Ésta
era una viejita que tenía siete hijos, seis varones y una hija
mujer. La viejita era muy pobre. Siempre ella, cuando se ponía a
sacar de comer para darles a los hijos, se sentaba en un banquito, en
el medio de la casa, con la oíta, y los niños la rodiaban a la
viejita.
Un
día se pone la viejita a sacar de comer, y los niños la 'stan todos
rodiandolá. Claro, ella no alcanzaba a hacer las partes para todos,
tan ligero. Todos le pedían:
La
volvían loca. Todos se inconformaban y tocaban las cosas y li hacían
cair el cucharón y el tenedor.
Entonce,
la viejita, abatida y enojada, en un momento di arrebato, dice, pero,
claro, sin mala intención:
Los
varones eran los que la sacaban de paciencia. Al momento se volvieron
cuervos los hijos varones. Y agarran y se jueron. La viejita quedó
muy triste, claro, pero no sabía qué hacer.
Los
cuervos éstos, andaban siempre juntos y sabían venir a una laguna.
La hija mujer de la viejita iba siempre a llevarles migas de pan a
los hermanos cuervos. Esta chica iba siempre, y un día, cuando los
cuervos levantaron vuelo, ella se jue siguiendolós. Y sin darse
cuenta se jue muy lejo y se perdió por los campos.
Anduvo
mucho tiempo perdida esta niña y en lo que andaba por ahí,
encuentra un enano. Y hablaron, y que le preguntó el enano qué
andaba haciendo. Y ella le dijo lo que le había pasado. Que le dice
entonce el enano:
-Mire,
niña, si usté se anima a cumplir con lo que yo le voy a decir, yo
se los voy a volver a sus hermanos como eran antes. Pero, para esto,
usté tiene que estar un año sin hablar, quere decir un año muda. Y
durante ese año, usté se va hacer siete camisas, seis para sus
hermanos y una para mí. Al año justo -que dice- van a volver los
seis cuervos, y yo voy a venir adelante, también hecho cuervo, y
usté los va a tirar las camisas, a mí y a cada uno de sus hermanos.
Y áhi vamos a ser hombres otra vez.
La
niña quedó sola, y quedó por los campos, pero no hablaba nada. En
lo que andaba, la chica, un día la encontró un príncipe. Que le
dice:
La
llevó el Príncipe al palacio. Ella andaba áhi, por la cocina, por
esas partes. Y siempre andaba cosiendo las camisas. Y siempre andaba
muda.
El
Príncipe tenía una negra esclava. Y esta negra le tenía envidia y
le tenía rabia a la niña. La niña que era muy linda, pero como
andaba mal vestida y mal peinada no se vía cómo era.
-Vea,
mi amito, esa niña debe ser bruja. No habla ni dice nada. Debimos
matarla. Puede hacer algún mal en la casa.
-Mirá,
te vamos a matar. Te vamos a quemar -el Príncipe le decía a ver qué
hacía ella. Ella no dijo nada.
Era
justamente ya el año que 'taba muda y ya había terminado las
camisas. Y ya la negra hizo hacer una pila de leña para quemarla.
Cuando
tuvo la pila de leña, la pusieron áhi a la muda. Ella iba con las
camisas bien apretadas, no las largaba. Cuando 'tán áhi
encendiendo el juego, llegan siete cuervos volando. Cuando se
abajan, ella les va tirando las camisas y todos se hacen como eran
antes. Y también el enano, y se hace un lindo mozo, porque 'taba
encantado de enano. Entonce la niña pudo hablar y le contó todo al
Príncipe. Que ella no era bruja, sino que 'taba penando para salvar
a sus hermanos. Entonce el Príncipe se enamoró de ella y se
casaron. Y los hermanos quedaron a vivir con ellos. A la negra sí la
quemaron porque ésa sí era bruja, por eso la quería hacer quemar a
la niña.
Juan
Lucero, 67 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1952.
Gran
narrador.
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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