Diz
que era una niña de virtú que se trasformaba en persona y también
se trasformaba en rana, y que se ponía en la tinaja con agua, a
cantar. Y que cantaba muy lindo. Nunca habían óido cantar así. Y
áhi cuando la oían cantar, pedían permiso para oírla cantar a la
niña. Cuando la vían que era rana, naide la quería. Y bueno, tanto
que la oiban, venían a ver la niña que cantaba tan precioso. Vino
uno, y cuando vio que era una ranita le dio un latigazo y la dejó la
pancita pa arriba. Y que la ranita los saltos no más, saltó a la
tinaja, y se quedó otra vez áhi.
Y
todos los días hacía lo mismo, cantaba. Y todos los que pasaban
venían a ver esa niña que cantaba tan lindo.
Y
al fin vino uno. Diz que era un Príncipe.
Y vino cuando oyó el canto ése. Diz que
pasaba por el camino. Y el Príncipe no le tuvo asco, y li habló a
la ranita y la vido así, animalito. Y le dijo que se quería casar
con ella. Y entonce ella le dijo que era una niña encantada y que
cuando se casara se iba a dehencantar.
Y
prepararon todo para casarse. Y depués de eso, ya llegó el tiempo
en que se tenían que casar. Y entonce ese día se transformó en una
niña muy linda, vestida toda de oro y de seda, y muy llena di
alhajas.
Y
bueno, el día de la boda, que hicieron un gran banquete y entonce
invitaron a reyes de todas partes. Y la novia, toda la comida que le
ponían, no comía y se la echaba al seno. Como era de virtú, no
podía comer. Y bueno, a la hora que ya han terminau de estar en la
mesa, que ya han preparau el baile, y que la gente ha dicho:
Y
ellos han salíu a bailar. Y di áhi, en las vueltas que daba, que
volcaba lo que tenía en el seno, y todo se trasformaba en perlas y
oro y diamantes, y que ella redamaba por todas partes. Y todos los
invitados si han ido con ese gran regalo qui ha hecho la niña de
virtú, que ya no se hizo más rana, porque así se dehencantó.
Y
diz que una vecina di áhi ha querido hacer lo mismo. Cuando si había
casau, ha echau la comida en el seno. Y que piden que baile. Y ya ha
bailau. Dice qui ha comenzau a volcar comida. Que caiba un puchero
por un lau, otro puchero por otro, y asáu, y empanadas, y ensuciaba
a todos. Y claro, si no era de virtú no podía hacer eso, ella, como
la otra.
Dominga
Lescano, 48 años. Quimilar. Ambargasta. Ojo del Agua. Santiago del
Estero, 1951.
La
narración es una variante del cuento tradicional
La ranita encantada. Termina con un
motivo del cuento de las hermanas envidiosas.
Cuento
965. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
No hay comentarios:
Publicar un comentario