Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La sirena de la mar .973

Resulta que había un matrimonio que no tenía más que un solo chico. Un día la señora le dice al marido:
-Andá al mar a ver si podimos cazar unas truchas, a ver si podimos pasar el día.
El hombre, que vivía de eso, de cazar en la mar. Y el hombre en tanto de ir a cazar, se le apareció la serena del mar. La serena es figurada de niña para arriba, y la otra mitada es bagre. Entonces le dijo a él:
-Ve, yo te guá dar las mejores truchas todos los días, si me dais la primera prenda que te salga a encontrar cuando lleguís a tu casa, pa que te mantengás mientra vivás.
Y él sabía tener un choquito regalón, que lo salía a encontrar todos los días cuando llegaba a la casa. Él pensó que ésa iba a ser la prenda, y le dice:
-¡Cómo no! ¡Se lo traigo no más!
Resulta que cuando jue a las casas, le salió el niñito. Y que él le dice:
-¡Bien haiga!, ¡bonito, m'hijito!... ¡Cómo se lo voy a llevar a la serena! ¡Yo no se lo llevo nada!
Que la serena le dijo que se lo llevara cuando tenga catorce años. Cuando enteró catorce años, lo quiso llevar. Y el chico se huyó. Como el chico era dedicado a la serena, andaba mal con l'agua. Que no podía pasar ande 'tuviera hondito porque corría riejo de que l'hundiera la serena. Ni meno se podía allegar al mar.
Se jue por los campos, lejo. En eso qu'iba, sintió una bulla. Entonce cuando aguaitó, vio un tigre, un lión, un perro, un halcón y una hormiguita. Entonce lu alcanzó a ver uno y que dice:
-Ahi'tá uno aguaitando.
Entós que el tigre lu hizo llamar para que les sirva de juez porque ellos no se podían avenir. Que habían muerto un animal y no se podían repartir la carne sin peliar.
Vino el mozo. Les repartió la carne, y todos quedaron conformes. El mozo se jue. Entonce 'taban comiendo tan unidamente que le dijo el tigre al lión:
-Chey, andá llamalo a este hombre pa darle una virtú.
Entonce que el lión, el tigre y el perro le dieron un pelito, con esa virtú, diciendo: Dios y el tigre más feroz, se podía hacer tigre. Lo mesmo se podía transformar en los otros animales. El halcón le dio una plumita, y la hormiguita una patita.
Se jue y llegó a una estancia muy grande. Entós salió una niña a recebirlo. Le dijo que venía a buscar trabajo y ella jue a llamar a su tata. Vino el dueño de casa y lo conchabó pa que cuide una majada di ovejas. Él cuidaba muy bien las ovejas, pero un día volvió la majada sola.
Se jue la niña a ver. Subió a un alto y vio que el joven estaba peliando con un gigante. Y vio que si hacia tigre, lión, perro, y lo partía al gigante, y el gigante se juntaba otra vez. Entonce cuando ella vido esto, que se vino para la casa y le contó al tata.
Esa noche dejaron de peliar, pero al día siguiente le volvió a salir el gigante, y siguieron peliando. Al fin el gigante retrocedió y se jue. Entonce llegó a una playa y lo vido que se resumió abajo 'e tierra y no lo vido más. Él s'hizo un halcón. Se asentó en un monte, espiandoló al gigante, a ver si salía. Y ya vido la puerta por donde salía. Y ya entró él. Era un gran palacio.
Pasó cinco puertas y encontró una niña encantada. Él iba hecho joven. Entonce ella le dijo:
-Joven, ¡cómo si ha metido acá! ¡No sabe ánde viene usté! Este palacio lo tiene encantado un gigante.
Y ya le contó el joven que lo conocía. Entonce le dijo que se escuenda, que ya 'tá por llegar el gigante. El joven si hizo una hormiguita y desapareció del lau de ella. Ella quedó comprometida de averiguar ánde tenía la vida.
Ya llegó el gigante y dice:
-¡Pus!... ¡Pus!... ¡Olor a carne humana!
-¡Pero no, m'hijo! ¿Quén querís que venga acá?
Entonce el gigante empezó a mirar por todos lados y como no vido a naide se tranquilizó. Entonce ella le dice:
-¡Ve, hijo!, yo quedo muy intranquila lo que vos salís. Temo que te vayan a matar y me dejís sola aquí.
Entonce él, pa que la niña no sufra le dice:
-Mirá, hija, te voy a decir, a mí nu hay quén me mate.
Entonce le preguntó ella que porque.
-Miró, allá ajuera hay una quebrada escura que se ve al salir de aquí. Áhi, en el fondo de esa quebrada tengo un toro negro, atáu. 'Tá echando juego por la boca y narices y por los cachos. Nu hay quén se allegue, ni quén lo mate. Matando el toro, yo ya 'toy en la cama. Adentro 'el toro 'tá una gama. Y adentro e la gama 'tá una paloma. Y adentro 'e la paloma hay un güevo. Quebrado el güevo, yo ya me muero, áhi'tá la vida miña. Cuando terminó de decirle eso, el gigante le pegó a la niña en el pecho y ya se olvidó de todo. Y el gigante le dijo:
-¿Qu'es lo que t'hi dicho?
Y ni supo ella lo que le dijo, pero el joven óiba todo. Entonce la niña se apensionó lo que si olvidó y no sabía qué cuento l'iba hacer al joven.
Entonce el joven salió. Se jue a la quebrada y si hizo tigre. Lo pelió al toro y lo mató. A todo esto ya el gigante 'tá en la cama, enfermo. Cuando murió el toro, salió la gama. Él si hizo un perro galgo, y la sacó di atrás, corriendo. La alcanzó y la mató. Áhi salió la paloma. Si hizo un halcón, y como Dios li ayudó, la persiguió y la pilló. Entonce la abrió y le sacó el güevo y se jue ande 'staba la niña y el gigante. El gigante que 'staba medio muerto, ya.
Cuando dentró el joven, la niña le dijo:
-¡Aquí dentró mi prenda! -y se levantó y lo abrazó.
Entonce el gigante le dijo:
-¡Ah, ingrata!, allegate pa'cá, pa matarte. ¡Vení! ¡Vení ingrata! ¡Allegate! ¡Allegate! -le suplicaba porque creiba que ella li había dau el secreto al mozo.
Y entonce el gigante le rogaba al joven que le entregara el güevo. Entonce el joven le dice:
-Pasame las llaves del palacio, si querís el güevo.
Entonce el gigante, en agonía, le dio las llaves del palacio de adentro de la tierra, que tenía encantado.
Y entonce, con todas sus juerzas le pegó al gigante con el güevo en la frente, y se rompió el güevo, y lo despenó al gigante, y áhi boquió, y se murió.
Y ya jue el joven con la niña y abrieron todas las puertas y que salieron muchísima gente. Qu'este gigante había vivíu agarrando cristianos.
Cuando ya vido la niña que salió libre ella y el joven, que le dice al joven:
-¡Güeno, m'hijo, agora llevame a la casa de mis padres!
Y entonce le preguntó el joven:
-¿Quén son tus padres?
Entonce ella le dice:
-Mi padre es el Rey di un pueblo que no mi acuerdo el nombre. Que hay que pasar la mar, pa llegar.
-Güeno -le dice, yo te guá condecender. Te llevaré, pero el mar yo no lo puedo pasar. Y le contó toda la historia que él había pasado con la serena.
Entonce le dice la niña:
-¿Y cómo hacimo, entonce?
-Di un modo u otro voy a ver si me puedo escapar.
Entonce pasaron en buque. Van en buque y el joven bien escondido adentro, pa que no lo vea la serena. Y en cuanto pasaron al otro lau, cuando se jue a bajar, salió la serena y lu abarajó, y se lo llevó.
Entonce la niña que lloraba y le decía a la serena, que ya vía que era de ella, pero le pedía un favor, que siquiera le sacara la cabeza del joven pa verla por última vez. Entonce la serena lo sacó. Y entonce la niña le dice:
-Mire, serena, le voy a pedir un gran favor, que me lo saque al joven aunque sea la mitada del cuerpo, aunque sea pa verlo, todos los días.
Y, ¡claro!, a la serena le dio lástima de esta niña tan linda y tan güena qui había sufríu tanto con el gigante. Entonce se convoyó la serena con la niña, y que todos los días lo sacaba la serena al joven, pa que lo viera la niña.
Áhi era el reino del Rey, padre de la niña. Y que todos los días venía la niña con el Rey y toda la familia. Y todos los días la niña le pedía a la serena que lo enseñara al joven hasta más abajo. Y la serena lo enseñaba hasta ande le decía la niña.
Güe... Que un día le dijo la niña a la serena:
-Enseñemeló todo, en la palma de la mano, en el aire. Yo ya no lo voy a venir a ver más, como última vez.
Entonce la serena, al otro día lo sacó y lo puso en la palma de la mano. Entonce él s'hizo paloma y se voló. Y si allegó a la niña y si abrazaron. Entonce que la serena le decía:
-Güeno, agora traimeló vos, traimeló vos tamién a la oría del agua pa verlo yo tamién.
Pero, claro, la niña no le hizo caso a la serena y se jueron todos a los palacios, y que se empezó a preparar la boda de la hija del Rey y del mozo.
Y la niña lo tráiba todos los días al joven a la oría del mar paque lo viera la serena. Pero. ¡claro!, no si allegaban mucho.
Y güeno, áhi se define. S'hizo un gran baile en el casamiento del joven y la niña. Yo 'stuve tamién.
Y me despedí y me jui.
Y que me cuente otro usté a mí.

Valentín Vega, 76 años. Estancia Grande. La Capital. San Luis, 1943.

Campesino rústico, pero inteligente y gran narrador.

Cuento 973. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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