Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La palomita .979

Se trata de una chica, ya era una señorita, que le gustaba mucho jugar con las muñecas. Y no dejaba de jugar. Ya 'taba siendo ya niña grande, pero siempre 'taba jugando con las muñecas. La madre le decía siempre:
-Mirá, hija, no juegues, ya, con las muñecas, ya no tienes edá para jugar con las muñecas. Pero a ella le gustaba. Seguía jugando. Y tenía muy arregladas las muñecas, muy bien vestidas. Porque cosía, les hacía ropita.
Un día 'taba jugando en el patio y vino un carancho y le levanta la muñeca más hermosa que tenía, y más bien vestida. Entonce ella se levanta corriendo.
-¡Traé! ¡Traé! -que corría tras del carancho. ¡Traé! ¡Traé!...
Siempre corriendo, y el carancho se iba no más. Y ha ido al campo, a un desierto que ya no había nada. Y le ha soltado la muñeca ya destrozada la muñeca, porque la había roto. Y entonces ella lo levantó a la muñeca, pero cuando ha querido volver a la casa ya no había dado por donde. Ya si ha perdido. Andaba... y seguía andando. Y ya iba siendo oración. Y ya no podía dar por donde volver. Hasta que va y da con una casa vacía, con una casa que había en el campo. 'Taba sola la casa, pero estaba abierta la puerta de la cocina. Va y entra. Y encuentra todas las cosas listas para cocinar, todo. Y ella, claro, tenía hambre. Si había ido a la mañana y había andado toda la tarde, todo el día se puede decir. Entonce que dice, pensó:
-Voy a cocinar. Como y les dejo la comida. Deben ser algunos que van a trabajar y deben cocinar recién -pensó ella.
Si ha puesto a cocinar. Cocinó, comió ella, y dejó la comida lista. Y cuando ya sintió la voz de unos hombres que venían hablando, y entonces ella se escondió detrás de una batea quesque había parada ahí, en la cocina. Entonces, dice que llegaron los hombres, quesque eran dos hermanos, y dicen:
-Pero, ve, quien habrá cocinau. Ve, la comida 'tá lista y tan linda que parece.
-Comela no más -que le dice el otro.
-No -que le dice- vaya a tener veneno. Será alguno que ha venido pa envenarnos.
-Bueno, dale al perro, a ver; si no se muere el perro, ya podemos comer nosotros.
-No -que le dice, le demos al gato primero porque el perro nos hace falta, es compañero.
Que siempre andaban con el perro, en cambio el gato quedaba en la casa. Bueno, le dieron al gato. Y el gato comió y no l'hizo nada, quedó muy bien el gato. Después le dieron al perro y lo mismo. Y comieron ellos. Se animaron a comer. Y la chica ésta, al entrar, al esconderse, le había quedado el vestido salido para afuera.
Y uno, que ha volcado comida, y dice:
-¡Ay!, voy a buscar un trapo para limpiar.
Se va a sacar el trapo. Era el vestido de la niña que se lo había recogido.
-Aquí hay alguien, che -que le dice.
-¿Por qué decís que hay alguien?
-Porque ese trapo que hi querido sacar se ha entrado para adentro.
Pero no se animaba de dar vuelta la batea para ver. Y entre los dos han venido, la han dado vuelta y sale ella. Muy asustada, claro, dice:
-¡Disculpen! Que yo m'hi perdido. Mi escondido. Hi cocinado porque tenía hambre. Y m'hi escondido. M'hi perdido en el campo.
Que le dicen:
-Bueno, ahora qué vamos hacer. Usté no sabe para dónde es su casa, y cómo se va ir, y nosotros tampoco. Entonce, ¿por qué no se queda con nosotros? La vamos a tratar como a hermana. Usté cocina, nos atiende la casa, nosotros tenemos que salir a trabajar.
-Bueno -que dice.
Y se quedó.
Y empezó a cocinar, a trabajar. Les lavaba la ropa, les cocinaba y estaba muy bien ahí, la atendían. Pero le dice uno:
-Ese gato es malo. Cuando le pida déle, déle porque si no le va orinar el fuego -tenía el fogón en la cocina. Y hay que ir a buscar el fuego en la casa di una vieja bruja. Entonce le dieron un atado de ceniza, una aguja y un peine, por las dudas tenga que ir a la vieja, a pedile el fuego.
Y un día ella no le dio al gato de la carne que 'taba picando, porque tanto la molestaba a cada momento. Entonce el gato li orinó el fuego y se le apagó. Y entonce se fue ella a pedile el fuego a la vieja bruja. Se fue allá y no estaba la vieja, y ella levantó el fuego y se vino disparando. Y cuando ya venía, la vieja ya la vio a la chica, y entonce ya le empezó a gritar, que se pare, que se pare, que se pare. Entonce ella largó la ceniza -que ellos le explicaron lo que tenía que hacer. Y se hizo una neblina, una niebla grande. Y entonce ella logró de llevarle ventaja a la bruja. Y dice que la vieja es que gritaba:
-Por dónde voy, por dónde vengo. Por dónde voy, por dónde vengo -que venía en la neblina ésta, tan oscura.
Y dice que había tenido tiempo ella de lograr de disparar un poco. Y ya lo iba alcanzado otra vez la vieja y le largó la aguja, y s'hizo un pencanal con unas semejantes espinas. Y ya la vieja iba agatas por las espinas hasta que ella ya alcanzó a pasar un trecho más. Pero ya la volvía alcanzar y le largó el peine. S'hizo unas montañas. Una montaña que agatas subía la vieja y podía pasar un poco. Y en eso tuvo tiempo la chica de llegar a la casa, a la cocina, y encerrarse. Entonce la vieja llegó y empezó a golpearle, golpearle:
-Niña, abremé la puerta; niña, abremé la puerta.
Y ella nada, nada. Calladita no más. Hasta que se cansó la vieja y se fue. Pero ahí cerca no más había ido y si había puesto a orinar. Había hecho un río de orines. Y en eso había salido un cebollar... Unas cebollas muy grandes. Si había hecho un cebollar, donde había orinado la bruja.
Ella no lu había visto. Ella ha seguío cocinando y les dio de comer a los hermanos. Cuando vinieron les contó de la vieja, de lo que le había pasado, y todo con el gato.
Después, otro día habían observado esto y dicen:
-¿Y esa cebolla, de dónde ha salido?
-No sé -que dice.
-¿Por qué no le echa a la comida? Es muy rica la cebolla verde para la comida.
Bueno, ella corta y le pone en la comida. Ella no comió, no sé por qué sería, pero los muchachos comieron, y se volvieron toritos, dos toritos. Entonce ella se puso muy triste, pero los empezó a cuidar. Los llevaba para el campo y los cuidaba para que coman y los volvía a traer a la casa.
Y ella era muy linda, la chica. Y en eso que andaba, todos los días, se iba al campo, volvía con los toritos. Los cuidaba para que coman, los volvía a traer. Un día había pasado un rey, un príncipe, por ahí. Y le dice:
-¡Qué andará haciendo esta niña! -que le dice. ¿Qué andas haciendo?
Y le cuenta lo que le había pasado. 'Taba cuidando los toritos. Que le había pasado eso, que se le habían vuelto toros los hermanos porque habían comido la cebolla ésa.
-Bueno, vamos. Yo te llevo para mi casa -que le dice- y allá los vamos a cuidar a los toritos.
Dice ella:
-Que no me los hagan trabajar a los toritos porque son mis hermanos. Pero se han vuelto toros, son gente.
-Bueno -le dice el Rey- los vamos a cuidar.
Entonce se va. Allá el Príncipe si había casado con ella. Y al año tuvo un niñito muy hermoso. Y en ese tiempo 'taban en guerra con los moros, los cristianos con los moros. Y el Rey tenía que ir a la guerra. Entonce hizo hacer una torre alta y la dejó a ella. Para que no le pase nada, arriba la dejó, arriba a ella con el niño en la torre. Y entonce tenía una esclava, una negra. Una negra muy motera, que era ésa la que lo atendía. Bueno, la niña 'taba arriba, siempre, mirando cuando podría venir el esposo.
Bueno, un día llegó muy cansado el Rey. Tenía una negra. Una esclava que tenía, para que lo atendiera. Muy cansado, es que dice:
-No voy a verla a mi esposa, y al hijito. Primero me voy a lavar, me voy a bañar. Y 'toy con sé, también. Negra dame agua.
Entonce la negra levanta un cántaro. Y al pie de la torre, donde 'taba la niña, tenían un pozo de agua. Y había ido la negra a ver. Y la niña 'taba mirando para afuera. Y había sabido dar el reflejo en el pozo, ¿no? Se veía ahí. Viene la negra y se mira y dice:
-¡Ay!, ¡Tan bonita que había sido yo!, y llevándole agua para el Rey. Yo no me voy ocupare.
Y tira el cántaro para un lado y sale disparando.
-Negra ¿y el agua que te pedí?
-Me corrieron los moros. Me corrieron los moros.
-Pero, qué mentira, andá traeme el agua.
Y ya es que volvía a ir. Y la otra taba arriba siempre. Y volvía a mirarse ella:
-¡Pero tan bonita que habré sido yo! Pero yo no voy a 'tar llevando agua para el Rey. ¡No!
Y salía disparando otra vez. Y ella no pudo sufrir, porque sabía que el agua era para el Rey. Que le dice:
-Negra, llevale el agua para el Rey, que te está pidiendo, para tu amo.
Y dice:
-¡Ay! -dice, la señorita había sido. Yo creía que era yo.
Y sale corriendo y le lleva el agua.
Y en seguida viene y sube arriba.
-Pero, niña, tan solita que 'tá aquí. Y que tal vé que tenía en la cabeza, tal vé le habían entrado bichos. Déme, yo la voy a peinar, le voy a sacar.
Y había llevado un alfiler preparada. Y en cuanto le había dejado la cabeza ya le ha plantado l'alfiler en la cabeza. Y la niña se ha hecho una paloma y ha volado. Llevaba sólo los zapatitos, lo demás iba desnuda. Entonces ella se vistió con la ropa de la niña y se sentó, y se puso a esperarlo al Rey que sabía que iba ir a verla.
Y fue el Rey y se da con esta negra.
-Pero, mi esposa, ¿qué te pasa, por qué estás así?
-Pero, ¡tantos sores que he pasaro!
-¡Tan negra!
-¡Tanto sores que he pasaro me puse negra!
-Y tuerta.
-Pero vino el gato y me sacó el ojo.
-Pero, estás así, que qué te ha pasado.
-No sé.
-Y estás motera, también.
-¡Por tanto sore que he pasaro!
Y entonce lo baja él y lo lleva, y lo empieza a jabonar para que se vuelva blanca. ¡Qué iba a volver blanca la negra ojala la jabonara! Y dice que la tenía cuidando, atendiendolá. Que le tenía lástima, en el estado que había quedado la pobre.
Y entonce tenía un jardinero, el Rey.
Que venía la palomita y se sentaba en una rama, en una parra, se sentaba y le decía:
-Hortelano del Rey,
¿qué hace el Rey con su reina mora?
-Ahí está, cuidandolá.
-¿Y el niño?
-A veces calla y a veces llora.
-¿Y los toritos?
-Están trabajando.
-¡Y yo triste en los campos
cautiva estoy!
Y se volaba, y se iba.
Y así como tres veces que había ido la paloma y había dicho lo mismo. Recién esque va y le cuenta al Rey lo que pasaba con la paloma. Y dice:
-Tomá, ponele esta pega -se sentaba en una sola parte siempre. Ponele para que se pegue ahí. Cuando se pegue sacala y traemelá para acá.
Bueno, fue y le puso la pega y vino y se sentó áhi. Y volvió a decir lo mismo:
-Hortelano del Rey,
¿qué hace el Rey con su reina mora?
-Áhi está, cuidandolá, siempre.
-¿Y el niño?
-A veces calla y a veces llora.
-¿Y los toritos?
-Están trabajando.
-¡Y yo triste en los campos,
cautiva estoy!
Y se voló y dejó los zapatitos pegados.
Bueno, entonces le trae los zapatos, para el Rey.
Que le dice:
-Pero, mire qué raro, con los zapatos esta paloma -que dice el Rey. Qué puede ser. Esto es un misterio.
Después que le dice:
-Volvele a poner pega.
Le puso otra vez. Y vino y vuelve a decir ella.
-Hortelano del Rey,
¿qué hace el Rey con su reina mora?
-Áhi está cuidandolá, no más.
-¿Y el niño?
-A veces calla y a veces llora.
-¿Y los toritos?
-Están trabajando.
-¡Ay! -dice. ¡Y yo triste en los campos
cautiva estoy!
Y se vuela y deja las medias.
Y le lleva las medias al Rey.
-¡Um, bah! -que dice. ¡Ésta es una cosa tan rara! Volvele a poner.
Le vuelve a poner y vuelve otra vez la palomita a asentarse y vuelve a decir lo mismo.
-Hortelano del Rey,
¿qué hace el Rey con su reina mora?
-Áhi está cuidandolá, mimandolá.
-¡Ay! -que dice. ¡Y yo triste en los campos
cautiva estoy!
Y se quiere volar y ya no pudo porque ya se quedó pegadita ella. Ya 'taba descalza. Entonce empezó a aletiar. Corrió él y la sacó. La llevó.
-¡Ay! -dice la negra cuando la ha visto. ¡La paloma! Dejá esos animales.
-¡Qué, mirá que bonita la palomita! -que le dice el Rey.
-¡Ay!, que esos animales, yo no los quiero, no los puedo ver. Lleven ese bicho para allá. Que no me vaya a picar. Esos son muy malos esos animales. Matelón. Matelón.
-No. ¡Qué lo voy a matar! Tan hermosa la palomita. Tan bonita.
-No. Esos bichos no me gustan a mí. Matalo. Matalo.
Y lo lleva el Rey y lo guarda. Lo guarda en una jaulita, lo tiene. Lo cuidaba, lo sobaba el Rey. Y cuando se ha descuidado éste, tenían una botija con miel, ha ido y lo ha tirado dentro de la vasija con miel a la paloma, la negra. Y el Rey, no sé qué buscando, siente que aleteaba. Que dice:
-¿Qué habrá caído aquí?
Va a ver... ¡la palomita!
-Pero, a la palomita no le habían puesto agua. Tendrá sé que se ha puesto a querer tomar agua y se ha caído aquí.
Y la saca y la empieza a lavar en una palangana con agua. Y lavar y lavar y va y le toca en la coronita.
-Pero, qué es esto. Una espina parece.
Y le tira el alfiler. Y se para la reina desnuda. Y la tapa con la capa, él. Y entonces que dice él:
-¿Qué pasa?
Y entonce que le cuenta ella todo. Y entonces que a la negra la agarran y la llevan, y la habían atado a unos caballos, para que la maten ahí. Y los habían hecho andar y si había muerto la negra. Pero como era bruja había vuelto a vivir. Y que al otro día esque andaba bailando arriba de la casa.
-¡Ay! -que dice el Rey. ¡Pillelán a esta bruja y quemelán y avientelán la ceniza para que no vuelva!
La quemaron y entonce no volvió más. Y todos vivieron felices muchos años.

María Adela Oviedo de Nieva, 68 años. Santa Rosa. Tinogasta. Catamarca, 1970.

Cuento 979. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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