Éste
que era un padre que tenía tres hijas. Un día, el padre dice a sus
hijas que tenía que ir a un pueblo cercano, por arreglo de negocios,
y les preguntó qué gustaban que les traiga a la vuelta. Cada una
hace su encargue. Una dice:
Cuando
llega al pueblo, hace sus diligencias y recuerda el encargo de sus
hijas. Y compra el vestido y el par de zapatos, menos la flor, porque
de balde la busca en todas las partes que puede comprarla, y no la
halla.
Se
va el padre y por el camino encuentra una casa linda, llena de luces,
con puertas abiertas. Era un palacio. Y allí había un jardín muy
lindo con muchas flores de todos colores y en el medio del jardín
había una flor muy grande y blanca. Entonces el padre se llega a
esta casa. Golpea las puertas y nadie lo atiende. Entonces va no más
el padre y entra al jardín a cortar la flor. Cuando ya la quiere
arrancar, sale una serpiente muy grande y lo habla diciendolé:
Y
el padre contesta:
-Bueno
-dice la serpiente, se la lleva pero con una condición, que dentro
de tres días debe traer usté a su hija para comerla. Si no la trae,
usté morirá.
Llega
a la casa y las tres hijas muy contentas esperando con ansias de ver
los encargues. El padre les entrega los regalos y las niñas quedan
contentas. Pero en el padre se notaba mucha pena. Andaba tristón,
lloroso. Entonces las hijas le preguntan qué le pasaba, y el padre
les cuenta cómo ha conseguido la flor blanca, y lo que tenía qué
hacer con la que la ha pedíu.
Bueno,
llega el día que tenían que irse y salen. Cuando llegan a la casa
de la serpiente hablan con ella y le dice al padre que se vuelva y
que la deje no más a la hija. Es claro, el padre lloraba y no quería
dejar a la niña, pero qué iba a hacer, se va. Cuando llegó el
padre a la casa sin la hija, lloró y se enfermó mucho. En cambio la
hija quedó en esa casa tan linda, pero sola, solita, y con la única
que conversaba era con la serpiente. Después de estar un rato la
niña con la serpiente conversando, le dice que era hora de comer y
la lleva a una mesa. Empiezan a servirle, pero en vez de personas que
sirvan, eran sombras. Entonces le dice la serpiente:
Y
así hace la niña, tira que tira los huesos cuando come. Llega la
hora de dormir y se acuesta en una cama linda que le pusieron, y así
pasaba la vida esta niña.
-Su
padre está muy enfermo y usté tiene que ir a verlo. Yo la voy hacer
ir pronto. Para eso se acuesta, y cuando se despierte, va a estar en
su casa, con su padre y demás familia. Allá va a estar tres días,
y cuando se cumpla este plazo, volverá a ponerse en cama, y cuando
se despierte, ya estará aquí conmigo otra vez.
Bueno,
así hace la niña. Se acuesta, se duerme, se despierta al rato, y ya
está en su casa. Conversa con su padre y sus hermanas y está tres
días. Cuando pasó este tercer día se acuesta de nuevo y
conversando con su familia les dice que ya se iba otra vez.
Vuelve
a seguir la vida, sola, la pobre niña, pero echó de menos a la
serpiente que no iba a comer los huesos. Y como ella sabía que vivía
en el jardín se va a buscarla. La encuentra media muerta. Entonces
la niña le da agua así: echa agua en su boca y le pasa esa misma
agua a la boca de la serpiente. Le hace así dos o tres veces y sana
ligerito el animal, y le dice a la niña que casi se muere porque se
ha demorau un ratito más del permiso que tenía para ir a la casa. Y
cuando estaba conversando, se desencanta la serpiente y se hace un
joven donoso. Ya no era animal, era persona. Y ya no sólo había ese
hombre en el palacio, sinó mucha, mucha gente. Se llenó de reyes,
de príncipes y de reinas. Y este joven era príncipe, y le dice a la
niña:
Y
anduvieron y la niña leía en todas partes unos letreros que decían
«La niña de la flor blanca». Y preguntó la niña qué quería
decir eso. Y el príncipe desencantado dice:
-Esa
flor soy yo, que usté tanto la quería, y ahora yo me casaré con
usté. Usté me ha desencantado, ha desencantado este reino porque ha
sido valiente.
Y
la niña hace traer a su padre y a sus hermanas y se hace la boda. Se
casan, bailan y viven muy felices.
Y
ahora pasó por un zapato roto
para
que usté me cuente otro, ¿no?
Juana
de Rivero, 52 años. Chamical. Gobernador Gordillo. La Rioja, 1950.
Cuento
998. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 072
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