Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

Las tierras de tutiris y nunca volveris .861

Éste que era un rey muy desgraciado en su amorío y siempre perseguido por una vieja que se decía ser bruja. El Rey quiso casarse con una linda muchacha del pueblo, la que tenía delirio de un hermoso jardín donde debía haber flores, aves y lo más hermoso de la tierra. Esta vieja venía, todos los días, mandada por la niña, a ver el jardín del Rey y decirle lo que le faltaba.
El Rey tenía de toda clase de flores pero le faltaba que en el medio d'él salga un chorro de agua formando el arco iris, llamada agua encantada. Como de costumbre esta vieja fue un día y le dijo al Rey:
-Al lindo jardín que tiene Su Majestad para la patrona, le falta una cosa.
-¿Que será? -preguntó el Rey.
-El agua encantada.
-¿Dónde se encuentra? -preguntó el Rey.
-En las tierras de Tutirís y no Volverís.
Entonces el Rey le preguntó a la vieja cómo haría para conseguirla, contestandolé ésta que tendría que ir él. El Rey hizo ensillar el mejor caballo y partió, todo apenado, pues sabía que el que iba allí no volvía. Se encomendó en Dios y siguió viaje. Por la mitá del camino llegó a un rancho, al parecer solo, y se da con un viejo barbudo y petizo. Allí durmió esa noche y al otro día muy temprano, lo tapó a su zaino para seguir viaje. Y entonces el viejito le preguntó adónde iba, y el joven Rey le dijo:
-A las tierras de Tutirís y no Volverís.
El viejo dijo:
-¡Ay!...
Y después de un rato le dijo:
-Miró, ensillá ese caballo blanco y andate en él, pero antes de llegar, por la orilla del camino, verás muchas piedras de varios colores. Son hombres que como vos fueron por el agua encantada y quedaron hecho piedra. Pero vos ite y no mirís al lado, ni te dís vuelta para atrás. Cuando lleguís al agua, alzá un jarrito lleno y montás rápido y decí: «Dios y mi caballo blanco que corra más rápido que el viento».
El Rey así lo hizo como le dijo el viejito y después de dar dos o tres chupadas al mate, siguió. Áhi jue derechito, amigo, y el Rey alzó el agua y montó en su blanco, y dijo: «Dios y mi caballo blanco que corra más que el viento». ¡Erra, porra, amigo! Volaba el blanco, y una tropilla de moros le retaban di atrás, pero no debía darse vuelta para que no se haga piedra. Llegó al ranchito. El viejo lo recibió muy bien y ensilló su zaino y continuó el viaje a su casa, pero antes de que se vaya, le dijo el viejo:
-Mirá, m'hijo, yo soy Dios y t'hi venido auxiliar para que te casés con esa niña del pueblo.
Dicho esto el viejo y el rancho desapareció. El Rey llegó a su casa. Puso en el centro del jardín l'agua y cuando vino la vieja, le dijo:
-Ahora sí que te puedes casar.
Y el Rey se casó con la niña que quería y fue muy feliz hasta que yo los dejé y me vine. Y hasta la fecha no supe más de ellos.

Juan Díaz, 78 años. Pozo del Medio. General Ocampo. La Rioja, 1950.

Campesino originario de este lugar. Aprendió el cuento de la madre que era una gran narradora, pero ha olvidado buena parte de su argumento. Hay confusión con el antiguo cuento de El agua encantada.

Cuento 861. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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