Había
un diablo y una diabla. Ya sabe que antes había diablos. Se casaron
pero no pudieron tener familia, los tipos. Vivían solos. Y querían
tener familia, herederos, pero no pudieron. Al año pensaron de
buscarse algún niño como para criarlo y uno de ellos robó un
condecito del Rey, y la diabla robó una condecita. Y áhi los
criaron hasta unos veinte años lo menos, que habían tenido. Cuando
ya 'taban grandes, ya pensaban ellos, y eran poderosísimos también,
porque eran muy inteligentes. Se daban cuenta que ellos no eran
diablos y se pusieron di acuerdo para irse.
Estos
niños dormían solos en sus dormitorios. Hacían ruido en la noche.
Andaban andando. La diabla los sentía. Le dice la diabla al diablo:
-Bueno,
ya trataron de hacerlos dormir en una cárcel de fierro, hacerlos
dormir ahí. Todo de fierro, las puertas de fierro y echales llave.
-Ahora
'tate tranquila -le dice el diablo- porque no salen nunca. ¡Cuándo
se van a ir! ¿Por dónde van a salir?
Bueno,
'taban deliberando los niños, cuando dice la condecita -se llamaba
Blanca Nieve.
-Traete
el flaco pa que disparemos de las casas, enancaus. Vamos a disparar,
porque en el flaco vamos andar más ligero. Y los diablos ya 'taban
sintiendo que había movimiento, que querían huir.
El
caso es que jue el tipo y trajo el caballo más gordo. Porque el
flaco, decía que nu iba a resistir, claro. Trajo el gordo.
Ya
cuando amaneció la llamaron a Blanca Nieve, de madrugada, para que
juera a saludar, en fin, de mañana. Les contestaba ella. Venía
aclarando. Y les contestaba ella. Porque había dejado una escupida
ella en el lugar de la casa, ¿sabe? Y esa escupida, tenía ese
poder, de contestar, di hablar.
Y
una vez que ya se levantan los diablos ya los echan al medio y no ven
ninguno. Y ya vieron que si habían ido. Ya jueron al galpón y ya
faltó el caballo. Y ya lo mandó la vieja al diablo que juera a
trair un caballo cualquera. Y salió ese diablo ¡ayayay!, en el
flaco ése. Que, áhi cerca no más los alcanzó. Ya los devisó,
¡qué diablo!
Ya
cuando los alcanzó, ya les pegó el grito. La condecita se sacó un
peinecito, lo tiró y se formó un pencal grandísimo, que no pudo
pasar ese diablo con el caballo. Y no hubo caso. Y orilló, y orilló,
y no hubo nada qui hacer. Y los otros se jueron no más.
-Que
si, que no los hi podíu alcanzar porque hay un pencal muy grande y
nu hi podiu llegar ande 'tán ellos. Se van no más.
Salió
en el mismo caballo. Los volvió alcanzar. Volvió a tirar una
varilla, la niña, y se formaron unos barrancones, al llegar otra
vez. Se volvió la varilla unos barrancones que no pudo pasar. Se
volvió.
Áhi
recién, jue la pelea grande con la diabla, porque ya lo retó mucho,
ya. Que le dejó ir los hijos.
-¡Andá,
traime la chancha!
¡Ah!,
y a la chancha la había desgarronau el tipo. Li había ordenau la
otra niña que trajiera el flaco y desgarronara la chancha, que tamén
era di andar.
Qué,
la chancha volaba más que el viento, más ligera que no sé qué. Y
seguía, ¡y ponga!, ¡y ponga!, ¡y ponga! Ya los devisó tamén y
los alcanzó. Y entonce sacó la niña una botellita que llevaba di
agua y la roció. Se l'hicieron unos lagunones que no pudo pasar la
chancha. Y iba de una punta de la laguna a la otra y le gritaba:
De
la otra punta de las lagunas volvía a gritar. Que daba una estirada
y le pegaba en la chanchita a la otra punta. Y di áhi la insultó, y
le gritó otra vez.
Bueno...
Se jueron y se volvió la diabla pa su casa. Llegaron a un pueblito
qui había ande era la casa di un conde.
-Yo
me voy a quedar acá y vos vas a ir a visitar tu familia, tus padres
-quedaban cerca-, pero con la consigna que no te vas a dejar abrazar,
porque si te dejás abrazar vos te olvidás de mí.
Ya
ha llegado a la casa. Usté sabe qué gusto tenían cuando lo
devisaron, lo conocieron, los padres, los familiares. Salieron todos,
pero no se dejaba abrazar por nadie. Nu había caso. Ya lo sentaron.
Cómo no viene una esclava, una negrita que tenían por áhi, y lo
caza de la espalda y lu abraza. Si olvidó de Blanca Nieve. Ya si
olvidó de todo. ¡Puta!...
Se
buscó una chica, por áhi. Hasta condes han sido. Y ya se iba a
casar. El día del banquete pasaban con las cosas, toda preparata.
A
Blanca Nieve, los familiares del conde, ande ella 'taba la habían
llevau tamén invitada. Áhi 'taba sentada. Muy desconocida. Todos si
almiraban de verla que nunca la habían visto. Pero el Conde tampoco
la conocía porque si olvidó, si olvidó por completo.
Y
'taban charlando áhi, haciendo algunos chistes, cuentos, mientras
venía el cura para qu'hiciera la ceremonia, el casamiento. Y claro,
la chica 'taba callada, sentada, así. Nadie le decía nada.
-¿Y
usté, señorita -le decía uno, no podrá tener algún cuentito, ya
que'tamos charlando con cuentitos, acá?
Sacó
un gaíto y lo puso en la mesa.
Abre
los ojos el Conde, si acuerda 'e Blanca Nieve. Bueno... Ya botó la
novia. Ya se fue y comenzó a bailar con ella y se casó tamén. Y
vivieron un año.
-Tomó
estos tres pañuelos bordados con mi nombre para que nunca ti olvides
de mí. Yo me voy a ver a mis padres, tengo ganas de ir -y se jue-. Y
cuando querás ir vos alguna vez ande yo 'toy podés irte. Llevá los
pañuelos de recuerdo.
Güeno.
No venía, no venía, no venía. Pasó un año, pasaron dos años. El
tipo ya la quería ver, y quería juntarse con su señora. Y tan
queridísimos, como hermanos que eran. Ya salió a buscarla.
Anduvo
muy mucho. Anduvo tanto, que por ahí corriendo y preguntando de
Blanca Nieve, llegó ande había un gigante:
Se
sale otra vez. Sale y encuentra unos tipos que 'taban peliando en una
casa por que si había muerto el padre y les había dejado unas
prendas por repartirse. Era un sombrero, un capote (un abrigo) y unas
botas. Cada uno quería llevar todo. Entonce les dice:
Y
qué, se las midió y se las echó. Las botas corrían más ligero
que el viento. Con el abrigo no lo veían ande entraba, y el
sombrero, ni el rayo que cayera encima nunca li hacía nada. Y se jue
a buscarla a Blanca Nieve. Andaba ahora ligero, éste.
Cayó
un rayo y lo enfocó y lu echó abajo. Y cayó ande 'taba el
banquete. La gente 'taba áhi. Era un pueblito. Había mucha gente,
pero no lo dejaban entrar; era un hombre desconocido. Todo con
guardia, policía, nu había caso. Y bueno, él se puso el tapado
ése, el capote, y entró. Y nadie lo vio. Se sentó. Y lo ven por
áhi y li hacen una invitación, que bailara. Pero la niña no se
casaba todavía, faltaban todavía unos minutos. Entonce sale a
bailar. Él ya la conoció a Blanca Nieves. Blanca Nieve no lo
conocía, porque, ¡cómo iría el pobre ya!, tantos años que 'taba
separado ya, pero por los pañuelos, se dio cuenta.
Comenzaron
a bailar y áhi no más lo tiró al novio. Y áhi han quedau meta
baile y yo me vine para acá y no lu hi visto más.
Gregorio
Garro, 80 años. La Mesilla del Cura. San Martín. San Luis, 1968.
Modesto
ganadero. Originario de esta meseta. Muy buen narrador.
El
cuento es una variante del cuento tradicional.
Cuento
879. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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