Un
cazador se adentró en lo más espeso del bosque, y en medio del
camino encontró los huesos de un hombre que había muerto. No le
gustaba mucho encontrarse con esas cosas, de manera que al otro día
pasó por un camino distinto. Sin embargo, volvió a encontrar los
mismos huesos. A la tercera vez sintió curiosidad y les preguntó:
«¿Qué es lo que os mató?». Y los huesos respondieron: «La
boca».
El
hombre regresó al poblado y contó a la gente lo que había visto.
Algunos no creyeron que unos huesos pudieran hablar, y otros
quisieron acompañarle al día siguiente.
Al
llegar donde estaban los huesos, les preguntó: «¿Qué es lo que os
mató?». Y, por mucho que repitió y repitió la pregunta, los
huesos permanecieron mudos y la gente se burló de él por creer
historias tan extrañas.
Al
día siguiente volvió de nuevo al bosque. Encontró los huesos y les
preguntó: «¿Qué es lo que os mató?». Y los huesos respondieron:
«La boca». El pobre hombre corrió de nuevo al poblado para contar
su historia. La gente acudió al lugar y, entonces, el cazador
preguntó: «¿Qué es lo que os mató?». Los huesos permanecieron
callados por más que el hombre repetía la pregunta. Y la gente
empezó a molestarse porque les hacía perder el tiempo con tanta
mentira.
Cuando,
otro día, el cazador se adentraba en el bosque, vio de nuevo los
mismos huesos en medio del camino. Les preguntó: «¿Qué es lo que
os mató?». Los huesos repitieron: «La boca». Entonces, el hombre
pensó: «Quizá solamente responden cuando observan que los hombres
están armados». Así que regresó al poblado y pidió que todos los
que quisieran ver algo tan sobrenatural como unos huesos que hablan
se procuraran, como él, un arma.
En
medio del camino, encontraron esos mismos huesos. El cazador les hizo
la misma pregunta: «¿Qué es lo que os mató?». Repitió la
pregunta muchísimas veces, pero los huesos callaban y callaban. Los
hombres estaban verdaderamente disgustados: «Ya es la tercera vez
que nos molestas con estas historias, y crees que puedes hacernos
perder el tiempo inútilmente. Pero esta vez te vamos a matar». Y le
dieron muerte, dejándole en aquel mismo lugar.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
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