Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de febrero de 2015

La valentia de ugula .023

Ndjambu, su mujer Ngwalezie y su hijo Ugula decidieron hacer una finca para poder comer. De manera que fueron al bosque y empezaron a chapear un terreno con la intención de cultivarlo. Pero aquel bosque era de Monanga, y cuando se enteró de que alguien pensaba hacer allí su finca no estuvo de acuerdo. Por la noche fue al bosque y lo reconstruyó: volvió a poner los árboles en su sitio y colocó también en el lugar correspondiente las hierbas que se habían cortado.
Al día siguiente, Ndjambu estaba asombrado: «No puede ser. Alguien ha deshecho nuestro trabajo». Tuvieron que empezar la finca de nuevo, sin que valiera para nada el trabajo del día anterior. Por la noche Monanga y su banda de fantasmas volvieron a aparecer por el bosque y lo dejaron todo tal como estaba.
Al tercer día, Ndjambu concibió un plan: «Dado que esto nos lo hacen por la noche, esta noche les esperaremos». Efectivamente, al atardecer Ndjambu y Ugula tomaron sus lanzas y se pusieron al acecho en el corazón del bosque de los fantasmas.
Cuando éstos aparecieron, Ugula se dio cuenta enseguida de que era Monanga el que daba las órdenes. Y teniendo en cuenta que cuando hay una guerra, ésta cesa si alguien mata al,jefe del bando contrario, apuntó a Monanga con su lanza y.le partió el corazón. Los fantasmas huyeron despavoridos, y solamente dos de ellos se retrasaron para recoger el cuerpo de Monanga y llevárselo al poblado.
De vuelta a casa, Ugula no se sentía satisfecho del todo: «Me gustaría poder recuperar mi lanza». Ndjambu intentaba disuadirle: «¿No ves que es muy peligroso que vayas ahora al poblado de los fantasmas?». Pero Ugula no le hizo caso, atravesó el bosque y cruzó con su cayuco el río que separaba el bosque del poblado enemigoi.
Al llegar a ese poblado, Ugula se puso a llorar desconsolada-mente: «¡Dios mío, han matado a mi tío!». Los fantasmas vieron que no tenía voz de fantasma, sino de persona normal. Pero como le vieron tan desconsolado, creyeron que, efectivamente, debía tratarse de un sobrino del difunto Monanga y le atendieron: «Lo único que deseo es que me déis la lanza que ha partido el corazón de mi tío, para que pueda vengar su muerte». La gente del poblado le dio la lanza que pedía, y le rogó que antes de irse intentara cazar algo para que todos pudieran comer.
Ugula entró en el bosque acompañado de uno de los chicos del poblado. Al divisar un antílope, habló con su lanza: «Lanza mía, rompe el corazón de ese antílope tal como hiciste con el jefe de los fantasmas». El antílope cayó herido de muerte, pero el chico del poblado explicó delante de todo el poblado lo que había oído. La gente se reía de él: «¿Cómo va a ser suya esta lanza? ¿No recuerdas cómo lloraba por la muerte de su tío? Dejemos que se vaya y que se cumpla la venganza por la muerte de Monanga».
Y le acompañaron. Al llegar al río, como los fantasmas no pueden cruzarlo a través del agua, Ugula montó en su cayuco y se despidió. Cuando ya se encontraba en medio de la corriente, empezó a reírse: «Os he engañado con mis historias: yo había matado a vuestro jefe, y encima me habéis devuelto la lanza con la que le partí el corazón».
Los fantasmas echaron a correr, buscando un lugar donde cruzar el río sin tener que pisar el agua. Mientras tanto, Ugula se había dado mucha prisa y llegó a su propio poblado antes de que los fantasmas pudieran darle alcance.
Ndjámbu y Ngwalezie estuvieron orgullosos por la valentía que había demostrado su hijo Ugula.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055


i Cruzar un río para adentrarse en el reino de los muertos es un motivo que utilizan numerosas culturas. También se trata de prepa-rar el regreso de Ugula a través de un medio que los fantasmas no dominan: ellos no pueden volver a cruzar el río, porque no pueden regresar de más allá de la muerte.

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