Era
un padre que tenía tres hijos. Y el padre tenía una higuera di oro.
En la tarde, l'higuera 'taba cargada d'higos di oro y al otro día
amanecía sin nada. Así qu'el padre vía que en la noche le robaban
los higos. Entonce dispuso hacerla cuidar con los hijos.
La
primera noche lo mandó al mayor. Entonce se jue éste, hizo juego,
hizo un asado, llevó un poco de vino y se llevó una guitarra.
Agarró, cebó mate, comió el asado y s'entretuvo con la guitarra
para no dormirse. Pero, claro, éste, tarde la noche, el sueño lo
venció y se quedó dormido. Al otro día cuando se despertó li
habían sacado todos los higos. Entós, al otro día, el padre le
dice:
Bueno.
A la noche siguiente lo mandó al otro hijo, al segundo. También
hizo lo mismo. Cebó mate, comió el asado con vino y se puso a tocar
la guitarra. Y ya tarde la noche lo venció el sueño también, y se
durmió. Al otro día no había ningún higo. Bueno...
-¿Ti
habrás dormido?
Al
hijo menor que le decían el Chiquío. Bueno. Qu'esa noche el Chiquío
agarró y hizo juego. Se llevó un cuchío y un lazo y una guitarra.
Y agarró y se sentó a la oría del juego. 'Tuvo hasta tarde la
noche tocando la guitarra. Y agarró y se sentó a la oría del juego
y se rodió bien d'espinas. Claro, ya por áhi el sueño lo quería
vencer, se ladiaba para un lado y las espinas lo despertaban. Y así
estuvo y no se durmió. Y en lo que 'staba áhi, y a de parte de la
madrugada, ve que viene un potrío y se acerca a la higuera. Entonce
que le dice el Chiquío:
Y
sacó el lazo y lo enlazó y lo voltió y sacó el cuchío para
degollarlo. Entonce qui habla el potrío y le dice:
-Dejame,
no me matís, ya no te voy a comer los higos. Perdo-name la vida que
yo te voy a ayudar muy mucho. Cuando vos querrás ir a rodar tierra,
le pedís a tu padre que te dé el potrío de la yegua que se murió
ahora años. Ese potrío soy yo. Basta qu'él te lo dé, andá a tal
lugar y áhi voy a estar yo.
No
lo mató nada el Chiquío y lo largó al potrío y éste se fue. Al
otro día viene el padre y le dice:
Entonce
agarró el padre y se enojó y los echó a los dos hijos mayores por
flojos, que nu habían sabido cuidar los higos di oro. Bueno... Se
jueron éstos. A los poquitos días le dice el Chiquío:
-Pero,
hijo -que le dice, 'tás loco, qué potrío te voy a dar, si ni
güesos había ya, menos 'stará el potrío.
Se
jué el Chiquío ande le había dicho el potrío. Y lo encontró al
potrío. Que era chiquito, chuñusco, flaco. Ya que llegó a las
casas y que le dice al padre:
-Y
bueno -que le dice el padre- crendo qu'era otro. ¡Y cómo te vas a
ir en ese animal! ¡No te va aguantar nada!...
Y
ya apuraron para alcanzar los hermanos. Y ya iban llegando y lo
divisaron los hermanos. Los hermanos le tenían rabia porque los
había dejado muy mal. Y que dice uno:
Entonce
agarraron, le dieron una güena laciadura con un lazo y lo corrieron
que se volviera. Y ellos siguieron viaje. Luego que le dice el
potrío:
Agarraron
entre los dos, lo voltiaron y lo degollaron, y al caballo lo
desbarrancaron, se lu echaron en una barranca. Y ellos siguieron
marcha otra vez. Cuando éstos se jueron, el potrío salió de la
barranca, le juntó toda la sangre que había caído, se l'echó en
la degolladura y lu hizo vivir al Chiquío. Y que le dice el caballo:
-Pero,
¿que nu es mi hermano? ¿Será brujo para volver a vivir? Lu himos
degollau y todavía los sigue.
Entonce
agarraron, juntaron un poco de leña los hermanos, le pegaron juego a
la leña y lo metieron al Chiquío, lo quemaron, y al caballo lo
desbarrancaron otra vez y se jueron.
Entonce,
cuando ellos se jueron, salió el caballo, juntó todos los
carboncitos, lo hizo vivir y le dijo:
Cuando
ya los iba alcanzando que dicen:
Anduvieron
mucho y una tarde llegaron a la casa di una vieja bruja. La vieja
tenía tres hijas. Llegaron y saludaron:
-Miren,
jóvenes. Yo les voy a alvertir una cosa. Yo tengo una costumbre en
mi casa. Tengo tres hijas. Y tengo la costumbre que los jóvenes que
vienen a mi casa duerman con mis hijas. Y como son tres, ustedes van
a dormir, el mayor con la mayor, el del medio con la del medio y el
menor con la menor. Dijeron que bueno, los jóvenes. El Chiquío se
jué en seguida ande 'taba el potrío y el potrío le dice:
-Mirá,
eso que la vieja les dice así, que van a dormir con las hijas, es
para matarlos y comerlos. Esta noche los va a degollar. Vos no te
duermás. Dejate 'star en la cocina y hacete un atadito de ceniza y
te lo guardás. La vieja les va a poner a las hijas unos gorros para
conocerlas en l'oscuridá. Cuando 'stés en la cocina la vieja te va
a decir:
Y
la vieja te va a dar y así le pedís una áuja, un dedal y un peine.
Y cuando vas a dormir agarrás y les sacás los gorros a las niñas y
se las ponís a tus hermanos y vos te ponís el de la niña menor.
Bueno.
Ya llegó l'hora de dormir y el chiquillo se quedó en la cocina. En
seguida que le dijo la vieja:
Se
lo dio la negra y el Chiquío se jue a dormir. Si acostó, y al
ratito, cuando vio que todos 'staban dormidos se levantó y les sacó
los gorros de las niñas y se los puso a los hermanos y él se puso
el gorro de la compañera. Él s'hizo el dormido, si hacía el que
roncaba, pero se quedó despierto.
Vino
la vieja al rato y escuchó. Los sentía que 'staban dormidos y
agarró el cuchío. Lo afiló bien afilado y se vino despacito.
Empezó a tantiar los que tenían gorro y los dejaba, y degollaba a
los que no tenían nada. Y se jué crendo que había degollado a los
jóvenes y había degollado a las hijas. Y se jué y se acostó y se
quedó dormidaza. Cuando el Chiquío vio que la vieja 'staba dormida
los despertó a los hermanos y les dice:
Y
jue el Chiquío y le desgarronó una chancha que tenía la vieja
bruja y le llevó los tres gorros de las hijas. Y se jueron.
-El
Chiquío ti ha hecho degollar las tres hijas y te ha llevau los tres
gorros y ti ha desgarronau la chancha.
Se
levantó la vieja más apurada que no sé qué, y ve a las tres hijas
muertas y a la chancha desgarronada. Y que le dice:
La
chancha tenía un tranco de tres leguas pero no podía andar. Agarró
el caballo de siete colores que tenía el tranco de una legua y se
jue. Y le pegó a toda carrera. Ya los iban alcanzando, cuando el
Chiquío le tiró el atadito de ceniza. S'hizo una niblina que no se
veía ni las manos. Áhi anduvo la viejita perdida, y anduvo y anduvo
hasta que al fin pasó. Siguió otra vez y ya los iba alcanzando
cuando el Chiquío le tiró l'áuja y s'hizo un espinal que no podía
pasar el caballo. Y la vieja anduvo y anduvo hasta qui al fin pasó.
Siguió y ya los iba alcanzando cuando el Chiquío le tiró el dedal.
S'hicieron unas barrancas llenas de garabatos y de montes que no
podía pasar. La vieja anduvo y anduvo, hasta que al fin pasó. Ya
los iban alcanzando cuando el Chiquío le tiró la tijera. S'hizo un
despeñadero en unas sierras muy pedregosas que no se podía pasar.
La vieja anduvo, anduvo, hasta que al fin pasó. Ya los iba
alcanzando cuando el Chiquío le tiró el peine. S'hizo un pencal tan
grande que no se podía pasar. La vieja anduvo, anduvo hasta que al
fin pasó. Cuando llegó a la oría de la mar que el Chiquío y los
hermanos ya 'taban pasando la mar. Y que le dice la vieja:
-¡Ah,
Chiquío!, m'hicistes matar mis tres hijas, me llevastes los tres
gorros y me desgarronastes la chancha. ¿Volvería, Chiquío?
Se
volvió la vieja. Los hermanos se jueron. Anduvieron un tiempo y
pasaron por cerca del palacio di un Rey. Llegaron y buscaron trabajo.
Áhi 'taban trabajando los tres. Entonce, los hermanos mayores, como
le tenían envidia al Chiquío, trataron di hacerlo matar. Jueron y
le dijieron al Rey que el Chiquío si había dejado decir qu' él era
capaz de traérle una piedra verde que tenía la vieja bruja abajo de
la cabecera. El Rey llamó al Chiquío y le dice:
-Vea,
amigo, ¿nu es que usté se ha dejado decir que usté es capaz de
traer una piedra verde que tiene la vieja bruja abajo de la cabecera?
-Bueno,
aunque no haiga dicho, usté la va a traer. Palabra de rey no puede
faltar, y sinó li hago cortar la cabeza.
-¿Porque
llorás? -le dice el potrío.
-Cómo
no voy a llorar si mis hermanos mi han malquistado con el Rey y li
han dicho que yo m'hi dejau decir que soy capaz de traer la piedra
verde que la vieja bruja tiene abajo de la cabecera.
-Llegate
vos, despacito y fijate. Si el loro 'stá con los ojos abiertos, 'stá
dormido y si 'stá con los ojos cerrados 'stá despierto. Si 'stá
dormido te allegás y sacas la piedra, muy despacito.
Llegaron
y vio el Chiquío que, en ese momento, el loro 'staba con los ojos
abiertos. Se allegó, levantó muy despacito l'almuhada de la vieja
bruja y le sacó la piedra verde y disparó. En seguida no más se
despierta el loro y le dice a la vieja:
Agarró
la vieja el caballo de siete colores y salió a la furia. Cuando
llegó a la oría de la mar, el Chiquío ya 'staba pasando y que le
dice la vieja:
-¡Ah
Chiquío!, m'hiciste matar mis tres hijas, me llevastes los tres
gorros, me desgarronaste la chancha y ahora me llevás la piedra
verde. ¿Volverís Chiquío?
Bueno.
Ya le llevó al Rey la piedra verde de la vieja bruja, qu'era de
virtú. El Rey se puso muy contento y se jue el Chiquío.
A
los pocos días van los hermanos y le dicen al Rey que el Chiquío si
ha dejado decir que es capaz de traer las chancletas de la vieja
bruja, que corrian más ligero que el viento.
-¿Es
cierto que usté si ha dejado decir qu'es capaz de traer las
chancletas de la vieja bruja que son más ligeras qu' el viento?
-Bueno,
lu haiga dicho u no lu haiga dicho usté las va a traer. Palabra de
rey no puede faltar y sinó le corto la cabeza.
-Cómo
no voy a llorar si mis hermanos li han dicho al Rey que yo m'hi
dejado decir que soy capaz de traer las chancletas de la vieja bruja
que son más ligeras que el viento.
El
loro 'staba con los ojos abiertos. El Chiquío entró, despacito,
agarró las chancletas que la vieja bruja tenía abajo de la cama y
disparó. En seguida se despertó el loro y empezó a gritar:
Agarró
la vieja el caballo de los siete colores y salió a la furia. Cuando
llegó a la oría de la mar, el Chiquío ya 'staba pasando y la vieja
le dice:
-¡Ah,
Chiquío!, m'hiciste matar mis tres hijas, me llevastes los tres
gorros, me robastes la piedra verde y ahora me llevas las chancletas.
¿Volverís, Chiquío?
Bueno.
Y pasó el Chiquío la mar y le llevó al Rey las chancletas de la
vieja bruja, que corrían más ligero qu'el viento. El Rey se puso
muy contento y cada vez lo quería más al Chiquío.
Al
poco tiempo lo vuelven a malquistar los hermanos, al Chiquío. Le
dicen al Rey que el Chiquío si ha dejado decir que es capaz de traer
la chancha de la vieja bruja, qui hace tres leguas di un tranco. Y ya
lo llamó el Rey al Chiquío y le dice:
-Bueno,
lu haiga dicho u no lu haiga dicho, usté me va a traer la chancha de
la vieja bruja. Palabra de Rey no puede faltar; si no la trae li hago
cortar la cabeza.
-Cómo
no voy a llorar si mis hermanos mi han malquistado y li han dicho al
Rey que yo soy capaz de traer la chancha de la vieja bruja.
Cuando
llegaron, el loro 'staba con los ojos abiertos. Entró a caballo el
Chiquío, jue al chiquero de los chanchos y alzó la chancha en el
potrío y salieron a toda furia. En seguida no más se despertó el
loro y gritó:
-¡Ah,
Chiquío!, m'hicistes matar mis tres hijas, me llevastes los tres
gorros, me robastes la piedra verde, me llevastes las chancletas y
ahora me llevás la chancha. ¿Volverís, Chiquío?
Pasó
no más el Chiquío y le llevó al Rey la chancha que hacía treinta
leguas en cada tranco. El Rey 'staba contentísimo y almirado de lo
valiente qu'era el Chiquío.
Los
hermanos del Chiquío cada vez le tenían más envidia y no sabían
cómo hacer para que lo matara el Rey. Entonce fueron y le dijeron
que el Chiquío si había dejado decir qu'era capaz de robarle el
caballo de siete colores de la vieja bruja. El Rey lo llamó al
Chiquío y le dice:
-¿Nu
es, amigo, que usté si ha dejado decir qu'es capaz de traer el
caballo de siete colores de la vieja bruja?
-No,
majestá, cómo voy a decir eso si yo no soy capaz de traer el
caballo de siete colores, qu'es muy malo.
-Bueno,
amigo, lo mismo lo tiene que traer. Palabra de Rey no puede faltar, y
sinó, le corto la cabeza.
-Cómo
no voy a llorar si mis hermanos li han dicho al Rey que yo m'hi
dejado decir que soy capaz de robarle el caballo de siete colores a
la vieja bruja.
Ya
le dio el Rey la mantención y se jueron. El potrío le dijo que si
el loro 'staba con los ojos abiertos que entrara, y agarrara el
caballo de siete colores qu'iba 'tar muy mansito y lo pusiera a la
par y disparara. Llegaron y el loro 'taba dormidazo, con los ojos
abiertos. Entraron, agarró el caballo de siete colores, lu echó al
lau y disparó. En seguida no más se despertó el loro y le grita a
la vieja:
La
vieja no tenía enque seguir para alcanzarlo, si le había llevau la
chancha, las chancletas y el caballo de siete colores. Agarró y se
jabonó los talones y salió corriendo más ligero que el viento.
Llegó cuando el Chiquío 'staba cruzando la mar y le dice:
-¡Ah,
Chiquío!, m'hicistes matar mis tres hijas, me llevastes los tres
gorros, me robastes mis chancletas, me llevastes la chancha y ahora
me llevás el caballo de siete colores. ¿Volverís, Chiquío?
Se
volvió la vieja. El Chiquío llegó al palacio del Rey y l'entregó
el caballo de siete colores. El Rey 'staba cada vez más contento con
el Chiquío y de tener las cosas qu'éste le había traído que no
las tenía ningún Rey.
Cuando
vinieron, los hermanos, que el Rey lo quería al Chiquío, más
envidia le tenían. Entonce le dijeron qu'el Chiquío si había
dejado decir qu'era capaz de traer el loro adivino de la vieja bruja.
Lo llamó el Rey al Chiquío y le dijo si era cierto que se había
dejado decir qu'era capaz de traer el loro adivino de la vieja bruja.
-Bueno.
Sea cierto u no sea, usté me va a traer el loro adivino. Palabra de
Rey no puede faltar, y sinó, le corto la cabeza.
Áhi
sí, que 'staba triste el Chiquío. Se jue, llorando más que otras
veces ande 'staba el potrío. Ya le contó, y el potrío le dijo:
Va
a ser muy trabajoso pero vamos a hacer lo posible por agarrar el loro
adivino. Pedile al Rey una jaula muy segura y que te dé toda clase
de golosina, dulce, vino, queso, pan, caramelos, azuca... Cuando
lleguemos a la casa de la vieja bruja, vos entrás cuando el loro
'sté dormido, con los ojos abiertos. Y cuantito se despierte vos le
ofrecís golosinas y a la final vino, y ya cuando 'sté chumado lu
echás a la jaula y te disparás. Tenís que tener mucho cuidado
cuando el loro la llame a la vieja, no dejarte agarrar con la vieja
porque vas a ser perdido.
Ya
se jueron y llegaron a la casa de la vieja bruja. El loro 'staba con
los ojos abiertos y el Chiquío entró y se le puso cerquita. Al
ratito no más se despierta, y va a gritar, y el Chiquío le dice:
Y
al ratito le ofrece masitas. Y el lorito le recibe y come. Y después
le dio caramelo. Y después, ya el loro no podía 'star sin gritarle
a la vieja bruja y que le dice:
Ya
se levantó la vieja y le pregunta al loro ánde 'stá el Chiquío.
La
vieja se jué a dormir y el Chiquío salió del escondite. Ya le
volvió a ofrecer pan con vino y volvió a comer el loro. Entonce le
dice el Chiquío:
Lo
sacó y l'echó harina en los ojos y lo dejó ciego. Y que le dice a
una negra esclava que tenía:
-Mirá,
negrita -le dice, vas a hacer juego y vas a poner los fondos con agua
al juego y en cuantito 'stá l'agua caliente, pero bien caliente,
qu'hirva, me lu echás al Chiquío. Yo me voy a ir a invitar a mis
compadres pa que vengan a comer una linda cazuela.
Y
jue y lo dejó al Chiquío con las manos atadas y ciego con harina.
La negra se puso a hachar la leña. La leña 'staba muy dura y no
podía casi hacharla. Entonce que le dice el Chiquío:
-¡Pero,
señorita, por ser el último día de mi vida, saquemé un poco di
harina y larguemé una mano para ayudarle a hachar leña!
Tanto
la instó que la negra le sacó la harina di un ojo y le largó una
mano. Y ya el Chiquío hizo para hachar la leña, ¡y claro! no
podía. Y que le dice:
Y
ya la negra por el interés de que li hache la leña le limpió el
otro ojo y le largó l'otra mano. Entonce jue y se puso a hachar la
leña. Hace un buen montón de leña y que le dice:
La
negra que 'staba muy contenta lo que li habían hecho el trabajo y va
y si agacha y agarra la leña, y áhi no más el Chiquío li asienta
con l'hacha y le cortó la cabeza a la negra. Y agarró y hizo juego
a los fondos y echó el cuerpo de la negra. Y agarró la cabeza y la
puso en un mortero y lo acostó en la cama. Y agarró y jue ande
'staba el loro y lo aporrió bien y lo metió en la jaula, y subió a
caballo y se jue.
Al
momento, no más que se va el Chiquío, llegó la vieja. Lo primero
que se fija en los fondos y ve que 'stá hirviendo un cuerpo y dice:
Y
ya comienza a buscar a la negra y dice:
-¿Ve?
¡Pobre mi negrita, cómo 'stará de cansada que si ha acostado a
dormir! Levantá, negrita, que ya van a venir mis compadres para que
comamos mi pichoncito.
Y
ya se dio cuenta qu'el cuerpo que 'taba en los fondos era de la
negra. Y ya vio que no 'staba el loro. Entós, no tuvo más qui
hacer, se jabonó los talones y le pegó. Cuando llegó a la oría de
la mar, el Chiquío ya s'taba pasando, y le dice:
-¡Ah!,
¡Chiquío!, m'hicistes matar mis tres hijas, me llevastes los tres
gorros, me robastes la piedra verde, me llevastes mis chancletas, me
llevastes la chancha, me llevastes el caballo de los siete colores y
ahora me llevás el loro a divino. ¿Volverís, Chiquío?
El
Rey de contento no sabía qué hacer con el Chiquío. Cada vez lo
quería más. Los hermanos 'taban más llenos d'envidia y no sabían
cómo hacer para hacerlo matar. Entonce van y le dicen al Rey que el
Chiquío si ha dejado decir qu'es capaz de traer la vieja bruja.
Entonce
el Rey lu hace llamar al Chiquío y le dice:
-No
majestá -que le dice; ¡cómo voy a decir eso si yo no soy capaz! La
vieja bruja me va a matar en cuantito me vea.
-Bueno
-que le dice, haiga dicho u no haiga dicho, usté la va a traer a la
vieja bruja. Palabra de Rey no puede faltar. Y sinó le corto la
cabeza.
-Cómo
no voy a llorar -que le dice- si el Rey mi ha dicho que li han dicho
que yo m'hi dejado decir que soy capaz de traer la vieja bruja, y que
si no la traigo me va a matar. Y yo no soy capaz. La otra vez
m'escapí pero d'ésta la vieja me va a comer no más. No sé cómo
voy a hacer.
-Bueno
-que le dice, es muy difícil, pero vamos a hacer lo posible por
salvarte. Decile al Rey que te dé una carroza cerrada, y que te dé
mercaderías, géneros de toda clase, anillos, collares, de las
mejores alhajas, y que te dé ropa como vendedor ambulante. Que la
carroza tenía que tener una parte atrás muy segura, como si juera
un cuartito, como una jaula y que se dividía con la parte di
adelante con una compuerta. Bueno, en esa parte di atrás tenía que
poner los mejores géneros y las alhajas más caras y lindas. Y ya le
dijo el potrío cómo tenía qui hacer y se jueron. El Rey le dio al
momento todo.
Ya
llegaron a la casa de la vieja bruja y que salió enseguida la vieja,
qu'era muy curiosa y ya se saludaron:
Y
ya, empezó a ver la vieja. S'entraba un poquito y se sentaba para
atrás. Que parecía que tenía desconfianza. Y ya que le dice el
Chiquío:
Por
áhi ya s'entró casi toda, lo que veía las alhajas, y agarró el
Chiquío y le pegó un pechón y le bajó la compuerta. Y áhi le
dijo:
Bueno.
Se jue con la vieja y se la llevó al Rey. El Rey qu'hizo buscar
cuatro potros y la hizo atar de las dos manos a dos potros y de los
dos pies a otros dos potros. Y así l'hicieron pedazo a la vieja
bruja.
Entonce
el Chiquío les ganó de mano a los hermanos, y los malquistó para
que no lo malquistaran a él. Le dijo al Rey que si habían dejado
decir los hermanos qu'eran capaces de capujar cada uno d'ellos una
naranja que la tiraran las hijas del Rey, de los balcones. Qu'el Rey
tenía tres hijas. Todo esto li había aconsejado el potrío.
Ya
los llamó el Rey a los hermanos y les dijo que si era cierto que si
habían dejado decir qu'eran capaces de capujar una naranja que les
tiraran las hijas d'él de los balcones. Ellos dijeron que no, que nu
eran capaces porque los balcones 'staban muy alto. Entonce él les
dijo que lo tenían qui hacer no más, que palabra de Rey no podía
faltar, y que si no lu hacían los iba a matar.
Al
otro día el Rey les dio una naranja a cada hija. Tiró la mayor, y
el hermano mayor se aprontó. ¡Qué!, ni vio la naranja, se deshació
en el suelo. Tiró la segunda. El hermano del medio la jué a
capujar. ¡Qué!, más lejo se deshació la naranja. Tiró la menor y
el Chiquío la capujó en el aire.
Entonce
el Rey, que ya 'taba enojado con éstos por todo lo que lo habían
intrigado al Chiquío, mandó traer ocho potros. A cada uno de los
hermanos los ató de las manos y de los pieses a cuatro potros y los
largaron al campo. Claro, los partieron, los descuartizaron en
seguida.
A
los tres días vino el potrío a decirle qu'él era un ángel que
había venido a salvarlo y a ponerlo en buena positú, y que venía a
saludarlo porque él se tenía que volver ande 'staba Dios. El
Chiquío se puso a llorar y le agradeció al potrío, y éste s'hizo
una palomita y se voló y se jue.
Gilberto
Zavala, 29 años. San Martín. San Luis, 1945.
En
el cuento figuran motivos de La fuga mágica.
Cuento
1066. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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