Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La monita de palo .1049

Éste que era un matrimonio joven que tenía una hija llamada María.
Se murió la madre y quedó María sola. Era una niña muy linda y muy parecida a la madre.
Cuando María ya era una jovencita, el padre se quiso casar con ella. La niña lloraba todo el día y no sabía qué hacer. No comía ni dormía y no sabía a quién pedir ayuda.
Una noche, que estaba llorando y pidiendo a Dios que hiciera comprender al padre lo que quería hacer, oyó una voz que la llamaba por la ventana. Entonce ella reconoció que era la voz de la madre que le decía:
-¿Qué te pasa, María?
Y ella le contestó:
-Mi padre quiere casarse conmigo. La madre le dijo:
-Pedile un vestido con todos los astros que están en el cielo. Como no lo puede hacer, te va a dejar de molestar.
La niña le dijo al padre que le ponía la condición que le traiga un vestido con todos los astros que 'tán en el cielo.
El padre le preguntó si se iba a casar con él.
Ella le dijo que sí, pero tenía que traerle un vestido con todos los astros del cielo.
Contestó él que sí, que se lo traería porque tenía pacto con el diablo. Y el padre le trajo el vestido con todos los astros del cielo, que era una almiración.
A la noche siguiente vino otra vez la madre por la ventana, la habló a María y le dijo:
-¿Te ha traído el vestido?
-Sí, mamá, y estoy otra vez muy triste.
-Pedile ahora otro, con todas las cosas que hay en la tierra.
Se lo pidió la niña y como tenía trato con el diablo el padre, también se lo trajo.
A la noche siguiente volvió la madre y le preguntó:
-María, ¿te ha traído el vestido?
-Sí, mamá, y estoy más triste que antes.
-Pedile, entonce, un ramo de jilgueros cantando. Eso no lo va a poder traer. Y me despido, hija, porque ya no voy a poder volver más. Ya se me acabó el permisio que tenía para volver a este mundo y ayudarte. Tenís que pensar vos, ahora, cómo te vas a salvar de la mala intención de tu padre. Te dejo esta varita bendecida y a ella le podés pedir lo que te haga falta.
María le pidió al padre el ramo de jilgueros cantando. Para él no había imposibles porque tenía trato con el diablo, y al otro día se lo trajo. Entonce, María, llorando, le pidió que le diera plazo de tres meses. Entonce el padre le dijo:
-Bueno, María, pero es el último plazo que te doy.
Entonce María se fue a una carpintería y mandó hacer una mona de palo del tamaño de ella, para meterse adentro y que pudiera mover las piernas para caminar y los brazos para trabajar. Cuando el carpintero le entregó eso, como caja, con la figura de la mona, se metió dentro y se largó para los campos. Se fue un día de viento muy fuerte para que el padre no la pudiera seguir al rastro.
Y se perdió de la casa y nadie sabía nada de ella. El padre hizo preguntar por todas partes, pero nadie había visto a María.
María siguió caminando muchos días por campos, montes y montañas.
Un día salieron unos jóvenes a cazar por los montes y vieron esta mona. Uno le iba a tirar un tiro y el otro dijo que no le tirara. Se allegó y dijo:
-Yo me llevo esta monita a mi casa, es muy mansita y buena -y se la llevó.
Se puso muy contenta la madre de este joven con la monita de palo. La monita hacía muchos trabajos de la casa y hacía muy ricas comidas.
El domingo se aprontó el joven para ir a la misa y le dijo a la mona:
-Traeme el lavador con agua, monita de palo.
María le trajo el lavador con agua y le dijo pórque no la llevaba a misa, a ella. Y el joven le contestó:
-Qué voy a hacer con vos, mona fiera -y le tiró un poco de agua encima.
La monita se quedó llorando pero se acordó de la varita mágica que le había dejado su madre. Se fue a su cuarto y le dijo a la varita:
-Mamita, quiero un coche de oro y de plata con una pareja de caballos tordillos.
Inmediatamente se presentó el coche. Ella se puso el traje con todos los astros y se fue a misa.
El joven estaba parado en la puerta de la iglesia cuando llegó este coche deslumbrante y bajó esta niña preciosa con el traje con todos los astros. La gente se quedó asombrada y el joven se enamoró de ella. Con disimulo el joven fue y se le sentó al lado y la hablaba. Y ella le dijo:
-No me peturbe, joven, durante la misa.
Se paró para irse la niña, y el joven le preguntó:
-¿De dónde es usté, que nunca la himos visto en estos lugares?
-Yo soy del fondo del lavador -le contestó ella. ¿Y dónde queda eso?
-Tanto de aquí como de allá -dijo ella y subió al coche.
Los caballos salieron al galope, como si volaran. El joven siguió el coche con la vista pero al doblar una esquina desapareció.
María llegó a la casa y se puso el traje de mona y se puso a barrer.
Cuando llegó el joven le dijo a la madre:
-Mamá, ¿no ha visto pasar por aquí un coche de oro y de plata con una niña muy bonita?
-No, hijito -le contestó la madre.
-Usté no ve nada -le dijo el joven nervioso, para este lado venía.
Al domingo siguiente se preparaba el joven para ir a misa y le pidió a la monita el lavador:
-Traeme agua para lavarme.
María le llevó el lavador con agua y le dice:
-¿No me lleva, mi amo, a misa?
Y él le contestó:
-Qué te voy a llevar a misa, mona fiera -y le pegó un sacudón del brazo.
María pidió a la mamita el mismo coche, se puso el traje con todas las cosas de la tierra y se fue a misa.
El joven esperaba en la puerta de la iglesia y vio que llegaba la niña más linda que antes. Se sentó nuevamente a su lado y la conversaba. Ella le dijo:
-No me peturbe, joven, durante la misa.
Y cuando terminó la misa ella se paró para irse y el joven le volvió a preguntar:
-¿De dónde es usté?
-Yo soy del fondo del sacudón.
-¿Y dónde queda eso?
-Tanto de aquí como de allá -contestó ella; subió al coche y los caballos salieron a la carrera.
El joven trató de ver a dónde iba el coche, pero en unos minutos se perdió de vista.
Volvió María a la casa y se puso otra vez el traje de mona y se puso a barrer.
El joven llegó al rato más intrigado, y no sabía qué hacer.
Al domingo siguiente el joven le pidió el lavador con agua a la monita de palo, para ir a misa. La monita trajo el lavador y le dijo:
-¿No me lleva, mi amo, a misa?
Él le contestó:
-Qué te voy a llevar, mona fiera -y le pegó un puñetazo en la cara.
Ella fue y volvió a pedir el mismo coche. Se puso el vestido de todos los astros y llevó el ramo de jilgueros.
Cuando llegó, el joven estaba en la puerta de la iglesia. Más almiración causó esta niña tan linda con este coche, este vestido y este ramo de pajaritos cantando. El joven se volvió a sentar a su lado y le dijo que ya no podía vivir sin ella. Ella le contestó:
-No me peturbe durante la misa.
Cuando se paró para irse, él le preguntó de donde era. Ella le contestó:
-Soy del fondo del puñetazo.
-¿Y dónde queda eso?
-Tanto de aquí como de allá.
Subió al coche y entonce el joven desesperado le tiró un agarrón y le sacó un zapato.
La monita volvió y hizo como el domingo anterior y se puso a barrer.
El joven llegó desesperado preguntando si no habían visto pasar el coche y si no conocían a la dueña del zapato. Desde ese momento empezó a buscar. A ver a quien le andaba bien el zapato. No encontraba la dueña y le dijo a la madre que se iba ir andar hasta que la encontrara. La madre lloraba mucho, pero la monita de palo le dijo:
-Dejeló que se vaya, mamita, que algún día volverá.
El joven anduvo mucho y no encontró a la dueña del zapato y se volvió otra vez a la casa y la monita le dijo:
-Si usté la viera, ¿la conocería a la niña que es dueña del zapato?
-Sí -dijo él- la conocería inmediatamente.
-Espere un momento -dijo María y se fue para adentro. Salió de la mona de palo, María, se puso el primer traje y se sentó en un sillón. Lo llamó y cuando vino le preguntó: ¿Será ésta?
-Sí, sí -contestó el joven y corrió loco de contento.
Ya la llamó a la madre, el joven, y la presentó como novia. La monita de palo contó entonce su historia y todos lloraron y la quisieron más.
Después se casaron y hicieron una fiesta muy grande, que duró varios días.

Y fueron felices,
comieron perdices,
y yo no comí
porque no quise.

Carmen Bustos de Sosa, 75 años. San Carlos. Las Heras. Mendoza, 1952.

Buena narradora.

Cuento 1049. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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