Que
había una niña que no si ucupaba más que de jugar a las muñecas,
no más.
Bué...
Que un día vino un pájaro y le llevó la muñeca a la niña. Y que
cuando le llevó la muñeca, la niña se jue lejos siguiéndoló. Al
cair la tarde el pájaro le dejó cair la muñeca y ella siguió.
Ya
cuando anduvo tres días llegó a unas casas que encontró solas. Ya
vido qui áhi vivía gente. Y se puso a limpiarla y hizo de comer.
Que en esa casa vivían dos jóvenes.
Como
a las doce llegaron los jóvenes y la niña si había escondíu abajo
de una batea. Y vieron que 'taba todo arreglado y la comida hecha. Y
empezaron a buscar. Y que uno dice:
Va
y lo tira -que era el vestido de la niña- y en eso dan güelta la
batea y ven una niña muy bonita. Ella les conversó de qué manera
había veníu a las casas. Y allí se quedó.
Entonce
los jóvenes le alvirtieron que áhi tenían un gato, que no le juera
a pegá porque l'iba apagá el juego. Y que tenía que ir a pedir
juego a la única vecina qui había cerca, qu'era una mujer mala.
Un
día, que se olvida lo que le habían dicho los hermanos, y viene y
le pega al gato. Y el gato le apagó todo el juego. Y tuvo que ir a
pedí juego. Y ella jue a pedí juego a la casa de la mujer mala y
encontró sola a la hija de la mujer. Y que le dio juego y que le
dijo que se juera ligerito ante que llegara la madre porque era muy
mala. Entonce se jue la niña. Pero áhi no más llegó la madre y
preguntó que quién había veníu. Y la niña le dijo que nadie.
Y
al fin, la niña le tuvo que decí la verdá. Entonce que salió a
alcanzala. Y que ya la iba alcanzando y que le tiró un poco de
ceniza que llevaba con el juego, y que áhi s'hizo una neblina que
agata podía andar.
Después
de mucho trabajo llegó no más ande iba la niña. Y le tira entonce
una tijera y s'hizo un pencal. La vieja anduvo, anduvo, y al fin lo
pasa. Y siguió. Llegó a las casas cuando ya la niña había hecho
juego y no le podía hacer nada. Entonce orinó atrás de las casas y
se volvió. Ande la mujer mala orinó, brotó un cebollar muy lindo.
-¡Cómo
no me habrán dicho mis hermanos que tenimos un cebollar tan lindo!
-y cortó y l'echó a la comida.
Y
vinieron los jóvenes a las doce y se pusieron a almorzá. En
cuantito s' echaron la comida a la boca s'hicieron güeycitos. La
niña se puso a llorar y no sabía qué hacer. Y lloró mucho, pero
al fin se consoló y se quedó a cuidar los güeycitos. Los sacaba al
campo a comer y los traiba a la tardecita.
Un
día la ve un negro esclavo del Rey y va corriendo y que le dice al
Rey -el negro que era muy autero- que áhi andaba por los campos una
niña cuidando unos güeycitos. Y que el Rey la mandó llevar a la
niña con güeys y todo. Que la niña no quería ir, pero al fin jue.
Y al Rey le gustó tanto que se casó con ella. Al año tuvo un niño
varón, muy lindo.
Al
tiempo, el Rey tuvo que ausentarse por juerza. La niña no quería
quedase, pero no tuvo más remedio que quedase. Se quedó con una
negra sirvienta.
Un
día, la niña se sube arriba de un árbol, y abajo era un arroyo. La
negra se jue al agua, y miró en l'agua la cara de la Reina y creyó
qu'era la d' ella, y que dice:
Y
que la negra se pone a espulgarla y le clavó una alfiler embrujada,
y que la Reina s'hizo una palomita y se voló.
La
negra se vistió con los vestidos de la Reina. Al niño casi ni lu
atendía, y mandó que los hicieran trabajar en el trabajo más
pesado a los güeycitos.
Cuando
viene el Rey le dice que si ha puesto así porque ha teníu un gran
dijusto, que la negra l'ha dejau sola. El Rey se puso muy triste por
eso.
A
los días, el negro hortalicero le dice al Rey que todos los días
venía una palomita y hablaba y le preguntaba por él y por el niño,
y por los güeycitos. Y que él tuvo mucha curiosidá y le preguntó
qué decía; y que el hortalicero le dijo lo que decía.
-¿Qué
hace el niño?
así
llora tu madre por las montañas!
¿Qué
hacen los güeycitos?
tirando
cal y canto
pa
los palacios del Rey.
Entonce
jue y puso pega-pega arriba di un montecito ande venía todos los
días y si asentaba, la palomita. Ya vino ese día y empezó a hablar
con el hortalicero:
así
llora tu madre por las montañas!
¿Qué
hacen los güeycitos?
tirando
cal y canto
pa
los palacios del Rey.
Y
se jue a volar la palomita, y se quedó pegada. Y áhi no más la
agarraron y se la pasaron al Rey. Y el Rey la comienza a acariciar, a
tantiar la cabecita. Y va y l'encuentra un alfiler y se lo saca y áhi
no más s'hizo una niña como ante, pero más bonita todavía.
Entonce
la niña le contó todo como había pasado y corrió a ver su hijito
y hizo trair a los güeycitos. Todos 'taban muy contentos y el Rey y
la Reina lloraban di alegría.
El
Rey hizo trair cuatro potros y hizo que la ataran a la negra de las
manos y los pieses en los potros y los largaron al campo. Y la
mataron, la descuartizaron los potros a la negra bruja.
Isabel
Vega de Tobares, 60 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1939.
La
narradora sólo lee y firma, no sabe escribir. No ha salido nunca del
lugar.
Cuento
991. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 072
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