Que
era una viejita que tenía tres hijos, Juan, Pedro y el menor,
Ramoncito.
Despué
'taban muy pobres y la madre muy enferma. Y entonce disponen entre
los tres salir a buscar trabajo.
Salió
uno y quedaron dos para atender a la madre. Pero a los pocos días se
cansó el del medio y salió también y lo invitó al hermano menor,
no aceptando éste, por no dejar su madre abandonada.
Después
se juntaron Juan y Pedro y siguieron rodando tierra. Y se separaron
en un lugar determinado en donde se quedaron de juntar.
Y
sigue Juan, el mayor, encontrando un ranchito en el medio del campo,
de donde salió un viejito, y le dijo:
Entonce
el viejito le dijo que él le daba trabajo, que se quede y le da el
trabajo. Lo manda a llevar una carta a una señora, alvirtiendolé
que en el trayecto del camino encontrará tres ríos, uno de agua,
otro de sangre y otro de leche. Pero que él tratara de pasar no más,
que no tuviera miedo.
Entonces
Juan salió de viaje a llevar la carta. Llegó al primer río de
agua. El río iba muy crecido y pensó que se podía ahogar. Y
entonce dijo:
-El
viejito no va a saber lo que yo hago. Le digo que he entregado la
carta y él lo va crer -y tiró al río la carta.
Y
así hizo. Y entonce el viejito le dice que le va a pagar y le
pregunta:
El
otro hermano llegó también a la casa del viejito y el viejito lo
recibió con las mismas palabras:
Entonce
el viejito le dijo que él tenía un trabajo, que se quede áhi. Y
Pedro se quedó. Entonce le dijo que tenía que llevar una carta a
una señora. Que tenía que seguir ese camino. Que iba a encontrar
tres ríos, uno de agua, otro de sangre y otro de leche. Y que los
pase a los tres, que no les tenga miedo. Y Pedro salió de viaje con
la carta. Llegó al primer río, el de agua, y lo vio tan crecido que
tuvo miedo de ahogarse. Entonce dice:
-El
viejito me va crer si le digo que hi entregado la carta. Di aquí no
más me vuelvo -y tiró la carta al río.
Y
le dijo al viejito que había entregado la carta. El viejito le dijo
que le iba a pagar, y le preguntó:
Y
a todo esto, la madre de éstos había fallecido, a la cual atendió
Ramoncito hasta los últimos momentos de su vida. Y cuando volvieron
los dos hermanos mayores, por ser éste más chico, lo desterraron de
la casa, le quitaron lo que tenía y quedó él como abandonado.
Entonces
Ramoncito dispone salir a rodar tierra. Y la casualidá o el destino,
sigue por el mismo camino que sigue su hermano Juan y su hermano
Pedro y pasa por la casa del viejito, y llega:
-A
buscar trabajo, señor -le dice el chico. Entonce el viejito le dice
que él le daba trabajo.
Al
otro día salió Ramoncito de viaje llevando la carta. Llegó al río
de agua. Lo vio que 'taba muy crecido, y dijo:
-Sea
lo que Dios quera -y atropelló en el caballo. Aunque el río era de
mucho caudal, su caballo lo pudo pasar sin inconveniente. Pasando
este río encontró el río de sangre. Mucho lo impresionó, pero se
armó de coraje, y dijo:
Pasó
lo mismo aunque era un río muy caudaloso. Después pasó al río de
leche. También estaba muy crecido, pero dijo:
Atropelló
y lo pasó galopando como si fuera un camino. Sigue el viaje. Más
allá encuentra dos piedras que se daban una con otra. Siendo el
camino angosto y el único lugar por donde tenía que pasar no sabía
qué hacer. Entonce, aprovechando un momento dado, atropelló con su
caballo y pasó.
Más
allá, encontró animales completamente gordos que estaban en un
peladar. Más allá encontró en un campo de pasto hermosísimo,
animales que el viento los ladiaba de flacos.
Siguiendo
su camino alcanzó a ver a la distancia una casita blanca, y se dio
cuenta que era el lugar en donde debía entregar la carta. Llegó y
salió una señora vestida de blanco. Era a quien debía entregar la
carta y se la entregó. La señora lo recibió con mucho cariño y
también lo despidió como una madre.
Regresó
a la casa del viejito y le dijo que había hecho el trabajo. Entonce
él le preguntó con qué se conformaba más, si con dos cargas de
plata o un Dios te lo pague. Entonce Ramoncito pensó que él
era joven y podía trabajar, no pudiendoló hacer ese viejito, y le
dijo que se conformaba con un Dios se lo pague.
Entonce
le dijo que explicara lo que había visto en el camino. Ramoncito iba
diciendo todo lo que encontró y el viejito le esplicaba. El
río de agua eran las lágrimas que derramó la Virgen por el hijo y
las lágrimas de todas las madres. El río de sangre, la sangre que
derramó Jesús por sus heridas. El río de leche, la leche que
derramó la Virgen cuando criaba a Jesús. Las piedras que se
golpiaban, los compadres que se viven ofendiendo y peliando. Los
animales gordos en el peladar, los pobres resignados y los animales
flacos en el campo de pasto alto, los ricos avarientos.
-Tome,
buen mozo, esta varita de virtú y pidalé lo que usté necesite.
Digalé: Varita de virtú, por la virtú que Dios te ha dado, dame
tal cosa. Y lo va a tener al momento.
Y
agradeció por todo al viejito y se fue. Llegó al árbol en donde
descan-saron él y sus hermanos, y dijo Ramoncito:
Y
le pidió a la varita que le traiga los mejores manjares. Y áhi no
más tuvo una mesa muy bien servida. Entonce, viendo la suerte que lo
acompañaba dispuso volver a su pueblo.
Y
volvió al pueblo y compró una casa y siguió viviendo cerca de sus
hermanos. Ya los hermanos 'taban muy pobres porque las cargas de
plata que les había dado el viejito se les había convertido en
carbón. Entonce estos hermanos se pusieron muy envidiosos del
hermano menor.
Entonce
se dieron cuenta de que el menor había sido favorecido por Dios y
ellos castigados, pero ya era tarde.
Juan
Muñoz, 59 años. El Pedacito. Villa General Mitre. Totoral. Córdoba,
1952.
El
narrador, semiculto, oyó contar este cuento desde niño a sus padres
y a muchos lugareños.
Cuento
1020. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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