Tres
amigos habían salido a cazar al bosque: uno tenía una escopeta,
otro una bala, y el tercero no llevaba nada pero era el único que
sabía disparar. De pronto oyeron un ruido. Empezaron a discutir
sobre qué clase de murmullo habían oído. Cuando estuvieron de
acuerdo y ya habían cargado la escopeta para dársela al que sabía
disparar, se dieron cuenta de que se trataba de una chica que paseaba
por el bosque. La chica les dijo: «Menos mal que no habéis
disparado, porque soy una persona igual que vosotros». Los jóvenes
estaban estupefactos al ver que la muchacha se desenvolvía en el
bosque como si fuera su propia casa. Ella les aclaró la cuestión:
«Yo vivo aquí, con una jabalí. Y ya podéis iros largando, porque
mi madre está a punto de llegan».
Los
tres amigos empezaron a discutir de nuevo sobre si podían quedarse
un rato más, cuando el primero de ellos dijo: «Me he enamorado de
la chica. Le pediré que se case conmigo». Pero también los otros
dos estaban enamorados de ella, así que las discusiones arreciaron.
De pronto se oyó un enorme rugido. La madre de la chica apareció y
los muchachos huyeron despavoridos. La jabalí les perseguía sin
desmayo. Hasta que, por fin, el que sabía disparar recordó que la
escopeta ya estaba cargada. Se volvió, disparó, y la jabalí cayó
muerta. Entonces se dirigió a sus compañeros: «No me apetece
quedarme con la carne. Si queréis, os la podéis llevar. Y, yo me
llevaré a la chica, porque al fin y al cabo he sido el que ha matado
a la jabalí».
El
dueño de la escopeta aceptó el canje. Pero el dueño de la bala se
opuso: «No hubieras podido matar a la jabalí sin mi bala. Yo
también quiero llevarme a la mujer». El otro replicó: «Podríamos
construir una casa y vivir juntos allí, y la muchacha podría
cocinar para los dos». Parecía una buena idea, pero el de la bala
no la aceptaba. De manera que siguieron las discusiones.
En
un rincón del bosque, el antílope comentaba a la tortuga: «Hay dos
muchachos que llevan toda la mañana peleándose. Tú que eres tan
sabia, ¿por qué no intervienes? Así podremos recuperar la paz del
bosque». La tortuga se acercó al lugar de la discusión y la
muchacha le comentó: «Se pelean por mí; pero yo no quiero casarme
con ninguno de ellos, porque han matado a mi madre». La tortuga le
dijo que aprovechara la noche para marcharse. Entonces los muchachos
vieron a la tortuga. Y, en lugar de escuchar los consejos que ésta
podía darles, la metieron en un bidón de agua hirviendo y la
mataron. Después prosiguieron la discusión.
Y
así quedaron las cosas: la chica queriendo escaparse; y ellos dos
discutiendo; y a' lo mejor todavía siguen haciéndolo, por no
escuchar los consejos de la vieja tortuga.
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
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