Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

Las animas protectoras .1027

Había una vez una señora que tenía criando a una sobrina. Esta niña estaba ya algo crecida y la tía tenía interés en hacerla casar. La chica no quería casarse, pero la tía lo veía muy conveniente de hacerla casar con un señor muy rico del pueblo. Este señor quería casarse con una niña que fuera muy habilidosa. Entonce la tía lo engañó, le dijo que su sobrina sabía hacer bordados muy hermosos, que hilaba muy finito, lindo; en fin, que era una niña que sabía muchas cosas. Que cortaba a las mil maravillas las ropas para hombre. Entonce, un día, este señor va a visitarla a la viejita, para ver, de paso, a la sobrina. Entonce la viejita ha presentado a la sobrina y él hizo que la sobrina le hiciera unos chalecos bordados. Entonce la tía le dice:
-Cómo no, traigalós no más que mi sobrina se los va hacer.
Entonce, el señor, más tarde volvió trayendolé las telas y los hilos para que le hiciera unos chalecos bordados. Entonce la chica se vio en mucho apuro porque no los sabía bordar. No hallaba qué hacer. Entonce la tía le dijo:
-Dejate llevar. Hacelo como puedas, que te saldrá bien.
Entonce, en la noche, la chica se fue a su pieza con los cortes de tela y los hilos de bordar y no sabía qué hacer. Era tal su desesperación que la chica empezó a rezar, a invocar a las almas, a las ánimas, que ella siempre sabía ponerles velas, rezarles. Entonces acudieron en seguida tres ánimas, y le decían que no se aflija, que deje todo en manos de ellas y que se vaya a descansar.
Al día siguiente, a la mañana, encontró la niña ésta, la sobrina, encontró los chalecos cosidos y bordados, muy bien. Entonce la tía, contenta, le hizo entrega al señor éste que quería que sea su futuro sobrino. Y estaban muy hermosos los chalecos bordados. Entonce, después, el señor quiso traerle también una lana para que le hiciera un hilo finísimo. Entonce también trajo. La señora le dijo:
-Tá muy bien, traiga no más.
Cuando le trajieron la lana a la niña, también la niña sufrió mucho porque no sabía hilar, no sabía hacer el trabajo. Y lo mismo a la noche, cuando se fue a la pieza con la lana y con el huso y todo para hilar, ha hecho un pedido a las ánimas. Entonce de nuevo acudieron las almas a ayudarla y le dijieron:
-Vete a dormir tranquila que nosotros te vamos hacer el hilo.
A la mañana siguiente cuando se levanta la niña, va y estaba todo el hilo hilado y ovillado, hermoso. Entonce la tía hizo entrega al señor de este hilo y inmediatamente el señor quiso casarse con la niña. Prepararon la fiesta, la boda. El señor presentó de su casa muchos animales para matarlos, chanchos, gallinas. En fin, hicieron una fiesta muy linda, invitaron a la gente del pueblo. Pero la chica le pidió un favor, que, cuando invitaran, dejaran que ella hiciera una invitación especial a tres tías viejísimas que ella tenía. Pero, estas tales tías no existían, eran las ánimas. Y este trato tenían con ella, ya que ella había salido tan bien, que las invitara a la boda. Entonces la tía aceptó que se las invitara y el señor también.
Cuando ya estaban en lo mejor de la fiesta, llegaron estas tías. Las hicieron pasar, pero, ¡eran tan feas! Les pusieron asiento y entonces vino el señor que acababa de casarse con la niña, vino a saludarlas. Y le causó almiración verlas tan feas. Y le dice a una de ellas que tenía los ojos muy rojos, muy feos, y siempre con lágrimas:
-¿Qué le pasa, señora, en la vista?
-¡Ah, es de tanto bordar! Así se me ha cegado la vista de tanto bordar.
Y entonces pensó para sus adentros: a mi señora no la voy a dejar bordar.
Bueno. Entonces va y le pregunta a la otra:
-¿Qué le pasa, señora, que usté tiene un bracito encogido y el otro tan largo?
Y dice:
-¡De tanto hilar, señor! Como siempre este brazo está estirado para llevar el hilo, se me ha hecho este brazo largo, y el otro, encogido, de tanto hilar.
Entonce el esposo pensó: yo a mi señora no la voy a dejar hilar más, para que no se le deformen los brazos.
Y la otra tía, también la vista toda roja, muy enteramente achacosa. Le dice el señor:
-¿Por qué está así, señora?
-Y, de tanto coser y cortar. Como hago tanto esfuerzo así, al estar cosiendo, se me ha criado esta joroba en la espalda.
Entonce él pensó: a mi señora no la voy a dejar cortar ni coser. Y sacó de la casa todo, todo lo que fuera implemento para bordar, para hilar, para coser, para que ella no los usara y siempre se conservara su figura linda. Y de esa forma la chica se salvó de hacer esos quehaceres que no sabía.

Y vivieron felices,
comieron perdices,
y a mí no me las dieron,
porque yo no las quise.

Antonia Díaz de Páez, 46 años. Los Sarmientos. Chilecito. La Rioja, 1968.

La narradora es maestra. No ha salido de su región. Aprendió éste y otros cuentos de la madre, que era una gran narradora.

Cuento 1027. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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