Éste
que era un señor con una señora, que tenían tres hijos, dos
mayores y el shulco. Los dos mayores dijeron que se iban a trabajar.
Entón el padre y la madre que le dicen a cada uno:
Pero
los otros se fueron no más. Al tiempo el shulco que le dice a la
madre, que él también se va. Entó que le dice la madre:
Y
al shulco se le 'bía puesto que se va a ir no más a trabajar. Se
fue. Bueno, entón que 'bían quedau los dos viejitos solos.
Bueno,
en fin, que el shulco después que 'bía andau un trecho, y que vio
un caminito borrau, borrau, y por el otro camino que los encuentra a
los dos hermanos mayores que venían volviendo ya. Entón que les
dice a los hermanos que qué tal les ha ido. Entón que los hermanos
le contestaron que bien. Bueno, entón que el shulco dice:
Bueno,
y que si 'bía ido. Que 'bía ido y que llega a la casa de un señor
que le pregunta pa dónde se va. Entón que le dice el shulco que se
va a buscar trabajo.
-Usté
mañana va a ensillar su burrito y se va a llevar esas vacas a una
parte que coman bien, las vacas -que le dice.
Y
así que hizo todos los días. En la mañana llevaba las vacas y a la
tarde al dentrarse el sol las traía y las dejaba en el corral.
Cuando
ya ha trabajau un tiempo, el shulco, que le dice al patrón que ya se
iba a venir a la casa. Entonces que le dice el patrón:
-Antes
me va a llevar esta carta hasta donde se hinque el burrito. Áhi
entregue la cartita y pegue la vuelta sin darse vuelta ni mirar
pa'trás. Bueno -que le dice el patrón- no vayas a tener miedo.
Primero va a encontrar un río de leche, después un río de sangre.
Pase, no vaya a tener miedo -que le dice. Después se va a dar con
río de agua. Más allá va a ver unos potreros, el pasto tamaño de
alto y las vacas por morirse de flacas. Más allá unos potreros
pelaus, pelaus, pero unas vacas gordas, gordas. Más allá va a ver
unas piedras dandosé unas con otras, y después usté va a seguir
-que le dice- hasta que llegue adonde tiene que dejar la cartita.
-Va
a llevar esta varita que tiene la virtú y cuando quera pasar los
ríos, usté diga: Varita, por la virtú que Dios te ha dau que ni
las patitas se me le mojen al burrito, y así -que le dice- va a
seguir no más.
Bueno,
entón, que se 'bía ido el shulco. Y primero que encontró al río
de leche, después al río de sangre, después al río de agua, que
los pasaba muy bien por la varita que llevaba. Después que se
encontró con los potreros, después con las piedras, después con
las peñas y que él seguía no más, hasta que llegó a un lugar
donde había un ranchito, y el burrito se hincó. Tiró la cartita el
shulco y pegó la vuelta sin darse vuelta pa atrás, por más que le
gritaban que se vuelva. En fin, que 'bía llegau el shulco a la casa
del patrón y que entonces el patrón le preguntó qué había visto,
y el shulco que le dice que primero encontró el río de leche,
después el río de sangre, después el río de agua, más allá los
potreros que 'bía dicho, más allá las piedras y las peñas dandosé
una con otras. Entó que le dice el patrón que esos potreros con
pasto, eran de los ricos, los potreros pelaus -que le dice- eran de
los pobres, las piedras, que le dice:
-Ésos
son los malos compadres. Las peñas dandosé unas con otra -que le
dice- esas son las malas comadres. Bueno -entón que le dice, ¿y
ahora qué quiere?
-Bueno
-que le dice, le vuá dar esta varillita de la virtú pa que le pida
lo que usté quera, y esto, y esto -que eran unas botas y un
sombrero. Y que le dice que cuando se ponga las botas va a correr más
que el viento, y cuando se ponga el sombrero no lo va a ver naide.
Bueno
que le'bía dáu todu eso y se fue el shulco y llegó a la casa y
allá, en fin, cuando ha llegáu, que le preguntan los viejitos y los
otros hermanos si cómo le había ido, y el shulco que le dice que
bien. Pero como los otros hermanos habían llevau plata, y este otro
no, la 'bían recibío muy desacordados. Bueno, entón fue a la hora
de cenar, el shulco fue, saca la varillita de la virtú y le
dice:
Bueno,
así que 'bía sido. En esto que se dijo, ya estaba la mesa tendida y
servida de un todo. En fin, que ya los viejitos que dicen:
Bueno,
de ver eso, los hermanos, viendo que después los viejitos no los
atendieron bien y entón que los hermanos se despidieron de los
viejitos y se fueron y quedaron los viejitos con el shulco.
Bueno, por esto 'bía sido que el patrón que 'bía tenido el shulco,
'bía síu Dios, que le dio la dicha y la virtú.
Napoleón
Castro, 63 años. El Zapallar. General Lavalle. La Rioja, 1950.
Cuento
1015. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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