El
camino del cielo
Dicen
que había tres hermanos. Querían trabajar. Uno de ellos, el mayor,
salió a buscar trabajo y que llegó a la casa di un viejito. Y que
le dice el viejito:
Llegó
a la casa. Les dijo a los padres que traía diez cargas de plata y
cuando fueron a descargar eran diez cargas de carbón. Si ha ido el
segundo y ha llegado a la casa del viejito.
Si
ha ido. Se fue un poquito más allá de que fue el otro. Se cansó.
La tiró a la carta. Se volvió. Le dice el viejito:
-Te
vuá ocupá, chico. Vas a llevar esta carta a mi madre. Montá el
burrito y ande se hinque, áhi es.
Si
ha ido. Ya lejos, ha llegado a un río de leche. Ha pasado. Ha
llegado a un segundo río, un río de agua. Ha pasado. Ha llegado a
un tercer río, un río de pus. Ha pasado. Ha pasado más allá. Ha
encontrado dos colgados de la lengua. Ha ido más allá y ha
encontrado dos piedras dandosé una con la otra. Ha ido más allá.
Ha encontrado otras dos piedras dandosé la una con la otra. Ha
encontrado una vaca abajo di un árbol. El ternero arriba (la vaca
abajo) voltiándole hojas para la vaca. Ha ida más allá. Ha
encontrado unos alfalfares muy lindos con mucha hacienda flaca,
muriéndose de flaca. Más allá ha encontrado un campo desierto con
la hacienda gorda. Y ha ido más allá y llegó a una casa y si
arrodilló el burrito.
Y
llegó él. Era, parecía el cielo. Llegó. Se encontró con la
señora. Le recibió la carta. Lo entró para adentro. Lleno de
flores toda una inmensidá. Hermoso todo. Había muchos chiquitos.
Todos acarriaban agua, dice, para el jardín. Parecía que esa señora
era la madre de Dios. Estuvo un año, él, ahí, y creía que era un
ratito. Que le dice la señora:
-Ésas
son las ládrimas que derramó tu madre para que vos te guíes en
este mundo. ¿Qué más has visto?
-Hi
visto unas piedras dandosé unas con otras.
-Y
nu hi visto más nada. Ya se arrodilló el burro y llegó a una casa
muy linda, llena de flores, salivó la señora y me recibió la carta
y me hizo quedar.
-Bueno,
ahí es la gloria -dice. Ahí es la mansión de la gloria. Áhi está
mi madre. Todas esas criaturas qui has visto -dice- son los angelitos
que están con ella ahí.
-Bueno,
hijo, has hecho muy bien tu mandado. Qué querés que te pague, ¿diez
cargas de plata o diez cargas de carbón?
-Bueno,
hijo. Bien, sos un gran hombre. Ite con estos carbones. Buscate unas
petacas, guardá el carbón ahí. Dentro de una semana destapalo y ya
verás tu provecho.
Mientras
de eso quedó rico con el carbón, que ganó porque se le convirtió
en plata. Cuando abrió las petacas todo era plata. Los padres se
pusieron muy contentos y todos quedaron muy ricos.
Rosario
Pastrana de Gómez, 46 años. Fuerte Quemado. Santa María.
Catamarca, 1968.
Mujer
de pueblo, de este caserío rural. Ha concurrido a los primeros
grados de la escuela primaria.
Cuento
1008. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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