Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La cenicienta .1039

Había una señora que tenía dos hijas y tenía una chica que la había criado, ¡era criadita! A esta chica le decían la Cenicienta. La chica tenía una corderita que le habían dado, y ella la tenía siempre con ella, a la corderita, que era guaschita.
Las hijas de la señora eran muy feas y la Cenicienta era muy donosita. Y las otras eran muy envidiosas y malas, y no la querían. Siempre la mortificaban por todo, y la tenían muy mal vestida. No la dejaban ni que se lavara ni que se peinara para que pareciera más pior.
Un día, las muchachas le dijeron a la Cenicienta que le iban a carnear la corderita. La chica lloraba, que no se la carnearan, pero se la carnearon no más. La mandaron a la Cenicienta a lavar los menudos de la corderita en el arroyo. Se jue llorando, al arroyo, a lavar los menuditos, y en eso que estaba llorando y lavando los menuditos, se le escapó la pancita de la corderita y se la llevó l'agua. En eso que iba encontró una viejita, y le dijo:
-¿Para dónde vas m'hijita?
-Voy buscando una pancita que estaba lavando y me la quitó l'agua.
-Mirá -le dijo la viejita- andá más abajo. Ahí hay un viejito, y él tiene la pancita, él te la va a entregar.
Así lo hizo la chica. Se jue y encontró el viejito y le dijo si no había visto una pancita de cordero, que le había tráido l'agua.
-Sí -le dijo el viejito- pero si querís que te la entregue, me tenís que lavar la cara y los pieses.
Quesque era un viejito muy sucio. Se vía que de viejo el pobre no se podía lavar. A la chica le dio lástima este pobre viejo, y corrió a alzar agua y lo lavó bien, bien, por la cara y en los pieses. Quedó limpito el viejito, que daba gusto. Lo lavó con cariño, como si fuera un padre.
-Bueno -le dijo el viejito, tomá tu pancita y andate. Mañana, a la madrugada, cuando cante el gallo, levantá la cabeza y mirá arriba, cuando rebuzne el burro, bajá la cabeza y mirá para abajo. Vas a tener el premio por lo que sos tan buena y condolida de las desgracias ajenas.
Y la Cenicienta se jue, muy contenta, a su casa, por haber encontrado la pancita, así no la iban a retar, y de haber hecho una caridá al viejito.
Ella se levantaba muy temprano, al primer canto 'el gallo, siempre, siempre, a trabajar. Y así, la chica hizo lo que le dijo el viejito: cuando cantó el gallo, levantó la cabeza y le cayeron dos estrellas di oro en la frente. Cuando rebunó el burro, ella bajó la cabeza y no le pasó nada.
Cuando se levantaron las niñas mayores y le vieron las estrellas, muy envidiosas, le preguntaron que cómo había hecho para tener eso. La chica les contó que se le había ido la pancita en el agua, y que se la había encontrado un viejito muy bueno, que estaba río abajo. Que ella le había lavado la cara y los pieses. Como las otras dos niñas eran tan interesadas y envidiosas quisieron hacer lo mismo. Le pidieron a la madre que les carniaran las corderitas, que ellas tenían. Así lo hizo la madre, y ellas se jueron a lavar los menuditos entre las piedras del arroyo. Ya cuando estuvieron haciendosé las que lavaban las tripitas, largaron las pancitas para que las llevara l'agua. Al ratito se jueron por la orilla a buscar las pancitas. Se toparon con una viejita, y haciendosé las que lloraban, le dijieron que l'agua les había llevado las pancitas de cordero que habían estado lavando, y que las iban a retar en las casas. Entonce la viejita les dijo:
-Vayansén más abajo y ahí van a encontrar un viejito. Él les tiene las pancitas.
Siguieron las niñas hasta que encontraron el viejito, y le preguntaron si no había visto unas pancitas que les había quitado l'agua, y el viejito les dijo:
-Sí, aquí las tengo, pero si quieren que se las entregue, me tienen que lavar la cara y los pieses, muy bien lavados.
-Güeno -dijieron las niñas.
Jueron, alzaron agua. Con asco lo que vieron el viejito sucio, le pasaron de mala gana un poco de agua por la cara y los pieses, así no más. Entre dientes protestaban lo que tenían que arrimarse a ese viejito tan cochino, como decían.
-Bueno -le dijo el viejito- aquí tienen la pancita, y les voy a dar una virtú. Cuando esta madrugada cante el gallo, ustedes bajen la cabeza, cuando rebuzne el burro, levanten la cabeza y miren para arriba.
Las niñas se jueron muy contentas. Ya se vían con las estrellas di oro, y pensaban de hacer atar la cabeza de la Cenicienta para que nadie viera que ella también tenía esa virtú. Ya llegó la madrugada, y las niñas esperaban el momento muy apuradas. Cuando cantó el gallo bajaron la cabeza y miraron para abajo. No pasó nada. Cuando rebuznó el burro, levantaron la cabeza y miraron para arriba. Entonces les cayeron unas tremendas orejas de burro. Se querían morir, las dos, lo que se vían así. La madre estaba también desesperada, se ataron la cabeza y se enojaban con la Cenicienta, crendo que las había engañado. Ya vinieron los parientes y los vecinos, para ver las estrellas di oro que les habían dicho las niñas que iban a tener, y las encontraron con unas orejas de burros grandotas. La Cenicienta, aunque andaba con ropas viejas, y que no le dejaban ni que se arreglara, estaba lindísima, con sus dos estrellas di oro.
Cuando cundió la noticia de que había una niña muy donosa que tenía la virtú de tener dos estrellas di oro, vinieron de las partes más lejas, reyes, condes, príncipes, a pretenderla. Las mayores la escondieron a la Cenicienta, por todos los medios, pero un príncipe muy poderoso, entró no más en la casa, la reconoció y se casó con ella. Hicieron una fiesta muy grande, que duró muchos días.
Las envidiosas se dieron cuenta que Dios las castigaba así y daba el premio a la Cenicienta, que era humilde y buena.

Julián Aguilera, 39 años. El Saladillo. Pringles. San Luis, 1948.

Cuento 1039. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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