Era
una niña que no tenía madre. La madrasta la hacía llamar Mariquita
Cenicienta.
Mariquita
Cenicienta vivía con el padre y la madrasta. La madrasta tenía una
hija fea, que la criaba muy regalona y no la hacía hacer nada. A
Mariquita Cenicienta la hacía trabajar todo el día. La mandaba a
cuidar las vacas al campo y le daba lana para hilar. Mariquita
Cenicienta tenía una vaquilla que quería mucho. La vaquilla le
ayudaba a hilar. Todos los días Mariquita Cenicienta venía a buscar
lana para hilar. Y un día le dijo la madrasta:
Y
un día la fue a catear a Mariquita al campo. Y llegó la señora y
la vio que vino la vaquilla a buscarle la lana a Mariquita. Y vio que
se la daba hilada, muy bien hilada a toda la lana.
Y
se vino la señora a la casa. Y se hizo la enferma. Y le dijo al
marido que mientras tanto no carniara la vaquilla de Mariquita, ella
no sanaba.
Y
el marido fue y la carnió a la vaquilla de Mariquita Cenicienta. Y
Mariquita lloraba mucho. Y le pidió la grasa y las tripitas para ir
a lavar al arroyo. Y las llevó en una bateíta para lavar todo. Y
cuando 'taba lavando, se le fue la bateia con la grasa y las tripitas
por el agua. Y Mariquita Cenicienta se fue llorando a buscarla porque
si la perdía le iban a pegar en la casa. Y áhi, cuando iba, se
encontró con un viejito. El viejito le preguntó qué le pasaba que
lloraba, y ella le contó que iba buscando la bateia con la grasa y
las tripitas de su vaquillita. Entonce él le dijo:
-Andá
a aquella casa. Hay unos niños muy sucios y los tenís que limpiar.
Cuando volvás, va estar tu bateíta aquí.
Mariquita
hizo lo que le dijo el viejito. Los niños daban asco de la suciedá
que tenían, pero ella los limpió muy bien y se volvió a buscar al
viejito.
Y
llegó Mariquita Cenicienta donde estaba Taitita Dios. Y él le
entregó la bateíta. Y en ese momento Mariquita sintió un peso en
la frente. Era una estrella de las más hermosas. Ella se ató la
frente con un trapo porque tenía miedo de llegar a la casa así,
porque la madrasta y la otra niña eran muy envidiosas. Cuando llegó
a la casa le dijo la chiquilla envidiosa:
Y
Mariquita se desató la frente y las dos se enojaron mucha de
envidiosas que eran. Entonce le dijo la chica a la madre:
Y
le carnió la vaquilla. Y le dijo la chica envidiosa:
El
hombre l'echó la grasa y las tripitas en la bateíta y las fue a
lavar al arroyo. Y áhi dejó ir la bateia agua abajo. Y se vino
llorando la chica envidiosa, buscando sus tripitas. Y lo encontró al
viejito y le contó lo que le pasaba. Y él le dijo:
-Andá
aquella casa. Hay unos chicos áhi. 'Tán muy sucios. Limpialos bien.
Cuando volvás va 'tar tu bateíta.
La
chica fue, vio los chicos sucios y le dio asco y no los limpió nada.
Los ensució más de lo que 'taban. Fue la Virgen y les preguntó:
Y
se vino llorando la chica envidiosa para la casa, y se sintió un
peso aquí, en la frente. Y llegó ande la madre y le dijo:
Después
de un tiempo se fueron todos a corré carrera y dejaron a Mariquita
Cenicienta encerrada en un horno. Mariquita tenía una varillita de
virtú que le había dado Taitita Dios. Y dijo Mariquita:
-«Varillita
de virtú, que se me presente un traje de los mejores y un coche como
no se haiga visto otro».
En
seguida tuvo todo. Se arregló, subió al coche y se fue a las
carreras.
Llegó
a las carreras y todos estaban almirados de esta niña, y el coche
tan lujoso. Nadie la conocía.
'Taba
el Rey en las carreras y corrió tuna carrera con Mariquita. Y se
vino ella cuando terminó la carrera y perdió un zapatito.
Al
día siguiente mandó a un hombre a preguntar por todas las casa de
quién era ese zapatito, que el Rey se iba a casar con esa niña.
La
chica envidiosa se cortó los dedos del pie y se puso a la fuerza el
zapatito. Andaba con un perro el hombre, y cuando pasó por cerca del
horno, dice el perro:
El
hombre vio que la chica tenía el pie lastimado. Abrió el horno y
sacó esa niña tan linda. Le puso el zapatito y le andaba muy bien.
La llevó y se casó con el Rey, Mariquita Cenicienta.
Inés
del Valle González, 12 años. La Salada. Chos Malal. Neuquén, 1960.
Aprendió
el cuento de la madre, Verónica González, de
Lleuto-Caballo, Neuquén, que sabe
muchos cuentos.
Cuento
1045. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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