Ésta
era una vieja giganta, que era bruja. Tenía esta giganta una cucha y
áhi encerraba los chicos que llegaban a su casa y los hacía
engordar con carne de perro. Después que 'staban gordos los sacaba y
los carniaba.
Una
vez, dos hermanitos, un varón y una niña, andaban perdidos en el
campo y cayeron a la casa de la giganta. La giganta los tenía con
engaño y los mandó a buscar leña. Se encontraron con un viejito
muy anciano, y les dio una colita de quirquincho a cada uno. Les dijo
que cada vez que la giganta los llamase, se pusieran esa colita
güeca, de quirquincho, en el dedito gordo.
La
giganta, cuando ya los había tenido un tiempo, a los chicos, los
llamaba y les tocaba el dedito gordo de la mano, para ver si habían
engordau como para hacer un buen asau. Cuando 'staba duro el dedito,
'taban tuavía flacos.
Los
llamaba todos los días, a los chicos, y les tocaba el dedito, y
siempre 'staba duro. La giganta les daba muy bien de comer, pero
nunca se les ponía el dedito blando. Pasó mucho tiempo y al fin la
giganta determinó comerlos flacos, no más, ya que no los podía
engordar, porque tenían siempre los deditos duros. Claro que era la
colita de quirquincho, que ella tocaba.
Entonces
los mandó a ellos mismos a juntar la leña para hacer juego y
asarlos. Cuando andaban juntando la leña, muy contentos, inocentes
de lo que les esperaba, se les apareció el viejito. Ellos le
dijieron que la giganta los había mandado a acarriar leña. Entonce
el viejito les dijo que cuando la giganta hiciera el juego, y los
mandara a soplar el juego, que la chica dijiera que no podía porque
tenía una espina en la boca, y el chico que no podía porque tenía
las rodillas lastimadas. Y que entonce, cuando la giganta se agachara
a soplar ella, el juego, que la empujaran entre los dos, y l'echaran
al medio 'el juego. Que si no l'echaban, ella los iba a comer a los
dos.
Los
hermanitos volvieron a la casa de la giganta bruja, y ella hizo con
la leña una jogata grandota. Entonce les dijo que soplen. La niña
dijo que no podía, que tenía hincada una espina en la boca, y el
varoncito le dijo que no se podía arrodillar, para soplar, porque
tenía lastimadas las rodillas. Entonce, la giganta enojada, se
agachó para enseñarles cómo se sopla el juego, y áhi se pusieron
ellos uno de un lau y otro del otro, y la pecharon, y l'hicieron cair
en el medio 'el juego. Y así se salvaron ellos.
Después
se les apareció el viejito, y les dijo que era Tata Dios, que había
venido para protegerlos.
Variante
del cuento tradicional; faltan motivos.
Cuento
925. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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