Éste
era un Rey. Tenía tres hija. Y él 'taba comprometido con una
serpiente del mar, que tenía que dale cada quince día una de las
hija.
Bueno,
llevó la mayor. A los tres meses tuvo que ir a entregar la del
medio. Y quedó la menor de las tres hijas que él tenía. Porque él
'taba, que la serpiente lo tenía encantado para matarlo a él, ¿no?
Él
tenía un negro, de pión. Y él la había dejado, en una carreta de
bueyes, a la orilla del mar a las niñas. Cuando venía la serpiente
se subía la Princesa a la l'anca de la serpiente, y se mandaba a
mudar en el mar, se la llevaba.
Bueno,
agarró y ya ésta le llegaba ya cerca del plazo. Y llegó un
muchacho a la casa, pidiendolé trabajo. Entonce dice el Rey:
-Mire,
joven, dice, yo le daría trabajo si usté se anima a matar, dice, la
serpiente que me ha comido dos hijas y ahora 'toy por entregarle la
menor.
-Bueno
-dice el Rey-, cómo no. Lo de menos es eso.
Y
al otro día a la mañana, cuando ya a la sei de la mañana venía el
mar, se sentía el bramido de la serpiente y el Negro 'taba atando
los bueye para llevarla a la Princesa en la carreta. Cuando llegó él
allá a la mar, a la peña que era una peña onde las ponían.
Entonce 'taba áhi y lo ve al muchacho que va.
Entonce,
cuando ya venía cerca la serpiente, a comerse la chica, la Princesa,
este muchacho agarró, subió a su caballo que él tenía, y pelió a
la serpiente con la espada que le dio el Rey, y la mató a la
serpiente. La serpiente ésta tenía siete cabeza. Bueno, agarró un
pañuelo de seda y el anillo de ella. Ella le dio al muchacho.
Entonce el muchacho le sacó a la serpiente las siete lengua, que
tenía la serpiente. Y la dejó. Entonce al otro día tenía que ir
el negro éste, a vela. Ella se quedó áhi no má, la Princesa.
Tenía que ir a ver si la había llevado la serpiente. Siempre
mandaba el Rey a ver su hija. Y bueno, entonce ella agarró y en el
pañuelo de seda ató las siete lengua y el anillo y se lo dio dio al
muchacho. Y el pañuelo lo tenía el muchacho, con el nombre de ella
y las lenguas. Éstos pasaron hasta el otro día. Entonce, cuando fue
el negro, la encuentra ya como era. Y el compromiso que hacía el
Rey, la apuesta que el Rey hacía de que el que matara la serpiente
le daba la hija para que se casara. Porque era la única hija que le
quedaba. Las otras ya se las había comido la serpiente. Y fue el
negro. El negro con la carreta iba cantando y diciendo:
Porque
como antes todos sospechaban algo y todo. Y va. Cuando la ve:
Y
ve la serpiente que 'tá tirada a la orilla del mar, del agua. Sacó
l'hacha y sacó las siete cabezas ¿no? Y se las puso en el carro. Y
llevó la chica, la Princesa, al palacio. La Reina y el Rey, los
padres, muy contentos, pero, ¡ah!, tenían que darle la hija que se
casara el negro. La hija no hablaba. Él le había dicho que no
hablara.
Bué...
Agarró el padre... La chica no hablaba nada. 'Taba calladita, no más
andaba haciendo sus cositas, su casa, y todo, contenta.
-¡Ah!,
qué neglito tanta foltuna,
sábana
blanca, colchón de pluma,
que
me caso con l'hija 'el Rey.
Porque
como iba a ser rico, ahora...
Bueno,
el Rey ya avisó a todos, invitando la gente, que se casaba la hija
porque el negro éste había muerto la serpiente. Entonce, claro,
cuando ya le fueron a tomarle conocimiento a ella, la chica ya dice:
-Si
las cabeza tienen las lengua, yo me caso con él. Y si no tiene las
lengua yo me caso con Manuel.
Como
ya le habían dicho que se casara con el negro, ella no quería
porque ella sabía que el otro la había muerto, que la había
peliado con el caballo a la serpiente.
-Si
tienen las siete lengua las cabezas yo me caso con el negro, y si no
las tienen yo me caso con Manuel.
-Qué
neglito tanta foltuna,
Bueno,
entonce, ven que las cabezas no tienen lengua. Entonce el muchacho
saca el pañuelo, el anillo de la chica, de la Princesa, con el
nombre y todo de ella, y dice:
Entonce
vino, por embustero, al negro también lo agarró y lo hizo matar.
También buscó un potro de lo más arisco de las manadas, y lo ató
de los pies y lo largó también al campo que se muriera porque había
mentido. Si dice la verdá, no lo matan.
Ana
Rosa Chandía, 67. Catán-Lil. Neuquén, 1970.
La
narradora es una campesina analfabeta que sabe muchos cuentos.
Cuento
848. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 069
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