Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

Ramoncito, el hijo fiel .1020

Que era una viejita que tenía tres hijos, Juan, Pedro y el menor, Ramoncito.
Despué 'taban muy pobres y la madre muy enferma. Y entonce disponen entre los tres salir a buscar trabajo.
Salió uno y quedaron dos para atender a la madre. Pero a los pocos días se cansó el del medio y salió también y lo invitó al hermano menor, no aceptando éste, por no dejar su madre abandonada.
Después se juntaron Juan y Pedro y siguieron rodando tierra. Y se separaron en un lugar determinado en donde se quedaron de juntar.
Y sigue Juan, el mayor, encontrando un ranchito en el medio del campo, de donde salió un viejito, y le dijo:
-¿Para dónde va mi buen mozo?
-A buscar trabajo, señor.
Entonce el viejito le dijo que él le daba trabajo, que se quede y le da el trabajo. Lo manda a llevar una carta a una señora, alvirtiendolé que en el trayecto del camino encontrará tres ríos, uno de agua, otro de sangre y otro de leche. Pero que él tratara de pasar no más, que no tuviera miedo.
Entonces Juan salió de viaje a llevar la carta. Llegó al primer río de agua. El río iba muy crecido y pensó que se podía ahogar. Y entonce dijo:
-El viejito no va a saber lo que yo hago. Le digo que he entregado la carta y él lo va crer -y tiró al río la carta.
Y así hizo. Y entonce el viejito le dice que le va a pagar y le pregunta:
-¿Qué querís más, si dos cargas de plata o un Dios te lo pague?
Entonce éste le contesta que le dé dos cargas de plata.
El otro hermano llegó también a la casa del viejito y el viejito lo recibió con las mismas palabras:
-¿Para dónde va mi buen mozo?
-A buscar trabajo, señor.
Entonce el viejito le dijo que él tenía un trabajo, que se quede áhi. Y Pedro se quedó. Entonce le dijo que tenía que llevar una carta a una señora. Que tenía que seguir ese camino. Que iba a encontrar tres ríos, uno de agua, otro de sangre y otro de leche. Y que los pase a los tres, que no les tenga miedo. Y Pedro salió de viaje con la carta. Llegó al primer río, el de agua, y lo vio tan crecido que tuvo miedo de ahogarse. Entonce dice:
-El viejito me va crer si le digo que hi entregado la carta. Di aquí no más me vuelvo -y tiró la carta al río.
Y le dijo al viejito que había entregado la carta. El viejito le dijo que le iba a pagar, y le preguntó:
-¿Qué querís más, si dos cargas de plata o un Dios te lo pague?
-Las dos cargas de plata -dijo Pedro.
El viejito le dio las dos cargas de plata y se fue a su casa, Pedro.
Y a todo esto, la madre de éstos había fallecido, a la cual atendió Ramoncito hasta los últimos momentos de su vida. Y cuando volvieron los dos hermanos mayores, por ser éste más chico, lo desterraron de la casa, le quitaron lo que tenía y quedó él como abandonado.
Entonces Ramoncito dispone salir a rodar tierra. Y la casualidá o el destino, sigue por el mismo camino que sigue su hermano Juan y su hermano Pedro y pasa por la casa del viejito, y llega:
-¿Para dónde va mi buen mozo? -le dice el viejito.
-A buscar trabajo, señor -le dice el chico. Entonce el viejito le dice que él le daba trabajo.
Y ya quedó el chico y el viejito le dio la carta y le esplicó lo de los tres ríos.
Al otro día salió Ramoncito de viaje llevando la carta. Llegó al río de agua. Lo vio que 'taba muy crecido, y dijo:
-Sea lo que Dios quera -y atropelló en el caballo. Aunque el río era de mucho caudal, su caballo lo pudo pasar sin inconveniente. Pasando este río encontró el río de sangre. Mucho lo impresionó, pero se armó de coraje, y dijo:
-Sea lo que Dios quera -y atropelló.
Pasó lo mismo aunque era un río muy caudaloso. Después pasó al río de leche. También estaba muy crecido, pero dijo:
-Si he pasado dos ríos tan crecidos por qué no voy a pasar otro más. Sea lo que Dios quera.
Atropelló y lo pasó galopando como si fuera un camino. Sigue el viaje. Más allá encuentra dos piedras que se daban una con otra. Siendo el camino angosto y el único lugar por donde tenía que pasar no sabía qué hacer. Entonce, aprovechando un momento dado, atropelló con su caballo y pasó.
Más allá, encontró animales completamente gordos que estaban en un peladar. Más allá encontró en un campo de pasto hermosísimo, animales que el viento los ladiaba de flacos.
Siguiendo su camino alcanzó a ver a la distancia una casita blanca, y se dio cuenta que era el lugar en donde debía entregar la carta. Llegó y salió una señora vestida de blanco. Era a quien debía entregar la carta y se la entregó. La señora lo recibió con mucho cariño y también lo despidió como una madre.
Regresó a la casa del viejito y le dijo que había hecho el trabajo. Entonce él le preguntó con qué se conformaba más, si con dos cargas de plata o un Dios te lo pague. Entonce Ramoncito pensó que él era joven y podía trabajar, no pudiendoló hacer ese viejito, y le dijo que se conformaba con un Dios se lo pague.
Entonce le dijo que explicara lo que había visto en el camino. Ramoncito iba diciendo todo lo que encontró y el viejito  le esplicaba. El río de agua eran las lágrimas que derramó la Virgen por el hijo y las lágrimas de todas las madres. El río de sangre, la sangre que derramó Jesús por sus heridas. El río de leche, la leche que derramó la Virgen cuando criaba a Jesús. Las piedras que se golpiaban, los compadres que se viven ofendiendo y peliando. Los animales gordos en el peladar, los pobres resignados y los animales flacos en el campo de pasto alto, los ricos avarientos.
Y se despiden y cuando Ramoncito sale a unos cuantos metros lo llama y le dice:
-Tome, buen mozo, esta varita de virtú y pidalé lo que usté necesite. Digalé: Varita de virtú, por la virtú que Dios te ha dado, dame tal cosa. Y lo va a tener al momento.
Y entonce le dijo que él era Dios y que la señora a la que le había llevado la carta era la Virgen.
Y agradeció por todo al viejito y se fue. Llegó al árbol en donde descan-saron él y sus hermanos, y dijo Ramoncito:
-Voy a probar la varita.
Y le pidió a la varita que le traiga los mejores manjares. Y áhi no más tuvo una mesa muy bien servida. Entonce, viendo la suerte que lo acompañaba dispuso volver a su pueblo.
Y volvió al pueblo y compró una casa y siguió viviendo cerca de sus hermanos. Ya los hermanos 'taban muy pobres porque las cargas de plata que les había dado el viejito se les había convertido en carbón. Entonce estos hermanos se pusieron muy envidiosos del hermano menor.
Entonce se dieron cuenta de que el menor había sido favorecido por Dios y ellos castigados, pero ya era tarde.

Juan Muñoz, 59 años. El Pedacito. Villa General Mitre. Totoral. Córdoba, 1952.

El narrador, semiculto, oyó contar este cuento desde niño a sus padres y a muchos lugareños.

Cuento 1020. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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