Era
un joven que salió a buscar trabajo, y después de andar todo el
día, en la tarde llegó a la casa di un señor. Saludó y le
preguntó:
-Usté
-fue le dice, mañana se va a ir al corral y áhi va a venir una
tropía de yeguarizos. Agarre un potro y lo ensía y lo amansa.
Al
otro día tempranito se va al corral. En seguida que viene la tropía
de potros negros retintos y que agarra un potro más lindo que no sé
qué. Lo sacó afuera y lo ensilló. Y áhi taba el animal que
parecía mansito, ni se movía. Y agarró y subió. Que no lo podía
ni hacer caminar al potro. Entonce agarra con la guacha y le pega por
la tabla del cogote. Entonce el potro da la media vuelta y dispara. Y
que se iba derechito a una laguna muy honda que había, y él no lo
podía torcer para ningún lado. Y ya cuando vio que este animal lo
iba a echar al
agua, cuando ya iba llegando, le pegó una estirada de las riendas, y
le sacó las carretas y lo mató. Y él salió parado, ni se golpió
ni nada. Y agarró, alzó el apero y se jue a las casas del patrón.
Ya cuando s'iba haciendo la tarde, llegó el patrón. Que el patrón
venía muy temprano, oscurito, y después a la nochecita. Que llega y
dice:
-Y
mal, señor, porque l'hi muerto un potro. Era un animal muy malo, me
llevaba derechito a echarme en la laguna, y di un estirada l'hi sacau
las carretas.
Bueno.
Al otro día se levantó temprano, otra vez. Se va al corral y en
seguida viene la tropía otra vez. Agarró otro potro. Ya lo sacó
lejo de la laguna y lo ensilló. Lo subió, y era mansito, que ni se
movía. Le pegó un azote, y pego la media vuelta y enderezó para la
laguna otra vez. Se jue derecho a la laguna. Y cuando iba llegando y
vio que lo iba a augar, le pegó una estirada y le sacó también las
carretas. Lo desensilló, alzó el apero y siguió para las casas. A
la tarde, a la oración, ya vino el patrón otra vez. Y que le dice:
-Mal,
señor -que le dice. L'hi muerto otro potro. Ni corcoviaba, pero iba
derechito a echarme a la laguna.
-Bueno,
amigo, tiene que tener cuidado y no me tiene que matar los potros.
Mañana va a venir la tropía al agua, va a ensillar otro potro, pero
no me lo mate.
Al
otro día temprano se va otra vez al corral. Y ya vino la tropía.
Agarró otro potro, lo ensilló y lo sacó lejo, bien lejo de la
laguna. Y el potro se quedó sin moverse, lo mismo que los otros. Le
pegó un chicotazo y dio media vuelta el potro y lo llevó derechito
a la laguna. Y el joven entonce le dio una estirada y le sacó las
carretas. Sacó el apero y se jue a las casas. A la tarde, oscurito,
viene el patrón, otra vez, y que le dice:
-Bueno,
amigo, yo no tengo plata para pagarle, así es que le voy a dar un
potro. Elija el potro que quiera. Se lo voy a dar en pago.
-Yo
no quiero que ningún pión salga de mi estancia con los brazos
cruzados. Así es que mañana, cuando venga la tropilla, elija un
potro, el que más le guste y se lo lleva.
El
patrón se jue. El joven más tarde se jue al corral. En el corral
'staba un potrito chuñusco, el pelito ardido, flaco. Lo que lo está
mirando él, que habla el potrío y que le dice:
-Mirá
-que le dice, mañana, lo que vengan los potros, se va a venir la
tropía, y tu patrón va a estar acá. Te va a obligar a elegir un
potro de los negros, pero vos no elijás ninguno, elegime a mí.
Porque eso que te dice que elijás un potro, eso es para tu muerte.
Vos estás trabajando aquí con el diablo y los potros todos son
diablos. Así es que vos no
llevís ninguno porque te vas a ver
perdido. Elegime a mí.
Al
otro día temprano viene la tropía, y el patrón también, que llegó
al corral. 'Taba en las casas, que no había salido nada.
La
tropía tenía potros muy bonitos. Todos eran negros retintos. Que el
joven empezó las vueltas. Iba y venía y no le gustaba ninguno de
los potros negros.
-Pero,
amigo -que le dice, qué se va a quedar con esa basura. Bueno, mire,
yo no quiero que mi pión salga de mi estancia con esa basura. Mañana
van a llegar otros potros mejores, y áhi elige.
-Mañana
van a venir potros inmejorables, pero eso que te dice que esperís
hasta mañana, es porque él mismo va a venir para comerte. El patrón
mismo va a venir hecho un cojudo grande. Va a venir largando juego
por boca y narices. Mandate hacer una espada que corte un pelo en el
aire. Mañana te escondís al lau de la puerta, que no te vaya a ver.
Va a llegar buscandoté. Cuantito asome en la puerta vos le cortás
en el aire la cabeza. Es la única forma que te vas a salvar.
En
seguida jue el joven y se hizo hacer l'espada. Al otro día
tempranito jue y se escondió al lau de la puerta. En seguida que
sintió el ruido que venía, el tropel no más. Ya se escondió. Y ya
que vio venir una tropía de animales muy lindos, y adelante venía
un cojudo lindísimo, que echaba juego por la boca y narices. Que
llegó a la puerta del corral buscando para todos lados, y que apena
asomó áhi no más el joven le asentó l'espada y le cortó la
cabeza y lo mató. Entonce la tropía pegó la vuelta, y disparó la
madrina, y la tropa di atrás. Entonce que si arrima el potrío y le
dice:
Dio
un relincho el potrío, y se sintió lejos, el cencerro, pero la
tropa no volvía. En seguida dio otro relincho y se sentía más lejo
el cencerro. Dio otro relincho, el último que iba a dar, y más lejo
se sentía el cencerro. Y después no se sintió más. Se jue la
tropilla.
Montó
en el potrío y se jue. Siguieron viaje. Lo que van por allá, que ve
el joven a la oría del camino, una pluma verde, muy bonita, que
brillaba. Entonce éste paró el potrío y se jue a bajarse para
recoger la pluma. Entonce que le dice el potrío:
Y
jue y alzó la pluma verde y se la colocó en el sombrero. Y siguió
viaje. En lo que va por allá, va pasando por el camino cerca del
palacio del Rey. Y el Rey había mandado a un negro a buscar leña en
el carro. El negro lo ve a éste que va con la pluma verde, tan
bonita. Entonce el negro deja el carro áhi no más y se va corriendo
al palacio y que le dice al Rey, el negro:
-Mi
amito, por allá va un joven y lleva en el sombrero una pluma verde
tan bonita, que nunca hi visto.
Dejó
el caballo lo que llegó, y se jue di a pie al palacio del Rey. Que
llega y le dice al Rey:
-Bueno,
así como ha tenido l'habilidá di alzar esa pluma verde, ahora va a
tener l'habilidá de tráime el pájaro dueño d'esa pluma, y sinó,
le corto la cabeza... palabra de Rey no puede faltar.
-Y
cómo no voy a llorar -que dice- si el Rey mi ha dicho que así como
hi teníu l'habilidá di alzar la pluma verde tengo que tener
l'habilidá de tráir el pájaro dueño de la pluma, y que sinó me
va a cortar la cabeza.
-Bueno
-que le dice el potrío, no se te dé cuidado. Mirá, andá decile al
Rey que te dé una jaula muy segura, de fierro, un potrío de vino,
un pan y mantención para vos.
Se
jueron y llegaron a una montaña que había, de árboles espesos.
Entonce entraron. Y que en medio de la montaña había un desplayado,
y que el potrío le dice:
-Mirá,
poné áhi el potrío de vino y el pan, porque aquí -que dice- es
ande sabe venir el pájaro. Y vos escondete en la jaula. El pájaro
va a venir y va a empezar a tomar vino y a comer pan. Va a empezar a
gritar y a cantar. Y entonce ya se va a quedar dormido, y va a quedar
con los ojos abiertos, dormidazo. Entonce vos vas y lu echás a la
jaula. Cuando 'tá con los ojos cerrados 'tá despierto y cuando 'tá
con los ojos abiertos 'tá dormido.
Y
bueno. Se escondió en la jaula. Y en seguida no más vino el pájaro.
Que brillaban sus plumas verdes, más que el sol. Empezó a tomar
vino y a comer pan. Gritaba y cantaba. Y ya se juntaron muchísimos
pájaros. Ya cuando se cansó de gritar, se quedó dormidazo, con los
ojos abiertos. Entonce vino el joven, lo cazó y lo puso adentro de
la jaula. Áhi que gritaba, que lo hablaba y le decía que lo
largara. Pero el joven lo llevó no más al palacio del Rey, y que le
dice al Rey:
-Mire,
amigo, así como usté ha tenido la habilidá de alzar la pluma verde
y de tráir el pájaro dueño de la pluma, va a tener la habilidá de
trairla a m'hija que me la llevaron, ahora años, los moros. Palabra
de Rey no puede faltar. Si usté no me trái m'hija li hago cortar la
cabeza.
-Cómo
no voy a llorar, si mi ha dicho el Rey que tengo que tráile l'hija
que li han llevado los moros, ahora años.
-¿Has
visto lo que te dije, que si alzabas la pluma verde t'ibas a ver
perdido? Bueno, no se te dé cuidado. Andá ande 'tá el Rey y pedile
mantención para vos.
Anduvieron
mucho y llegaron a la mar. El potrío pasó nadando la mar. L'hija
del Rey 'staba al otro lau de la mar. Y al fin llegaron cerca del
lugar ande 'staban los moros. Y que le dice el potrío:
-Mirá,
ahora los moros están dormidos. Han estau de farra y se han quedado
dormidos. A la niña hija del Rey l'han sacau a tomar sol. Vamos a
pasar a la furia por donde ella está. Vos la agarrás a la niña de
las chapecas, la sentás en l'anca mía y disparás.
Entonce
que llegan. Los moros 'taban dormidazos y la niña 'taba sentada,
tomando sol. Hizo, el joven, una pasada, l'agarró a la niña de las
chapecas, la sentó y disparó. Apenas salieron, los moros se
dispertaron, pero ni los alcanzaron a ver. El potrío corría como el
viento. Pasaron la mar y se jueron al palacio del Rey.
Que
el Rey se puso tan contento que no sabía qué hacer di alegría. El
joven se jue para donde 'staba el potrío.
En
seguida, al otro día, que lo volvió a hacer llamar con el negro
-que este negro era el que lo aconsejaba al Rey en contra del joven.
Que viene, y que le dice el Rey:
-Vea,
amigo, lu hi hecho llamar otra vez porque así como tuvo l'habilidá
de alzar la pluma verde, de tráir el pájaro dueño de la pluma y de
tráir m'hija, que la llevaron los moros, va, ahora, a tener
l'habilidá de tráir el anillo que se le cayó a m'hija en la mar
cuando la llevaron los moros. Palabra de Rey no puede faltar. Le hago
cortar a cabeza si no trái el anillo.
-Cómo
no voy a llorar -que dice- si el Rey me manda tráir el anillo que la
niña perdió en la mar, cuando la llevaron los moros. ¡Cuándo se
lo voy a tráir!
-¿Has
visto lo que te dije yo, que nu alzaras la pluma verde porque t'ibas
a ver perdido? Bueno, pero no se te dé cuidau. Es medio trabajoso,
pero vamos a hacer lo posible. Andá ande 'tá el Rey y pedile una
sábana sin pecar y un cuchío sin pecar. Y vení y vamos.
Se
jue el joven, ande 'taba el Rey y le pidió la sábana y el cuchío
sin pecar. Se los dio el Rey y se jueron a la mar. Llegaron a la mar
y que le dice el potrío:
-No
-que le dice, no tengás miedo. Vos tenís que degollarme y tenís
que cortarme coyuntura por coyuntura y recogerme toda la sangre. No
me vas a dejar derramar ni una sola gotita de sangre. En la sábana,
me vas a envolver bien envuelto y me vas a tirar a la mar. Yo voy a
dar tres borbollones para arriba. Si los borbollones, los tres, son
claritos, 'tamos bien, pero si los borbollones son turbios, tirate a
la mar porque 'tamos perdidos.
Bueno.
El joven lloraba y no quería degollarlo, pero al fin agarró y lo
degolló, siempre llorando. Hizo todo como le dijo, lo envolvió en
la sábana y lo tiró a la mar. En seguida hizo un borbollón turbio,
luego otro. Ése era más clarito. Y en seguida hizo otro. Ése ya
fue clarito, cristalino, y junto con ése salió el potrío, unido
todo, con el anío en la punta de l'oreja. Y que le dice al joven:
-Aquí
tenís el anillo. A causa de que 'stás llorando me has dejado
derramar una gotita de sangre, por eso hi teníu tanto trabajo.
Y
ya se volvieron al palacio y que le llevó el joven el anío al Rey.
Y se jue ande 'staba el potrío.
-Lu
hi mandau a llamar para decirle que así como ha tenido l'habilidá
di alzar la pluma verde, de trair el pájaro dueño de la pluma, de
trair la niña que llevaron los moros y de trair el anío que perdió
en la mar, va a tener l'habilidá de morir, porque usté ha de ser
brujo. Mañana lo vamos a matar, palabra de Rey no puede faltar.
-Cómo
no voy a llorar si el Rey mi ha dicho que así como hi teníu
l'habilidá de alzar la pluma verde, de trair el pájaro dueño de la
pluma, de trair la niña que se llevaron los moros y de trair el anío
que se le cayó a la niña en la mar, que tengo que tener l'habilidá
de morir. Que mañana me van a matar, porque yo debo ser brujo.
-¡Ah!
-que le dice el potrío, ¿no te dije que no alzaras la pluma verde?
Pero no se te dé cuidado. La negra, mujer del negro del Rey, es la
que le hace hacer todo, para que murás, porque es bruja. Andá ande
'tá el Rey y decile que te dé una sábana sin pecar. Mañana me vas
a hacer dar una carrera di una legua. Si yo sudo clarito 'tamos bien,
pero si yo sudo turbio 'stamos perdidos. Me secás bien con la
sábana, te envolvís y te tirás al horno, porque te van a quemar en
el horno.
Y
así jue y lo hizo. Le pidió al Rey una sábana sin pecar. Al otro
día l'hizo dar al potrío una carrera di una legua. El potrío sudó
un sudor cristalino. Que 'staba bañado de sudor. Lo secó con la
sábana, y la sábana quedó remojadita. Ya tenía el horno caliente,
colorau, que parecía brasa. Se envolvió en la sábana, y áhi no
más el negro del Rey lu echó al horno y le cerró la puerta.
Al
otro día tempranito se va la negra a ver cómo había quedau el
joven quemado y de repente pega un grito. Si güen mozo había síu
ante, más güen mozo 'taba ahora y más joven. Y áhi no más se jue
ande 'taba el Rey, y le dice:
Ya
salió el joven y se jue ande 'staba el potrío. Ya los dos 'staban
muy contentos porque al fin si habían salvado.
Y
entonce que todos 'taban almirados, lo que el joven había salido tan
favorecido, y que la negra le dice:
Áhi
no más lo mandó a llamar al joven, y que le dice:
Y
entonce el Rey mandó que calentaran el horno y l'echaran al doble de
leña. Y mandó que le trajieran una sábana sin pecar. Subió en el
potrío y corrió más di una legua. Volvió al palacio y el potrío
había sudau turbio. El sudor era barro no más. Y mandó a trair la
sábana y lo secó. Que la sábana había quedau embarrada. Y que se
envolvió y s'hizo echar al horno y le cerraron la puerta.
Y
ya la niña afligida no sabía qué hacer, y le pidió al joven que
se quedara en el palacio. Y él se quedó. Y viene la niña y
s'enamora del joven y se casaron y quedaron dueños de todo lo que
tenía el Rey.
A
los tres días se le presentó el potrío al joven y que le dice
qu'él había sido un ángel y que había venido a salvarlo y a
sacarlo de la positú ande se encontraba, entre diablos, y que ahora
como ya lo había salvado y él quedaba bien, él s'iba. El joven
lloraba, pero el potrío s'hizo una palomita y se voló.
Y
el joven quedó con la niña, casado, y hecho Rey viviendo muy
felices, y yo me vine para acá, a contar el cuento.
Gilberto
Zavala, 29 años. San Martín. San Luis, 1945.
Cuento
1060. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 072
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