Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

domingo, 8 de febrero de 2015

La cenicienta .1032

Era un viudo que tenía una hija y se volvió a casar. Se casó con una viuda que tenía dos niñas. La niña del viudo era muy bonita y buena. Las chicas, las otras, eran feas y tenían mucha envidia por la belleza de la criatura.
Sin embargo, el padre, que la quería mucho a su hijita, sufría a la par de ella, y nunca reprendía ni a la señora ni a las hijastras.
La habían relegado ya al olvido y ya la llevaron a la cocina para que hiciera todos los trabajos de la cocina y le llamaban la Cenicienta, porque siempre andaba sucia de ceniza y mal vestida.
La Cenicienta cuidaba todos los animalitos. En fin, ella hacía todo el trabajo más humilde.
Ella tenía un corderito que lo estimaba mucho porque se lo dieron cuando era chiquitito y ella lo crió y lo alimentó. Y lo quería mucho a su corderito. El corderito la conocía a ella y se venía a donde ella estaba.
Un día de envidia se lo mataron, se lo carniaron al corderito. Y la mandaron a ella a lavar las tripitas al río. Entonces fue la niña ésta. Estaba lavando las tripitas. Vino una correntada tan fuerte del río que se las llevó a las tripitas. Y ella lloraba por sus tripitas. Iba por medio del río llorando. Entonces le sale un viejito y le dice:
-¿Por qué lloras m'hijita? -que le dice.
-¡Ay!, señor -que le dice, el río me ha llevado las tripitas y ahora mi madrasta me va a castigar si no las llevo lavadas.
-No te aflijas, m'hijita -le dice, yo te las voy a buscar y te las voy a traer.
Y entra el viejito al río y se fue y le trajo todas las tripitas bien lavaditas ya y se las entregó.
-¡Ah!, ¡señor! -le dice.
Arrodilladita ella le daba las gracias, le daba las gracias al señor, éste, que le había encontrado las tripitas. Y le quería besar las manos.
-No, m'hijita -que le dice. Levantesé y lleve sus tripitas. Oiga -que le dice, cuando cante un gallo usté mire para arriba -que le dice. Y cuando rebuzne un burro, mire para abajo. ¿Se va acordar bien?
-Sí, señor -que le dice, muchas gracias.
Y en eso canta un gallo y ella mira para arriba. Y rebuzna un burro y mira para abajo. Y entonces le cae una estrella a la niña en la frente. Que le relumbraba tanto, que le daba tantas luces. Y el viejito desapareció. Entonces ella se ata la cabecita para que no la vieran las otras la estrella.
Va. Le reciben las tripitas.
-¿Y qué te da por andar con la cabeza tapada? -que le dicen. Desatate esa cabeza.
Tiran el pañuelo y la desatan. Y le ven esa estrella tan hermosa que tenía en la cabeza. Entonces:
-¿Qué has hecho, m'hijita? -que le dice la madrasta. ¿Qué has hecho?
-Nada -que le dice, más que un señor me ha encontrado, me ha dicho que mire para arriba cuando cante un gallo y cuando rebuzne un burro que mire para abajo.
Entonces las chicas envidiosas mataron un corderito y también llevaron las tripitas al río a lavar. Y van y las dejaron ir, las empujaron para que se vayan. Y entonces sale el viejito y les dice -que se hacían las que lloraban ellas- y que por qué lloraban. Y le dicen que porque el río les llevaba las tripitas. Entonces el viejito entró a comedirse a buscar las tripitas. Y después que se va el viejito dice una:
-Que va agarrar este viejo infeliz, qué va encontrar. Las tripas ya las va llevar el agua. No me las va traer nada.
Y después viene el viejito con las tripas y le entrega. Y dice:
-Oiga, niña -que le dice, cuando cante un gallo, hai mirar para abajo, y cuando rebuzne un burro, mire para arriba.
Entonce cantó un gallo y miró para abajo, y rebuznó un burro y miró para arriba.
Y con la otra pasó lo mismo.
Entonces les cayó una tripa larga, en medio é la frente. Entonces las chicas no hallaban qué hacerse. La retorcían y se las hacían como un rodete y se ponían un trapo encima. Y la madre, contenta, diciendo que sus hijas habían obtenido la estrella, sale a encontrarlas y se da con que tenían una tripa en lugar de una estrella. Y se la cortaban y más larga les aparecía. Se las volvía a cortar la vieja y más se le crecía. Y así, sufrieron mucho con eso.
Y una noche, el Rey quería dar un baile. Un baile para que buscara novia el Príncipe.
Y entonces se fueron todas las chicas, porque de todas edades y de toda categoría recibían en el baile. De manera que fueron las dos niñas de la casa y la Cenicienta quedó como de costumbre haciendo su faena de la casa. Como a las doce de la noche -tenía una varita mágica que el viejito también le dio a ella y la llevaba escondida, que no se la vieron, golpió la varita y pidió ella un hermoso traje, color de oro, muy bonito, y todo lo necesario para el traje, zapatos y todo del mismo color. Y el carruaje del mismo color del traje y de todos los accesorios que ella llevaba.
Entonce se presentó al baile. Todos quedaron estáticos porque nadie sabía qué chica era ni de dónde venía esta niña tan linda, tan bonita como era ella y tan lujosa, tan bien arreglada como iba. Entonces estuvo en el baile. El Príncipe se enamoró, la sacó a bailar. Bailó con ella toda la noche. Y al tiempo ya, al amanecer, tenía ella que volver a entregar todo lo que le había pedido a la varita. Entonces trató de huir, como que efectivamente en un abrir y cerrar de ojos se desapareció ella del baile y el Príncipe quedó triste porque no sabía ni quién era ni adónde buscarla después.
Pero a la segunda noche del baile volvieron a ir todas y ella quedó en la cocina.
Entonces, ya cuando todas se fueron y quedó ella sola, volvió a tocar su varita y le pidió otro traje de color celeste, como el cielo, todo del mismo color, todos los accesorios, todo. El carruaje y todo, con unos hermosos caballos. Así que en todo llamaba la atención esta chica. Y cuando entró, el Príncipe enamorado fue, corrió a ella y la hizo bailar toda la noche. Hasta que después, llegada la hora que tenía que desaparecer ella, ya se volvió a desaparecer.
Y el Príncipe no hallaba qué hacer. Y mandaba por todas las casas a buscarla a esta chica y no la encontraban en ninguna parte y no sabía qué hacer.
Pero la tercera noche que tenía que volver la chica, como la esperaba, puso en las escalera una cosa como para que se pegara un poco y pudiera ella dejar algo de ella para saber adónde estaba. En una mesa la había sacado y la conversaba mucho, la tenía al lado de él. No se separó de ella en toda la noche.
Y las otras muertas de envidia sin saber quién era esta chica tan linda.
El Príncipe, en lo que estaba en la mesa, le dice:
-¿Por qué no te destapas la cabeza?
Y le saca y le ve esa hermosa estrella que tenía. Más se enamoró este joven de ella. Lo quería dejar. Pero en un momento se fue ella. Al salir corriendo para tomar el coche, se le pega un zapato y ella no pensó en el zapato, siguió corriendo para que el Príncipe no la alcance y subió a su coche y se fue. Pero ya al Príncipe le quedó el zapato de ella.
Al otro día andaba un edecán con un zapatito de oro, en un almohadón, sin encontrar a quién le quedaba bien. Fue a la casa de ellas y las chicas, las niñas de la casa se cortaron, una un dedo. Les sangraba y le ensuciaron el zapato. Después volvió a la otra y tampoco le quedaba bien, y se cortó un pedazo del talón. Y tampoco le entraba. Por último no encontró más adonde buscar y que había dicho si no tenía alguna sirvienta, algo. Que no, que la sirvienta, que estaba en medio de la ceniza.
-Nu importa, señora -que le dice, yo se lo voy a medir el zapatito. Estoy cansado de andar y no poder encontrar la dueña del zapato.
Va y le pone el zapato, tal cual, como si la medida de ella hubiera sido. Así que áhi se encontró él con ella.
Y después la sacó el Príncipe de la casa.
Ya ella pidió un traje bueno. Ya se vistió bien. Y salió a la par del Príncipe. Y la sacó el Príncipe de la casa y estuvo en la casa de él hasta que hicieron todos los trámites y se casó con ella.
Y las otras niñas se morían de envidia.

Y colorín colorado
el cuento se ha terminado.

Rosario Argüello de Doza, 84 años. Estancia Balbuena. Ojo de Agua. Santiago del Estero, 1970.

La narradora ha nacido y ha pasado toda su vida en el lugar.

Cuento 1032. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


0.015.1 anonimo (argentina) - 072

No hay comentarios:

Publicar un comentario