Un
día, cuando la tortuga regresaba de uno de sus paseos, vio al arco
iris que bebía el agua del mar por dos sitios a la vez. Le
maravillaron sus colores, y pensó que debía intentar hacerse
su amiga. Cuando volvió a verlo, empezó a nadar con todas sus
fuerzas para alcanzarlo; pero estaba tan lejos que se cansó mucho
antes de llegar hasta él. Preparó entonces un cayuco y una vela, y
la tercera vez que se divisaba el arco iris en el horizonte montó en
su embarcación y alcanzó su objetivo.
El
arco iris era muy tratable, y pronto nació entre ellos una buena
amistad. Hasta el punto que la tortuga le invitó a su casa. Se pasó
la semana pescando y secando los peces, mientras que su mujer y su
madre salían a la finca a buscar yuca y otras clases de comida: todo
para agasajar a su huésped. Pero cuando llegó el día señalado, el
arco iris se negó a comer todo aquello que le presentaron: «Lo
único que me apetece comer es a tu propia madrei».
La
tortuga intentó convencerle de que no podía matar a su madre, al
mismo tiempo que se dolía por no poder ofrecer a su amigo el manjar
que aquél prefería. Al final, sin embargo, cogió su machete, mató
a su madre y se la ofreció a su invitado. El arco iris comió a su
entera satisfacción y, antes de emprender el regreso, invitó a la
tortuga para que fuera a comer a su casa al domingo siguiente.
La
tortuga estaba furiosa: «Cuando vaya a su casa, pediré que mate
también a su propia madre». Mientras que su mujer intentaba
tranquilizarle: «No debes pedir algo para comer solamente porque
antes lo haya pedido otro. Al fin y al cabo, él te ha pedido a tu
madre, que era una tortuga; y las tortugas somos comestibles». Pero
no le hizo el menor caso: al domingo siguiente, la tortuga rechazó
todos los manjares que el arco iris le había preparado. E
indicó a su amigo que lo único que le apetecía comer era a su
propia madre.
El
arco iris comprendió que no podía negarse, porque la tortuga había
sacrificado también a su madre cuando él se la había pedido. Así
que la mató y se la ofreció como comida a la tortuga, que quedó
satisfecha por su venganza. Inmediatamente le entró una tos atroz y
persistente, que empezó a molestar a todos los de la casa. Hasta
que, cuando ya no podían entenderse en la conversación, echaron a
la tortuga fuera y ésta, despedida desde el cielo, murió en la
caída.
La
mujer de la tortuga afirmó que la muerte de su marido había sido
por su propia culpa: «Porque, si nadie ha comido jamás al arco
iris, debería haber comprendido que es indigesto».
Fuente:
Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1
anonimo (guinea ecuatorial) - 055
i
En
los episodios de canibalismo, la víctima elegida suele ser la madre
de uno de los comensales. Ello acrecienta la reacción de sorpresa
del público.
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