Éste
que era un rey muy desgraciado en su amorío y siempre perseguido por
una vieja que se decía ser bruja. El Rey quiso casarse con una linda
muchacha del pueblo, la que tenía delirio de un hermoso jardín
donde debía haber flores, aves y lo más hermoso de la tierra. Esta
vieja venía, todos los días, mandada por la niña, a ver el jardín
del Rey y decirle lo que le faltaba.
El
Rey tenía de toda clase de flores pero le faltaba que en el medio
d'él salga un chorro de agua formando el arco iris, llamada agua
encantada. Como de costumbre esta vieja fue un día y le dijo al Rey:
Entonces
el Rey le preguntó a la vieja cómo haría para conseguirla,
contestandolé ésta que tendría que ir él. El Rey hizo ensillar el
mejor caballo y partió, todo apenado, pues sabía que el que iba
allí no volvía. Se encomendó en Dios y siguió viaje. Por la mitá
del camino llegó a un rancho, al parecer solo, y se da con un viejo
barbudo y petizo. Allí durmió esa noche y al otro día muy
temprano, lo tapó a su zaino para seguir viaje. Y entonces el
viejito le preguntó adónde iba, y el joven Rey le dijo:
-Miró,
ensillá ese caballo blanco y andate en él, pero antes de llegar,
por la orilla del camino, verás muchas piedras de varios colores.
Son hombres que como vos fueron por el agua encantada y quedaron
hecho piedra. Pero vos ite y no mirís al lado, ni te dís vuelta
para atrás. Cuando lleguís al agua, alzá un jarrito lleno y montás
rápido y decí: «Dios y mi caballo blanco que corra más rápido
que el viento».
El
Rey así lo hizo como le dijo el viejito y después de dar dos o tres
chupadas al mate, siguió. Áhi jue derechito, amigo, y el Rey alzó
el agua y montó en su blanco, y dijo: «Dios y mi caballo blanco que
corra más que el viento». ¡Erra, porra, amigo! Volaba el blanco, y
una tropilla de moros le retaban di atrás, pero no debía darse
vuelta para que no se haga piedra. Llegó al ranchito. El viejo lo
recibió muy bien y ensilló su zaino y continuó el viaje a su casa,
pero antes de que se vaya, le dijo el viejo:
Dicho
esto el viejo y el rancho desapareció. El Rey llegó a su casa. Puso
en el centro del jardín l'agua y cuando vino la vieja, le dijo:
Y
el Rey se casó con la niña que quería y fue muy feliz hasta que yo
los dejé y me vine. Y hasta la fecha no supe más de ellos.
Juan
Díaz, 78 años. Pozo del Medio. General Ocampo. La Rioja, 1950.
Campesino
originario de este lugar. Aprendió el cuento de la madre que era una
gran narradora, pero ha olvidado buena parte de su argumento. Hay
confusión con el antiguo cuento de El
agua encantada.
Cuento
861. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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