Se
cuenta que hace muchísimos años, en un país lejano que se llamaba
Promesas Cumplidas
y que quedaba a la orilla del mar, vivía un pescador con su mujer y
ocho hijos. Todos los días el pescador sacaba una gran cantidá de
pescados. Los hijos más grandecitos vendían el pescado en el pueblo
y con eso se mantenía la familia.
Un
día, el pescador volvió a la casa sin nada porque no había podido
pescar. Esa noche se tuvieron que acostar sin comer. La madre les
contaba cuento a los hijos para entretenerlos y para que no lloraran
de hambre.
Al
segundo día le pasó lo mismo al pescador y los hijos lloraban de
hambre y él no sabía que hacer, desesperado.
Al
tercer día tampoco sacaba nada. Entonces se acordó que su abuelita
contaba que eso hacían las sirenas del mar cuando se querían casar,
para que les llevaran un esposo. Entonces, desesperado, se puso a
gritar:
-Sirenitas,
sirenitas del mar, por la virtud que Dios te ha dado, dame pescados y
te daré a mi hijo para que sea tu esposo.
En
ese mismo momento se le llenaron las redes de pescados. Entonce le
dijo a la sirena que dejaba clavado el machete adentro del agua y que
mandaría al hijo a llevarlo, y que ahí ella podía aprovechar y
entrarlo a su reino y casarse con él.
Cuando
volvió a la casa todos se pusieron contentísimos. Comieron pescados
y vendieron una gran cantidá. El pescador estaba triste porque tenía
que perder al hijo mayor que tenía diez y seis años.
A
la noche la mujer le preguntó cómo había hecho para conseguir
tanto pescado. El pescador le contó en secreto lo que había pasado
y que al día siguiente tenía que entregar al hijo mayor. El hijo
había oído todo y pensó cómo tratar de salvarse. Al día
siguiente el pescador lo mandó al hijo que le sacara el machete.
El
muchacho llegó a la orilla del mar, trató de agarrar el machete y
unas oleadas trataron de envolverle. De un salto salió a la orilla.
Cuando las olas volvieron adentro, de otro salto agarró el machete y
salió corriendo. Y así se salvó. Entonce se sentó, lejo de la
orilla, y se puso a pensar qué podía hacer porque, si volvía a su
casa el padre en alguna forma le iba entregar a las sirenas. Entonce
resolvió ir a correr mundo, y tomó su machete y se fue.
Caminó
el muchacho todo el día y toda la noche. Al caer la tarde del día
siguiente sintió mucho hambre. Se buscó en los bolsillos y sacó
queso y pan que le había dado la madre, y comió. Sintió sé y vio
que había agua en el hueco de una roca, y tomó.
Siguió
el camino. Al rato vio unos animales que se peleaban por una res
muerta. Cuando lo vieron al joven lo llamaron. Fue el perro y le
pidió en nombre de todos que les hiciera una buena repartición. Los
animales eran un tigre, un león, un águila y una hormiga. El joven
fue y con su machete partió la res y le dio los cuartos al león, el
pecho y las costillas al tigre, las dos espaldas al perro, los lomos
al águila y el espinazo con la cabeza a la hormiga.
Entonce
el tigre dijo que cada uno le iba a dar una virtud en agradecimiento.
Entonce el tigre le dio unos pelos del lomo, el león también le dio
unos pelos del lomo, el perro le dio unos pelos de la cola, el águila
unas plumitas y la hormiga la punta de la patita. Con eso el joven se
podía convertir en todos esos animales. Tenía que decir: Dios
y tigre y se convertiría en tigre.
Dios y águila
y se convertía en águila, y así con todos. Después tenía que
decir: Dios y gente,
y se volvía hombre.
El
joven siguió. En cuanto entró en el monte, probó, y se convirtió
en todos esos animales, en cuanto decía esas palabras.
Siguió
el camino y vio a la distancia una gama. Entonce dijo: Dios
y perro. Se convirtió en perro y cazó
la gama. Entonce dijo: Dios y gente,
y se convirtió persona. Carneó la gama y la asó. Comió y siguió
el camino. Entonce dijo: Dios y águila.
Se convirtió en águila y salió volando.
Un
día que volaba hecho águila, divisó en el medio del mar un gran
palacio y bajó. Entonce dijo: Dios y
gente. Entonce tomó la forma de un
joven. Que era un joven muy lindo. Entró al palacio y en un salón
encontró a una niña muy hermosa. Entonce ella le dijo que cómo se
atrevía a entrar ahí, que ése era el palacio de un gigante muy
malo y que la tenía a ella prisionera porque la había robado del
palacio de su padre, que era rey y ella era una princesa. Entonce él
le dijo que la salvaría, y se pusieron a conversar. Pasó un rato
largo y se oyó el ruido del gigante que llegaba. Entonce le dijo que
le sacara en alguna forma el secreto de dónde tenía el alma, y
dijo: Dios y hormiga.
Se hizo una hormiga y se escondió entre los pliegues de la blusa de
la Princesa.
Entró
el gigante y empezó a buscar por todos los rincones diciendo que
quién había venido porque sentía olor a carne humana. Entonce la
niña lo calmó diciéndole que quién podía venir hasta ese rincón
del mundo. Y se puso a llorar la niña. Entonce cambió y se recostó,
y le pidió que lo espulgara mientras descansaba y dormitaba. Entonce
se pusieron a conversar muy cariñosamente. La niña lo espulgaba y
aprovechó para sacarle donde tenía el alma. Al principio no le
quería decir, pero al fin le dijo:
-En
el Monte Negro, en el medio de la selva, hay un tigre atado con una
cadena muy fuerte. Adentro del tigre está el león, adentro del león
hay una gama, adentro de la gama hay una paloma, adentro de la paloma
hay un huevito, y ésa es mi alma. Entonce el gigante le pasó la
mano por la frente de la Princesa porque tenía mucho poder, y en el
mismo momento con eso le hizo olvidar todo lo que le había dicho.
El
joven salió y se convirtió en águila y se fue a buscar el alma del
gigante. Llegó al Monte Negro y se convirtió en tigre, y empezó a
pelear con el tigre atado, que despedía fuego por los ojos. Al fin
lo mató y con el machete le abrió la panza. Salió entonces el león
que era bravísimo. Se convirtió en león y empezó a pelear.
Después de una lucha muy grande lo mató. Con el machete le abrió
la panza y salió corriendo la gama. Se convirtió en perro y la
persiguió hasta que la alcanzó y la mató. Le abrió la panza con
el machete y salió volando la paloma. Se convirtió en águila y la
persiguió a la paloma hasta que la pudo cazar y la mató. La abrió
y le sacó el huevito. La paloma había volado para el lado del
palacio del gigante, y a la entrada la mató el águila, y le sacó
el huevito. Entonce se convirtió en persona y entró al palacio.
El
gigante mientras esto pasaba se había enfermado y a cada muerte se
ponía más grave. Ya 'taba adivinando todo y cuando el joven entró
con el huevito al salón en donde estaba medio muerto le dijo:
Entonce
los dos, el joven y la Princesa se abrazaron y prometieron casarse en
cuanto llegaran al palacio del Rey.
El
joven se transformó en águila y llegó al palacio de los padres de
la Princesa, contó todo como había sido y pidió permiso para
casarse con ella. Se lo dieron los padres que estaban contentísimos
y en todo el reino hubo fiestas por la noticia.
El
joven compró un barco y lo mandó al palacio del gigante y él voló
en forma de águila y llegó y le contó todo a la Princesa. Él le
dijo que ella iba a viajar en el barco, pero que él tenía que ir
por tierra o por aire porque las sirenas lo iban a perseguir si iba
por el mar. Él ya le había contado su historia. La Princesa dijo
que no, que tenían que viajar juntos, que ella lo iba a cuidar.
Tanto insistió hasta que el joven cedió.
Mandó
a hacer una caja de vidrio, la Princesa, para el joven, y ella estaba
cuidandoló noche y día, durante el viaje. Hicieron un viaje muy
lindo. Cuando el barco estaba entrando en el puerto, todo el pueblo
había venido a ver la llegada, y entonce el joven abrió la tapa de
la caja y se asomó con la Princesa para saludar, creyendosé salvo.
En ese instante, las sirenas que los venían siguiendo, saltaron al
barco y se llevaron al joven al fondo del mar. Todo el mundo gritaba
enojado y la Princesa bajó como enloquecida de pena, llorando a
mares.
Cayó
enferma la Princesa, pero se fue componiendo con la esperanza de que
lo iba a salvar a su prometido, que ya era su marido.
Un
día que nadie la veía, se fue a la orilla de la mar y llevó una
moneda de plata. En la orilla empezó a decir:
-Sirenitas,
sirenitas de la mar, por la virtud que Dios te ha dado, mostrame a mi
marido y te daré una moneda de plata.
Al
otro día volvió a salir la Princesa sin que la vieran y vino a la
orilla del mar y empezó a rogar:
-Sirenitas,
sirenitas de la mar, por la virtud que Dios te ha dado, mostrame a mi
marido y te daré una moneda de plata.
-Sirenitas,
sirenitas de la mar, por la virtud que Dios te ha dado, mostrame a mi
marido y te daré una moneda de oro.
-Tira
la moneda y le verás.
En
ese mismo momento el joven dijo Dios y
el águila, y salió volando
transformado en águila, y se fue y se asentó en tierra.
Vino
el pescador y su familia y se quedaron a vivir con el hijo, muy
contentos porque ya las sirenas no lo iban a molestar más, porque se
habían cumplido las promesas hechas a las sirenas.
Vivieron
muy felices, y el Rey le entregó el reino al joven, que lo gobernó
hasta el resto de sus días.
Y
colorín colorado
este
cuento se ha terminado.
Director
de Escuela. Aprendió el cuento de la abuela, Reyes C. de Solís,
gran narradora.
Figuran
en este cuento motivos de otros como el reparto de la presa entre
animales, que le dan al héroe virtudes mágicas y el del alma
externa del gigante.
Cuento
974. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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