Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de febrero de 2015

La tortuga y el arco iris .069

Un día, cuando la tortuga regresaba de uno de sus paseos, vio al arco iris que bebía el agua del mar por dos sitios a la vez. Le maravilla­ron sus colores, y pensó que debía intentar hacerse su amiga. Cuando volvió a verlo, empezó a nadar con todas sus fuerzas para alcanzarlo; pero estaba tan lejos que se cansó mucho antes de llegar hasta él. Preparó entonces un cayuco y una vela, y la tercera vez que se divisaba el arco iris en el horizonte montó en su embarcación y alcanzó su obje­tivo.
El arco iris era muy tratable, y pronto nació entre ellos una buena amistad. Hasta el punto que la tortuga le invitó a su casa. Se pasó la semana pescando y secando los peces, mientras que su mujer y su madre salían a la finca a buscar yuca y otras clases de comida: todo para agasajar a su huésped. Pero cuando llegó el día señalado, el arco iris se negó a comer todo aquello que le presentaron: «Lo único que me apetece comer es a tu propia madrei».
La tortuga intentó convencerle de que no podía matar a su madre, al mismo tiempo que se dolía por no poder ofrecer a su amigo el manjar que aquél prefería. Al final, sin embargo, cogió su machete, mató a su madre y se la ofreció a su invitado. El arco iris comió a su entera satisfacción y, antes de emprender el regreso, invitó a la tortuga para que fuera a comer a su casa al domingo siguiente.
La tortuga estaba furiosa: «Cuando vaya a su casa, pediré que mate también a su propia madre». Mientras que su mujer intentaba tranquilizarle: «No debes pedir algo para comer solamente porque antes lo haya pedido otro. Al fin y al cabo, él te ha pedido a tu madre, que era una tortuga; y las tortugas somos comestibles». Pero no le hizo el menor caso: al domingo siguiente, la tortuga rechazó todos los manja­res que el arco iris le había preparado. E indicó a su amigo que lo único que le apetecía comer era a su propia madre.
El arco iris comprendió que no podía negarse, porque la tortuga había sacrificado también a su madre cuando él se la había pedido. Así que la mató y se la ofreció como comida a la tortuga, que quedó satisfecha por su venganza. Inmediatamente le entró una tos atroz y persistente, que empezó a molestar a todos los de la casa. Hasta que, cuando ya no podían entenderse en la conversación, echaron a la tor­tuga fuera y ésta, despedida desde el cielo, murió en la caída.
La mujer de la tortuga afirmó que la muerte de su marido había sido por su propia culpa: «Porque, si nadie ha comido jamás al arco iris, debería haber comprendido que es indigesto».

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 055


i En los episodios de canibalismo, la víctima elegida suele ser la madre de uno de los comensales. Ello acrecienta la reacción de sorpresa del público.

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