Éstos
eran unos novios que se habían peleado y la niña le dejó una
carta, debajo de la almohada del novio, en la que le decía que ella
se iba a la Ciudad de los Tres Picos de Amor.
El
novio estaba muy afligido porque no sabía dónde quedaba esa ciudad.
Salió a buscar datos sobre ella. En el camino encontró tres negras
que estaban peleando para saber cuál era más linda. Cuando pasó el
joven le preguntaron y él les dijo que no se peleen, que todas eran
lindas y así no disgustaba a nadie. Para pagarle la bondad de él,
las negras decidieron darle una virtú. Una le dio la virtú de ser
más ligero que el viento, la otra de que se transforme en viejo
cuando él quiera, y la otra que se haga invisible.
Se
despidieron y siguió su camino. A lo dejos divisó una luz en un
rancho y se encaminó hacia él. Golpió la puerta y salió una
viejita. Que era la madre del viento. Lo hizo entrar y le dijo que se
vaya rápido porque su hijo era muy malo y lo iba a matar. Estaban
conversando cuando sintieron que venía el viento. La viejita no
hallaba donde esconderlo y lo metió en un baúl. Entró el viento
enojadísimo, dando vuelta lo que encontraba y gritando:
La
madre le decía que no había nada hasta que se calmó y se sentó a
la mesa. Cuando estaba calmado se lo podía hablar, y aprovechó la
viejita para decirle que había un joven que había venido en su
busca. Salió el joven del baúl y se acercó al viento que le
preguntó qué quería. El joven le dijo que andaba buscando datos de
la Ciudá de los Tres Picos de Amor. El viento le dijo que él había
andado, pero que no podía llevarlo, pero que los pájaros podrían
conocer y llevarlo. Comenzó a tocar una flauta y empezaron a llegar
animales de todas direcciones, pero ninguno conocía el lugar.
Faltaba el águila que llegó al último y justificó la demora
diciendo que había estado en la Ciudá de los Tres Picos de Amor, y
que había un casamiento. El viento le preguntó si podía llevarlo
al joven y el águila contestó que sí, pero con la condición que
llevaría tres corderos. El viento dijo al joven que en una casita
que se veía a lo lejos vendían corderos, pero que tenía que salir
al amanecer. Él saldría por detrás y si lo alcanzaba lo iba a
matar.
Al
amanecer salió el joven y con la virtú que le dio una de las negras
fue más veloz que el viento y llegó antes que él. Más tarde llegó
el viento diciendolé que había sabido correr más que él.
Compraron los corderos y volvieron a donde estaba l'águila. Subió
en las alas del águila llevando los corderos. A poco andar le pidió
un cordero, después otro. A la mitá del camino le pidió el tercer
cordero, pero el joven sólo le dio la mitá, luego la cuarta parte y
por último lo que le quedaba. Cuando le pidió más le contestó que
ya nada le quedaba. El águila le dijo que se corte una pierna y le
dé o sinó se lo comía a él. Así lo hizo el joven. Y le volvió a
pedir, y luego le dio la otra pierna.
Llegaron
a la ciudá y el águila le dijo que se baje, pero el joven le
contestó que no podía porque no tenía las piernas. El águila le
dijo que le corte una pluma y le saque una pierna. El joven le dijo
que no podría bajarse porque tenía una sola pierna. Le cortó otra
pluma, y le sacó la otra pierna. Se las pegó y se bajó, dandolé
las gracias.
A
poco andar se encontró un viejito con el que se puso a conversar,
preguntandolé las novedades del pueblo. El viejito le contó que
había un casamiento. Y el joven le dijo que fueran juntos, pero
antes se había convertido en anciano. Fueron al casamiento y el
joven, que ahora estaba convertido en viejo, conservaba un anillo de
la niña y esa noche se lo puso.
Cuando
estuvieron en la fiesta, el viejito vio que la novia era la joven que
buscaba y trataba por todos los medios que le viera el anillo. Para
ello sacaba a cada momento el pañuelo y se limpiaba la nariz. La
niña vio el anillo y se acercó al viejito preguntandolé de dónde
había sacado ese anillo. Él le contestó:
Y
así siguió contestando sin que le diera más noticias. Se sentaron
a la mesa y el viejito se puso el sobretodo que lo hacía invisible y
se metió bajo la mesa.
Mientras
comían él les decía que le dieran algo, pero por más que buscaban
no encontraban nada. La niña que presentía que era el joven, no
quiso casarse.
Al
otro día estaba la niña en la puerta y vio pasar a un joven en un
caballo blanco, al galope, y le arrojó cinco naranjas a los pies,
siguiendo al galope.
La
niña que ya no duda quién era, les dijo que ella se iba a casar con
el joven de las naranjas y todos salieron a buscarlo. Mientras tanto
el joven se convirtió en viejo y cuando la niña le preguntó si no
había visto un joven en un caballo blanco, le contestó que no. La
niña enojada lo retó. Al día siguiente volvió a pasar en
caballero, pero se arrojó a los pies de la niña, que lo abrazó
llena de alegría. Se casaron y fueron felices y comieron perdices.
Juan
Maldonado, 39 años. Paso San Isidro. General Lavalle. La Rioja,
1950.
Buen
narrador.
Cuento
959. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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