amparo, esperando morir, cáido en alguna zanja, de hambre y de sé.
-¿Has visto como tengo razón? -le dice la serpiente al hombre. Ahora te voy a comer no más.
El hombre le volvió a alegar que no podía ser, que eso no era razón, que esos dos animales 'taban muy viejos y chochando, y que no sabían lo que decían. Y güeno..., al fin consintió la serpiente que le preguntaran a otro juez, y que éste iba a ser el último. Y que si le daba la razón, lo comía. Siguieron otra vez.
En eso que iban, encontraron una zorra. El hombre la llamó, pero no se arrimó la zorra de miedo al pichicho que llevaba  al lado. Pero al fin, el hombre le explicó lo que querían y le contó que la serpiente lo quería comer después que la había sacado de abajo del peñasco.
La zorra, siempre lejito, por si acaso, le dijo que ella no podía decir quién tenía razón si no vía la forma en que 'staba la serpiente y que eran todas las cosas, porque no les entendía bien lo que le decían.
Entonces volvieron para atrás. La zorra iba en l'anca del caballo del hombre, y quería salvarlo con su picardía. Llegaron al lugar. Se enroscó la serpiente, y el hombre enlazó el peñasco, le dio güelta otra vez, y se lo dejó cáir bien encima de la serpiente. Y comenzó otra vez los clamores, la serpiente, y le decía a la zorra que hablara prontito.
Entonce la zorra, cuando vio que no había cuidado que la serpiente se moviera, le dijo al hombre que la deje no más apretada, por desagradecida, y que se vaya. Entonce el hombre le dio las repetidas gracias, y le dijo que pasara por su casa, que tenía muchas aves y le gratificaría con algún cariñito.
Después de unos días, la zorra se arrimó a las casas del hombre, y el hombre le dio una gallina gorda. Después de un tiempo volvió, y el hombre le hizo otro regalito. Pero la zorra no se conformó con eso, y empezó a ir todas las noches y a llevarse por su cuenta las aves. Al fin, el hombre se dio cuenta, cuando no le había quedado más que un pavo rengo y un gallo pelado. Entonce la esperó a la noche, y cuando se fue allegar, le largó los perros. Los perros la agarraron, y cuando la 'staban matando, la zorra decía:
-¡Es cierto que un bien con un mal se paga!...

María Angélica Lucero, 21 años. La Carolina. Pringles. San Luis, 1948.

Muchacha que trabaja en el servicio doméstico. Buena narradora. Aprendió el cuento de la madre.

Cuento 601. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre, el tigre, la serpiente, el zorro .598

Un bien con un mal se paga

Que se había entrampado un tigre. Que había quedado agarrado de una mano, en la trampa. Que iba pasando un arriero de esos que viajaban antes, y que le pide por favor que lo saque. El arriero le dice que tiene miedo que lo coma después. Y entonce le dice el tigre que no, que iban a ser buenos amigos. Y al fin, tanto le rogó, que lo sacó de la trampa.
Como el tigre había 'tau preso tanto tiempo, 'staba muerto di hambre, y en seguida no más lo quiso comer al hombre. Y el hombre que le dice que cómo lu iba a comer si li había salvau la vida. En eso que 'taban discutiendo, que pasa por áhi cerca el zorro, don Juan. Y que el hombre le dice que lo llamaran para que juera juez. Y que el tigre consintió, y lo llamaron.
Lo llamaron al zorro y le contaron que el tigre había 'tau agarrau de una mano en una trampa y que le había pediu que lo sacara. Que lo sacó y que ahora se lo quería comer. Y que el zorro, con toda picardía, le dijo que él tenía que ver cómo había sido, y cómo tenía la mano el tigre. En un descuido del tigre le había dicho al hombre que lo iba a salvar.
Jueron al lugar. El tigre puso la mano y el hombre la agarró con la trampa. Áhi no más s'hicieron un lado. Y le dijo el zorro que se quede no más áhi por desagradecido. El tigre se quedó bramando de rabia, y más lo que le dolía la mano.
Entonce el hombre le dijo al zorro cómo l'iba a pagar ese servicio. Entoce el zorro le dijo que cuando encuentre alguno muerto de su familia, l'hiciera una sepultura juera del camino y que lu enterrara dejandolé la cabeza ajuera. Y le agradeció el hombre y se des-pidieron.
Al ratito no más después que se separaron, encontró el hombre un zorro muerto en el camino. Si apartó del camino, cavó un pocito y lu enterró con la cabeza ajuera. Caminó otro trechito, ¡y otro zorro muerto! Lu enterró lo mismo. Anduvo otro trechito, ¡y otro zorro muerto! Lo volvió a enterrar. Al ratito no más, ¡otro zorro muerto! Güeno, ya se cansó y sí enojó el hombre y dice:
-¡Qué tanto embromar, con tantos zorros muertos!
Y agarró y lo enterró con cabeza y todo y li apisonó la tierra. Y así le pagó al zorro. Y así es, que un bien con un mal se paga.

Leoncia de Morán, 46 años. Concarán. Chacabuco. San Luis, 1951.

Lugareña. Buena narradora.

Cuento 598. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre, el tigre, la serpiente, el zorro .578

Había un campesino que salía muy temprano por una quebrada grande y un despeñadero. En una de esas mañanas oyó el grito del tigre que le decía:
-Amigo, amigo, venga para acá para hacerme un servicio.
El campesino se compadeció, fue y lo encuentra apretado de la mano con una piedra. El tigre le pide por favor que le saque la piedra, que le dará en recompensa todo lo que necesite. El campero lo libra de semejante prisión y él mismo pregunta:
-¿No me va a comer?
-Vea amigo, yo me encuentro con mucho hambre -le responde el tigre.
El campesino le dice:
-Vamos al juez.
Y en el camino se encuentran con un caballo flaco. El campero le dice:
-¿Quiere, amigo, servirnos de juez?
El caballo responde que con mucho gusto. El campero principió a contarle al caballo en la forma que lo había encontrado al tigre, como también a lo que se había comprometido. El caballo da la sentencia de que el tigre debía comerlo al campero y le dice estas palabras:
-Comaló porque a mi también los hombres me han dejado flaco.
Entonces el tigre pega un avance al campero y éste le dice:
-¡Eh, amigo, vamos a otro juez!
Después se encuentran con un buey y para igual cosa da la misma orden del caballo. Después salen en busca de otro juez y se encuentran con don Juan, el zorro.
Don Juan venía silbando y el campero le dice:
-¿Quiere, don Juan, servirnos de juez?
El zorro le responde que estaba bien.
-Siempre hice buenas justicias en el juzgado y en la policía -dice el zorro.
El zorro pidió que fueran al lugar donde el campero lo había encontrado al tigre. El zorro le pide al tigre que se coloque la mano como cuando lo vio el campero. El tigre obedece. El campero levanta la piedra y se la coloca sobre la mano. El zorro da la sentencia que es la siguiente:
-Dejeló que muera apretado, y yo tomo este camino y usted se va por el otro.

Rosario Gil, 30 años. Candelaria. La Candelaria. Salta, 1946.

La narradora es maestra de escuela. Oyó el cuento a campesinos de la región.

Cuento 578. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 048

El hombre, el tigre, el leon, el macho y el toro .572

Eran compañeros el tigre, el lión, el macho y el toro. Y que habían oído decir que el hombre era el más malo y que ellos creiban que ellos eran los más malos, y que no los iba a poder vencer el hombre. Y una vez que dice el macho:
-Yo lo voy a ir a buscar para peliarlo.
Y se jue a buscarlo. Y si había anoticiau que 'taba trabajando en un bajo, el hombre. Y viene, va y lo encuentra haciendo una chacra. Y áhi que ya el macho lo quería llevar por delante. Y ya que tenía una parte del cerco hecha, el hombre. Y el hombre le decía:
-Andate de aquí, dejate de joder.
Y nada, el macho 'taba enfurecíu por matarlo al hombre. Y entonce que el hombre dice:
-¡Ya va ver lo que le va a pasar a este hijuna gran puta!
Se va el hombre a las casas y se trai un lazo a la chacra. Empezó a ir otra vez el macho a manotiarlo.
-Retirate, que yo te voy a joder -le decía al macho.
Que el macho seguía no más. Que no se pensaba nunca que el hombre lu iba a joder, porque era flauchín. Entonce que el hombre agarró el lazo y lu enlazó al macho. Y lo embozala y lu enguatana, lo ensilla y lo muenta. Y lu empezó a tironiarlo y dale palo, y lo empezó a quebrantarlo. En el día lo empezó a hacer tirar ramas y en la noche lo tenía a soga. Y el macho siempre estaba lobo no más, no se daba. Y un día agarró y lo capó. Y áhi lo jodió del todo. Y áhi lo tuvo d'esa manera hasta que cercó la chacra del todo.
Los compañeros tenían un bordo ande se juntaban, y el macho 'taba perdido. Y un día lo largó al campo el hombre y allá se jue el macho, y va y se junta con los demás compañeros en el bordo, qui áhi era ande se juntaban todos. Y áhi jue la almiración de verlo tan arruinau. Y le dicen:
-¿Sos el macho o es tu alma?
Y ya le dijo que lu había jodíu el hombre, y les contó todo. Cuando le preguntaban cómo es el hombre, él decía:
-Pero, si es chiquito -que no hallaba cómo decir si es delgadito, lauchín, pero hay que joderse, no se puede con él.
Y el lión entonce dice que se va a peliarlo al hombre, que va a vengar los compañeros. Que lo va a peliar no más ese día. Y va y lu encuentra al hombre rajando un palo para hacer una batea. Y entonce le dice que lo viene a peliar, el lión. Y el hombre le dice:
-Güeno, ayudame a partir este palo y después peliamos.
Y el lión le pregunta cómo lo puede ayudar. Y el hombre le dice que agarre una parte, que lo tenía abierto al palo con l'hacha y áhi se quedó agarrau de las dos manos el lión. Y agarró el hombre y le metió con el ojo 'e l'hacha en la cabeza y lo mató.
Güeno... De ver que el lión no vuelve, ya sospecharon que lu había muerto el hombre. Y entonce dice el toro que lo va a ir a peliar. Y ya jue el toro y lu empezó a joder al hombre. Y no entendía de dejar de joder. Y entonce jue el hombre a las casas y trajo una azuela y se puso a hacer un palo a la manera de yugo, una mariquita pa amansar güeyes. Y áhi lu enlazó al güey y lo capó. Y lo uñó bien uñido a la mariquita. Luego lo llevó a arar a la chacra y lo hizo arar de sol a sol. Y ya lo jodió del todo, y el toro malo quedó hecho el animal más manso.
Y un día lo larga el hombre al güey y éste se va al bordo ande se juntaban los compañeros. Y ya les contó todo cómo había síu. Y áhi que dice el tigre que se va a peliarlo al hombre.
-¿Ve?, mañana mismo voy a ir a peliarlo al hombre -que dice el tigre.
-No vas -que le dicen. Te va a joder lo mismo.
Y ya se jue no más el tigre a buscarlo al hombre. Y llega el tigre y le dice al hombre que lo quería peliar. Y el hombre le dice que 'taba muy ocupado, que no quería peliar. Y el tigre le dice que le había arruináu los compañeros, pero que con él no iba a joder. Entonce el hombre le dice:
-Güeno, pero yo pelio con razones.
-Y güeno -dice el tigre, de cualquier forma yo voy a vengar a mis compañeros. Hoy mismo vengo a peliar.
Entonce el hombre le dijo que iba a trair sus razones, que las iba a buscar a las casas. Y va a las casas y trai una escopeta cargada. Y que le dice:
-Atajate, qui áhi va una razón.
Y que reventó un tiro y lu agarró al tigre en toda la cara, y le sacó una oreja limpita y le reventó un ojo. Y áhi el tigre disparó y va ande 'taban los compañeros y les dice:
-Yo no vuelvo ande 'tá el hombre.
-¿Y qué te pasa?
-Tuve una razón con el hombre y miren cómo mi ha dejau. Si tengo dos me mata.
Güeno... Dicen ellos que no se puede con el hombre, que es el más malo. Y áhi va el hombre a buscarlos. Ya redepente lo ven que viene con el lazo y l'escopeta. Entonce lu agarró al macho y lu agarró al güey y el tigre se mandó a cambiar. Áhi no más. Y áhi se separaron los compañeros y dominó el hombre.

Venancio Heredia, 22 años. San Francisco del Monte de Oro. Ayacucho. San Luis, 1951.

Cuento 572. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

0.015.1 anonimo (argentina) - 048