Era
un señor viudo que tenía una hija muy bonita. Se casó con una
señora viuda, también, que tenía dos hijas, más o menos regulares
no más, nada muy lindas.
Al
principio se llevaban bien, pero después, a esta chica bonita le
tenían envidia y la mandan a la cocina. La tenían para la cocina,
la tenían separada de las otras dos. La castigaron y la mandaron a
la cocina, que no saliera más, y la llamaban la Cenicienta.
Esta
niña tenía un cabrito y se lo carniaron un día. La señora le dio
los menudos, las tripitas, que vaya a lavarlas al río. Y hacía un
frío terrible.
Ella
se fue descalza al río, a lavar las tripas. Cuando las 'taba lavando
se le apareció un viejito y le preguntó qué 'taba haciendo.
Entonces ella le dijo:
Entonce
el viejito le dice, bueno, que lave las tripitas y cuando termine, se
va a poner en la frente, un trapito. Entonce ella, cuando le dijo así
lo miró y vio un reflejo, una luz que se le aparecía en la frente.
Pero ella no sabía qué era esto. Entonce, a pesar de la curiosidá,
obedeció lo que el viejito le decía. Rompió el delantal que tenía
y se puso una vincha. Una hermosa estrella tenía en la frente.
Entonce la tapó.
-Y
no sé -dice.
Entonce
la madrasta y las otras hermanas le arrancaron la vincha que tenía
en la frente y vieron esta hermosa estrella, y quedaron pasmadas de
la luz. Querían arrancarle de la frente la estrella, enojadas. Y
agarraron barro, ceniza mojada, le pusieron en la estrella, pero
nada, no desapareció, seguía brillando. Entonce la castigaron y la
mandaron a la cocina, que no saliera más.
Al
otro día carnearon otro cabrito y la mandaron a la otra chica a
lavar las tripitas. Al estar lavando las tripitas se le apareció el
viejito. Le pregunta qué lo que hacía. Entonce ella le dice que
'taba lavando esas tripitas. Claro como este señor sabía por qué
lo hacía, que era nada más que por envidia, entonces él le dice:
Y
al ir a la casa, le destapó la madre creyendo que se iba con una
hermosa estrella como la otra chica, y se dio con la tortera del
burro, que 'taba toda pegada en la frente. Entonce la madre la quería
cortar. Cuando más le cortaba más si agrandaba. Entonce, claro,
lloraba muchísimo la chica y la madre. Igual empezaron a
martirizarla a la otra chica, a la Cenicienta.
Con
la otra hija de la viuda pasó lo mismo. La mandaron a lavar las
tripitas, le salió el viejito y después li apareció en la frente,
pegada, la tortera del burro.
Una
noche daban en el pueblo una gran fiesta en la casa del Rey. Este rey
tenía un hijo soltero. Las hijas de la viuda con la madre se fueron
a la fiesta.
El
viejito li había dado a la niña del viudo una varillita de virtú
para que ella le pidiera lo que necesitara. Esa noche, cuando quedó
sola, le pidió un hermoso traje y un carruaje, y se fue al baile.
Cuando
la niña se presentó, el hijo del Rey vino y estuvo con ella
bailando toda la noche, hasta que la niña, en un descuido salió del
baile, subió al carruaje y se fue sin que la pudieran hacer quedar.
Pero al subir al carruaje, esta chica perdió un zapato.
Entonce,
al día siguiente buscaba este Príncipe, quién la había visto a la
niña que era tan hermosa y con esta estrella, que iluminaba todo el
salón y que había perdido el zapato. Buscaba quién era la dueña
del zapato ése. Por todas las casas del pueblo andaba viendo, con
muchos sirvientes, a quién li andaba ese zapato, hasta que al fin
llegó a la casa de estas niñas. Entonces, a la niña que tenía la
estrella, a la Cenicienta, la escondieron. Les midieron el zapato a
las hijas de la señora. Ellas decían que les iba andar el zapato,
pero no les andaba. Hasta que la encontraron a la chica. Le midieron
el zapato y era ella. Entonce la llevó y se casó con ella.
Ana
Zulema Larrosa, 60 años. Malligasta. Chilecito. La Rioja, 1968.
A
la narradora le contó este cuento la abuela, Antonia Iribarren de
Bazán, que era, como ella, originaria de la región y sabía muchos
cuentos.
Cuento
1037. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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