Éste
que era un padre que tenía tres hijos. Cuando ya fueron grandes le
dijo el primero:
Llegó
a una casita donde alojaban todos los viajeros. Allí trabajó con el
viejito dueño de casa para ganar algo y al irse le dijo al viejo que
le arregle la cuenta que ya se iba. El viejito le contestó que si
quería un Dios se lo pague o el dinero. Y el muchacho que
quería la plata. Le pagó y siguió su camino y al llegar a la
ciudad murió.
Después
de un tiempo el segundo hijo le dijo al padre que le dé la bendición
para irse a rodar tierra. Pasó lo mismo que con el primero y murió.
Al
tiempo le dice el tercer hijo, que también se iba, aunque el padre
ya quedaba solo, pero le dejó ir.
Este
niño llegó a la casita. Allí trabajó un buen tiempo. Un día lo
mandó el viejito que ensille un burrito y se vaya a dejar una carta
a su madre, que se llamaba María y que vivía muy lejos. El niño no
la conocía, pero el viejito le enseñó el camino que tenía que
seguir. Además le dijo que cuando encuentre algún río de agua
colorada, el burrito secará el agua y pasará, y así fue.
Encontró
en el camino un gran río cristalino y el burrito dobló la rodilla y
el agua se secó. Más allá encontró otro río con agua colorada, el burrito lo secó. Y luego encontró otro con
agua blanca y también se secó. Después llegó a unos árboles
donde estaban dos hombres colgados de la lengua y dandosé uno contra
el otro y el niño pasó por me dio de ellos. Llegó más allá donde
estaban dos peñas golpeandosé una contra la otra. Las miró y pasó.
Más
allá encontró un ganado flaco y lleno de piojos, pastando en un
alfalfar florido, y otro potrero con ganado gordo en el suelo seco,
sin tener qué comer. Llegó por fin a la casita. Entregó la carta y
la señora, después que descansó y durmió un rato el niño, le
dijo que se vaya con el contesto. Había dormido muchos años.
El
niño se fue y al llegar le contó al viejito todo lo que había
visto en el camino y él le dijo lo que contenía todo lo que el niño
vio.
-El
agua clara son las lágrimas que derramó tu madre por vos; el agua
colorada es la sangre que derramó tu madre por vos; los hombres son
tus hermanos que murieron y fueron malos hermanos. Las peñas son dos
malas comadres. El ganado flaco son los ricos que gozan en esta vida
y por sus injusticias padecen en la otra. El ganado gordo son los
pobres que sufren en esta vida para gozar en la gloria. El niño
quería seguir ya su camino. Le pidió al viejito que le arregle y
éste le preguntó si quería la plata o un Dios se lo pague
para que lo ayude. Él dijo que quería un Dios se lo pague
que vale más que la plata. El viejito sacó una cajita de virtú y
le dio, y le dijo que cada vez que la abra saque de ella un solo
real. La recibió y siguió su camino, después de pedirle su
bendición.
Andó
un poco y empezó a sentir música y cantos en el aire. Se paraba y
miraba a cada rato, pero no podía ver nada. En seguida se vio
rodeado de ángeles que lo invitaban al cielo. Él aceptó y lo
llevaron en cuerpo y alma, porque había mandado el viejito, que
había sido el mismo Dios, y la señora, a la que mandó la carta
había sido María Santísima.
Jesús
V. de Bruna, 75 años. Guandacol. General Lavalle. La Rioja, 1950.
No
es común esta forma esquemática de narrar. Sólo se hace en
circunstancias muy particulares.
Cuento
1014. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) – 072
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