Era
en tiempo de la antigüedá. En un pueblito que estaba muy lejos,
habían dos niños, un niño y una niña que habían quedado
huérfanos. La niña era muy linda. Un día desapareció la niña.
Todos los del pueblo la salieron a buscar. No aparecía por ningún
lado. Decían que un hombre raro aparecía a veces por ahí que
robaba cosas de valor y que nadie lo podía seguir y agarrarlo porque
se desaparecía como brujo y que él podía haber llevado la niña.
El hermanito quedó muy triste y un día dice:
-Yo
no soy cobarde. Yo voy a buscar a mi hermana. La buscaré hasta el
fin del mundo. Si no la encuentro no vuelvo.
El
niño se fue. Empezó a trotar mundo. Caminó y caminó. Pasaban los
días y las noches y no encontraba ninguna noticia. Seguía andando
por los bosques y por los poblados. Se alimentaba de frutas de lo que
encontraba en el campo. Y después de un tiempo que andaba, una
nochecita, vio entre el monte una lucecita. Divisó una luz y siguió
hasta que encontró unas casitas muy chiquitas. Llegó y vio que
vivían unos enanitos negros. Eran tan chiquitas las casitas que el
chico tenía que entrar en cuatro pies. Entonce lo recibió el
enanito que mandaba y le preguntó al niño qué le pasaba. Se
sorprendió de ver que un niño había llegado a ese lugar tan lejos.
Eso era otro mundo. El enano tenía 140 años. El niño desconsolado
le contó lo que le pasaba con su hermana. Entonce el enano le dijo
que él lo ayudaría hasta donde él podía. Le indicó el camino
para llegar al país verdadero de los enanos. Le dijo que ahí vivía
su padre que tenía 180 años, y que no había cosa que él no
supiera y no la remediara. El niño pasó la noche con estos enanos,
comió bien, durmió bien, y con las indicaciones del viejito enano,
tomó el camino. El viaje fue muy penoso porque le tocó atravesar
montañas, pantanos, y defenderse de los animales salvajes. Después
de mucho andar, divisó muchas, muchas luces. Entonce el chico,
contento, calculó que era el país de los enanos. Y llegó y golpió
las manos y un enjambre de enanitos salieron a recibirlo y gritaban:
Entonce
el viejito, sin asombrarse lo recibió y le hizo las mismas preguntas
que le hizo su hijo, el otro enano viejo. El chico le contó la
historia de la hermanita que le habían robado. Entonce el enano, que
sabía todo lo que pasaba por que era adivino, le dijo:
-Sí,
a tu hermana te la robaron. Te la robó el mago que vive muy lejos de
aquí. Hay que andar un camino largo y hay que cruzar un río que
siempre está muy crecido.
El
chico se puso a llorar creyendo que él no podría llegar a ese
lugar, y que nunca más la vería a su hermana. Entonce el viejito
enano, que era muy bueno, le dijo:
-No
te preocupes ni llores que yo te voy a dar todo el poder para que
puedas cruzar el río y llegar adonde está tu hermana y para que se
la quites al mago.
-Tomá,
yo te voy a dar el poder para cruzar el río y tenés que decir:
«Plumita, plumita, volveme gaviota y haceme volar hasta que cruce el
río». Además, a esta plumita guardala bien porque con ella te
podés transformar en lo que te haga falta. Así engañarás al mago
y podrás recuperar a tu hermanita. En eso, como los enanitos habían
oído su conversación y que había tenido que viajar mucho, le
prepararon una canasta con los mejores manjares para él y para su
hermanita. El niño se fue muy agradecido por el camino que le señaló
el viejito enano.
Después
de caminar muchos días, llegó, el niño, al río. En seguida le
pidió a la plumita que lo transformara en gaviota y cruzó el río.
Después siguió el camino, que le dijieron, que era muy largo y feo.
Al tiempo divisó un hermoso palacio, el palacio del mago.
Escondiendosé entró en el palacio y vio a la hermanita en una
ventana. Se llegó y golpió la ventana. La hermanita se llevó una
gran sorpresa y corrió y le abrió. Se abrazaron y ella llorando le
dice:
-No
te preocupes, cuando llegue no me va ver y yo me arreglaré para
llevarte. ¿Le gusta el vino al mago?
-Bueno,
tomá -le dice y le da un polvo. Echale esto en el vino y se va
quedar dormido y nosotros nos vamos. Y no se va a despertar más, no
tengás miedo.
Llegó
el mago muy enojado y preguntando quien había venido. La niña dijo
que nadie. El mago miraba por todos lados y decía que había olor a
carne humana. Como estaba puesta la mesa, la chica empezó a servir.
En un descuido le echó el polvo al vaso del vino del mago. El mago
lo tomó y quedó muy dormido. Y con ese sueño se murió.
El
chico volvió a ser chico. Entonce le dijo que busque las cosas de
oro quí había robado el mago para llevarlas, pero sólo pudieron
llevar algo, que no tensan fuerzas para todo. Tomaron el camino y
llegaron al río y pasaron el río, porque con la plumita se hicieron
gaviotas y volaron. Llegaron al reino de los enanos y les dejaron
todo los regalos. Siguieron caminando y llegaron a su pueblo. Cuando
llegaron, todos salieron corriendo. El niño contó la historia y
todos le hicieron una gran fiesta porque él había salvado a la
hermana y a todos del mago que era un gran peligro para el pueblo.
Héctor
Maritano, 57 años. San Genaro Norte. Santa Fe, 1961.
El
narrador dice que oyó contar este cuento al padre, que era italiano,
pero que vino de niño al país, y también lo oyó a un viejo
criollo.
Cuento
928. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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