Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

La serpiente de siete cabezas .847

Una vieja y un viejo tenían tres hijos varones.
Un día, el mayor pidió permiso a los padres para irse a rodar tierra. Le dieron permiso y se fue.
Al año pidió permiso para irse a rodar tierra el hijo segundo. Los padres le dieron permiso y se fue.
Al año pidió permiso el más chico, el último hijo. Los viejos no querían darle permiso porque ellos quedaban solos, pero él les dijo a los padres que como le dieron permiso a los otros hermanos le tenían que dar a él. Y los viejos queriendo y no queriendo le tuvieron que dar permiso no más.
La viejita tostó unas cuantas callanadas de maíz y se las preparó para el viaje. No tenían más que darle, ¡eran tan pobres!
Después de viajar meses y meses a otras naciones, se junta con los otros dos hermanos, que se iban a una ciudá que había un Rey que quería ocupar jóvenes inteligentes y valientes para que dirigieran un ejército, para que persiguieran una serpiente con siete cabezas, que le mataba ovejas, vacunos y yeguarizos, y también gente. Que en ese reino ya no era vida con esa fiera terrible.
Entonce, 'stando los tres hermanos trataron de hacer el viaje juntos. Que había una atravesía de tres días de camino, y en esa atravesía salían siempre fieras. Entre los hermanos acordaron de cuidar, por turno, en la noche, ande durmieran, por si venía alguna fiera.
La primera noche se tenía que quedar el mayor. Eso de las doce de la noche, se presentó un lión. El hermano mayor se hizo un lado de donde dormían los hermanos y lo pelió hasta matarlo. Como ya amanecía, borró el rastro hizo juego y calentó agua. Recordó a los hermanos y tomaron café, y siguieron viaje.
La segunda noche le tocó al segundo hermano. Se hizo la noche. Se acostaron los dos hermanos. Se durmieron en seguida, cansados del viaje. Eso de la media noche, el hermano despierto siente que brama un tigre. El joven le salió al encuentro para que no llegara ande 'taban los hermanos dormidos y lo pelió hasta que lo mató. Cuando clarió, borró los rastros, botó lejo al tigre y hizo juego. Calentó l'agua y recordó a los hermanos. Tomaron café y siguieron viaje.
La última noche le tocó cuidar al más chico, que se llamaba Adán. Cuantito s'hizo la noche juntó leña y hizo juego. Un gran juego tenía. Plantó la daga en el suelo y tenía listo un poncho por si venía una fiera. Eso de la medianoche se le presenta la serpiente de las siete cabezas, la que quería perseguir el Rey. Se envuelve el poncho en el brazo izquierdo, agarra la daga con la derecha, y salió a peliar a la serpiente ante que llegue ande 'taban los hermanos durmiendo. Peliaron toda la noche. Que lo tenía mal, la serpiente, al joven. Al fin de tanto peliar, el joven, de un salto quedó encima de la serpiente y logró cortarle dos cabezas. Y ya la agarró mal hasta que la venció, y la mató, al fin. La agarró, la arrastró y la botó distante. Borró los rastros y se vino hacer juego. Lo encuentra apagado al juego. No tenía con qué hacer prender el juego. A esto venía amaneciendo y devisó en un bordo un jueguito. Tomó un cabresto y se va corriendo a buscar juego. En lo que va corriendo encuentra una niña. Le pregunta a la niña que para dónde va. Que le dice la niña que ella es la luz del día que va amaneciendo. Áhi no más l'agarró a la niña y l'ató en un quebrachito para que no amaneciera hasta que él volviera. Y siguió corriendo. Llega y ve que alrededor del juego están tres gauchos. Les dice que le den juego y los gauchos le dicen:
-Te damos juego si los acompañás a ir al palacio del Rey a robar oro y plata de una pieza.
Entonces él les dijo:
-'Stá bien. Vamos juntos a la casa del Rey.
Y ya llegaron. Los gauchos habían roto el techo ande el Rey tenía la fortuna y por áhi lo descolgaron a Adán. Le dieron un jergón pa que pusiera todo el oro que cupiera áhi, y le dijieron que cuando 'tuviera listo que cimbrara la soga para sacarlo. Adán, cuando bajó, vio unos montones de oro y plata. Atrás había una puerta y entró. En la pieza había una niña dormida y una mesa de fierro y una espada, con un letrero que decía que el que clave la espada hasta el cabo en la mesa de fierro se casaría con l'hija del Rey. Pasó a otra pieza y 'staba una niña dormida. Y pasó a una tercera pieza y 'staba también una niña dormida. Entonce se volvió y dice:
-¿Qué le robaré a esta niña?
Le robó un pañuelo de mano. Pasó ande 'taba la otra niña y le robó un anillo. Pasó ande 'taba la primera niña y no sabía qué robarle y al fin le robó un beso. Agarró l'espada, cuando pasó a la primera pieza, y la clavó hasta el cabo en la mesa de fierro. Entonce cimbró la soga y lo sacaron. Lo que no sacó nada de oro ni plata lo querían matar los gauchos. Él les dijo que no sabía robar. Y como los gauchos lo atacaban para matarlo, se tuvo que defender con l'espada, y los mató y los dejó arriba del techo. Entonces se jue corriendo, sacó juego y llegó ande 'taba atada la niña qu'era la luz del alba, la desató y pasó corriendo ande 'ataban los hermanos. Hizo juego, calentó l'agua y los recordó que tomaran el café.
Antes de hacer viaje fue y cortó las siete lenguas a la serpiente, las ató en un pañuelo y se las puso en las maletas. Siguieron viaje. Ninguno de los hermanos se había acordado con los otros hermanos lo que les pasó en la noche que 'stuvieron de cuidador.
En la tarde llegaron a la ciudá. Pararon en una casita de una viejita vecina. Ya la viejita los atendió y 'staban conversando y tomando mate, y Adán preguntó que qué se cuenta en el pueblo, que qué novedades había. Y entonce la viejita le dice:
-No hay más novedá que mañana se casa la hija del Rey con un sirviente del Rey, con un esclavo, con un negro que tenía el Rey de pastoriar las ovejas.
Como ha muerto la serpiente que tantas muertes hacía y tenía asustadas a la gente del reino, y el Rey había dicho que se iba a casar con la hija menor el que la matara, palabra de Rey no puede faltar, y ojalá sea con un negro, se tiene que cumplir.
El negro había encontrado la serpiente muerta, cuando andaba pastoriando las ovejas, y le había cortado las cabezas. Y claro, era la serpiente que había muerto Adán.
Cuando el Rey vio las cabezas de la serpiente lo abrazó al negro y le dijo que se tenía que casar con su hija menor, qu'era la más linda. La niña lloraba, no se quería casar con el negro esclavo y el Rey, claro, tampoco quería, pero no tenía otro remedio que cumplir.
Esa tarde, el Rey mandó a envitar a todos los vecinos del pueblo pa el casamiento de la hija. Por la viejita vecina donde paraban los jóvenes, el Rey supo de estos jóvenes. Los mandó a envitar. Y ya fueron todos.
Cuando 'taba toda la gente reunida en el palacio, el Rey se puso a conversar con estos jóvenes forasteros. Entonce Adán dijo:
Yo, ante de anoche, cuidando mis hermanos que dormían, me salió una serpiente de siete cabezas y la pelié hasta que la maté, y acá 'stán las siete lenguas que le saqué; no le corté las cabezas porque era mucho peso para seguir viajando.
Ya cuando el joven habló, todos se pusieron a conversar del asunto y áhi no más el Rey mandó a ver si las cabezas tenían lengua. El negro no sabía qué hacer, claro, lo que había mentido que él había muerto la serpiente. Y ya vieron que las cabezas no tenían lenguas y que era cierto lo que decía Adán. Y la hija del Rey se puso conten-tísima y le gustaba Adán porque era muy buen mozo.
Entonce ya contó Adán que esa noche había venido a pedir juego ande 'taban tres gauchos y lo habían hecho bajar ande el Rey tenía el tesoro. Y que había visto una mesa  de fierro con una espada con un letrero que decía que «el que plante esta espada hasta el cabo en la mesa, se casa con la hija del Rey». Que había seguido andando y había encontrado, en tres piezas, tres niñas dormidas. Que a una le había robado un pañuelo de mano, a otra un anillo y a la última un beso. Que al volver había clavado la espada hasta el cabo en la mesa de fierro. Que había cimbrado la soga, y que lo que salió sin robar las talegas de oro y de plata del Rey, los ladrones le habían querido matar, y que entonce había tenido que matarlo a los tres ladrones, y que áhi 'taban en el techo.
Entonce los hermanos contaron también lo que le había pasado a ellos y que habían peliado, uno con un lión y el otro con el tigre, y que los habían muerto.
Entonce el Rey dispuso preguntar a las niñas qué se les había perdido. La mayor dijo que le habían robado un pañuelo de mano; la segunda, que le habían robado un anillo, y la menor, dijo que le habían robado un beso. Mandó a ver si era verdá lo que le habían contado los jóvenes y encontraron los tres ladrones muertos en el techo, y en un punto el tigre muerto, y en otro punto el lión muerto. Ya se comprobó que todo era cierto, y que estos tres jóvenes habían salvado al pueblo de la serpiente, del tigre y del lión que se iban comiendo toda la gente.
Entonce dijo el Rey que trajieran un potro de los más ariscos y lo ataron al negro de la cola y lo largaron al campo que lo hiciera pedazo.
Entonce dijo que se tenían que casar los tres jóvenes con las tres hijas, y Adán con la menor. Y palabra de Rey no puede faltar, y áhi nomás se empezaron a hacer los aprontes para la boda. A Adán lo nombró Rey y a los hermanos los nombró de Príncipes.
Se hizo una fiesta muy grande, que duró varios días, y ellos quedaron al mando de la República.
Después mandaron a traer a los padres que ya 'taban muy viejitos. Todo el pueblo 'taba muy contento y ellos vivieron muy felices muchos año

Éste es un zapatito roto;
que usté me cuente otro.

Benito López, 71 años. Villa General Roca. Belgrano. San Luis, 1951.

Nativo del lugar. Muy buen narrador.

Variante del cuento de la serpiente de siete cabezas.

Cuento 847. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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