Era
un cazador que tenía su señora, la cual esperaba familia. Y un día
fue al mar y sacó un pescado. Éste, antes de morir le pidió que
enterrara sus aletas para cuando naciera el niño. Y resulta que
nacieron dos niños, y en el lugar que enterraron las aletas
encontra-ron dos espadas de oro. Y esas espadas fueron la suerte de
toda la vida de estos niños.
Uno
de los niños, en cuanto creció se fue del lado de sus padres porque
eran muy pobres. Y se casó con una princesa. Una tarde mientras
caminaba vieron que salía humo de una casa, y la señora le dijo al
esposo que no fuera, que allí vivía una bruja que con agua caliente
los mataba. Él dispuso que iría. Y fue y llegó. Con engaños lo
mató la bruja.
A
los días fue el otro hermano a la casa de la señora que seguía
esperando al esposo. Y lo confundió con el hermano. Y esa noche
durmieron juntos. Y él puso la espada entre los dos.
-Ya
no t'irís al humito.
Y
se dio cuenta de todo y se fue. Y llegó y vio a la bruja y al
enterarse que el hermano había muerto, fue y lo hizo resucitar.
Lucinda
Aguilera, 40 años. La Buitrera. Picunches. Neuquén, 1951.
La
narradora explica que oyó contar este cuento a la madre, que sabía
muchos cuentos y tenía muy buena memoria, pero que ella no la tiene
y sólo se acuerda de unas partes como
la que aquí ha contado.
Cuento
865. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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