Había
una vez unos viejos que tenían tres hijos, una niña y dos varones.
Los viejos se encontraban muy pobres y como no tenían qué darles de
comer a los hijos, han resuelto mandarlos al bosque pa que coman
frutillas. Les dieron un pedazo de pan. Se iban comiendo y tirando
miguitas por el camino, pa saber por dónde iban a volver.
Entraron
al bosque y como sentían hambre han empezado a comer frutillas, y
cuando han visto que ya se les hacía tarde, se apuraban por volver a
la casa, pero resulta que ya no sabían por dónde era el camino.
Han
empezao a buscar las miguitas que habían tirao, pero ya se las
habían comíu los pájaros. Seguían andando por el bosque unos
días. Lloraban porque sentían hambre, y también sé, hasta que
encontraron un camino que los ha llevau justo a una casa pobre donde
vivía una bruja. Han golpiau la puerta y ha salíu a recibirlos una
vieja fiera, nariz larga, y los ha hecho entrar.
Les
han contao los niños lo que les pasaba y la vieja los ha hecho
entrar y les ha dau de comer, pero después los ha empezado a hacer
trabajar, y los cuidaba que no se vayan a ir.
Cuando
ya habían pasado muchos días, la bruja ha dispuesto comerla a la
chica, y le daba de comer bien, para que esté gordita. Los niños se
han dau cuenta y lloraban, y querían ver cómo salvarla a la
hermana. Un día ya los había mandado que calienten el horno, para
echarla a la chica. Después la llamó y le ha dicho que entre al
horno unos palos cortos que había, para que cuando se acerque la
peche y la tire adentro.
Los
niños se han dau cuenta de lo que iba a hacer la bruja y no la
dejaban sola a la chica. Por eso, cuando la ha llamau, ellos también
han ido, y le dice la vieja a la chica que l'eche esos palos al
horno, pero ella le dice que le enseñe cómo los iba a poner. Y
cuando la bruja entró un poco la cabeza en el horno para ponerlo
bien adentro, los niños l'han pechau con tanta fuerza que l'han
tirau adentro 'el horno. Taparon pronto el horno y no la dejaban
salir a pesar de los gritos que daba, y así l'han dejau que se ase y
se muera.
Entonces
los niños, muy contentos, se han adueñado de todo lo que tenía la
bruja. Han sacau unas bolsas y las han llenau de las riquezas que
tenía la vieja, y de cosas de comer. Y se han ido otra vez al
bosque, para ver si podían encontrar el camino de sus casas.
Han
andado muchos días, ya cansados, hasta que por fin dieron con el
camino que los llevaba a la casa, y se iban muy contentos, porque no
veían las horas de ver a sus padres.
Los
viejos los echaban mucho de menos y estaban tan pobres, que ya no
tenían qué comer. Así que, cuando los han visto llegar lloraban de
alegría. Les han contau los niños lo que les había pasau y
le han entregado todo lo que traían. Desde ese día han dejau de ser
pobres y vivían muy felices.
Pasé
por un zapato roto,
para
que usté me cuente otro.
Francisco
Rivero, 78 años. Nueva Esperanza. General San Martín. La Rioja,
1950.
Campesino
rústico.
Variantes
del cuento tradicional, que figura reducido a sus primeros motivos.
Cuento
918. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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