Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La higuera de oro .1066

Era un padre que tenía tres hijos. Y el padre tenía una higuera di oro. En la tarde, l'higuera 'taba cargada d'higos di oro y al otro día amanecía sin nada. Así qu'el padre vía que en la noche le robaban los higos. Entonce dispuso hacerla cuidar con los hijos.
La primera noche lo mandó al mayor. Entonce se jue éste, hizo juego, hizo un asado, llevó un poco de vino y se llevó una guitarra. Agarró, cebó mate, comió el asado y s'entretuvo con la guitarra para no dormirse. Pero, claro, éste, tarde la noche, el sueño lo venció y se quedó dormido. Al otro día cuando se despertó li habían sacado todos los higos. Entós, al otro día, el padre le dice:
-¿Cómo ti ha ido?
-Mal, padre -le dice, nu hay ningún higo.
-¿Ti habías dormido?
-No -que le dice. Nu hi visto a nadie, no sé cómo se habrán perdido los higos.
Bueno. A la noche siguiente lo mandó al otro hijo, al segundo. También hizo lo mismo. Cebó mate, comió el asado con vino y se puso a tocar la guitarra. Y ya tarde la noche lo venció el sueño también, y se durmió. Al otro día no había ningún higo. Bueno...
Al otro día que viene el padre y le dice lo mismo:
-¿Cómo ti ha ido?
-Mal, padre -que le dice, mi han robau los higos y no sé a qué hora, nu hi visto a nadie.
-¿Ti habrás dormido?
-No -que le dice.
-No, ustedes tienen que haberse dormido no más -le dice el padre.
Bueno... Ya le tocó al menor. Y que le dice el padre:
-Esta noche la vas a cuidar vos, a la higuera.
Al hijo menor que le decían el Chiquío. Bueno. Qu'esa noche el Chiquío agarró y hizo juego. Se llevó un cuchío y un lazo y una guitarra. Y agarró y se sentó a la oría del juego. 'Tuvo hasta tarde la noche tocando la guitarra. Y agarró y se sentó a la oría del juego y se rodió bien d'espinas. Claro, ya por áhi el sueño lo quería vencer, se ladiaba para un lado y las espinas lo despertaban. Y así estuvo y no se durmió. Y en lo que 'staba áhi, y a de parte de la madrugada, ve que viene un potrío y se acerca a la higuera. Entonce que le dice el Chiquío:
-¿Vos sos el que te comías los higos?
Y sacó el lazo y lo enlazó y lo voltió y sacó el cuchío para degollarlo. Entonce qui habla el potrío y le dice:
-Dejame, no me matís, ya no te voy a comer los higos. Perdo-name la vida que yo te voy a ayudar muy mucho. Cuando vos querrás ir a rodar tierra, le pedís a tu padre que te dé el potrío de la yegua que se murió ahora años. Ese potrío soy yo. Basta qu'él te lo dé, andá a tal lugar y áhi voy a estar yo.
-Bueno -que le dice el Chiquío, y lo dejó porque le impresionó mucho de oír hablar al potrío.
No lo mató nada el Chiquío y lo largó al potrío y éste se fue. Al otro día viene el padre y le dice:
-¿Cómo le ha ido, amigo?
-Bien, mi padre -que le dice, áhi tiene todos los higos di oro.
-¿Ha visto que los otros si han dormido?
-¿Nu has visto a nadie?
-No -que le dice, nu hi visto a nadie.
Entonce agarró el padre y se enojó y los echó a los dos hijos mayores por flojos, que nu habían sabido cuidar los higos di oro. Bueno... Se jueron éstos. A los poquitos días le dice el Chiquío:
-Mire, padre, yo también me voy a ir a rodar tierra como mis hermanos.
-Pero, para dónde te vas a ir, vos sos muy chico -que le dice el padre.
-No -que le dice, me voy a ir no más. Déme el potrío de la yegua que se murió ahora años.
-Pero, hijo -que le dice, 'tás loco, qué potrío te voy a dar, si ni güesos había ya, menos 'stará el potrío.
-No -que le dice, demeló lo mismo, yo lo voy a ir a buscar.
-Y bueno, yo te lo doy, andá buscalo.
Se jué el Chiquío ande le había dicho el potrío. Y lo encontró al potrío. Que era chiquito, chuñusco, flaco. Ya que llegó a las casas y que le dice al padre:
-Acá 'stá. Ya lu encontré.
-Y bueno -que le dice el padre- crendo qu'era otro. ¡Y cómo te vas a ir en ese animal! ¡No te va aguantar nada!...
-No -que le dice, en éste no más me voy a ir.
Bueno. Se despidió del padre y se jué. Que el potrío le dice:
-Alcanzalos a tus hermanos pero no te confiés d'ellos, que te van a hacer todo el mal que puedan.
Y ya apuraron para alcanzar los hermanos. Y ya iban llegando y lo divisaron los hermanos. Los hermanos le tenían rabia porque los había dejado muy mal. Y que dice uno:
-¿Y que no es mi hermano aquél? Vendrá a hacerlos burla, seguro.
Y ya que llegó y le preguntaron:
-¿A qué venís?
-Vengo a acompañarlos a ustedes.
-No -que le dicen, nosotros no necesitamos compañero.
Entonce agarraron, le dieron una güena laciadura con un lazo y lo corrieron que se volviera. Y ellos siguieron viaje. Luego que le dice el potrío:
-Alcanzalos otra vez.
Ya se jueron otra vez. Cuando los iba alcanzando que dijieron:
-¿Que nu es mi hermano, aquél? Aporriau y todavía viene. Ya cuando llegó que le dijieron:
-¿A qué venís? ¿Qué venís a hacer?
-Vengo en compaña di ustedes.
-Nosotros no necesitamos compaña.
Agarraron entre los dos, lo voltiaron y lo degollaron, y al caballo lo desbarrancaron, se lu echaron en una barranca. Y ellos siguieron marcha otra vez. Cuando éstos se jueron, el potrío salió de la barranca, le juntó toda la sangre que había caído, se l'echó en la degolladura y lu hizo vivir al Chiquío. Y que le dice el caballo:
-Subí, y los vamos alcanzar otra vez.
Ya cuando los iba alcanzando, que dicen ellos:
-Pero, ¿que nu es mi hermano? ¿Será brujo para volver a vivir? Lu himos degollau y todavía los sigue.
Ya cuando los alcanzó le preguntaron:
-¿Y qué venís a hacer?
-Vengo a acompañarlos.
-¿Y sos brujo, vos? T'himos degollau y otra vez 'tás acá.
-Y... hi vivido, no más.
Entonce agarraron, juntaron un poco de leña los hermanos, le pegaron juego a la leña y lo metieron al Chiquío, lo quemaron, y al caballo lo desbarrancaron otra vez y se jueron.
Entonce, cuando ellos se jueron, salió el caballo, juntó todos los carboncitos, lo hizo vivir y le dijo:
-Subí y alcanzalos otra vez.
Cuando ya los iba alcanzando que dicen:
-Pero, ¿nu es mi hermano, aquél?
-Sí, pero debe ser brujo. Lu himos quemau y viene vivo.
Ya cuando llegó le dicen:
-Bueno, te vamos a agarrar para pión.
Y siguieron viaje los tres.
Anduvieron mucho y una tarde llegaron a la casa di una vieja bruja. La vieja tenía tres hijas. Llegaron y saludaron:
-Buenas tardes, mama vieja.
-Buenas tardes, hijitos.
-Mire, señora, ¿no los podrá dar alojamiento por esta noche?
-Sí, hijitos. Desensillen y dejen los caballos.
Cuando llegó la noche que les dice:
-Miren, jóvenes. Yo les voy a alvertir una cosa. Yo tengo una costumbre en mi casa. Tengo tres hijas. Y tengo la costumbre que los jóvenes que vienen a mi casa duerman con mis hijas. Y como son tres, ustedes van a dormir, el mayor con la mayor, el del medio con la del medio y el menor con la menor. Dijeron que bueno, los jóvenes. El Chiquío se jué en seguida ande 'taba el potrío y el potrío le dice:
-Mirá, eso que la vieja les dice así, que van a dormir con las hijas, es para matarlos y comerlos. Esta noche los va a degollar. Vos no te duermás. Dejate 'star en la cocina y hacete un atadito de ceniza y te lo guardás. La vieja les va a poner a las hijas unos gorros para conocerlas en l'oscuridá. Cuando 'stés en la cocina la vieja te va a decir:
-Ruma, ruma, mozo, qu'el alba viene.
Y vos le contestás:
-Duerman los que tengan sueño.
Y ella te va a decir:
-Chiquío, ¿cuándo?
-Sólo di un modo -decile vos.
-¿Deque modo?
-Que me dé una tijera para cortar.
Y la vieja te va a dar y así le pedís una áuja, un dedal y un peine. Y cuando vas a dormir agarrás y les sacás los gorros a las niñas y se las ponís a tus hermanos y vos te ponís el de la niña menor.
Bueno. Ya llegó l'hora de dormir y el chiquillo se quedó en la cocina. En seguida que le dijo la vieja:
-Ruma, ruma, mozo, que l'alba llega.
-Duerman los que tengan sueño -le contestó el Chiquío.
-Chiquío, ¿Cuando?
-Sólo di un modo.
-¿Deque modo?
-Deque me dé una tijera para cortar acá -y si hacía el que estaba por arreglar su ropa.
-Andá, negra, alcanzaselá.
La vieja tenía una negra que era media bruja como ella. Y ya le dieron la tijera.
Y volvía a decirle la vieja:
-Ruma, ruma, mozo, que l'alba llega.
-Que duerman los que tienen sueño.
-Chiquío, ¿Cuándo?
-Sólo di un modo.
Que me dé una áuja y un dedal para coser acá -y si hacía el que iba a coser la ropa.
-Andá, negra, daselós -que le dice.
Y al rato vuelve a decir:
-Ruma, ruma, mozo, que l'alba llega.
-Que duerman los que tienen sueño.
-Chiquío, ¿cuándo?
-Sólo di un modo.
-¿Deque modo?
-Que me dé un peine para peinarme.
-Andá, negra, daseló.
Se lo dio la negra y el Chiquío se jue a dormir. Si acostó, y al ratito, cuando vio que todos 'staban dormidos se levantó y les sacó los gorros de las niñas y se los puso a los hermanos y él se puso el gorro de la compañera. Él s'hizo el dormido, si hacía el que roncaba, pero se quedó despierto.
Vino la vieja al rato y escuchó. Los sentía que 'staban dormidos y agarró el cuchío. Lo afiló bien afilado y se vino despacito. Empezó a tantiar los que tenían gorro y los dejaba, y degollaba a los que no tenían nada. Y se jué crendo que había degollado a los jóvenes y había degollado a las hijas. Y se jué y se acostó y se quedó dormidaza. Cuando el Chiquío vio que la vieja 'staba dormida los despertó a los hermanos y les dice:
-Despierten, que la vieja ha degollau a las hijas por degollarlos a ustede, y vamolós.
Y jue el Chiquío y le desgarronó una chancha que tenía la vieja bruja y le llevó los tres gorros de las hijas. Y se jueron.
La vieja tenía un loro adivino. Y en seguida que 'l loro le dice:
-¡Mama! ¡Mama!
-¿Que querís, lorito?
-El Chiquío ti ha hecho degollar las tres hijas y te ha llevau los tres gorros y ti ha desgarronau la chancha.
Se levantó la vieja más apurada que no sé qué, y ve a las tres hijas muertas y a la chancha desgarronada. Y que le dice:
-¿Los alcanzaré, lorito?
Y el lorito le dice:
-Es difícil porque van lejo y van a pasar la mar.
La chancha tenía un tranco de tres leguas pero no podía andar. Agarró el caballo de siete colores que tenía el tranco de una legua y se jue. Y le pegó a toda carrera. Ya los iban alcanzando, cuando el Chiquío le tiró el atadito de ceniza. S'hizo una niblina que no se veía ni las manos. Áhi anduvo la viejita perdida, y anduvo y anduvo hasta que al fin pasó. Siguió otra vez y ya los iba alcanzando cuando el Chiquío le tiró l'áuja y s'hizo un espinal que no podía pasar el caballo. Y la vieja anduvo y anduvo hasta qui al fin pasó. Siguió y ya los iba alcanzando cuando el Chiquío le tiró el dedal. S'hicieron unas barrancas llenas de garabatos y de montes que no podía pasar. La vieja anduvo y anduvo, hasta que al fin pasó. Ya los iban alcanzando cuando el Chiquío le tiró la tijera. S'hizo un despeñadero en unas sierras muy pedregosas que no se podía pasar. La vieja anduvo, anduvo, hasta que al fin pasó. Ya los iba alcanzando cuando el Chiquío le tiró el peine. S'hizo un pencal tan grande que no se podía pasar. La vieja anduvo, anduvo hasta que al fin pasó. Cuando llegó a la oría de la mar que el Chiquío y los hermanos ya 'taban pasando la mar. Y que le dice la vieja:
-¡Ah, Chiquío!, m'hicistes matar mis tres hijas, me llevastes los tres gorros y me desgarronastes la chancha. ¿Volvería, Chiquío?
-Sí, he de volver si la fortuna mi ayuda, a llevarte a vos.
Y que le dice la vieja:
-Los güesitos, t'hi de chupar.
-Será si podís.
Se volvió la vieja. Los hermanos se jueron. Anduvieron un tiempo y pasaron por cerca del palacio di un Rey. Llegaron y buscaron trabajo. Áhi 'taban trabajando los tres. Entonce, los hermanos mayores, como le tenían envidia al Chiquío, trataron di hacerlo matar. Jueron y le dijieron al Rey que el Chiquío si había dejado decir qu' él era capaz de traérle una piedra verde que tenía la vieja bruja abajo de la cabecera. El Rey llamó al Chiquío y le dice:
-Vea, amigo, ¿nu es que usté se ha dejado decir que usté es capaz de traer una piedra verde que tiene la vieja bruja abajo de la cabecera?
Que dice el Chiquío:
-No, Majestá, cómo voy a decir eso, si yo no say capaz.
-Bueno, aunque no haiga dicho, usté la va a traer. Palabra de rey no puede faltar, y sinó li hago cortar la cabeza.
Bueno. Se va el Chiquío, llorando ande 'staba el potrío y le dice lo que le pasa.
-¿Porque llorás? -le dice el potrío.
-Cómo no voy a llorar si mis hermanos mi han malquistado con el Rey y li han dicho que yo m'hi dejau decir que soy capaz de traer la piedra verde que la vieja bruja tiene abajo de la cabecera.
-Bueno -que le dice el potrío, no se te dé cuidau. Pedile al Rey que te dé mantención para vos.
Le pidió mantención al Rey y se jue en el potrío. Antes de llegar que le dice el potrío:
-Llegate vos, despacito y fijate. Si el loro 'stá con los ojos abiertos, 'stá dormido y si 'stá con los ojos cerrados 'stá despierto. Si 'stá dormido te allegás y sacas la piedra, muy despacito.
Llegaron y vio el Chiquío que, en ese momento, el loro 'staba con los ojos abiertos. Se allegó, levantó muy despacito l'almuhada de la vieja bruja y le sacó la piedra verde y disparó. En seguida no más se despierta el loro y le dice a la vieja:
-¡Mama!, ¡Mama!
-¿Qué querís, lorito?
-El Chiquío le lleva la piedra verde.
Y se levantó la vieja y le dice:
-¿Lu alcanzaré, lorito?
-Es difícil porque va llegando a la mar.
Agarró la vieja el caballo de siete colores y salió a la furia. Cuando llegó a la oría de la mar, el Chiquío ya 'staba pasando y que le dice la vieja:
-¡Ah Chiquío!, m'hiciste matar mis tres hijas, me llevastes los tres gorros, me desgarronaste la chancha y ahora me llevás la piedra verde. ¿Volverís Chiquío?
-Sí, hi de volver, si la fortuna mi ayuda a llevarte a vos.
Y que le dice la vieja:
-Los güesitos t'hi de chupar.
-Será si podís.
Bueno. Ya le llevó al Rey la piedra verde de la vieja bruja, qu'era de virtú. El Rey se puso muy contento y se jue el Chiquío.
A los pocos días van los hermanos y le dicen al Rey que el Chiquío si ha dejado decir que es capaz de traer las chancletas de la vieja bruja, que corrian más ligero que el viento.
Entonce lo llamó el Rey y le dijo:
-¿Es cierto que usté si ha dejado decir qu'es capaz de traer las chancletas de la vieja bruja que son más ligeras qu' el viento?
-No, Majestá, cómo voy a decir eso si yo no soy capaz.
-Bueno, lu haiga dicho u no lu haiga dicho usté las va a traer. Palabra de rey no puede faltar y sinó le corto la cabeza.
Ya se jue llorando ande 'staba el potrío y el potrío le dice:
-¿Porque llorás?
-Cómo no voy a llorar si mis hermanos li han dicho al Rey que yo m'hi dejado decir que soy capaz de traer las chancletas de la vieja bruja que son más ligeras que el viento.
-Bueno -que le dice, no se te dé cuidado. Pedile al Rey manten-ción para vos.
Le pidió mantención y se jueron. Cuando llegaron le dice el potrío:
-Si el loro 'tá con los ojos abiertos, sacó las chancletas, despacito y dispará.
El loro 'staba con los ojos abiertos. El Chiquío entró, despacito, agarró las chancletas que la vieja bruja tenía abajo de la cama y disparó. En seguida se despertó el loro y empezó a gritar:
-¡Mama!, ¡Mama!
-¿Qué querís, lorito?
-El Chiquío le lleva las chancletas que corren más ligero que el vieno.
Se levantó la vieja y le dice:
-¿Lu alcanzaré, lorito?
-Es difícil porque el Chiquío ya va llegando a la mar.
Agarró la vieja el caballo de los siete colores y salió a la furia. Cuando llegó a la oría de la mar, el Chiquío ya 'staba pasando y la vieja le dice:
-¡Ah, Chiquío!, m'hiciste matar mis tres hijas, me llevastes los tres gorros, me robastes la piedra verde y ahora me llevas las chancletas. ¿Volverís, Chiquío?
-Sí, hi de volver si la fortuna mi ayuda a llevarte a vos.
Y que le dice la vieja:
-Los güesitos t'hi de chupar.
-Será si podís.
Bueno. Y pasó el Chiquío la mar y le llevó al Rey las chancletas de la vieja bruja, que corrían más ligero qu'el viento. El Rey se puso muy contento y cada vez lo quería más al Chiquío.
Al poco tiempo lo vuelven a malquistar los hermanos, al Chiquío. Le dicen al Rey que el Chiquío si ha dejado decir que es capaz de traer la chancha de la vieja bruja, qui hace tres leguas di un tranco. Y ya lo llamó el Rey al Chiquío y le dice:
-Vea, amigo, ¿nu es que usté si ha dejado decir qu'es capaz de traer la chancha de la vieja bruja?
-No, majestá, cómo voy a decir eso, si no soy capaz.
-Bueno, lu haiga dicho u no lu haiga dicho, usté me va a traer la chancha de la vieja bruja. Palabra de Rey no puede faltar; si no la trae li hago cortar la cabeza.
Ya se jué el Chiquío llorando y que le dice el potrío:
-¿Porque llorás?
-Cómo no voy a llorar si mis hermanos mi han malquistado y li han dicho al Rey que yo soy capaz de traer la chancha de la vieja bruja.
-Bueno, no se te dé cuidado -le dice el potrío. Pedile al Rey que te dé mantención para vos.
Ya le pidió mantención al Rey y salió en el potrío. Ya llegaron y le dice el potrío:
-Fíjate en el loro. Si está con los ojos abiertos, entrá, sacá la chancha y me la echás encima.
Cuando llegaron, el loro 'staba con los ojos abiertos. Entró a caballo el Chiquío, jue al chiquero de los chanchos y alzó la chancha en el potrío y salieron a toda furia. En seguida no más se despertó el loro y gritó:
-¡Mama!, ¡mama!
-¿Qué querís lorito?
-El Chiquío si ha llevau la chancha.
Se levantó la vieja enojadísima y le dice:
-¿Lu alcanzaré, lorito?
-Es difícil porque el Chiquío ya va llegando a la mar.
Llegó cuando el Chiquío acababa de pasar la mar y le dice:
-¡Ah, Chiquío!, m'hicistes matar mis tres hijas, me llevastes los tres gorros, me robastes la piedra verde, me llevastes las chancletas y ahora me llevás la chancha. ¿Volverís, Chiquío?
-Sí, hi de volver si la fortuna mi ayuda, para llevarte a vos.
Y que le contesta la vieja:
-Los güesitos t'hi de chupar.
-Será si podís.
Pasó no más el Chiquío y le llevó al Rey la chancha que hacía treinta leguas en cada tranco. El Rey 'staba contentísimo y almirado de lo valiente qu'era el Chiquío.
Los hermanos del Chiquío cada vez le tenían más envidia y no sabían cómo hacer para que lo matara el Rey. Entonce fueron y le dijeron que el Chiquío si había dejado decir qu'era capaz de robarle el caballo de siete colores de la vieja bruja. El Rey lo llamó al Chiquío y le dice:
-¿Nu es, amigo, que usté si ha dejado decir qu'es capaz de traer el caballo de siete colores de la vieja bruja?
-No, majestá, cómo voy a decir eso si yo no soy capaz de traer el caballo de siete colores, qu'es muy malo.
Y el Rey le dice:
-Bueno, amigo, lo mismo lo tiene que traer. Palabra de Rey no puede faltar, y sinó, le corto la cabeza.
Bueno, salió llorando el Chiquío y va ande 'staba el potrío.
-¿Porque llorás? -le dice el potrío.
-Cómo no voy a llorar si mis hermanos li han dicho al Rey que yo m'hi dejado decir que soy capaz de robarle el caballo de siete colores a la vieja bruja.
-Bueno, no se te dé cuidado -le dice el potrío. Pedile al Rey mantención para vos y vamos.
Ya le dio el Rey la mantención y se jueron. El potrío le dijo que si el loro 'staba con los ojos abiertos que entrara, y agarrara el caballo de siete colores qu'iba 'tar muy mansito y lo pusiera a la par y disparara. Llegaron y el loro 'taba dormidazo, con los ojos abiertos. Entraron, agarró el caballo de siete colores, lu echó al lau y disparó. En seguida no más se despertó el loro y le grita a la vieja:
-¡Mama! ¡Mama!
-El Chiquío se ha llevado el caballo de siete colores.
Y se levanta la vieja, desesperada porque ya la dejaban di a pie, y le dice:
-¿Lu alcanzaré?
-Difícil porque ya 'tá llegando a la mar.
La vieja no tenía enque seguir para alcanzarlo, si le había llevau la chancha, las chancletas y el caballo de siete colores. Agarró y se jabonó los talones y salió corriendo más ligero que el viento. Llegó cuando el Chiquío 'staba cruzando la mar y le dice:
-¡Ah, Chiquío!, m'hicistes matar mis tres hijas, me llevastes los tres gorros, me robastes mis chancletas, me llevastes la chancha y ahora me llevás el caballo de siete colores. ¿Volverís, Chiquío?
-Sí, hi de volver si la fortuna mi ayuda, a llevarte a vos.
Y que le dice la vieja:
-Los güesitos t'hi de chupar.
-Será si podís.
Se volvió la vieja. El Chiquío llegó al palacio del Rey y l'entregó el caballo de siete colores. El Rey 'staba cada vez más contento con el Chiquío y de tener las cosas qu'éste le había traído que no las tenía ningún Rey.
Cuando vinieron, los hermanos, que el Rey lo quería al Chiquío, más envidia le tenían. Entonce le dijeron qu'el Chiquío si había dejado decir qu'era capaz de traer el loro adivino de la vieja bruja. Lo llamó el Rey al Chiquío y le dijo si era cierto que se había dejado decir qu'era capaz de traer el loro adivino de la vieja bruja.
-No, majestá, cómo puedo decir eso yo, si eso es muy difícil, nadie es capaz de traerlo.
-Bueno. Sea cierto u no sea, usté me va a traer el loro adivino. Palabra de Rey no puede faltar, y sinó, le corto la cabeza.
Áhi sí, que 'staba triste el Chiquío. Se jue, llorando más que otras veces ande 'staba el potrío. Ya le contó, y el potrío le dijo:
Va a ser muy trabajoso pero vamos a hacer lo posible por agarrar el loro adivino. Pedile al Rey una jaula muy segura y que te dé toda clase de golosina, dulce, vino, queso, pan, caramelos, azuca... Cuando lleguemos a la casa de la vieja bruja, vos entrás cuando el loro 'sté dormido, con los ojos abiertos. Y cuantito se despierte vos le ofrecís golosinas y a la final vino, y ya cuando 'sté chumado lu echás a la jaula y te disparás. Tenís que tener mucho cuidado cuando el loro la llame a la vieja, no dejarte agarrar con la vieja porque vas a ser perdido.
Ya se jueron y llegaron a la casa de la vieja bruja. El loro 'staba con los ojos abiertos y el Chiquío entró y se le puso cerquita. Al ratito no más se despierta, y va a gritar, y el Chiquío le dice:
-Lorito, ¿querís dulce?
-Bueno, dame.
Y al ratito le ofrece masitas. Y el lorito le recibe y come. Y después le dio caramelo. Y después, ya el loro no podía 'star sin gritarle a la vieja bruja y que le dice:
-Mama, el Chiquío mi anda por llevar.
Y que le dice al Chiquío:
-Escondete en ese rincón.
Ya se levantó la vieja y le pregunta al loro ánde 'stá el Chiquío.
-Áhi, abajo d'esa batea -y nu encontró nada.
-Lorito, m'estás engañando -le dice. Te voy a dar unos buenos palos.
Y áhi no más agarró la vieja y se jue a dormir.
Salió el Chiquío y le dice al loro:
-¿Querís dulce, caramelo, azuca?
-Sí, dame -que le dice, y comió de todo.
Al ratito vuelve a gritar, el loro:
-Mama, el Chiquío mi anda por llevar.
-¿Ande m'escuendo? -le dice el Chiquío.
-Abajo 'e la batea.
S'escondió, el Chiquío, y la vieja bruja se levantó y le dice al loro:
-¿Ande 'tá el Chiquío?
-Áhi 'tá, en la rajadura de la paré.
Se jue la vieja y nu encontró nada, y muy enojada le dice:
-No m'estís engañando lorito trompeta, porque te voy a pegar.
La vieja se jué a dormir y el Chiquío salió del escondite. Ya le volvió a ofrecer pan con vino y volvió a comer el loro. Entonce le dice el Chiquío:
-¡Vamos, lorito!
Áhi no más gritó el lorito:
-Mama, el Chiquío mi anda por llevar.
-¿Y ande m'escuendo? -le dice.
-En la rajadura 'e la paré -le dice al Chiquío.
Y viene la vieja enojadísima y le dice:
-¿Ande 'tá el Chiquío?
-Áhi 'tá, en la rajadura 'e la paré.
Se va la vieja y lo encuentra y lu agarra.
-Ahora me vas a pagar las hechas y por hacer -le dice.
Lo sacó y l'echó harina en los ojos y lo dejó ciego. Y que le dice a una negra esclava que tenía:
-Mirá, negrita -le dice, vas a hacer juego y vas a poner los fondos con agua al juego y en cuantito 'stá l'agua caliente, pero bien caliente, qu'hirva, me lu echás al Chiquío. Yo me voy a ir a invitar a mis compadres pa que vengan a comer una linda cazuela.
Y jue y lo dejó al Chiquío con las manos atadas y ciego con harina. La negra se puso a hachar la leña. La leña 'staba muy dura y no podía casi hacharla. Entonce que le dice el Chiquío:
-¡Pero, señorita, por ser el último día de mi vida, saquemé un poco di harina y larguemé una mano para ayudarle a hachar leña!
-¡No! -que le dice, vos estás por joderme. Vos estás por irte.
-¡Pero, no, señorita, que me voy a ir! Saquemé l'harina, así li hacho la leña.
Tanto la instó que la negra le sacó la harina di un ojo y le largó una mano. Y ya el Chiquío hizo para hachar la leña, ¡y claro! no podía. Y que le dice:
-Bueno, saquemé otro poquito y larguemé l'otra mano, ¿no ve que no puedo manejar l'hacha?
Y ya la negra por el interés de que li hache la leña le limpió el otro ojo y le largó l'otra mano. Entonce jue y se puso a hachar la leña. Hace un buen montón de leña y que le dice:
-¡Alcelá, ahora!
La negra que 'staba muy contenta lo que li habían hecho el trabajo y va y si agacha y agarra la leña, y áhi no más el Chiquío li asienta con l'hacha y le cortó la cabeza a la negra. Y agarró y hizo juego a los fondos y echó el cuerpo de la negra. Y agarró la cabeza y la puso en un mortero y lo acostó en la cama. Y agarró y jue ande 'staba el loro y lo aporrió bien y lo metió en la jaula, y subió a caballo y se jue.
Al momento, no más que se va el Chiquío, llegó la vieja. Lo primero que se fija en los fondos y ve que 'stá hirviendo un cuerpo y dice:
-¡Se 'stá cocinando el pichoncito! Ya me voy a chupar los dedos.
Y ya comienza a buscar a la negra y dice:
-¿Ánde se mi habrá ido mi negrita? Tiene que 'star cansada con tanta leña que ha hachado.
Se va a buscarla y ve que'stá en la cama un bulto y la cabeza de la negra, y que dice:
-¿Ve? ¡Pobre mi negrita, cómo 'stará de cansada que si ha acostado a dormir! Levantá, negrita, que ya van a venir mis compadres para que comamos mi pichoncito.
Y claro, la negra no despertaba, y va y la destapa y encuentra la cabeza sola con el mortero.
-¡Ah! -que dice- éstas son cosas del Chiquío. Ya me jodió.
Y ya se dio cuenta qu'el cuerpo que 'taba en los fondos era de la negra. Y ya vio que no 'staba el loro. Entós, no tuvo más qui hacer, se jabonó los talones y le pegó. Cuando llegó a la oría de la mar, el Chiquío ya s'taba pasando, y le dice:
-¡Ah!, ¡Chiquío!, m'hicistes matar mis tres hijas, me llevastes los tres gorros, me robastes la piedra verde, me llevastes mis chancletas, me llevastes la chancha, me llevastes el caballo de los siete colores y ahora me llevás el loro a divino. ¿Volverís, Chiquío?
-Y él le contesta:
-Sí, hi de volver si la fortuna mi ayuda a llevarte a vos. Y que le dice la vieja:
-Los güesitos t'hi de chupar.
-Será si podís.
Llegó el Chiquío al palacio del Rey, le entregó el loro y le dice:
-¡Acá tiene, majestá!
El Rey de contento no sabía qué hacer con el Chiquío. Cada vez lo quería más. Los hermanos 'taban más llenos d'envidia y no sabían cómo hacer para hacerlo matar. Entonce van y le dicen al Rey que el Chiquío si ha dejado decir qu'es capaz de traer la vieja bruja.
Entonce el Rey lu hace llamar al Chiquío y le dice:
-Mi han dicho qui usté si ha dejau decir qu'es capaz de trair la vieja bruja.
-No majestá -que le dice; ¡cómo voy a decir eso si yo no soy capaz! La vieja bruja me va a matar en cuantito me vea.
-Bueno -que le dice, haiga dicho u no haiga dicho, usté la va a traer a la vieja bruja. Palabra de Rey no puede faltar. Y sinó le corto la cabeza.
Ya el Chiquío se puso a llorar desconsoladamente y se jue ande 'staba el potrío.
-¿Porque llorás? -que le dice el potrío.
-Cómo no voy a llorar -que le dice- si el Rey mi ha dicho que li han dicho que yo m'hi dejado decir que soy capaz de traer la vieja bruja, y que si no la traigo me va a matar. Y yo no soy capaz. La otra vez m'escapí pero d'ésta la vieja me va a comer no más. No sé cómo voy a hacer.
-Bueno -que le dice, es muy difícil, pero vamos a hacer lo posible por salvarte. Decile al Rey que te dé una carroza cerrada, y que te dé mercaderías, géneros de toda clase, anillos, collares, de las mejores alhajas, y que te dé ropa como vendedor ambulante. Que la carroza tenía que tener una parte atrás muy segura, como si juera un cuartito, como una jaula y que se dividía con la parte di adelante con una compuerta. Bueno, en esa parte di atrás tenía que poner los mejores géneros y las alhajas más caras y lindas. Y ya le dijo el potrío cómo tenía qui hacer y se jueron. El Rey le dio al momento todo.
Ya llegaron a la casa de la vieja bruja y que salió enseguida la vieja, qu'era muy curiosa y ya se saludaron:
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.
-¿Qué anda vendiendo? -que le dice.
-Traigo muchísimas cosas muy lindas y muy baratas.
Y ya, empezó a ver la vieja. S'entraba un poquito y se sentaba para atrás. Que parecía que tenía desconfianza. Y ya que le dice el Chiquío:
-Entre, señora, no tenga miedo, entre con confianza.
Por áhi ya s'entró casi toda, lo que veía las alhajas, y agarró el Chiquío y le pegó un pechón y le bajó la compuerta. Y áhi le dijo:
-Yo soy el Chiquío, vengo a buscarte.
La vieja que pataliaba y gritaba, y nada. Se jueron áhi no más. Y que le decía:
-Chiquío, largame por favor. Te voy a dar todas mis riquezas.
Bueno. Se jue con la vieja y se la llevó al Rey. El Rey qu'hizo buscar cuatro potros y la hizo atar de las dos manos a dos potros y de los dos pies a otros dos potros. Y así l'hicieron pedazo a la vieja bruja.
Entonce el Chiquío les ganó de mano a los hermanos, y los malquistó para que no lo malquistaran a él. Le dijo al Rey que si habían dejado decir los hermanos qu'eran capaces de capujar cada uno d'ellos una naranja que la tiraran las hijas del Rey, de los balcones. Qu'el Rey tenía tres hijas. Todo esto li había aconsejado el potrío.
-Y vos, ¿sos capaz?
-Sí, soy capaz -que le había dicho también por consejo del potrío.
Ya los llamó el Rey a los hermanos y les dijo que si era cierto que si habían dejado decir qu'eran capaces de capujar una naranja que les tiraran las hijas d'él de los balcones. Ellos dijeron que no, que nu eran capaces porque los balcones 'staban muy alto. Entonce él les dijo que lo tenían qui hacer no más, que palabra de Rey no podía faltar, y que si no lu hacían los iba a matar.
Al otro día el Rey les dio una naranja a cada hija. Tiró la mayor, y el hermano mayor se aprontó. ¡Qué!, ni vio la naranja, se deshació en el suelo. Tiró la segunda. El hermano del medio la jué a capujar. ¡Qué!, más lejo se deshació la naranja. Tiró la menor y el Chiquío la capujó en el aire.
Entonce el Rey, que ya 'taba enojado con éstos por todo lo que lo habían intrigado al Chiquío, mandó traer ocho potros. A cada uno de los hermanos los ató de las manos y de los pieses a cuatro potros y los largaron al campo. Claro, los partieron, los descuartizaron en seguida.
Al Chiquío lu hizo casar con l'hija menor y lo dejó de príncipe en el palacio, y áhi quedó.
A los tres días vino el potrío a decirle qu'él era un ángel que había venido a salvarlo y a ponerlo en buena positú, y que venía a saludarlo porque él se tenía que volver ande 'staba Dios. El Chiquío se puso a llorar y le agradeció al potrío, y éste s'hizo una palomita y se voló y se jue.

Gilberto Zavala, 29 años. San Martín. San Luis, 1945.

En el cuento figuran motivos de La fuga mágica.

Cuento 1066. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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