Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

Los cuervos .1023

Ésta era una viejita que tenía siete hijos, seis varones y una hija mujer. La viejita era muy pobre. Siempre ella, cuando se ponía a sacar de comer para darles a los hijos, se sentaba en un banquito, en el medio de la casa, con la oíta, y los niños la rodiaban a la viejita.
Un día se pone la viejita a sacar de comer, y los niños la 'stan todos rodiandolá. Claro, ella no alcanzaba a hacer las partes para todos, tan ligero. Todos le pedían:
-A mí déme di aquí.
-A mí déme eso, esto no quiero.
-A mí me dio poquito. Déme más.
-Déme otro poquito di acá, siempre me da lo pior.
La volvían loca. Todos se inconformaban y tocaban las cosas y li hacían cair el cucharón y el tenedor.
Entonce, la viejita, abatida y enojada, en un momento di arrebato, dice, pero, claro, sin mala intención:
-¡Malditos estos muchachos! ¡Dios y la Virgen que se vuelvan cuervos!
Los varones eran los que la sacaban de paciencia. Al momento se volvieron cuervos los hijos varones. Y agarran y se jueron. La viejita quedó muy triste, claro, pero no sabía qué hacer.
Los cuervos éstos, andaban siempre juntos y sabían venir a una laguna. La hija mujer de la viejita iba siempre a llevarles migas de pan a los hermanos cuervos. Esta chica iba siempre, y un día, cuando los cuervos levantaron vuelo, ella se jue siguiendolós. Y sin darse cuenta se jue muy lejo y se perdió por los campos.
Anduvo mucho tiempo perdida esta niña y en lo que andaba por ahí, encuentra un enano. Y hablaron, y que le preguntó el enano qué andaba haciendo. Y ella le dijo lo que le había pasado. Que le dice entonce el enano:
-Mire, niña, si usté se anima a cumplir con lo que yo le voy a decir, yo se los voy a volver a sus hermanos como eran antes. Pero, para esto, usté tiene que estar un año sin hablar, quere decir un año muda. Y durante ese año, usté se va hacer siete camisas, seis para sus hermanos y una para mí. Al año justo -que dice- van a volver los seis cuervos, y yo voy a venir adelante, también hecho cuervo, y usté los va a tirar las camisas, a mí y a cada uno de sus hermanos. Y áhi vamos a ser hombres otra vez.
La niña acetó.
La madre, la viejita, se quedó sola, se apensionó y murió.
La niña quedó sola, y quedó por los campos, pero no hablaba nada. En lo que andaba, la chica, un día la encontró un príncipe. Que le dice:
-¿Qué andás haciendo?
Ella no le contestó nada, no podía hablar.
-¿Querís que te lleve?
Entonce ella hizo seña que sí y caminó para el lado de él.
-¿Ve? Ella quere que la lleve -dijo uno de los piones del Príncipe.
La llevó el Príncipe al palacio. Ella andaba áhi, por la cocina, por esas partes. Y siempre andaba cosiendo las camisas. Y siempre andaba muda.
El Príncipe tenía una negra esclava. Y esta negra le tenía envidia y le tenía rabia a la niña. La niña que era muy linda, pero como andaba mal vestida y mal peinada no se vía cómo era.
Y un día que le dice la negra al Príncipe:
-Vea, mi amito, esa niña debe ser bruja. No habla ni dice nada. Debimos matarla. Puede hacer algún mal en la casa.
Y el Príncipe que dice, después de mucho tiempo que la negra le decía esto, todos los días:
-Capaz no más que sea bruja esta niña tan rara. La vamos a matar.
Y bueno, un día le dice:
-Mirá, te vamos a matar. Te vamos a quemar -el Príncipe le decía a ver qué hacía ella. Ella no dijo nada.
Era justamente ya el año que 'taba muda y ya había terminado las camisas. Y ya la negra hizo hacer una pila de leña para quemarla.
Cuando tuvo la pila de leña, la pusieron áhi a la muda. Ella iba con las camisas bien apretadas, no las largaba. Cuando 'tán áhi encendiendo el juego, llegan siete cuervos volando. Cuando se abajan, ella les va tirando las camisas y todos se hacen como eran antes. Y también el enano, y se hace un lindo mozo, porque 'taba encantado de enano. Entonce la niña pudo hablar y le contó todo al Príncipe. Que ella no era bruja, sino que 'taba penando para salvar a sus hermanos. Entonce el Príncipe se enamoró de ella y se casaron. Y los hermanos quedaron a vivir con ellos. A la negra sí la quemaron porque ésa sí era bruja, por eso la quería hacer quemar a la niña.
Y así jue el premio de la niña que sufrió tanto. Y vivieron muchos años muy felices.

Juan Lucero, 67 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1952.

Gran narrador.

Cuento 1023. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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