Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La pluma verde .1060

Era un joven que salió a buscar trabajo, y después de andar todo el día, en la tarde llegó a la casa di un señor. Saludó y le preguntó:
-¿No sabe quién ocupará un pión?
-Yo -que dice. Yo necesito un trabajador.
Éste desensilló y pasó para adentro. A la noche el patrón le dijo el trabajo que tenía que hacer.
-Usté -fue le dice, mañana se va a ir al corral y áhi va a venir una tropía de yeguarizos. Agarre un potro y lo ensía y lo amansa.
-Muy bien, señor -que le dice.
Al otro día tempranito se va al corral. En seguida que viene la tropía de potros negros retintos y que agarra un potro más lindo que no sé qué. Lo sacó afuera y lo ensilló. Y áhi taba el animal que parecía mansito, ni se movía. Y agarró y subió. Que no lo podía ni hacer caminar al potro. Entonce agarra con la guacha y le pega por la tabla del cogote. Entonce el potro da la media vuelta y dispara. Y que se iba derechito a una laguna muy honda que había, y él no lo podía torcer para ningún lado. Y ya cuando vio que este animal lo iba a echar al agua, cuando ya iba llegando, le pegó una estirada de las riendas, y le sacó las carretas y lo mató. Y él salió parado, ni se golpió ni nada. Y agarró, alzó el apero y se jue a las casas del patrón. Ya cuando s'iba haciendo la tarde, llegó el patrón. Que el patrón venía muy temprano, oscurito, y después a la nochecita. Que llega y dice:
-¡Buenas tardes!
-¡Buenas tardes, señor!
-¿Cómo te ha ido con el potro?
-Y mal, señor, porque l'hi muerto un potro. Era un animal muy malo, me llevaba derechito a echarme en la laguna, y di un estirada l'hi sacau las carretas.
-Y bueno, amigo, pero no me mate los potros. Mañana ensille otro.
Bueno. Al otro día se levantó temprano, otra vez. Se va al corral y en seguida viene la tropía otra vez. Agarró otro potro. Ya lo sacó lejo de la laguna y lo ensilló. Lo subió, y era mansito, que ni se movía. Le pegó un azote, y pego la media vuelta y enderezó para la laguna otra vez. Se jue derecho a la laguna. Y cuando iba llegando y vio que lo iba a augar, le pegó una estirada y le sacó también las carretas. Lo desensilló, alzó el apero y siguió para las casas. A la tarde, a la oración, ya vino el patrón otra vez. Y que le dice:
-¿Cómo le ha ido, amigo?
-Mal, señor -que le dice. L'hi muerto otro potro. Ni corcoviaba, pero iba derechito a echarme a la laguna.
-Bueno, amigo, tiene que tener cuidado y no me tiene que matar los potros. Mañana va a venir la tropía al agua, va a ensillar otro potro, pero no me lo mate.
Al otro día temprano se va otra vez al corral. Y ya vino la tropía. Agarró otro potro, lo ensilló y lo sacó lejo, bien lejo de la laguna. Y el potro se quedó sin moverse, lo mismo que los otros. Le pegó un chicotazo y dio media vuelta el potro y lo llevó derechito a la laguna. Y el joven entonce le dio una estirada y le sacó las carretas. Sacó el apero y se jue a las casas. A la tarde, oscurito, viene el patrón, otra vez, y que le dice:
-¿Cómo le ha ido con el potro?
-Muy mal, señor. L'hi muerto otro potro. Usté tiene potros muy malos.
-Bueno, amigo, pero usté me va a matar todos los animales, así.
-Bueno, señor, yo no voy a trabajar más con usté. Arreglemé las cuentas, porque me voy a ir.
Y que le dice el patrón:
-Bueno, amigo, yo no tengo plata para pagarle, así es que le voy a dar un potro. Elija el potro que quiera. Se lo voy a dar en pago.
-Que le dice el joven:
-No, señor, de ninguna manera. Si l'hi muerto tres animales, más bien yo estoy en deuda con usté.
Y que le dice el patrón:
-Yo no quiero que ningún pión salga de mi estancia con los brazos cruzados. Así es que mañana, cuando venga la tropilla, elija un potro, el que más le guste y se lo lleva.
El patrón se jue. El joven más tarde se jue al corral. En el corral 'staba un potrito chuñusco, el pelito ardido, flaco. Lo que lo está mirando él, que habla el potrío y que le dice:
-Mirá -que le dice, mañana, lo que vengan los potros, se va a venir la tropía, y tu patrón va a estar acá. Te va a obligar a elegir un potro de los negros, pero vos no elijás ninguno, elegime a mí. Porque eso que te dice que elijás un potro, eso es para tu muerte. Vos estás trabajando aquí con el diablo y los potros todos son diablos. Así es que vos no llevís ninguno porque te vas a ver perdido. Elegime a mí.
-Bueno -que le dice el joven.
Al otro día temprano viene la tropía, y el patrón también, que llegó al corral. 'Taba en las casas, que no había salido nada.
-Bueno -que le dice el patrón, elija el potro que más le guste.
La tropía tenía potros muy bonitos. Todos eran negros retintos. Que el joven empezó las vueltas. Iba y venía y no le gustaba ninguno de los potros negros.
-Bueno, señor me quedo con éste -que dice.
-Era el potrío chuñusco, y que el patrón le decía que cómo iba a elegir ese animal tan fiero.
-Sí, señor, me quedo con éste no más.
-Pero, amigo -que le dice, qué se va a quedar con esa basura. Bueno, mire, yo no quiero que mi pión salga de mi estancia con esa basura. Mañana van a llegar otros potros mejores, y áhi elige.
Y agarró y salió y lo hizo al joven que se juera con él para las casas.
Va el joven ande 'taba el potrío y que le dice:
-Mañana van a venir potros inmejorables, pero eso que te dice que esperís hasta mañana, es porque él mismo va a venir para comerte. El patrón mismo va a venir hecho un cojudo grande. Va a venir largando juego por boca y narices. Mandate hacer una espada que corte un pelo en el aire. Mañana te escondís al lau de la puerta, que no te vaya a ver. Va a llegar buscandoté. Cuantito asome en la puerta vos le cortás en el aire la cabeza. Es la única forma que te vas a salvar.
En seguida jue el joven y se hizo hacer l'espada. Al otro día tempranito jue y se escondió al lau de la puerta. En seguida que sintió el ruido que venía, el tropel no más. Ya se escondió. Y ya que vio venir una tropía de animales muy lindos, y adelante venía un cojudo lindísimo, que echaba juego por la boca y narices. Que llegó a la puerta del corral buscando para todos lados, y que apena asomó áhi no más el joven le asentó l'espada y le cortó la cabeza y lo mató. Entonce la tropía pegó la vuelta, y disparó la madrina, y la tropa di atrás. Entonce que si arrima el potrío y le dice:
-Si a los tres relinchos que yo dé, no vuelve la tropía, estamos perdidos.
Dio un relincho el potrío, y se sintió lejos, el cencerro, pero la tropa no volvía. En seguida dio otro relincho y se sentía más lejo el cencerro. Dio otro relincho, el último que iba a dar, y más lejo se sentía el cencerro. Y después no se sintió más. Se jue la tropilla.
-Bueno -que dice el potrío- si los quedamos acá 'tamos perdido. Subí y vamos.
Montó en el potrío y se jue. Siguieron viaje. Lo que van por allá, que ve el joven a la oría del camino, una pluma verde, muy bonita, que brillaba. Entonce éste paró el potrío y se jue a bajarse para recoger la pluma. Entonce que le dice el potrío:
-No alcís esa pluma verde porque si la alzás te vas a ver perdido. Entonce que le contesta:
-¡Qué sabís, animal bruto! -que le dice.
Y jue y alzó la pluma verde y se la colocó en el sombrero. Y siguió viaje. En lo que va por allá, va pasando por el camino cerca del palacio del Rey. Y el Rey había mandado a un negro a buscar leña en el carro. El negro lo ve a éste que va con la pluma verde, tan bonita. Entonce el negro deja el carro áhi no más y se va corriendo al palacio y que le dice al Rey, el negro:
-Mi amito, por allá va un joven y lleva en el sombrero una pluma verde tan bonita, que nunca hi visto.
Y que le dice el Rey:
-Andá decile al joven ése que venga.
Se va el negro y que lo alcanza al joven y que le dice:
-Vea, joven, manda a decir mi amito que le diga que vaya.
-Bueno, negro, decile que voy a ir -que le dice el joven.
Y que se va, y que por áhi dice:
-Pucha, qué 'stará por hacer el Rey conmigo. ¿Me estará por cortar la cabeza?
Y que le dice el potro:
-¿No te dije yo que por causa de esa pluma verde t'ibas a ver perdido?
Dejó el caballo lo que llegó, y se jue di a pie al palacio del Rey. Que llega y le dice al Rey:
-Acá vengo, cumpliendo la orden que me ha hecho dar.
-Sí -que le dice, lo hi hecho llamar para preguntarle ate dónde ha sacado esa pluma verde.
-La hi encontrado por el camino -que dice.
Y que le dice el Rey:
-Bueno, así como ha tenido l'habilidá di alzar esa pluma verde, ahora va a tener l'habilidá de tráime el pájaro dueño d'esa pluma, y sinó, le corto la cabeza... palabra de Rey no puede faltar.
Se va, éste, llorando, y que le dice el potrío:
-¿Y pórque llorás?
-Y cómo no voy a llorar -que dice- si el Rey mi ha dicho que así como hi teníu l'habilidá di alzar la pluma verde tengo que tener l'habilidá de tráir el pájaro dueño de la pluma, y que sinó me va a cortar la cabeza.
Y que le dice el potrío:
-¿No te dije yo, que t'ibas a ver perdido?
Él que se quedó callado.
-Bueno -que le dice el potrío, no se te dé cuidado. Mirá, andá decile al Rey que te dé una jaula muy segura, de fierro, un potrío de vino, un pan y mantención para vos.
Éste jue y le pidió todo esto al Rey. Y el Rey le proporcionó todo.
Se vino a ver al potrío, y le dice:
-Bueno, subí y vamos.
Se jueron y llegaron a una montaña que había, de árboles espesos. Entonce entraron. Y que en medio de la montaña había un desplayado, y que el potrío le dice:
-Mirá, poné áhi el potrío de vino y el pan, porque aquí -que dice- es ande sabe venir el pájaro. Y vos escondete en la jaula. El pájaro va a venir y va a empezar a tomar vino y a comer pan. Va a empezar a gritar y a cantar. Y entonce ya se va a quedar dormido, y va a quedar con los ojos abiertos, dormidazo. Entonce vos vas y lu echás a la jaula. Cuando 'tá con los ojos cerrados 'tá despierto y cuando 'tá con los ojos abiertos 'tá dormido.
Y bueno. Se escondió en la jaula. Y en seguida no más vino el pájaro. Que brillaban sus plumas verdes, más que el sol. Empezó a tomar vino y a comer pan. Gritaba y cantaba. Y ya se juntaron muchísimos pájaros. Ya cuando se cansó de gritar, se quedó dormidazo, con los ojos abiertos. Entonce vino el joven, lo cazó y lo puso adentro de la jaula. Áhi que gritaba, que lo hablaba y le decía que lo largara. Pero el joven lo llevó no más al palacio del Rey, y que le dice al Rey:
-Aquí tiene el pájaro...
-Muy bien, amigo -que le dice el Rey.
Y se jue, el joven, ande 'staba el potrío. En seguida que lo manda a llamar, y que le dice el Rey:
-Mire, amigo, así como usté ha tenido la habilidá de alzar la pluma verde y de tráir el pájaro dueño de la pluma, va a tener la habilidá de trairla a m'hija que me la llevaron, ahora años, los moros. Palabra de Rey no puede faltar. Si usté no me trái m'hija li hago cortar la cabeza.
El joven se jue llorando, otra vez ande 'staba el potrío, y éste que le dice:
-¿Y porque llorás? -que le dice.
-Cómo no voy a llorar, si mi ha dicho el Rey que tengo que tráile l'hija que li han llevado los moros, ahora años.
-¿Has visto lo que te dije, que si alzabas la pluma verde t'ibas a ver perdido? Bueno, no se te dé cuidado. Andá ande 'tá el Rey y pedile mantención para vos.
Y jue, y el Rey l'hizo dar en seguida mantención. Subió en el potrío y se jueron.
Anduvieron mucho y llegaron a la mar. El potrío pasó nadando la mar. L'hija del Rey 'staba al otro lau de la mar. Y al fin llegaron cerca del lugar ande 'staban los moros. Y que le dice el potrío:
-Mirá, ahora los moros están dormidos. Han estau de farra y se han quedado dormidos. A la niña hija del Rey l'han sacau a tomar sol. Vamos a pasar a la furia por donde ella está. Vos la agarrás a la niña de las chapecas, la sentás en l'anca mía y disparás.
Entonce que llegan. Los moros 'taban dormidazos y la niña 'taba sentada, tomando sol. Hizo, el joven, una pasada, l'agarró a la niña de las chapecas, la sentó y disparó. Apenas salieron, los moros se dispertaron, pero ni los alcanzaron a ver. El potrío corría como el viento. Pasaron la mar y se jueron al palacio del Rey.
-Aquí tiene, señor, su hija -que le dice.
Que el Rey se puso tan contento que no sabía qué hacer di alegría. El joven se jue para donde 'staba el potrío.
En seguida, al otro día, que lo volvió a hacer llamar con el negro -que este negro era el que lo aconsejaba al Rey en contra del joven. Que viene, y que le dice el Rey:
-Vea, amigo, lu hi hecho llamar otra vez porque así como tuvo l'habilidá de alzar la pluma verde, de tráir el pájaro dueño de la pluma y de tráir m'hija, que la llevaron los moros, va, ahora, a tener l'habilidá de tráir el anillo que se le cayó a m'hija en la mar cuando la llevaron los moros. Palabra de Rey no puede faltar. Le hago cortar a cabeza si no trái el anillo.
El joven se jue llorando, más triste que la noche, ande 'taba el potrío.
-¿Porque llorás? -le dice el potrío.
-Cómo no voy a llorar -que dice- si el Rey me manda tráir el anillo que la niña perdió en la mar, cuando la llevaron los moros. ¡Cuándo se lo voy a tráir!
-¿Has visto lo que te dije yo, que nu alzaras la pluma verde porque t'ibas a ver perdido? Bueno, pero no se te dé cuidau. Es medio trabajoso, pero vamos a hacer lo posible. Andá ande 'tá el Rey y pedile una sábana sin pecar y un cuchío sin pecar. Y vení y vamos.
Se jue el joven, ande 'taba el Rey y le pidió la sábana y el cuchío sin pecar. Se los dio el Rey y se jueron a la mar. Llegaron a la mar y que le dice el potrío:
-Miró, acá es ande se ha caído el anío. Pero ahora vos vas a tener que matarme a mí.
-No, no, no te mato -le decía el joven, no quería por nada.
-No -que le dice, no tengás miedo. Vos tenís que degollarme y tenís que cortarme coyuntura por coyuntura y recogerme toda la sangre. No me vas a dejar derramar ni una sola gotita de sangre. En la sábana, me vas a envolver bien envuelto y me vas a tirar a la mar. Yo voy a dar tres borbollones para arriba. Si los borbollones, los tres, son claritos, 'tamos bien, pero si los borbollones son turbios, tirate a la mar porque 'tamos perdidos.
Bueno. El joven lloraba y no quería degollarlo, pero al fin agarró y lo degolló, siempre llorando. Hizo todo como le dijo, lo envolvió en la sábana y lo tiró a la mar. En seguida hizo un borbollón turbio, luego otro. Ése era más clarito. Y en seguida hizo otro. Ése ya fue clarito, cristalino, y junto con ése salió el potrío, unido todo, con el anío en la punta de l'oreja. Y que le dice al joven:
-Aquí tenís el anillo. A causa de que 'stás llorando me has dejado derramar una gotita de sangre, por eso hi teníu tanto trabajo.
Y ya se volvieron al palacio y que le llevó el joven el anío al Rey. Y se jue ande 'staba el potrío.
Al día siguiente lo volvió a hacer llamar al joven y que le dice:
-Lu hi mandau a llamar para decirle que así como ha tenido l'habilidá di alzar la pluma verde, de trair el pájaro dueño de la pluma, de trair la niña que llevaron los moros y de trair el anío que perdió en la mar, va a tener l'habilidá de morir, porque usté ha de ser brujo. Mañana lo vamos a matar, palabra de Rey no puede faltar.
Entonce el joven se va llorando ande 'staba el potrío.
-¿Por qué llorás? -que le dice el potrío.
-Cómo no voy a llorar si el Rey mi ha dicho que así como hi teníu l'habilidá de alzar la pluma verde, de trair el pájaro dueño de la pluma, de trair la niña que se llevaron los moros y de trair el anío que se le cayó a la niña en la mar, que tengo que tener l'habilidá de morir. Que mañana me van a matar, porque yo debo ser brujo.
-¡Ah! -que le dice el potrío, ¿no te dije que no alzaras la pluma verde? Pero no se te dé cuidado. La negra, mujer del negro del Rey, es la que le hace hacer todo, para que murás, porque es bruja. Andá ande 'tá el Rey y decile que te dé una sábana sin pecar. Mañana me vas a hacer dar una carrera di una legua. Si yo sudo clarito 'tamos bien, pero si yo sudo turbio 'stamos perdidos. Me secás bien con la sábana, te envolvís y te tirás al horno, porque te van a quemar en el horno.
Y así jue y lo hizo. Le pidió al Rey una sábana sin pecar. Al otro día l'hizo dar al potrío una carrera di una legua. El potrío sudó un sudor cristalino. Que 'staba bañado de sudor. Lo secó con la sábana, y la sábana quedó remojadita. Ya tenía el horno caliente, colorau, que parecía brasa. Se envolvió en la sábana, y áhi no más el negro del Rey lu echó al horno y le cerró la puerta.
Al otro día tempranito se va la negra a ver cómo había quedau el joven quemado y de repente pega un grito. Si güen mozo había síu ante, más güen mozo 'taba ahora y más joven. Y áhi no más se jue ande 'taba el Rey, y le dice:
-Mi amito, mi amito, el joven 'ta más güen mozo y más joven qui ante, en el horno.
-Pero ¡no digás! -que le dice el Rey, y que va a ver.
-Bueno, ¡salga amigo! -que le dice el Rey.
Ya salió el joven y se jue ande 'staba el potrío. Ya los dos 'staban muy contentos porque al fin si habían salvado.
Y entonce que todos 'taban almirados, lo que el joven había salido tan favorecido, y que la negra le dice:
-Mi amito, ¿por qué no le pide el caballo al joven, y hace lo mismo qu'él y se tira al horno?
-¡Sabís, negra, que tenís razón! -que dice el Rey.
Áhi no más lo mandó a llamar al joven, y que le dice:
-Mire, joven -que le dice el Rey, lu hi hecho llamar para que me preste el caballo.
-¡Cómo no! -que dice el joven.
Y entonce el Rey mandó que calentaran el horno y l'echaran al doble de leña. Y mandó que le trajieran una sábana sin pecar. Subió en el potrío y corrió más di una legua. Volvió al palacio y el potrío había sudau turbio. El sudor era barro no más. Y mandó a trair la sábana y lo secó. Que la sábana había quedau embarrada. Y que se envolvió y s'hizo echar al horno y le cerraron la puerta.
Ya al otro día que le dice la negra a la niña:
-¡Vamos a ver cómo 'tará el amito de güen mozo!
Y llegan y lo mira la negra y 'taban los carboncitos, no más, y áhi pega el grito:
-¡Señorita, señorita, mi amito 'tá los carboncitos no más!
Y ya la niña afligida no sabía qué hacer, y le pidió al joven que se quedara en el palacio. Y él se quedó. Y viene la niña y s'enamora del joven y se casaron y quedaron dueños de todo lo que tenía el Rey.
A los tres días se le presentó el potrío al joven y que le dice qu'él había sido un ángel y que había venido a salvarlo y a sacarlo de la positú ande se encontraba, entre diablos, y que ahora como ya lo había salvado y él quedaba bien, él s'iba. El joven lloraba, pero el potrío s'hizo una palomita y se voló.
Y el joven quedó con la niña, casado, y hecho Rey viviendo muy felices, y yo me vine para acá, a contar el cuento.

Gilberto Zavala, 29 años. San Martín. San Luis, 1945.

Cuento 1060. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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