Había
una vieja que era viuda y vivía con la única hija que tenía, la
que era regalona en extremo. A nada la sabía mandar, y la niña
jugaba todo el día a las muñecas. Si a algo la mandaba, hacía todo
como quiera y rápidamente ya estaba nuevamente con las muñecas.
Tenía todas sus muñecas en la costa de un cerco de rama; otras
veces las llevaba a un corral, y otras, detrás de la casa, y allí
formaba las casitas de las muñecas.
Un
día, que había llevado a sus muñecas un poco lejos de la casa,
sintió que la madre la mandaba a hacer un quehacer. Fue, lo hizo, y
al volver vio que un pájaro grandote volaba llevandolé la mejor
muñeca. Como voló bajito y se asentó en un árbol cercano, ella
corrió para quitarle la muñeca. Cuando ella llegó, el pájaro
volvió a volar. Así siguió, sin darse cuenta, todo el día. Cuando
se quiso volver, estaba perdida en el medio del campo. Siguió
andando sin saber adónde iba.
Anduvo
mucho, hasta que por casualidad dio con el rial de unos mozos
trabajadores del monte. Estaba mirandolós de lejos, no se animaba a
hablarlos, cuando ellos la vieron y la invitaron a pasar, diciendolé
que eran buena gente, que no les tuviera miedo. Llegó la niña y les
contó lo que le pasaba. Los mozos no la podían llevar a su casa
porque no conocían ese lugar. Ellos le propusieron que fuera a vivir
con ellos, que la iban a querer como a una hermanita, y que ella los
cuidara, les cocinase la comida y les lavara la ropa. Aceptó la niña
y ellos la llevaron a su casa.
Cuando
ya la niña estuvo en la casa, le dijeron lo que tenía que hacer, y
únicamente le recomendaron que tuviera cuidado con un gato negro que
había en la casa. Que lo tratara bien por que de lo contrario le iba
a apagar el fuego. Todo fue muy bien, y vivieron muy contentos como
verdaderos hermanos.
Un
día que la niña cortaba la carne para preparar una carbo-nada57,
el gato le comía la carne. Ella lo ahuyentaba de mil modos a fin de
no pegarle, pero el gato volvía a comerle la carne. La niña se
impacientó tanto, que se olvidó de la recomendación y le pegó con
el cuchillo de plano. El gato desapareció. Cuando la niña hubo
preparado todo, se fue a la cocina a poner la olla y se asustó al
encontrar el fuego apagado. Recién se acordó de lo que le dijeron
los hermanos. No tenía nada con qué encender el fuego. Desesperada,
salió para buscar en alguna casa vecina unas brasas. Después que
anduvo un rato, llegó a una casa. Por sobre unas paredes viejas vio
a una niña y le pidió fuego.
-Vea
-le dice la otra niña, yo se lo voy a dar, pero tiene que salir con
muchas precauciones, porque mi madre es bruja y la perseguirá
corriendo, si se da cuenta. Para su salvación, le doy este peine y
este espejo. Si mi madre la corre, sin mirar para atrás, le tira el
peine. Si la vuelve a alcanzar, le tira el espejo, hasta que llegue a
su casa. De ninguna manera vaya a mirar para atrás.
Al
tiempo que salía la niña la vio la vieja bruja y la sacó
corriendo, llamandolá y ofreciendolé muñecas, trapitos bonitos, y
otras cosas. Pero la niña siguió corriendo. Cuando ya la iba
alcanzando, la niña le tiró el peine, y se hizo un garabatal
enorme, que la vieja no podía pasar por semejante espinal. Al fin
pudo salir la vieja, que sólo le habían quedado las ropas de la
cintura para abajo. Corrió la vieja más ligero; cuando ya la iba
alcanzando a la niña, ésta le tiró el espejo. Entonce se formó un
gran lago. La vieja anduvo y anduvo, no podía pasar porque el lago
era muy hondo, pero, al fin pasó. La niña alcanzó a llegar a su
casa, entró y trancó la puerta por dentro. La vieja, cuando vio que
la niña se había encerrado, comenzó a llamarla, pero ella no la
atendió. Al fin, cansada de perseguirla, determinó volverse, pero
antes le quiso hacer todo el mal que pudo. Fue atrás de la casa y
echó dos miadas. De una nació un hermoso cebollar y de la otra una
gran planta de orégano.
Ya
cuando vio la niña que la vieja se había mandado a cambiar, salió
de su encierro. Hizo fuego de nuevo y se puso a preparar la comida
muy apurada porque faltaba muy poco para que llegaran los hermanos.
Vio las plantas de cebolla y de orégano, tan lindas, y que dijo:
Ya
llegaron los hermanos y se pusieron a comer. En cuanto probaron la
comida se convirtieron en dos bueycitos. Ella se afligió mucho, se
puso a llorar, pero al fin tuvo que conformarse y seguir su vida.
Siguió viviendo con los bueycitos y cuidandolós lo mejor que podía.
Un
día que andaba pastoriando a los bueycitos, se le aparece un rey,
que era vecino de su campo, y que la había visto muchas veces sin
que ella lo viera. Le propuso que se casara con él, pero la niña no
se animaba a aceptar. El rey se fue, pero volvió muchas veces,
siempre insistiendo en su pedido. Al fin la niña dijo que sí.
El
rey hizo una gran fiesta, se casó con la niña y la llevó a su
palacio, siendo ella desde entonces la reina de ese lugar. La niña
se había llevado los bueycitos y el rey le dio su palabra que los
cuidarían muy bien.
El
rey había tenido antes una mujer, así no más, sin casarse, que la
llamaban la Reina Mora, porque era negra, y ella quedó, después del
casamiento, de sirvienta. Ésta se puso muy celosa y no la podía
pasar a la esposa verdadera del rey.
Una
vez tuvo que irse el rey por unos días a otro reino y la negra
aprovechó esta oportunidad para vengarse. Se ofreció para
espulgarla, a la reina. Ella se negó al principio, diciendo que no
tenía comezón ninguna, pero la negra insistió en que la espulgaría
para que pasara el rato dejandosé escarbar el pelo. La reina se dejó
espulgar, y sin darse cuenta se quedó dormida. Entonces la negra le
clavó en la corona un alfiler de esos que terminan en una palomita.
Como la negra era bruja, le puso una untura al alfiler, y lo preparó
para que le hiciera mal a la niña. La reina se despertó. En el
mismo momento se convirtió en una palomita y salió volando.
La
negra, al hallarse sola y dueña, de su situación, trató de
aparentar que era la reina y de hacerse pasar por ella, y engañar al
rey. Así se arregló lo mejor que pudo, se pintó y se almidonó, y
se puso la mejor ropa que tenía la reina. Tomó al niño y trató de
tenerlo y tratarlo como si fuera la reina.
Cuando
llegó el Rey, la negra, llorando, le dijo que del dijusto que había
tenido con la negra sirvienta que se había mandado a cambiar, y con
lo que había tenido que ir a la cocina, se había quedado en esa
forma. El Rey se afligió mucho, y esperó que todo se arreglara. A
la noche, el niño lloraba sin parar, de hambre. La negra se hacía
la que no se daba cuenta de nada, pero el Rey estaba cada vez más
pensativo.
Al
otro día, trabajando el jardinero del Rey en los jardines del
palacio, suspendió su trabajo para ver una palomita que llegaba y le
hablaba de esta forma:
de
tu madre la desventura!
Se
quedó muy sorprendido de esto el jardinero, y cuando fue a almorzar
se lo contó al Rey. El Rey en seguida entró en sospechas de que
allí había un misterio. Entonces le encargó al jardinero que
tratara de cazar a la palomita, y le dio pega-pega para que le
pusiera en el árbol que se asentaba. El jardinero cumplió con todo
lo que le ordenó el Rey.
Al
otro día, cuando estaba trabajando el jardinero, llegó la palomita
y le volvió a hablar de la misma manera:
de
tu madre la desventura!
La
palomita se había asentado en la rama con pega-pega, y al quererse
volar, se pegó, pero dejó pegados unos zapatitos y se fue.
El
Rey, al saber esto, se sintió más intrigado, y le recomendó al
jardinero que pusiera doble cantidad de liga. Así lo hizo el
jardinero que también quería cazar aquella palomita tan bonita. Al
día siguiente volvió la palomita, y se asentó en la misma rama y
volvió a hablar al jardinero, y éste a contestarle:
-De
a ratos llora y de a ratos calla.
de
tu madre la desventura!
El
Rey cada vez más intrigado con esto, le dijo al jardinero que
pusiera pega-pega más fuerte. Así lo hizo el jardinero. Al otro día
llegó la palomita y cada vez con voz más triste, repitió las
mismas preguntas, y el jardinero le contestó de la misma manera:
de
tu madre la desventura!
Esta
vez quiso volar, y por más esfuerzo que hizo, no pudo. El jardinero
la tomó con mucho cuidado y se la presentó al Rey.
La
negra, que había abandonado al niño y estaba a punto de hacer matar
a los bueycitos, no sabía qué hacer. Le decía al Rey que largara
esa palomita inmunda, que tenía que ser alguna brujería. Gritaba,
lloraba y tiraba todas las cosas.
El
Rey no la atendía y la acariciaba a la palomita. Le pasaba la mano
por la cabeza, cuando notó un bordito. Vio que era un alfiler de la
palomita. Se lo sacó, y en el momento la palomita volvió a ser la
Reina, más joven y más linda que antes. Abrazó al Rey, fue, agarró
al niño y ordenó que en el acto le trajeran a los bueycitos, sus
hermanos. A los bueycitos se le caían las lágrimas de ver a la
niña, y le pasaban la lengua por las manos. El Rey, y toda la gente
del palacio, estaban locos de contentos de volver a tener a la Reina
que era tan buena.
La
negra quiso dispararse, pero no pudo. El Rey mandó que la agarraran,
que trajeran cuatro potros de los más chúcaros y que la ataran de
los pies y las manos a cada uno, para que la descuartizaran. Así lo
hicieron, la ataron a la negra a los cuatro potros, y los largaron al
campo. Los potros la despedazaron y se alzaron al monte. Así
castigaron la maldad de la Reina Mora.
Luis
Jerónimo Lucero, 50 años. Nogolí. H. Yrigoyen. San Luis, 1960.
Gran,
narrador.
Cuento
992. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
Me encantan estos cuentos de niña los leì en un libro llamado los Mejores cuentos del mundo
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