Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

Promesas cumplidas .974

Se cuenta que hace muchísimos años, en un país lejano que se llamaba Promesas Cumplidas y que quedaba a la orilla del mar, vivía un pescador con su mujer y ocho hijos. Todos los días el pescador sacaba una gran cantidá de pescados. Los hijos más grandecitos vendían el pescado en el pueblo y con eso se mantenía la familia.
Un día, el pescador volvió a la casa sin nada porque no había podido pescar. Esa noche se tuvieron que acostar sin comer. La madre les contaba cuento a los hijos para entretenerlos y para que no lloraran de hambre.
Al segundo día le pasó lo mismo al pescador y los hijos lloraban de hambre y él no sabía que hacer, desesperado.
Al tercer día tampoco sacaba nada. Entonces se acordó que su abuelita contaba que eso hacían las sirenas del mar cuando se querían casar, para que les llevaran un esposo. Entonces, desesperado, se puso a gritar:
-Sirenitas, sirenitas del mar, por la virtud que Dios te ha dado, dame pescados y te daré a mi hijo para que sea tu esposo.
Entonces oyó una voz que decía en el mar:
-Está bien, te daré pescados, pero si no cumples te morirás de hambre con tu familia.
En ese mismo momento se le llenaron las redes de pescados. Entonce le dijo a la sirena que dejaba clavado el machete adentro del agua y que mandaría al hijo a llevarlo, y que ahí ella podía aprovechar y entrarlo a su reino y casarse con él.
Cuando volvió a la casa todos se pusieron contentísimos. Comieron pescados y vendieron una gran cantidá. El pescador estaba triste porque tenía que perder al hijo mayor que tenía diez y seis años.
A la noche la mujer le preguntó cómo había hecho para conseguir tanto pescado. El pescador le contó en secreto lo que había pasado y que al día siguiente tenía que entregar al hijo mayor. El hijo había oído todo y pensó cómo tratar de salvarse. Al día siguiente el pescador lo mandó al hijo que le sacara el machete.
El muchacho llegó a la orilla del mar, trató de agarrar el machete y unas oleadas trataron de envolverle. De un salto salió a la orilla. Cuando las olas volvieron adentro, de otro salto agarró el machete y salió corriendo. Y así se salvó. Entonce se sentó, lejo de la orilla, y se puso a pensar qué podía hacer porque, si volvía a su casa el padre en alguna forma le iba entregar a las sirenas. Entonce resolvió ir a correr mundo, y tomó su machete y se fue.
Caminó el muchacho todo el día y toda la noche. Al caer la tarde del día siguiente sintió mucho hambre. Se buscó en los bolsillos y sacó queso y pan que le había dado la madre, y comió. Sintió sé y vio que había agua en el hueco de una roca, y tomó.
Siguió el camino. Al rato vio unos animales que se peleaban por una res muerta. Cuando lo vieron al joven lo llamaron. Fue el perro y le pidió en nombre de todos que les hiciera una buena repartición. Los animales eran un tigre, un león, un águila y una hormiga. El joven fue y con su machete partió la res y le dio los cuartos al león, el pecho y las costillas al tigre, las dos espaldas al perro, los lomos al águila y el espinazo con la cabeza a la hormiga.
Entonce el tigre dijo que cada uno le iba a dar una virtud en agradecimiento. Entonce el tigre le dio unos pelos del lomo, el león también le dio unos pelos del lomo, el perro le dio unos pelos de la cola, el águila unas plumitas y la hormiga la punta de la patita. Con eso el joven se podía convertir en todos esos animales. Tenía que decir: Dios y tigre y se convertiría en tigre. Dios y águila y se convertía en águila, y así con todos. Después tenía que decir: Dios y gente, y se volvía hombre.
El joven siguió. En cuanto entró en el monte, probó, y se convirtió en todos esos animales, en cuanto decía esas palabras.
Siguió el camino y vio a la distancia una gama. Entonce dijo: Dios y perro. Se convirtió en perro y cazó la gama. Entonce dijo: Dios y gente, y se convirtió persona. Carneó la gama y la asó. Comió y siguió el camino. Entonce dijo: Dios y águila. Se convirtió en águila y salió volando.
Anduvo por el mundo diez años. Anduvo por todos los pueblos y este joven se educó y aprendió mucho.
Un día que volaba hecho águila, divisó en el medio del mar un gran palacio y bajó. Entonce dijo: Dios y gente. Entonce tomó la forma de un joven. Que era un joven muy lindo. Entró al palacio y en un salón encontró a una niña muy hermosa. Entonce ella le dijo que cómo se atrevía a entrar ahí, que ése era el palacio de un gigante muy malo y que la tenía a ella prisionera porque la había robado del palacio de su padre, que era rey y ella era una princesa. Entonce él le dijo que la salvaría, y se pusieron a conversar. Pasó un rato largo y se oyó el ruido del gigante que llegaba. Entonce le dijo que le sacara en alguna forma el secreto de dónde tenía el alma, y dijo: Dios y hormiga. Se hizo una hormiga y se escondió entre los pliegues de la blusa de la Princesa.
Entró el gigante y empezó a buscar por todos los rincones diciendo que quién había venido porque sentía olor a carne humana. Entonce la niña lo calmó diciéndole que quién podía venir hasta ese rincón del mundo. Y se puso a llorar la niña. Entonce cambió y se recostó, y le pidió que lo espulgara mientras descansaba y dormitaba. Entonce se pusieron a conversar muy cariñosamente. La niña lo espulgaba y aprovechó para sacarle donde tenía el alma. Al principio no le quería decir, pero al fin le dijo:
-En el Monte Negro, en el medio de la selva, hay un tigre atado con una cadena muy fuerte. Adentro del tigre está el león, adentro del león hay una gama, adentro de la gama hay una paloma, adentro de la paloma hay un huevito, y ésa es mi alma. Entonce el gigante le pasó la mano por la frente de la Princesa porque tenía mucho poder, y en el mismo momento con eso le hizo olvidar todo lo que le había dicho.
El joven salió y se convirtió en águila y se fue a buscar el alma del gigante. Llegó al Monte Negro y se convirtió en tigre, y empezó a pelear con el tigre atado, que despedía fuego por los ojos. Al fin lo mató y con el machete le abrió la panza. Salió entonces el león que era bravísimo. Se convirtió en león y empezó a pelear. Después de una lucha muy grande lo mató. Con el machete le abrió la panza y salió corriendo la gama. Se convirtió en perro y la persiguió hasta que la alcanzó y la mató. Le abrió la panza con el machete y salió volando la paloma. Se convirtió en águila y la persiguió a la paloma hasta que la pudo cazar y la mató. La abrió y le sacó el huevito. La paloma había volado para el lado del palacio del gigante, y a la entrada la mató el águila, y le sacó el huevito. Entonce se convirtió en persona y entró al palacio.
El gigante mientras esto pasaba se había enfermado y a cada muerte se ponía más grave. Ya 'taba adivinando todo y cuando el joven entró con el huevito al salón en donde estaba medio muerto le dijo:
-Dame mi alma y yo te daré todos los tesoros de mi palacio.
-Entregame todas las llaves -le dijo el joven.
El gigante se las dio y el joven le reventó el huevito en la frente y el gigante se murió.
Entonce los dos, el joven y la Princesa se abrazaron y prometieron casarse en cuanto llegaran al palacio del Rey.
El joven se transformó en águila y llegó al palacio de los padres de la Princesa, contó todo como había sido y pidió permiso para casarse con ella. Se lo dieron los padres que estaban contentísimos y en todo el reino hubo fiestas por la noticia.
El joven compró un barco y lo mandó al palacio del gigante y él voló en forma de águila y llegó y le contó todo a la Princesa. Él le dijo que ella iba a viajar en el barco, pero que él tenía que ir por tierra o por aire porque las sirenas lo iban a perseguir si iba por el mar. Él ya le había contado su historia. La Princesa dijo que no, que tenían que viajar juntos, que ella lo iba a cuidar. Tanto insistió hasta que el joven cedió.
Mandó a hacer una caja de vidrio, la Princesa, para el joven, y ella estaba cuidandoló noche y día, durante el viaje. Hicieron un viaje muy lindo. Cuando el barco estaba entrando en el puerto, todo el pueblo había venido a ver la llegada, y entonce el joven abrió la tapa de la caja y se asomó con la Princesa para saludar, creyendosé salvo. En ese instante, las sirenas que los venían siguiendo, saltaron al barco y se llevaron al joven al fondo del mar. Todo el mundo gritaba enojado y la Princesa bajó como enloquecida de pena, llorando a mares.
Cayó enferma la Princesa, pero se fue componiendo con la esperanza de que lo iba a salvar a su prometido, que ya era su marido.
Un día que nadie la veía, se fue a la orilla de la mar y llevó una moneda de plata. En la orilla empezó a decir:
-Sirenitas, sirenitas de la mar, por la virtud que Dios te ha dado, mostrame a mi marido y te daré una moneda de plata.
-No es tu marido, mi marido es -contestó una de las sirenas. ¿Desde dónde quieres verlo?
-Desde el cuello -dijo la Princesa.
-Tira la moneda si quieres verle.
La Princesa tiró la moneda y vio salir entre las olas la cabeza de su marido.
-¿Estás contenta, chiquilla? -le dijo la misma sirena.
-Sí -dijo la Princesa, y se fue llorando.
Al otro día volvió a salir la Princesa sin que la vieran y vino a la orilla del mar y empezó a rogar:
-Sirenitas, sirenitas de la mar, por la virtud que Dios te ha dado, mostrame a mi marido y te daré una moneda de plata.
-No es tu marido, mi marido es -dijo la sirena. ¿Desde dónde quieres verlo?
-Desde la cintura, porque no lo reconozco.
-Tira la moneda si quieres verle.
Tiró la moneda y vio salir al joven de medio cuerpo.
-¿Estás contenta, chiquilla? -dijo la sirena.
-Sí -dijo la Princesa, y se fue llorando.
Al día siguiente volvió y dijo por tercera vez:
-Sirenitas, sirenitas de la mar, por la virtud que Dios te ha dado, mostrame a mi marido y te daré una moneda de oro.
-No es tu marido, mi marido es -dijo la sirena. ¿Desde dónde quieres verlo?
-Desde la planta de los pies, porque no lo reconozco.
-Tira la moneda y le verás.
Entonces apareció el joven de cuerpo entero entre las manos de las sirenas, y la sirena preguntó:
-¿Estás contenta, chiquilla?
En ese mismo momento el joven dijo Dios y el águila, y salió volando transformado en águila, y se fue y se asentó en tierra.
Ese mismo día se hizo la boda y al joven lo hizo Príncipe el Rey. Las fiestas duraron muchos días.
Después el Príncipe pidió permiso al Rey para traer su familia y hacerla vivir en el palacio.
Vino el pescador y su familia y se quedaron a vivir con el hijo, muy contentos porque ya las sirenas no lo iban a molestar más, porque se habían cumplido las promesas hechas a las sirenas.
Vivieron muy felices, y el Rey le entregó el reino al joven, que lo gobernó hasta el resto de sus días.

Y colorín colorado
este cuento se ha terminado.

Adrián Godoy, 45 años. San Cosme. Corrientes, 1952.

Director de Escuela. Aprendió el cuento de la abuela, Reyes C. de Solís, gran narradora.

Figuran en este cuento motivos de otros como el reparto de la presa entre animales, que le dan al héroe virtudes mágicas y el del alma externa del gigante.

Cuento 974. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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