Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

Narciso y narcisa .883

Éste era un rey y una reina. Tenían un reinado grande y mucha gente en su reinado. Y muchos sirvientes. A unos los empleban para dar de comer a los caballos, a otros a los chanchos, las vacas, los gansos. Para cada animal tenían quien los cuidaba.
Entonces en el palacio había una vieja bruja que al Rey, a la Reina y a todos los tenía encantados. Y la vieja bruja tenía una hija que se llamaba Narcisa. Y el marido de la bruja trabajaba en el palacio.
Bueno... Y llegó un muchacho que se llamaba Narciso a pedirle trabajo al Rey. Y entonce el Rey lo empleó para que le diera de comer a una yegua y a una chancha. Y le dijo:
-Echale carne a la yegua y pasto a la chancha.
Y entonces el muchacho se sorprendió y le preguntó que por qué iba a echale carne a la yegua y pasto a la chancha, siendo que los yeguarizos comen pasto y los chanchos carne. Y entonces le dijo que no se le ocurriera echarle pasto a la yegua y carne a la chancha porque sería perdido.
Bueno... La bruja, al que llegaba allí se lo comía o lo volvía piedra o animal. No podían tener gente que sirviera, por eso.
Pero, ¿qué pasó? Que el Narciso con la Narcisa simpatizaron mucho. Entonces le dice la Narcisa:
-Mirá, aquí están todos bajo el mando de mi mamá. Tienes que hacer todo lo que mi mamá te mande y tal como te lo dice. Yo te voy a ayudar. Ella te va a mandar cosas imposibles para poderte matar.
Entonce el muchacho cumplía al pie de la letra lo que le decía. Entonces un día lo quiso tentar. Y le dijo que no, porque su amito le había dicho que hiciera así.
Un día le entregó un trigo y le dijo que su amito le había dicho que lo sembrara, lo cosechara, lo trillara, lo moliera y amasara esa harina dentro de 15 días porque si no la cabeza le iban a cortar.
Entonces el muchacho se puso a llorar.
En eso llegó la Narcisa y le dijo que por qué lloraba.
Entonces él le dijo:
-Cómo no voy a llorar si tu madre por orden del Rey me ha dicho que tengo que sembrar este trigo, cosecharlo, trillarlo, molerlo y amasarlo en el plazo de 15 días.
Y entonces ella le dijo:
-No se te dé nada. Yo te voy a ayudar. Esperá no más que yo te voy a ayudar.
Entonces lo sembró al trigo. A los 2 ó 3 días ya estaba alto el trigo, soltando la espiga. En seguida se maduró y lo cortó. Lo cosechó, lo trilló, lo aventó, lo molió y antes de 15 días le llevó el pan al Rey.
Entonces la vieja bruja la empezó a peliar a la Narcisa diciendolé que ella tenía la culpa porque cómo el muchacho podía hacer eso si ella no lo ayudaba. Porque la muchacha sabía también brujería, pero sólo para hacer bien.
Bueno... Entonces la vieja le dijo un día:
-¿Sabes hilar?
Porque entonces los hombres hilaban a la par de las mujeres. Entonces le entregó un vellón de lana. Y le dijo que el amito lo mandaba que en dos días tenía que hilarlo, torcerlo, teñirlo y tejerle una alfombra.
Otra vez el muchacho se puso a llorar. ¡Cómo iba hacer esa cosa imposible! Entonce llegó la Narcisa y le dijo que no se le diera nada, que ella tenía una vaquita que le ponía la lana en las astas y que ella solita se la iba a hilar, y ella en un momento se la iba a teñir y se la iba a tejer.
Y así lo hizo, y antes de dos días tenía todo el trabajo, y se lo entregó a la bruja para que se lo lleve al Rey.
La bruja estaba furiosa porque no había conseguido matarlo ni sacarlo del puesto, y dijo que iba a hacer la última prueba. Entonces le entregó dos piedras grandotas y le dijo que eran papas. Y le dijo que las tenía que hervir toda esa noche y que al otro día se las tenía que entregar para desayuno, bien cocidas.
Y el muchacho se puso a llorar amargamente. Y vino la Narcisa y él le pidió ayuda, y ella le dijo que era imposible porque ella no sabía nada para eso. Y que lo mejor que podían hacer era irse porque la madre los iba a matar a los dos. Y así como lo dijeron lo hicieron.
En la noche, cuando todos se acostaron, entonces ellos hicieron cada uno un montoncito de saliva y se prepararon sus cosas para irse. Entonces la niña le dijo a Narciso que fuera a buscar un caballo que tenía la madre que caminaba tres leguas al tranco.
Entonces agarró, y en el apuro fue él por última vez a darle de comer a la chancha y a la yegua. Y en el apuro le dio carne a la chancha y pasto a la yegua. Y entonces la yegua le habló, le dijo:
Has desobedecido y por eso serás perdido.
Y la chancha empezó a gritar. Y la yegua le dijo que matara la chancha y montara en ella. Y él mató la chancha y montó en la yegua. Y en vez de traerle a la niña el caballo que caminaba tres leguas al tranco, le trajo la yegua que caminaba dos leguas al tranco. La niña le dijo que era una lástima que se hubiera equivocado, pero que ya no tenían nada que hacer.
Entonces antes de salir tomó un güevo, un peine, un poco de ceniza, un poco de sal y un espejo. Ella conocía bien a la madre y sabía que los iba a seguir. Cada uno hizo un montoncito de saliva. La saliva iba a contestar por ellos cuando la madre los llamara. Se prepararon para salir y se fueron.
La vieja, como era bruja, maliciaba que se iban a ir y los empezó a llamar:
-Narciso, ¿se cuecen las papas? Y la saliva le contestaba:
-Cocinandosé están.
Y la llamaba a la muchacha:
-¡Narcisa!
-¡Mamita! -le decía la saliva.
La saliva le respondió toda la noche hasta que aclaró. Y cada vez la saliva contestaba más débil. Y al final, apenas respondía la saliva. Y entonces dijo:
-Ya se están durmiendo. Los voy a atar, los voy a matar, los voy asar y los voy a comer.
Había mandado a preparar un horno para asarlos. Y se levantó contenta para comerlos, y cuando no los encontró se puso furiosa y se fue al marido. Le dijo que le trajera el caballo que caminaba tres leguas y la yegua que caminaba dos. Y al ver que no estaba la yegua se puso contenta, porque los iba a alcanzar. Y resolvió que fuera el marido. Y se fue el marido.
El viejo se puso a perseguirlos. Caminó como hasta los doce días. Ya los llevaba bien cerquita porque su caballo era más ligero. Entonces la niña le dice a Narciso:
-¿Ves esa nubecita, ese polvito que se ve lejos? Es mi papá que nos viene siguiendo.
-¿Qué vamos a hacer? -le dice Narciso.
-Mi papá es muy bueno -dice la niña y lo vamos a engañar, él no se va a dar cuenta. Nosotros nos vamos a transformar, la yegua en durazno florecido y nosotros en dos pajaritos.
Entonces el viejito llegó áhi, muerto de calor, y en ese desierto vio ese duraznero florecido y esos dos pajaritos. Entonces agarró, se bajó, lo ató al caballo en el durazno, y se puso a sombrear debajito del árbol y se durmió una siesta. Y entonces dijo:
-¡Que seré tonto! No los voy a seguir más. De aquí no los voy a alcanzar.
Y el viejito se volvió. Cuando llegó a las casas de vuelta, le preguntó la bruja si los había alcanzado o los había visto. Entonces le dijo que no, que sólo había encontrado un duraznero florecido y dos pajaritos. Entonces le dijo la vieja:
-Esos eran, ¡ah, viejo tonto! Esos eran ellos y vas a tener que irlos a buscar.
Entonces emprendió otra vez la vuelta, a perseguirlos. Caminó todo lo que había andado y encontró el mismo desierto y no encontró nada. Entonces dijo:
-¡Ah!, mi vieja tensa razón, éstos eran ellos. ¡Miren cómo me engañaron!
Mientras tantos los otros aprovecharon para alejarse mucho, mucho. Pero como el caballo del viejo caminaba tres leguas al tranco, a la tardecita ya los iba alcanzando otra vez. Entonces la Narcisa le dijo al Narciso:
-¿Ves aquella nubecita de polvo? Ése es mi papá que los viene alcanzando.
Entonces ella agarró y transformó al caballo en una iglesia con el altar, los santos y todo, y al muchacho en un padre, y ella en una virgen. Entonces el viejo, cuando llegó áhi, dijo:
-¡Ah, tanto tiempo que no veo una iglesia, que no oigo misa, que no veo los santos! Voy a pasar a rezar.
Entonces llegó, entró a la iglesia, se arrodilló, rezó y dijo:
-De aquí me voy a volver. ¡Quién sabe a dónde se han ido los muchachos! Si los quiere seguir mi mujer, que los siga ella.
Cuando llegó a la casa, para qué le dijo, la vieja casi se lo comió.
-Bajate, viejo inservible. Yo los voy a seguir. Y vas a ver cómo los voy a alcanzar.
Subió la vieja en el caballo y empezó a galopar. Y en un poco rato ya los llevaba bien cerquita. Entonces la chica le dijo al muchacho:
-¿Ves aquella nube espesa? Ésa es mi mamá, y si nos alcanza estamos pedidos.
Y ya la vieja venía cerquita. Y ya los iba a alcanzando. Entonces, cuando ya la vieja estaba bien cerquita, la Narcisa le tiró el peine, y el peine se volvió un monte de plantas espinudas. Y la vieja encaraba y se rajuñaba, sangraba por todas partes, se rompía toda la ropa. Pero la vieja era porfiada y segura y seguía encarando hasta que consiguió pasar el monte.
Y siguió otra vez a lo que daba, la vieja. Y ya los volvía a llevar cerca. Entonces la chica le tiró el güevo. Y el güevo se le volvió un río, pero enorme de grande. Y entonce la vieja entró, llegó hasta la mitá y la fuerza del agua la volvió. Pero ella siempre con la porfía de pasar. Le dio unos cuantos azotes al caballo y volvió a entrar al río hasta que pasó. Mojadita la vieja, entumecida, pero lo pasó. Entonce le volvió la chica a decir al muchacho:
-¿Ves aquella nube espesa? Es mi mamá que nos viene alcan-zando.
Entonce la chica agarró y le tiró el puñado de sal. Y se le volvieron unas rocas muy altas, unos riscos peinados como los de la Cordillera que no podía pasar. Pero ella empezó a dar vueltas y vueltas. Se caía, se levantaba con su caballo, se rajuñó, se lastimó y se causó tantas heridas, pero seguía porfiando. Y porfió hasta que cruzó los riscos. Y consiguió pasar. Y ya la Narcisa le volvió a decir al Narciso:
-¿Ves aquella nube oscura? Ésa es mi mamá que nos viene alcanzando.
Y ya los alcanzaba. Entonces la muchacha le tiró el puñado de ceniza. Y se olvió una neblina espesa, espesa, que no se veía nada, nada. Pero la vieja empezó a ver si pasaba. Y se empezó a internar y a internar por la neblina que no se veía ni las manos. Pero tanto porfió y porfió, que al fin consiguió pasar la neblina. Y ya la Narcisa le volvió a decir al muchacho:
-¿Ves aquella nube oscura que viene? Es mi mamá que los alcanza. Bueno, éste es el último recurso que nos queda -dijo, y sacó el espejo.
Le tiró el espejo a la vieja y se le volvió un mar, que no se le veía el fin. La vieja siempre imprudente se metió, pero qué, caminó unos diez metros y se tuvo que volver. Casi se ahogó. Y ya perdió la esperanza de alcanzarlos. Entonce le echó una maldición y le dijo:
-Anda, hija ingrata, que el que te lleva en el anca del caballo te ha de olvidar.
Entonce la chica le dijo al muchacho:
-Mirá la maldición que me echa mi madre, que el que me lleva en el anca del caballo me ha de olvidar.
El muchacho juró que nunca la olvidaría, que antes se moriría que poderla olvidar a ella que le debía la vida.
Siguieron camino. Caminaron mucho. Después de mucho caminar llegaron a una población. Llegaron a una casa y pidieron alojamiento. Entonces en esa casa les dieron alojamiento. Y justo esa noche daban una gran fiesta en el palacio del Rey. Y fue a la fiesta el joven y no volvió más.
Se había enamorado de la hija del Rey. Y se quedó a vivir en el palacio y perdió la memoria de todo.
Y pasó el tiempo. Y ya se corrió la noticia que este mozo se iba a casar con la hija del Rey. Y se preparó una gran fiesta.
Y la Narcisa preparó un pollito y una pollita que hablaban y se fue a la fiesta. Y entonces pidió permiso para mostrar un pollito y una pollita que sabían hablar, y con esa novedá le dieron permiso para que los hiciera ver al Rey, a la Reina, y a los invitados de la fiesta. Entonces la niña entró con la pareja de pollitos. Y toda la concur-rencia estaba curiosa por ver esta novedá. Y el muchacho miraba todo y la miraba a la Narcisa pero ya no la conocía, la había olvidado, porque se había cumplido la maldición de la bruja. Entonces empe-zaron a hablar el gallito y la gallinita:
-¿Te acordás gallito ingrato cuando llegaste a trabajar al palacio del Rey donde había una bruja que tenía una hija, y que el Rey por indicación de la bruja te mandó a sembrar un trigo, a cosecharlo, a trillarlo y a amasarlo en el plazo de 15 días, y te pusiste a llorar?
-Cucurú que no me acuerdo -decía el gallito.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando te dieron el vellón de lana para hilarlo, torcerlo, teñirlo y tejerlo?
-Cucurú que no me acuerdo.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando te dieron las piedras y te dijeron que eran papas, que las tenías que cocer, y que si no las entregabas cocidas te iban a matar?
-Cucurú que no me acuerdo.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando le echaste el pasto a la yegua y la carne a la chancha?
-Cucurú que no me acuerdo.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando nos fuimos en la yegua que caminaba dos leguas al tranco y nos salió a buscar mi papá, y transformamos la yegua en duraznero y nosotros en dos pajaritos?
-Cucurú que no me acuerdo.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando nos alcanzó mi papá y transformamos la yegua en iglesia y nosotros nos transformamos en un padre y en una virgen?
-Cucurú que no me acuerdo.
-¿Te acordás gallito ingrato que cuando salimos yo había agarrado un peine, un güevo, un puñado de ceniza, un puñado de sal y un espejo para tirarle a mi madre porque sabía que nos iba a seguir?
-Cucurú que no me acuerdo.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando mi mamá nos alcanzaba y le tiré el pine y se formó un gran monte espinudo?
-Cucurú que me voy acordando.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando mi mamá pasó el bosque y nos iba alcanzando y yo le tiré el güevo y se le volvió un río grande y caudaloso, pero tanto trabajó hasta que lo pasó?
-Cucurú que me voy acordando.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando mi mamá pasó el río, y los iba alcanzando y yo le tiré la ceniza, y se formó una niebla espesa que no la dejaba pasar, pero tanto porfió hasta que la pasó?
-Cucurú que me voy acordando.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando mi mamá nos iba alcanzando y yo le tiré la sal y se formó un riscal muy grande que no la dejaba pasar, pero tanto porfió hasta que lo pasó?
-Cucurú que me voy acordando.
-¿Te acordás gallito ingrato cuando mi mamá los iba alcanzando y le tiré el último recurso, el espejo, y se le volvió un mar, y como no lo pudo pasar me echó una maldición y me dijo: ¡Anda hija ingrata que el que te lleva en el anca del caballo te ha de olvidar!
-Cucurú que me acordé -dijo el gallito.
Y el joven se acordó de todo y la reconoció a la Narcisa y se abrazaron. Y el joven contó a todos lo que había pasado, y dijo que tenía que casarse con la Narcisa, que por una maldición de la bruja la había olvidado. Y en seguida buscaron jueces, curas, y se casaron. Y hicieron una fiesta muy grande. Yo también 'tuve en la fiesta y me divertí.
Se fueron a casar los jóvenes, pero no se olvidaron de su yegüita. Y entonces la yegüita se transformó en una princesa con las palabras mágicas que le dijo la Narcisa: Princesa eras, Princesa eres, Princesa serás. La Narcisa sabía que la vieja bruja la había encantado.
Y se casaron la Narcisa y el Narciso y tuvieron muchos hijos y fueron muy felices.

Celia Álvarez de Casado, 51 años. Ranquelcó. Ñorquín. Neuquén, 1951.

La narradora, semiculta, pertenece a familias tradicionales de la Provincia. Es nativa de Chos Malal, en donde oyó el cuento desde niña.

Cuento 883. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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