Se
trata de una chica, ya era una señorita, que le gustaba mucho jugar
con las muñecas. Y no dejaba de jugar. Ya 'taba siendo ya niña
grande, pero siempre 'taba jugando con las muñecas. La madre le
decía siempre:
-Mirá,
hija, no juegues, ya, con las muñecas, ya no tienes edá para jugar
con las muñecas. Pero a ella le gustaba. Seguía jugando. Y tenía
muy arregladas las muñecas, muy bien vestidas. Porque cosía, les
hacía ropita.
Un
día 'taba jugando en el patio y vino un carancho y le levanta la
muñeca más hermosa que tenía, y más bien vestida. Entonce ella se
levanta corriendo.
Siempre
corriendo, y el carancho se iba no más. Y ha ido al campo, a un
desierto que ya no había nada. Y le ha soltado la muñeca ya
destrozada la muñeca, porque la había roto. Y entonces ella lo
levantó a la muñeca, pero cuando ha querido volver a la casa ya no
había dado por donde. Ya si ha perdido. Andaba... y seguía andando.
Y ya iba siendo oración. Y ya no podía dar por donde volver. Hasta
que va y da con una casa vacía, con una casa que había en el campo.
'Taba sola la casa, pero estaba abierta la puerta de la cocina. Va y
entra. Y encuentra todas las cosas listas para cocinar, todo. Y ella,
claro, tenía hambre. Si había ido a la mañana y había andado toda
la tarde, todo el día se puede decir. Entonce que dice, pensó:
-Voy
a cocinar. Como y les dejo la comida. Deben ser algunos que van a
trabajar y deben cocinar recién -pensó ella.
Si
ha puesto a cocinar. Cocinó, comió ella, y dejó la comida lista. Y
cuando ya sintió la voz de unos hombres que venían hablando, y
entonces ella se escondió detrás de una batea quesque había parada
ahí, en la cocina. Entonces, dice que llegaron los hombres, quesque
eran dos hermanos, y dicen:
Que
siempre andaban con el perro, en cambio el gato quedaba en la casa.
Bueno, le dieron al gato. Y el gato comió y no l'hizo nada, quedó
muy bien el gato. Después le dieron al perro y lo mismo. Y comieron
ellos. Se animaron a comer. Y la chica ésta, al entrar, al
esconderse, le había quedado el vestido salido para afuera.
Pero
no se animaba de dar vuelta la batea para ver. Y entre los dos han
venido, la han dado vuelta y sale ella. Muy asustada, claro, dice:
-¡Disculpen!
Que yo m'hi perdido. Mi escondido. Hi cocinado porque tenía hambre.
Y m'hi escondido. M'hi perdido en el campo.
Que
le dicen:
-Bueno,
ahora qué vamos hacer. Usté no sabe para dónde es su casa, y cómo
se va ir, y nosotros tampoco. Entonce, ¿por qué no se queda con
nosotros? La vamos a tratar como a hermana. Usté cocina, nos atiende
la casa, nosotros tenemos que salir a trabajar.
Y
empezó a cocinar, a trabajar. Les lavaba la ropa, les cocinaba y
estaba muy bien ahí, la atendían. Pero le dice uno:
-Ese
gato es malo. Cuando le pida déle, déle porque si no le va orinar
el fuego -tenía el fogón en la cocina. Y hay que ir a buscar el
fuego en la casa di una vieja bruja. Entonce le dieron un atado de
ceniza, una aguja y un peine, por las dudas tenga que ir a la vieja,
a pedile el fuego.
Y
un día ella no le dio al gato de la carne que 'taba picando, porque
tanto la molestaba a cada momento. Entonce el gato li orinó el fuego
y se le apagó. Y entonce se fue ella a pedile el fuego a la vieja
bruja. Se fue allá y no estaba la vieja, y ella levantó el fuego y
se vino disparando. Y cuando ya venía, la vieja ya la vio a la
chica, y entonce ya le empezó a gritar, que se pare, que se pare,
que se pare. Entonce ella largó la ceniza -que ellos le explicaron
lo que tenía que hacer. Y se hizo una neblina, una niebla grande. Y
entonce ella logró de llevarle ventaja a la bruja. Y dice que la
vieja es que gritaba:
-Por
dónde voy, por dónde vengo. Por dónde voy, por dónde vengo -que
venía en la neblina ésta, tan oscura.
Y
dice que había tenido tiempo ella de lograr de disparar un poco. Y
ya lo iba alcanzado otra vez la vieja y le largó la aguja, y s'hizo
un pencanal con unas semejantes espinas. Y ya la vieja iba agatas por
las espinas hasta que ella ya alcanzó a pasar un trecho más. Pero
ya la volvía alcanzar y le largó el peine. S'hizo unas montañas.
Una montaña que agatas subía la vieja y podía pasar un poco. Y en
eso tuvo tiempo la chica de llegar a la casa, a la cocina, y
encerrarse. Entonce la vieja llegó y empezó a golpearle, golpearle:
Y
ella nada, nada. Calladita no más. Hasta que se cansó la vieja y se
fue. Pero ahí cerca no más había ido y si había puesto a orinar. Había hecho un río de orines. Y en eso había
salido un cebollar... Unas cebollas muy grandes. Si había hecho un
cebollar, donde había orinado la bruja.
Ella
no lu había visto. Ella ha seguío cocinando y les dio de comer a
los hermanos. Cuando vinieron les contó de la vieja, de lo que le
había pasado, y todo con el gato.
Bueno,
ella corta y le pone en la comida. Ella no comió, no sé por qué
sería, pero los muchachos comieron, y se volvieron toritos, dos
toritos. Entonce ella se puso muy triste, pero los empezó a cuidar.
Los llevaba para el campo y los cuidaba para que coman y los volvía
a traer a la casa.
Y
ella era muy linda, la chica. Y en eso que andaba, todos los días,
se iba al campo, volvía con los toritos. Los cuidaba para que coman,
los volvía a traer. Un día había pasado un rey, un príncipe, por
ahí. Y le dice:
Y
le cuenta lo que le había pasado. 'Taba cuidando los toritos. Que le
había pasado eso, que se le habían vuelto toros los hermanos porque
habían comido la cebolla ésa.
-Que
no me los hagan trabajar a los toritos porque son mis hermanos. Pero
se han vuelto toros, son gente.
Entonce
se va. Allá el Príncipe si había casado con ella. Y al año tuvo
un niñito muy hermoso. Y en ese tiempo 'taban en guerra con los
moros, los cristianos con los moros. Y el Rey tenía que ir a la
guerra. Entonce hizo hacer una torre alta y la dejó a ella. Para que
no le pase nada, arriba la dejó, arriba a ella con el niño en la
torre. Y entonce tenía una esclava, una negra. Una
negra muy motera, que era ésa la
que lo atendía. Bueno, la niña 'taba arriba, siempre, mirando
cuando podría venir el esposo.
Bueno,
un día llegó muy cansado el Rey. Tenía una negra. Una esclava que
tenía, para que lo atendiera. Muy cansado, es que dice:
-No
voy a verla a mi esposa, y al hijito. Primero me voy a lavar, me voy
a bañar. Y 'toy con sé, también. Negra dame agua.
Entonce
la negra levanta un cántaro. Y al pie de la torre, donde 'taba la
niña, tenían un pozo de agua. Y había ido la negra a ver. Y la
niña 'taba mirando para afuera. Y había sabido dar el reflejo en el
pozo, ¿no? Se veía ahí. Viene la negra y se mira y dice:
Y
salía disparando otra vez. Y ella no pudo sufrir, porque sabía que
el agua era para el Rey. Que le dice:
-Pero,
niña, tan solita que 'tá aquí. Y que tal vé que tenía en la
cabeza, tal vé le habían entrado bichos. Déme, yo la voy a peinar,
le voy a sacar.
Y
había llevado un alfiler preparada. Y en cuanto le había dejado la
cabeza ya le ha plantado l'alfiler en la cabeza. Y la niña se ha
hecho una paloma y ha volado. Llevaba sólo los zapatitos, lo demás
iba desnuda. Entonces ella se vistió con la ropa de la niña y se
sentó, y se puso a esperarlo al Rey que sabía que iba ir a verla.
Y
entonce lo baja él y lo lleva, y lo empieza a jabonar para que se
vuelva blanca. ¡Qué iba a volver blanca la negra ojala la jabonara!
Y dice que la tenía cuidando, atendiendolá. Que le tenía lástima,
en el estado que había quedado la pobre.
¿qué
hace el Rey con su reina mora?
cautiva
estoy!
Y
así como tres veces que había ido la paloma y había dicho lo
mismo. Recién esque va y le cuenta al Rey lo que pasaba con la
paloma. Y dice:
-Tomá,
ponele esta pega -se sentaba en una sola parte siempre. Ponele para
que se pegue ahí. Cuando se pegue sacala y traemelá para acá.
Bueno,
fue y le puso la pega y vino y se sentó áhi. Y volvió a decir lo
mismo:
¿qué
hace el Rey con su reina mora?
cautiva
estoy!
-Pero,
mire qué raro, con los zapatos esta paloma -que dice el Rey. Qué
puede ser. Esto es un misterio.
¿qué
hace el Rey con su reina mora?
cautiva
estoy!
¿qué
hace el Rey con su reina mora?
cautiva
estoy!
Y
se quiere volar y ya no pudo porque ya se quedó pegadita ella. Ya
'taba descalza. Entonce empezó a aletiar. Corrió él y la sacó. La
llevó.
-¡Ay!,
que esos animales, yo no los quiero, no los puedo ver. Lleven ese
bicho para allá. Que no me vaya a picar. Esos son muy malos esos
animales. Matelón. Matelón.
Y
lo lleva el Rey y lo guarda. Lo guarda en una jaulita, lo tiene. Lo
cuidaba, lo sobaba el Rey. Y cuando se ha descuidado éste, tenían
una botija con miel, ha ido y lo ha tirado dentro de la vasija con
miel a la paloma, la negra. Y el Rey, no sé qué buscando, siente
que aleteaba. Que dice:
-Pero,
a la palomita no le habían puesto agua. Tendrá sé que se ha puesto
a querer tomar agua y se ha caído aquí.
Y
la saca y la empieza a lavar en una palangana con agua. Y lavar y
lavar y va y le toca en la coronita.
Y
le tira el alfiler. Y se para la reina desnuda. Y la tapa con la
capa, él. Y entonces que dice él:
Y
entonce que le cuenta ella todo. Y entonces que a la negra la agarran
y la llevan, y la habían atado a unos caballos, para que la maten
ahí. Y los habían hecho andar y si había muerto la negra. Pero
como era bruja había vuelto a vivir. Y que al otro día esque andaba
bailando arriba de la casa.
-¡Ay!
-que dice el Rey. ¡Pillelán a esta bruja y quemelán y avientelán
la ceniza para que no vuelva!
María
Adela Oviedo de Nieva, 68 años. Santa Rosa. Tinogasta. Catamarca,
1970.
Cuento
979. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 072
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