Había
una Reina que tenía una hija y una criada. Entonce, a la criada la
mandaba siempre que hiciera todas las cosas y a la hija no.
Y
entonce siempre la mandaba que juera a traer agua del río. En el río
había como una pileta, ¿no? Y ahí iba ella con el cántaro y
alzaba l'agua. Y ésta, como se demoraba siempre por que era lejos,
le pegaba. Cada vez que venía le pegaba la Reina, porque es que se
demoraba.
Y
un día que jue al río, y se li apareció una ancianita. Que le dice
que le diera agua. Entonce que le dice ella:
Le
dio el cántaro que tomara agua. Tomó agua, ella, y le agradeció.
Que le dijo que sería una güena niña, ella, y que Dios la
conservaría, y que ella la bendecía. Entonce ella llenó el cántaro
y se jue para las casas. Y claro, otra vez jue allá y otra vez que
le pegaban porque se demoraba. Entonce, cuando la chica jue a las
casas, la última vez cuando se le apareció la viejita, que cuando
ella hablaba, que le salían perlas de la boca. ¡Uh!, que si
asustaba la Reina, y que decía:
Y,
mientras más la chica hablaba, que aparecían más perlas que caían
al suelo. Y la Reina, que le decía a la hija que viniera a
juntarlas. Y dice:
Porque
dice que perlas y flores que le salían de la boca. Palabra que decía
la chica, más que le salían. Claro, el misterio que jue, que la
viejita ésa le hacía una gracia a la chica. La viejita era María
Santísima que se le apareció porque la chica era humilde y todo.
Entonce
ya jue la otra chica. 'Taba alzando l'agua cuando se le apareció la
viejita otra vez, y que le pidió agua. Que le dijo que tomara si
quería de la bebida. No le quiso dar. Que le diera en el cántaro,
que le dice.
Y
se desapareció la viejita. Y alzó l'agua ella y se jue pa las
casas. Cuando jue allá, que le dice:
Es
que, cuando la chica le conversaba a la madre eso, que le saltaban
bichos de la boca. Matuastos, lagartos, que caían al suelo.
Ya
que la martirizaban. Siempre la mandaban al agua otra vez, y siempre
ella venía con el misterio que tenía ella, y la otra no. Era
soberbia la otra niña.
Al
último, una vez que se le apareció un joven a la chica. Ya 'taba
una chica moza. Y entonce el joven se apareció él y ahí le
preguntaba cómo la trataban, y le dijo que él era hijo de un Rey. Y
le dijo que si ella se quería casá con él. Y ella no le dijo nada.
¡Uh!,
la martirizaron en la casa, enteramente, que ya no la dejaron 'tar.
Hasta la tiraron. No le daban de comer, nada. Porque la Reina quería
que se casara la hija. Al último de tanto sufrir ella, se jue a un
bosque. Nu hallaba qué hacer, desesperada. Ya la tiraron de la casa.
Y ella era buena, humilde, la chica. Y bueno, áhi cuando andaba
sufriendo en el bosque, si apareció el joven. Que le dijo que él la
iba a pedir al Rey, y que él s'iba a casar con ella.
Y
al fin se casó con el Príncipe. Y las otras quedaron en la miseria.
Por soberbias, ¿ve? Dios las castigó.
Alicia
Amaya de Gutiérrez, 72 años. Las Chacras. San Martín. San Luis,
1968.
Campesina
analfabeta. La narradora dice que aprendió el cuento de una viejita
del lugar que sabía muchos cuentos, pero que ella ha olvidado
algunas partes.
Cuento
1041. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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