Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La cenicienta .1038

Era una vez que había una niña llamada Mariquita. Había quedado güérfana de madre y el padre si había casado de nuevo. La madrasta de esta niña tenía dos hijas. Mariquita era muy linda y güena y las hijas de la madrasta eran feas y malas. Entonces le tomaron rabia y envidia a Mariquita, y la echaron a la cocina. Ella tenía qui hacer todos los trabajos más sucios. La madrasta y las otras niñas la mortificaban a Mariquita todo el día, de la envidia que le tenían. No le daban ropa pa qué se mudara ni le dejaban ni un minuto de tiempo pa que se lavara y se peinara. Andaba siempre llena de ceniza de estar a la orilla del juego. Por eso, ya no la llamaban por el nombre, y le pusieron Cenicienta. El padre sufría de ver a su hija en el estado que estaba, pero como la nueva señora era muy mala, no podía hacer nada.
La madrasta y las hijas iban a fiestas, y a la Mariquita la despreciaban y la dejaban siempre en la casa trabajando.
Una vez la Cenicienta 'taba lavando las tripitas di un corderito en un arroyo. Era un corderito d'ella que li habían matado. En eso l'agua le llevó las tripitas. Ella jue corriendo atrás de las tripitas que le llevaba l'agua. Después de un güen rato que iba corriendo y llorando, se topó con un viejito que la llamó:
-Vení, Mariquita, yo te gua ayudar pa encontrar tus tripitas. Limpiame un poquito los ojos qui ando medio ciego.
Mariquita lo vio al viejito tan sucio y tan pobre que le dio mucha lástima y áhi no más se puso a limpiarlo y a arreglarlo. Después di un rato, el viejito le dijo:
-Tomá, Mariquita, esta varillita de virtú. Pedile todo lo que necesitís, que te lo va a dar. Tenís que decir:

Varillita de virtú,
por la virtú que Dios ti ha dau,
por la salú que me dais,
y por la que me darís,
que yo tenga tal y tal cosa...

Mariquita se despidió del viejito y le agradeció mucho.
Mariquita se jue muy contenta y cuando llegó ande 'taba lavando las tripitas del cordero, las encontró todas juntitas y lavaditas. Ya se dio cuenta que ese viejito era Dios que la ayudaba, y se metió en el seno la varillita de virtú y se la llevó bien guardadita, pa que no se la quitaran.
En ese lugar había un rey soltero y esa noche daba un gran baile en el palacio, porque quería elegir novia pa casarse.
La madrasta de Mariquita hizo que sus hijas se vistieran muy bien y las llevó al baile.
Cuando Mariquita se quedó sola, le dijo a la varillita:

Varillita de virtú,
por la virtú que Dios ti ha dau,
por la salú que me dais,
y por la que me darís,
que yo tenga un traje el más lindo que naide tenga
y un coche como no lo tiene ni el Rey.

Al mesmo momento si apareció un coche con unos caballos lindísimos y con lacayos que lu atendían, y áhi 'taba un traje lujosísimo. Áhi no más se lo puso Mariquita y salió pal baile. Áhi jue la almiración de todos cuando la vieron a Mariquita, a esta niña tan hermosa que naide conocía. Y más era la almiración del Rey. El Rey bailó toda la noche con ella. Cuando ya venía l'alba, Mariquita, en un descuido salió en su coche del palacio y naide pudo saber ande iba.
A la noche siguiente pasó lo mesmo, y Margarita jue con un traje más bonito y en un coche más lujoso. Tamién se despareció en un momento y naide supo ande s'iba en su coche al clariar l'alba.
A la noche siguiente el Rey ordenó a los sirvientes del palacio que pongan pega pega en l'escalera por donde Mariquita salía y se desparecía.
Ya llegó Mariquita al baile con un traje más bonito, como naide había visto y con zapatitos di oro. Y ella 'taba más linda que nunca.
El Rey bailó toda la noche con ella y a la madrugada, Mariquita se despidió y salió muy apurada. Áhi agarró por l'escalera con pega pega y empezó a pegarse los pieses, pero al fin salió no más corriendo, pero se le quedó pegau un zapatito di oro. Áhi corrieron los sirvientes y le trajieron al Rey el zapatito.
Al día siguiente salió el Rey con todos los sirvientes a buscar la dueña del zapatito di oro. A todas las niñas se lo medía pero no le entraba a ninguna.
Al fin, después de andar muchos días, ya llegó a casa de Mariquita. Ella 'taba en la cocina, mal vestida y sucia. La madrasta sacó a las dos hijas pa que se midan el zapatito. A una l'hizo cortar los dedos de los pieses y a la otra los talones, pero ni así les calzó el zapatito. Entonces los sirvientes le dijieron al Rey que en la cocina había una niña muy linda, que por qué no la hacía llamar. La madrasta y las hijas no querían por nada, pero al fin la llamaron.
En cuantito se lo puso al zapatito, le calzó bien, y áhi se dio cuenta el Rey que esa era la niña del baile y de todo lo que le pasaba. Áhi no más se la llevó al palacio y le hizo dar de las mejores ropas y zapatos.
A los tres días el Rey se casó con Mariquita y hicieron grandes fiestas que duraron muchos días.

Y jueron felices,
comieron perdices,
y a mí no me dieron
porque yo no quise.

Ramona Peña, 75 años. Angaco Sur. Angaco. San Juan, 1953.

Campesina rústica; ha concurrido un año a la escuela local.

Cuento 1038. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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