Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La niña perdida .985

Había una vez una señora que tenía una hija muy güena, como de quince años y era muy linda. La mamá le regaló una muñeca para que juegue y aprienda a coser. La niña muy contenta con su muñequita estaba en el patio de la casa haciendolé un vestido, cuando siente que la llama su mamá desde la cocina. Va y cuando güelve, ve que un gavilán se lleva en el pico a su muñequita. Llora y sigue al gavilán, pero el gavilán da tantas güeltas que la niña no puede alcanzarlo, y sigue por detrás.
Caminó tanto que sin darse cuenta salió al campo y ya se 'staba haciendo de noche y perdió de vista al pájaro con su muñeca. Cansada, con miedo y con hambre, no sabiendo cómo volver a su casa, se quedó dormida. Mientras tanto su mamá la busca por todos lados y así varios días. Después, como no la encontró, la pobre señora enfermó y se murió de pena.
María, que así se llamaba la niña, al despertarse al otro día temprano siguió por un caminito creendo llegar así a su casa, pero llegó a otra casita chica. Entró. No había naides. Fue a la cocina, y comu había cosas para preparar la comida, se puso a cocinar. Después comió ella un poco y el resto guardó en la olla, sobre el fogón.
Al ratito sintió unos pasos y pensó que eran los dueños de la casita y se escondió debajo de una batea. Llegaron dos hermanos apurados a cocinar y como encontraron la comida hecha, la comieron... y después buscaron a la persona que debió hacerla.  No la encontraron. Así pasaron varios días, hasta que un día vieron que salía un pedacito de trapo colorao debajo de la batea. La levantaron y hallan a la niña escondida. Ésta se asustó y quiere disparar, pero los mozos le dicen que se quede con ellos, para cocinar y hacer todas las cosas de la casa, que ellos iban a trabajar para todos.
La niña se quedó. Los mozos le dijeron también que a veces va un gato negro y pide carne, que le dé toda la que quiera porque sinó el gato le va orinar el fuego y lo va apagar para siempre. La niña así hizo, pero un día no quiso darle la carne al gato porque había muy poquita. Entonces el gato se enojó y le orinó el fuego. El fuego se le apagó y la niña no pudo prenderlo con nada, y no cocinó.
Asustada se fue a una casita que parecía muy lejos a pedir unas brasitas. Cuando llegó allí, salió una niña y le dijo que se vaya, porque su madre iba a llegar y era muy mala. Le dio las brasitas, una auja, un peine y un espejo, y le dijo:
-Vaise ligerito, niña, porque mi madre la va perseguir. Cuando vaya llegando tire para atrás cualquiera de esta tres cosas que le doy y dispare.
Cuando llegó la vieja, que era una bruja de las malas, dijo:
-¡Pus!... ¡Pus!... ¡Pus!... Carne humana güelo... ¿Quién ha andao pu acá?
-Naides, mamá -le dice su hija, pero la bruja salió corriendo a pillar a María, para comerla cruda.
María iba a las carreras. Cuando ve que ya la alcanzaba la vieja bruja, tira para atrás el peine y se levanta un bosque tan tupío que naides puede pasar. Pero la bruja pisó y rompió las ramas y pasó no más. Ya la iba pillando otra vez a María, cuando ésta se da güelta y le tira la auja, y se levantó un pencal tan grande que naides puede pasar. Pero la bruja quebra las pencas y pasó no más. Otra vez la vieja va pillando a María y ésta le larga el espejo. Entonces se formó un río tan hondo que naides puede pasar. La bruja se metió al agua, ya la iba llevando y se volvía a enderezar. Así estuvo un güen rato hasta que pasó no más. Mientras tanto María ya iba llegando a su   casita. Cuando la bruja la va a pillar, abre la puerta y salen los dos perros que tienen los mozos, la atropellan a la vieja, la despedazan y la matan.
La vieja derramó mucha sangre que se hundió rápido en la tierra. Los mozos enterraron a la bruja lejos y bien hondo. Al otro día, donde se derramó la sangre de la bruja, salió un gran cebolar y los mozos dijeron a la niña que no cortara para la comida. María así lo hizo por un tiempo, pero un día que no tuvo verduras cortó unas hojitas de cebolla y echó a la comida. Llegaron los mozos y sin saber esto comieron, y al minuto se volvieron bueycitos muy bonitos. La niña sufrió y lloró mucho su desobediencia, y pasó muchas miserias porque no tenía quién trabaje para darle de comer. Ella cuidaba a los bueycitos y les daba agua. Y un día pasó por allí un arriero y le gustaron los animales. Los quiso comprar, pero María no los quería vender. El arriero que era Tata Dios, la convenció al fin y le dijo que él era arriero de un Rey y que allí llevaría los bueycitos y a ella también para que no sufra más. Así pasó. El arriero cumplió su promesa a María. Le perdonó su desobediencia y la llevó al palacio de un Rey muy bueno. El Rey se enamoró de María y se casó con ella y viven muy felices, comiendo perdices...

Ángel Balverdi, 45 años. Los Sarmientos. Chilecito. La Rioja, 1950.

El narrador aprendió el cuento de la madre.

Variante del cuento tradicional.

Cuento 985. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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