Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La ciudad de los tres picos de amor .1005

El pescador

Era un viejo que tenía sólo una hija muchacha. La mujer de él era también vieja. Él, todos los días se iba a pescar.
Pasó un tiempo, no pudo sacar ni un pescado. Se puso a llorar porque no podía sacar el pescado.
Un día se le apareció un señor del río y le dice:
-Yo te daré mucho pescado, pero si usté me da primero lo que su ojo ve, cuando llegue a su casa.
El viejo como tenía esa hija y un perro, y siempre salía a encontrale el perro, él se imaginó que sería el perro que salía primero. Le dijo que bueno. Y él sacó mucho pescado.
Resultó que salió a encontrarle la hija, de contenta que traía tanto pescado. Se asustó porque salió la hija, y que tenía que entregale a ese hombre, que le pidió que tenía que entregale lo primero que su ojo vio cuando llegue a la casa.
El plazo de tres día el pueblo le pedía mucho pescado. Todo lo día él se iba y traía mucho pescado, pero taba triste porque pensaba que tenía que traer la hija.
Le preguntó la mujer:
-¿Y cómo sacás tanto pescado?
Llorando le dijo que prometió la hija a un hombre que le dio tanto pescado, a un hombre que vive en el fondo del río.
La chica oyó que él dijo así a su mujer.
Y la mujer le dijo:
-Bueno, a los tré días llevesé la hija como quien va a pasear y a buscar pescado, y la entrega.
Ella oyó eso y ató unas cositas de ella porque sabía que la iba a entregar a ese hombre.
-Andate con tu papá a buscar pescado por la orilla del río le dice la madre a la muchacha.
Se despidió de la madre, le dio un abrazo, y se jue. Bueno... Llegaron a la orilla del río y sale el hombre que iba a llevar la chica. Bueno... Áhi dice que le dio un abrazo al padre y se jue con el hombre.
Y la chica le fue siguiendo al hombre. Y se abrieron las aguas. Le llevó a una casa linda en el fondo del mar. Tenía de todo. No le faltaba nada. Pero no veía personas, sólo sombras. Le servían la comida. Tenía de todo. Nada le faltaba.
Ella lloraba, no se hallaba. Y oyó una voz que le decía:
-¿Querés ir a ver a tu papá y a tu mamá?
Le contestó que sí.
-Mañana te llevaré, pero no me vaye a traer nada, ni como lo negro de la uña, ni como la cabeza de un alfiler.
Le prometió que sí, y entonce una sombra la llevó. Se abrió la agua y ella volvió a su casa, pero con mucho dinero que le dio la sombra. Ésa era una persona encantada. Y cuando se arrimó a la costa del río, el padre siempre pescando, porque era pescador.
El viejo contento, lo que vio su hija, la abrazó. La trajo contento donde 'tá su madre.
La madre la recibió má contenta.
La sombra le dio plazo de tres día para buscarle.
La madre contentísima. Que ella le dijo:
-¿Qué ves por ahí?
-Sólo sombra veo. Yo vivo bien, no me falta nada. Estoy sola no más.
Entonce le dice la madre:
-¿Y con quién dormís?
-Sola, mamá. Después que me duermo viene uno y se acuesta al lado mío, pero no me da la cara nunca. No sé qué es. Y después se duerme y ronca.
Le dice la madre:
-Mire, lleve este fóforo. Y cuando esté roncando, prendé este fóforo y repará qué é ése que ronca.
Ella no le quería lleva. Pero tanto exigile, como era la madre, llevó.
Bien... Siguió así. Cuando llegó el plazo, se fue. Llegó al río. Se abrió el agua y ella siguió atrás de una sombra que la esperaba. Cuando iba la sombra le preguntó:
-¿No traés nada? ¿Ni como lo negro de la uña, ni como la cabeza de alfiler?
Ella contestó que no.
Pasó unos días. Ella curiosa por ver el que roncaba, como ya tenía ese fóforo, quiso ver.
Una noche vino la sombra. Cuando ya roncó fuerte, prendió el fóforo. Y vio una persona, un joven muy lindo, que 'taba durmiendo. Y de emocionada se le cae el fóforo en la cara del que 'taba durmiendo. El joven que 'taba roncando se levantó y le dijo:
-¡Qué traición me ha hecho! Qué te dije que no trajiera nada de la casa de su madre. Faltaba sólo quince días para salirme de este encanto y iba a casarme con vos. Pero ahora no me vas encontrar más. Si querés encontrame, busquemé en la Ciudá de los Tres Picos de Amor.
Porque quedó él en otro nuevo encanto por siete años má. Y se jue de ella.
Y quedó en un monte ella. Todo desapareció. Y quedó sola. Se le terminó ropa, se le terminó qué comer. Quedó una méndiga en el mundo.
Bueno... Ella pensaba en volver en la casa, pero no sabía cómo hacer. Y dice:
-Que me traicionó mi madre porque dentro de quince días yo iba a casame. Yo le voy a seguir a él a la Ciudá de los Tres Picos de Amor. Si Dios me ayuda yo he de llegar.
Caminó por el monte tres años. Llegó en una casa de una viejita, vieja, vieja. Bueno... Dice que salió la viejita y le dice:
-¡Oh, hija, carne humana por acá!
-Sí, madre, yo soy la pobre méndiga que busco la Ciudá de los Tres Picos de Amor. Usté, como es viejita, puede darme noticia.
-¡Ah, hija! -le dijo, usté ve la edá que yo tengo y jamás he oído nombrar a esa Ciudá. Escuendasé un momentito porque yo soy la madre del viento sur. Le vamo a preguntá a él.
Dice que venía un viento muy juerte. Y dice que llegó un mozo lindo. Y que llegó y se sentó a comer.
La muchacha se fijaba en ese mozo pero no era el mozo que ella vio cuando alumbró con el fóforo. Y ella le preguntó:
-Joven, ¿usté no sabe dónde es la Ciudá de los Tres Picos de Amor?
Él le dijo a ella:
-Yo cuando soplo, mi fortaleza no va hasta allá. Pero si quiere le voy a llevar un poco.
Ella le atetó con tal de que le llevara má cerca.
La viejita sacó un anillo y le dio a la méndiga, a la muchacha, y le dijo:
-Cuando alguna vez que usté encuentre su novio, pidalé algo al anillo, que le ha de dar.
Porque la gurisa le contó que iba buscando su novio.
Áhi dice que ella se despidió de la viejita y el viento le hizo llegar hasta donde él iba y la bajó en un monte. Y ella caminó otro año para encontrar otra casa. Y llegó, y 'taba otra viejita. Y ella le dijo:
-Bueno día, madre.
La viejita le dice:
-Bueno día, hijita. Nunca he visto carne humana por acá, y ya 'taba muriendo de vieja.
Bueno... Entonce que le dice:
-¿Usté comió algo, hija?
Y ella le dijo que no. Entonce le dio de comer a la muchacha. Estuvo un rato. Y ella le contó que era una muchacha que iba a la Ciudá de los Tres Picos de Amor.
-Pero yo nunca he oído nombrar -dijo.
Y ahí le dice que puede ser y le dice:
-Como mi hijo é el viento norte y sopla muy juerte, vamo a ver si conoce ese lugar.
Bueno... Entonce le dice a la muchacha que se escuenda un poco. Y llega, y le dice a la madre:
-Apurate, mamá, que vengo con hambre. ¡Y qué olor de carne humana!
-Es un pollito que maté para vos.
-¿Está preparado?
-Sí -le dice la vieja.
Y después se sentó y comió. Y en eso va y le trae la niña a presentale al hijo. El hijo quedó encantao en la niña y le preguntó a dónde iba.
-Voy a la Ciudá de los Tres Picos de Amor.
Él le dice:
-Pero, mire, niña, es muy lejo. Son tre celaje que se ve. Yo voy hasta cerquita pero nunca entré en la ciudá.
Ella le dice:
-¿No me quiere decir para qué lado queda?
Él le contesta:
-No tengo permiso de Dios, pero te voy a llevar hasta cerca, para hacer una caridá.
Entonce la viejita sacó una peineta con un pavito arriba, y le regaló a la niña. Y le dice:
-Cuando usté llegue a la Ciudá de los Tres Picos de Amor si necesita algo, pidalé que en algo te ha de servir.
Dice que la niña muy alegre le besó a la viejita y el viento le hizo volar. Y le bajó cerca, que ella distinguía los tres celajes de la ciudá donde ella tenía que seguir. Ella se jue de a pie, pero llevó tres años de viaje. Por fin que llegó a la ciudá, rotosa y descalza. Sólo llevaba el anillo y la peineta que le dio las viejitas.
Bueno... Llegó en la casa de una señora rica, que tenía tres hija muchacha. Linda muchacha. Una de ella era novia del novio que ella iba persiguiendo. Ya había terminado el encanto del novio, que era siete año.
En esa casa mismo ella jue a llegar. Pidió trabajo. Y la señora va y le pregunta a la hija si necesitaba mucama. La que se estaba por casar le dice:
-Tengalé, mamá, lo que yo me case le voy a llevar para mi mucama.
Entonce le hicieron pasar. Le dieron ropa.
Trabajaba ella en esa casa. Llega el sábado. Estuvieron de grande apronte para esperá el novio. Y llegó el novio. Y ella conoció que era el que ella iba buscando. Ella se emocionó, pero no dijo nada.
Trató de velo adónde paraba el hombre ése.
Estaba en una pensión. Tenía un sirviente.
Ella jue y trató de velo. Ella pidió para hablar con el mozo. Le hizo pasar el sirviente.
Bueno... Le dijo si a ella le conocía. Él le dijo:
-Dejame pensar porque no recuerdo.
Bueno... Antonce llegó el sábado. Que lo novio iba a la Iglesia, que iba a seguir la amonestación, para ya casase.
Él pensaba todo el día lo que le había dicho esa gurisa de la casa donde él tenía la novia.
Y jue a la iglesia con la novia.
Y la muchacha pidió para ir también.
Antonce dice la novia:
-No, mamá, no le voy a llevar. Está muy mal vestida.
Y todas las tre, dijo:
-A una méndiga no hay que tener con uno, porque puede ser para un compromiso.
Y ella era muy humilde y le dijo a la patrona:
-Pero, dejemé.
Y ella le dio lástima y le dice:
-Pero, llevale, que vaye ni que sea atrás de ustede.
Dice que antonce le dice:
-Mirá, che señora, yo voy a ir y me voy a vestir bien como sus hijas.
-De dónde vas a sacar para vestite como mi hija.
-No es nada -que dice ella. Antonce, bueno... ya va a ver.
-Andá aprontate -le dijieron la otra.
Ella dentró adentro, desató el anillo y dice:
-Anillito, por la virtú que Dios te ha dado, déme ropa mejor que de las tre hermanas y de la novia.
Y ahí dice que dio como un relámpago y sacó ropa mejor que nadie, como no se vio nunca. Y salió mejor que las otra.
Y la novia lo que vio ese anillo, ella quería ese anillo.
Y bueno, dentraron a la Iglesia.
Y la niña tenía ese anillo tapado porque daba luce como un relámpago. El cura vio y preguntó quén tenía eso que daba luz como un relámpago.
-Una chica desconocida -le dijieron.
Bueno. De ahí le dijieron que esa chica vivía en la casa de la novia. Antonce el cura la hizo llamar para preguntarle de dónde sacó esa alhaja. Y ella le contó todo al Padre.
Antonce el cura resolvió llamar al novio para darle un consejo con cuál se iba casar. Porque él tenía ese compromiso con la niña y por lo mal que ella pasó ya 'taba salvada. Le llamaron a lo padrino del casamiento y a mucha gente. La novia no 'staba. Antonce la chica lo hizo hablar al pavito de la peineta que le dio la madre del viento norte, que era de virtú. Y el pavito contó toda la vida de la niña. Contó como lo salvó del encanto al joven y como vino a buscalo.
Bueno... El novio antonce, cuando oyó al pavito y vio esa chica tan preparada con ese vestido tan lindo, reconoció a la niña que él dejó en el monte. Entonce le dice a todo:
-Mire, va ser una comparación. Yo tenía un candado y se me perdió la llave. Y he mandado hacer otra. Y ahora encontré la llave vieja. Ahora, ¿cuál de las dos llaves debo ocupar?
Todos les contestaron que debe ocupar la llave vieja porque fue hecha por la misma cerradura.
Antonce dice que él le dijo al cura y a los padrinos que él se había de casar con la méndiga, porque él dejó esa chica tirada en el monte y ella lo salvó del encanto. Y la abrazó a la niña.
La novia no sabía nada, pero 'taba interesada en el anillo. Llegó y le trateó a la niña el anillo. Antonce dice que le contesta:
-Mire, el anillo yo se lo voy a dar a cambio de su novio. Y la muchacha se enojó mucho y no quiso acetarlo. Y fue a hablarle al novio. Y todo la miraba. Y entonce se enojó tanto y quebró con el novio. Y el novio se casó con la méndiga y ella quedó brava.
Y la concurrencia sabía todo y dijieron que 'taba muy bien.
Y vivieron felice para toda la vida.

Narcisa Ramírez de González, 48 años. Yapeyú. San Martín. Corrientes, 1952.

La narradora, semianalfabeta, es bilingüe guaraní-español.

Aprendió este cuento de la madre, que sabía muchos cuentos y murió en 1921. Es una gran narradora. Es, además, curandera y payesera de fama. Me narra este cuento en una piecita a media luz; frente al altarcito con velas prendidas, ante el cual hace las curaciones a sus enfermos. Afuera, bajo la enramada, espera turno un buen número de hombres y de mujeres que han venido a consultarla.

Yapeyú, pueblo de las antiguas misiones jesuíticas, cuna del general José de San Martín, es de los más tradicionales de la provincia.

Cuento 1005. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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