Éste
que era un matrimonio joven que tenía una hija llamada María.
Cuando
María ya era una jovencita, el padre se quiso casar con ella. La
niña lloraba todo el día y no sabía qué hacer. No comía ni
dormía y no sabía a quién pedir ayuda.
Una
noche, que estaba llorando y pidiendo a Dios que hiciera comprender
al padre lo que quería hacer, oyó una voz que la llamaba por la
ventana. Entonce ella reconoció que era la voz de la madre que le
decía:
-Pedile
un vestido con todos los astros que están en el cielo. Como no lo
puede hacer, te va a dejar de molestar.
La
niña le dijo al padre que le ponía la condición que le traiga un
vestido con todos los astros que 'tán en el cielo.
Contestó
él que sí, que se lo traería porque tenía pacto con el diablo. Y
el padre le trajo el vestido con todos los astros del cielo, que era
una almiración.
-Pedile,
entonce, un ramo de jilgueros cantando. Eso no lo va a poder traer. Y
me despido, hija, porque ya no voy a poder volver más. Ya se me
acabó el permisio que tenía para volver a este mundo y ayudarte.
Tenís que pensar vos, ahora, cómo te vas a salvar de la mala
intención de tu padre. Te dejo esta varita bendecida y a ella le
podés pedir lo que te haga falta.
María
le pidió al padre el ramo de jilgueros cantando. Para él no había
imposibles porque tenía trato con el diablo, y al otro día se lo
trajo. Entonce, María, llorando, le pidió que le diera plazo de
tres meses. Entonce el padre le dijo:
Entonce
María se fue a una carpintería y mandó hacer una mona de palo del
tamaño de ella, para meterse adentro y que pudiera mover las piernas
para caminar y los brazos para trabajar. Cuando el carpintero le
entregó eso, como caja, con la figura de la mona, se metió dentro y
se largó para los campos. Se fue un día de viento muy fuerte para
que el padre no la pudiera seguir al rastro.
Y
se perdió de la casa y nadie sabía nada de ella. El padre hizo
preguntar por todas partes, pero nadie había visto a María.
María
siguió caminando muchos días por campos, montes y montañas.
Un
día salieron unos jóvenes a cazar por los montes y vieron esta
mona. Uno le iba a tirar un tiro y el otro dijo que no le tirara. Se
allegó y dijo:
Se
puso muy contenta la madre de este joven con la monita de palo. La
monita hacía muchos trabajos de la casa y hacía muy ricas comidas.
María
le trajo el lavador con agua y le dijo pórque no la llevaba a misa,
a ella. Y el joven le contestó:
La
monita se quedó llorando pero se acordó de la varita mágica que le
había dejado su madre. Se fue a su cuarto y le dijo a la varita:
El
joven estaba parado en la puerta de la iglesia cuando llegó este
coche deslumbrante y bajó esta niña preciosa con el traje con todos
los astros. La gente se quedó asombrada y el joven se enamoró de
ella. Con disimulo el joven fue y se le sentó al lado y la hablaba.
Y ella le dijo:
Se
paró para irse la niña, y el joven le preguntó:
Los
caballos salieron al galope, como si volaran. El joven siguió el
coche con la vista pero al doblar una esquina desapareció.
María
pidió a la mamita el mismo coche, se puso el traje con todas las
cosas de la tierra y se fue a misa.
El
joven esperaba en la puerta de la iglesia y vio que llegaba la niña
más linda que antes. Se sentó nuevamente a su lado y la conversaba.
Ella le dijo:
Y
cuando terminó la misa ella se paró para irse y el joven le volvió
a preguntar:
Al
domingo siguiente el joven le pidió el lavador con agua a la monita
de palo, para ir a misa. La monita trajo el lavador y le dijo:
Ella
fue y volvió a pedir el mismo coche. Se puso el vestido de todos los
astros y llevó el ramo de jilgueros.
Cuando
llegó, el joven estaba en la puerta de la iglesia. Más almiración
causó esta niña tan linda con este coche, este vestido y este ramo
de pajaritos cantando. El joven se volvió a sentar a su lado y le
dijo que ya no podía vivir sin ella. Ella le contestó:
El
joven llegó desesperado preguntando si no habían visto pasar el
coche y si no conocían a la dueña del zapato. Desde ese momento
empezó a buscar. A ver a quien le andaba bien el zapato. No
encontraba la dueña y le dijo a la madre que se iba ir andar hasta
que la encontrara. La madre lloraba mucho, pero la monita de palo le
dijo:
El
joven anduvo mucho y no encontró a la dueña del zapato y se volvió
otra vez a la casa y la monita le dijo:
-Espere
un momento -dijo María y se fue para adentro. Salió de la mona de
palo, María, se puso el primer traje y se sentó en un sillón. Lo
llamó y cuando vino le preguntó: ¿Será ésta?
Ya
la llamó a la madre, el joven, y la presentó como novia. La monita
de palo contó entonce su historia y todos lloraron y la quisieron
más.
Y
fueron felices,
comieron
perdices,
y
yo no comí
porque
no quise.
Carmen
Bustos de Sosa, 75 años. San Carlos. Las Heras. Mendoza, 1952.
Cuento
1049. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 072
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