Una
vieja y un viejo tenían tres hijos varones.
Al
año pidió permiso para irse a rodar tierra el hijo segundo. Los
padres le dieron permiso y se fue.
Al
año pidió permiso el más chico, el último hijo. Los viejos no
querían darle permiso porque ellos quedaban solos, pero él les dijo
a los padres que como le dieron permiso a los otros hermanos le
tenían que dar a él. Y los viejos queriendo y no queriendo le
tuvieron que dar permiso no más.
La
viejita tostó unas cuantas callanadas de maíz y se las preparó
para el viaje. No tenían más que darle, ¡eran tan pobres!
Después
de viajar meses y meses a otras naciones, se junta con los otros dos
hermanos, que se iban a una ciudá que había un Rey que quería
ocupar jóvenes inteligentes y valientes para que dirigieran un
ejército, para que persiguieran una serpiente con siete cabezas, que
le mataba ovejas, vacunos y yeguarizos, y también gente. Que en ese
reino ya no era vida con esa fiera terrible.
Entonce,
'stando los tres hermanos trataron de hacer el viaje juntos. Que
había una atravesía de tres días de camino, y en esa atravesía
salían siempre fieras. Entre los hermanos acordaron de cuidar, por
turno, en la noche, ande durmieran, por si venía alguna fiera.
La
primera noche se tenía que quedar el mayor. Eso de las doce de la
noche, se presentó un lión. El hermano mayor se hizo un lado de
donde dormían los hermanos y lo pelió hasta matarlo. Como ya
amanecía, borró el rastro hizo juego y calentó agua. Recordó a
los hermanos y tomaron café, y siguieron viaje.
La
segunda noche le tocó al segundo hermano. Se hizo la noche. Se
acostaron los dos hermanos. Se durmieron en seguida, cansados del
viaje. Eso de la media noche, el hermano despierto siente que brama
un tigre. El joven le salió al encuentro para que no llegara ande
'taban los hermanos dormidos y lo pelió hasta que lo mató. Cuando
clarió, borró los rastros, botó lejo al tigre y hizo juego.
Calentó l'agua y recordó a los hermanos. Tomaron café y siguieron
viaje.
La
última noche le tocó cuidar al más chico, que se llamaba Adán.
Cuantito s'hizo la noche juntó leña y hizo juego. Un gran juego
tenía. Plantó la daga en el suelo y tenía listo un poncho por si
venía una fiera. Eso de la medianoche se le presenta la serpiente de
las siete cabezas, la que quería perseguir el Rey. Se envuelve el
poncho en el brazo izquierdo, agarra la daga con la derecha, y salió
a peliar a la serpiente ante que llegue ande 'taban los hermanos
durmiendo. Peliaron toda la noche. Que lo tenía mal, la serpiente,
al joven. Al fin de tanto peliar, el joven, de un salto quedó encima
de la serpiente y logró cortarle dos cabezas. Y ya la agarró mal
hasta que la venció, y la mató, al fin. La agarró, la arrastró y
la botó distante. Borró los rastros y se vino hacer juego. Lo
encuentra apagado al juego. No tenía con qué hacer prender el
juego. A esto venía amaneciendo y devisó en un bordo un jueguito.
Tomó un cabresto y se va corriendo a buscar juego. En lo que va
corriendo encuentra una niña. Le pregunta a la niña que para dónde
va. Que le dice la niña que ella es la luz del día que va
amaneciendo. Áhi no más l'agarró a la niña y l'ató en un
quebrachito para que no amaneciera hasta que él volviera. Y siguió
corriendo. Llega y ve que alrededor del juego están tres gauchos.
Les dice que le den juego y los gauchos le dicen:
Y
ya llegaron. Los gauchos habían roto el techo ande el Rey tenía la
fortuna y por áhi lo descolgaron a Adán. Le dieron un jergón pa
que pusiera todo el oro que cupiera áhi, y le dijieron que cuando
'tuviera listo que cimbrara la soga para sacarlo. Adán, cuando bajó,
vio unos montones de oro y plata. Atrás había una puerta y entró.
En la pieza había una niña dormida y una mesa de fierro y una
espada, con un letrero que decía que el que clave la espada hasta el
cabo en la mesa de fierro se casaría con l'hija del Rey. Pasó a
otra pieza y 'staba una niña dormida. Y pasó a una tercera pieza y
'staba también una niña dormida. Entonce se volvió y dice:
Le
robó un pañuelo de mano. Pasó ande 'taba la otra niña y le robó
un anillo. Pasó ande 'taba la primera niña y no sabía qué robarle
y al fin le robó un beso. Agarró l'espada, cuando pasó a la
primera pieza, y la clavó hasta el cabo en la mesa de fierro.
Entonce cimbró la soga y lo sacaron. Lo que no sacó nada de oro ni
plata lo querían matar los gauchos. Él les dijo que no sabía
robar. Y como los gauchos lo atacaban para matarlo, se tuvo que
defender con l'espada, y los mató y los dejó arriba del techo.
Entonces se jue corriendo, sacó juego y llegó ande 'taba atada la
niña qu'era la luz del alba, la desató y pasó corriendo ande
'ataban los hermanos. Hizo juego, calentó l'agua y los recordó que
tomaran el café.
Antes
de hacer viaje fue y cortó las siete lenguas a la serpiente, las ató
en un pañuelo y se las puso en las maletas. Siguieron viaje. Ninguno
de los hermanos se había acordado con los otros hermanos lo que les
pasó en la noche que 'stuvieron de cuidador.
En
la tarde llegaron a la ciudá. Pararon en una casita de una viejita
vecina. Ya la viejita los atendió y 'staban conversando y tomando
mate, y Adán preguntó que qué se cuenta en el pueblo, que qué
novedades había. Y entonce la viejita le dice:
-No
hay más novedá que mañana se casa la hija del Rey con un sirviente
del Rey, con un esclavo, con un negro que tenía el Rey de pastoriar
las ovejas.
Como
ha muerto la serpiente que tantas muertes hacía y tenía asustadas a
la gente del reino, y el Rey había dicho que se iba a casar con la
hija menor el que la matara, palabra de Rey no puede faltar, y ojalá
sea con un negro, se tiene que cumplir.
El
negro había encontrado la serpiente muerta, cuando andaba
pastoriando las ovejas, y le había cortado las cabezas. Y claro, era
la serpiente que había muerto Adán.
Cuando
el Rey vio las cabezas de la serpiente lo abrazó al negro y le dijo
que se tenía que casar con su hija menor, qu'era la más linda. La
niña lloraba, no se quería casar con el negro esclavo y el Rey,
claro, tampoco quería, pero no tenía otro remedio que cumplir.
Esa
tarde, el Rey mandó a envitar a todos los vecinos del pueblo pa el
casamiento de la hija. Por la viejita vecina donde paraban los
jóvenes, el Rey supo de estos jóvenes. Los mandó a envitar. Y ya
fueron todos.
Cuando
'taba toda la gente reunida en el palacio, el Rey se puso a conversar
con estos jóvenes forasteros. Entonce Adán dijo:
Yo,
ante de anoche, cuidando mis hermanos que dormían, me salió una
serpiente de siete cabezas y la pelié hasta que la maté, y acá
'stán las siete lenguas que le saqué; no le corté las cabezas
porque era mucho peso para seguir viajando.
Ya
cuando el joven habló, todos se pusieron a conversar del asunto y
áhi no más el Rey mandó a ver si las cabezas tenían lengua. El
negro no sabía qué hacer, claro, lo que había mentido que él
había muerto la serpiente. Y ya vieron que las cabezas no tenían
lenguas y que era cierto lo que decía Adán. Y la hija del Rey se
puso conten-tísima y le gustaba Adán porque era muy buen mozo.
Entonce
ya contó Adán que esa noche había venido a pedir juego ande 'taban
tres gauchos y lo habían hecho bajar ande el Rey tenía el tesoro. Y
que había visto una mesa de fierro con una espada con un
letrero que decía que «el que plante esta espada hasta el cabo en
la mesa, se casa con la hija del Rey». Que había seguido andando y
había encontrado, en tres piezas, tres niñas dormidas. Que a una le
había robado un pañuelo de mano, a otra un anillo y a la última un
beso. Que al volver había clavado la espada hasta el cabo en la mesa
de fierro. Que había cimbrado la soga, y que lo que salió sin robar
las talegas de oro y de plata del Rey, los ladrones le habían
querido matar, y que entonce había tenido que matarlo a los tres
ladrones, y que áhi 'taban en el techo.
Entonce
los hermanos contaron también lo que le había pasado a ellos y que
habían peliado, uno con un lión y el otro con el tigre, y que los
habían muerto.
Entonce
el Rey dispuso preguntar a las niñas qué se les había perdido. La
mayor dijo que le habían robado un pañuelo de mano; la segunda, que
le habían robado un anillo, y la menor, dijo que le habían robado
un beso. Mandó a ver si era verdá lo que le habían contado los
jóvenes y encontraron los tres ladrones muertos en el techo, y en un
punto el tigre muerto, y en otro punto el lión muerto. Ya se
comprobó que todo era cierto, y que estos tres jóvenes habían
salvado al pueblo de la serpiente, del tigre y del lión que se iban
comiendo toda la gente.
Entonce
dijo el Rey que trajieran un potro de los más ariscos y lo ataron al
negro de la cola y lo largaron al campo que lo hiciera pedazo.
Entonce
dijo que se tenían que casar los tres jóvenes con las tres hijas, y
Adán con la menor. Y palabra de Rey no puede faltar, y áhi nomás
se empezaron a hacer los aprontes para la boda. A Adán lo nombró
Rey y a los hermanos los nombró de Príncipes.
Después
mandaron a traer a los padres que ya 'taban muy viejitos. Todo el
pueblo 'taba muy contento y ellos vivieron muy felices muchos año
que
usté me cuente otro.
Benito
López, 71 años. Villa General Roca. Belgrano. San Luis, 1951.
Nativo
del lugar. Muy buen narrador.
Variante
del cuento de
la serpiente de siete cabezas.
Cuento
847. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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