Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La cenicienta .1034

Había una vez una señora viuda que tenía dos hijas y un hombre viudo que tenía una hija. Entonces se casaron.
Las hijas de la señora eran feas y le tenían envidia a la hija del viudo. Como era tan bonita ella, la pusieron en la cocina. Y como no la dejaban lavarse, 'taba siempre llena de ceniza, y la llamaban la Cenicienta.
La mandaban a cuidar las ovejas a los cerros. Y le mandaban canastadas de lana para que hile.
Entonce ella tenía una ovejita, que le metía la lanita por la boquita y salía por la colita hiladita y torcidita.
Y ella podía traer toda la lana hilada a las casas. Si no traía le pegaban. La ovejita era de virtú, por eso la ayudaba. Entonce dice una de las hermanastras:
-Mamá, mamá, mire cómo trae de bien torcido el hilo, ella. Mañana voy a ir a ver cómo hace.
Bueno. Se va a la punta del cerro, al otro día, y la pilló que le metía por la boquita la lana a la ovejita, y salía por la colita hiladita y torcidita.
Y entonce vienen y le matan la corderita. Y la mandan a lavar la pancita al río. Y ella lloraba y lloraba... Y cuando 'taba lavando la pancita, viene un pez y le lleva la pancita. Y lloraba y lloraba... Y se le aparece un viejito que era Dios. Y le dice:
-¿Por qué llora, niña linda?
-Porque el pez mi ha llevado la pancita de mi corderita.
-Mirá allá, en aquella casita, tu pancita está en un plato. Tirá todas las cosas que ahí están.
Entonce ella ha ido, le ha acomodado, le ha limpiado, le ha dejado bien limpia la casa. Entonce va ande 'ta el viejito. El viejito le dice:
-Traeme un vaso de agua.
Le trae un vaso con agua y le dice:
-Te vas a llevar el vaso con agua. Cuando cante el gallo, bajá el vaso y cuando rebuzne el burro levantá el vaso. Y atate bien la cabeza, así no te ven en la casa.
Y se va. Canta el gallo y baja el vaso, y le cae una estrella en la frente. Rebuzna el burro y levanta el vaso.
Al otro día le dicen:
-¿Por qué tenés atada la cabeza?
-Porque me duele la cabeza.
Y le dehatan y le brilla la estrella, y dicen:
-¡Um!... Ven qui a ésta li había caído una estrella...
Y entonce las otras le preguntan cómo había pasado eso. Ella les cuenta. Entonce al otro día mata una oveja una de las hermanastra y se va a lavar la pancita. Y lloraba y lloraba... Y vino el pez y le llevó la pancita.
Entonce le dice el viejito:
-¿Por qué llora, niña linda?
-Porque el pez me llevó la pancita.
Y entonce le dice:
-Allá, en aquella casita, está la pancita en un plato.
-Bueno, bueno -dice.
-Andá, tirá todas las cosas, y quemamelas y traete un vaso con agua.
Bueno, va, le quema la casita, le tira todo y le trae el vaso con agua. Y entonce le dice:
-Cuando cante el gallo levanta el vaso y cuando rebuzne el burro, baja el vaso.
Bueno. Se va a su casa. Esa noche, canta el gallo y levanta el vaso; rebuzna el burro y baja el vaso y le cae la cosa del burro en la frente. Entonce ella se puso muy desesperada. Y entonce va y si ata la cabeza ella. Y le preguntan:
-¿Qué te pasa?
-Me duele la cabeza.
Y se dehata, y tenía colgada la cosa del burro.
Y entonces había una fiesta, y el Rey las invita. Y claro, no la querían llevar a la Cenicienta. Y le decían:
-¡Qué vas a ir vos, sucia!
Se van las otras a la fiesta.
Entonces ella estaba sola y se le aparece el viejito, y le dice:
-¿Querés ir a la fiesta del Rey?
-Sí, sí -dice ella- y mis hermanastras no me quieren llevar.
-Andá, de la güerta traé un zapallo grande, y vení.
Va y trae el zapallo.
Y del zapallo forma una carroza. Y de unos ratones forma los caballos. Entonce le trae un vestido muy lindo, unos zapatos, unos collares. Y queda bien arreglada como una princesa. Y entonce le dice:
-Cuando toquen las campanas de las doce de la noche, venga, porque si no se le va desaparecer todo, ¿no?
-Bueno, bueno -dice ella.
Entonce se va. Y estaba el Príncipe. Y dicen:
-Vea, vea, allí ha llegado una Princesa.
-Venga, recíbala usté.
-Bueno, bueno -dice y va.
Y él la recibe. Y con ella no más bailaba.
Y entonce, después que ha bailado toda la noche tocan los campanazos de las doce de la noche y sale corriendo y pierde un zapatito...
Llega allá, y queda el zapallo en la güerta, y todas las cosas como estaban.
El Príncipe ha recogido el zapato y ha empezado a buscar esta niña tan linda que tenía una estrella en la frente.
Al otro día andaba el Príncipe midiendo el zapato a todas las niñas, en todas las casas.
Cuando llegó a la casa de la Cenicienta, una de las hermanastras se cortó los dedos para que le entrara el zapato, pero la vieron. La otra se cortó el talón, pero la vieron. Entonces empezaron a preguntar de quién era el zapatito.
Y salió la Cenicienta de la cocina y dice:
-Yo, yo me lo mido al zapatito.
Y le dicen:
-¡Qué te vas a medir vos, sucia, si no te lavás los pies nunca!
-No, dejelá que venga -dice el Príncipe.
Y viene y se prueba y le calza justo el zapatito. Y va el Príncipe y se casa con ella.

Jorge Eduardo Busto, 13 años.

Copacabana. Tinogasta. Catamarca, 1970.

El narrador oyó el cuento a los padres y a los abuelos.

Cuento 1034. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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