Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La palomita .991

Que había una niña que no si ucupaba más que de jugar a las muñecas, no más.
Bué... Que un día vino un pájaro y le llevó la muñeca a la niña. Y que cuando le llevó la muñeca, la niña se jue lejos siguiéndoló. Al cair la tarde el pájaro le dejó cair la muñeca y ella siguió.
Bué... Se jue por los campos y se perdió.
Ya cuando anduvo tres días llegó a unas casas que encontró solas. Ya vido qui áhi vivía gente. Y se puso a limpiarla y hizo de comer. Que en esa casa vivían dos jóvenes.
Como a las doce llegaron los jóvenes y la niña si había escondíu abajo de una batea. Y vieron que 'taba todo arreglado y la comida hecha. Y empezaron a buscar. Y que uno dice:
-Allá hay un trapito bonito, abajo 'e la batea. Lo voy a agarrar para limpiarme las manos.
Va y lo tira -que era el vestido de la niña- y en eso dan güelta la batea y ven una niña muy bonita. Ella les conversó de qué manera había veníu a las casas. Y allí se quedó.
La niña era muy güena y guapa y los jóvenes la querían como a una hermana verdadera.
Entonce los jóvenes le alvirtieron que áhi tenían un gato, que no le juera a pegá porque l'iba apagá el juego. Y que tenía que ir a pedir juego a la única vecina qui había cerca, qu'era una mujer mala.
Un día, que se olvida lo que le habían dicho los hermanos, y viene y le pega al gato. Y el gato le apagó todo el juego. Y tuvo que ir a pedí juego. Y ella jue a pedí juego a la casa de la mujer mala y encontró sola a la hija de la mujer. Y que le dio juego y que le dijo que se juera ligerito ante que llegara la madre porque era muy mala. Entonce se jue la niña. Pero áhi no más llegó la madre y preguntó que quién había veníu. Y la niña le dijo que nadie.
-Sí, qui ha veníu -que le dice enojada.
Y al fin, la niña le tuvo que decí la verdá. Entonce que salió a alcanzala. Y que ya la iba alcanzando y que le tiró un poco de ceniza que llevaba con el juego, y que áhi s'hizo una neblina que agata podía andar.
Después de mucho trabajo llegó no más ande iba la niña. Y le tira entonce una tijera y s'hizo un pencal. La vieja anduvo, anduvo, y al fin lo pasa. Y siguió. Llegó a las casas cuando ya la niña había hecho juego y no le podía hacer nada. Entonce orinó atrás de las casas y se volvió. Ande la mujer mala orinó, brotó un cebollar muy lindo.
Sale un día la niña para atrás de la casa y ve este cebollar y dice:
-¡Cómo no me habrán dicho mis hermanos que tenimos un cebollar tan lindo! -y cortó y l'echó a la comida.
Y vinieron los jóvenes a las doce y se pusieron a almorzá. En cuantito s' echaron la comida a la boca s'hicieron güeycitos. La niña se puso a llorar y no sabía qué hacer. Y lloró mucho, pero al fin se consoló y se quedó a cuidar los güeycitos. Los sacaba al campo a comer y los traiba a la tardecita.
Un día la ve un negro esclavo del Rey y va corriendo y que le dice al Rey -el negro que era muy autero- que áhi andaba por los campos una niña cuidando unos güeycitos. Y que el Rey la mandó llevar a la niña con güeys y todo. Que la niña no quería ir, pero al fin jue. Y al Rey le gustó tanto que se casó con ella. Al año tuvo un niño varón, muy lindo.
A los güeycitos los tenía muy regalones cuidandolós, bajo techo.
Al tiempo, el Rey tuvo que ausentarse por juerza. La niña no quería quedase, pero no tuvo más remedio que quedase. Se quedó con una negra sirvienta.
Un día, la niña se sube arriba de un árbol, y abajo era un arroyo. La negra se jue al agua, y miró en l'agua la cara de la Reina y creyó qu'era la d' ella, y que dice:
-¡Yo que soy tan güena moza puedo ser la Reina!
La negra alzó l'agua y se jue a las casas. La encontró a la Reina muy triste y que le dice:
-¿Quí hace mi amita, tan triste? Venga, yo la voy a espulgar para que se entretenga un poco.
Y que la negra se pone a espulgarla y le clavó una alfiler embrujada, y que la Reina s'hizo una palomita y se voló.
La negra se vistió con los vestidos de la Reina. Al niño casi ni lu atendía, y mandó que los hicieran trabajar en el trabajo más pesado a los güeycitos.
Cuando viene el Rey le dice que si ha puesto así porque ha teníu un gran dijusto, que la negra l'ha dejau sola. El Rey se puso muy triste por eso.
A los días, el negro hortalicero le dice al Rey que todos los días venía una palomita y hablaba y le preguntaba por él y por el niño, y por los güeycitos. Y que él tuvo mucha curiosidá y le preguntó qué decía; y que el hortalicero le dijo lo que decía.
La palomita venía todos los días y le decía:
-¿Qué hace el Rey?
Y él le decía:
-Jugando y chanciando con su mujer.
-¿Qué hace el niño?
-De ratos llora, de ratos calla.
-¡Ay, hijo de mi alma,
así llora tu madre por las montañas!
¿Qué hacen los güeycitos?
-Ahí 'tán los güeys,
tirando cal y canto
pa los palacios del Rey.
Entonce jue y puso pega-pega arriba di un montecito ande venía todos los días y si asentaba, la palomita. Ya vino ese día y empezó a hablar con el hortalicero:
-¿Qué hace el Rey?
-Jugando y chanciando con su mujer.
-¿Qué hace el niño?
-De ratos llora, de ratos calla.
-¡Ay, hijo de mi alma,
así llora tu madre por las montañas!
¿Qué hacen los güeycitos?
-Ahí 'tán los güeys,
tirando cal y canto
pa los palacios del Rey.
Y se jue a volar la palomita, y se quedó pegada. Y áhi no más la agarraron y se la pasaron al Rey. Y el Rey la comienza a acariciar, a tantiar la cabecita. Y va y l'encuentra un alfiler y se lo saca y áhi no más s'hizo una niña como ante, pero más bonita todavía.
Entonce la niña le contó todo como había pasado y corrió a ver su hijito y hizo trair a los güeycitos. Todos 'taban muy contentos y el Rey y la Reina lloraban di alegría.
El Rey hizo trair cuatro potros y hizo que la ataran a la negra de las manos y los pieses en los potros y los largaron al campo. Y la mataron, la descuartizaron los potros a la negra bruja.
Y ellos vivieron felices muchos años.

Isabel Vega de Tobares, 60 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1939.

La narradora sólo lee y firma, no sabe escribir. No ha salido nunca del lugar.

Cuento 991. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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