Había
una vez un matrimonio que tenía tres hijos. El mayor pidió licencia
para ir a rodar tierra. Caminó unas cuantas leguas y se encontró
con un viejito que estaba hachando madera en el campo. Áhi no más
el viejito le dio trabajo al joven. Siendo ya las doce del día
tuvieron hambre y se fueron a comer, pero como el viejito tenía una
ollita muy chiquita, el joven pensó que no iba a llenarse con la
comida de esa olla tan chica, pero les sobró; repitieron y todavía
les obró.
Miró
el joven y no encontró la mulita en el potrero, sinó únicamente
un burrito. Se volvió a la casa del viejecito y le avisó, entonces
le dijo el viejito:
Trajo
el burrito. Le ordenó que lo ensillase para que se vaya llevando una
carta para una viejita. Y se fue.
Al
poco caminar vio unas piedras que se abrían y se juntaban. Y anduvo
otro trecho. Encontró un río de sangre. No pudiendo pasar el
burrito, la echó a la carta en el río y se volvió a la casa.
Cuando llegó le preguntó el viejecito qué le dijeron. Le contestó
que nada. Le preguntó el viejito que si quería que le pague un almú
de plata o un Dios te lo pague.
-Quiero
un almú de plata que es mejor que un
Dios te lo pague.
Después
vino el del medio que también pidió licencia para salir a rodar
tierra. Se encontró con el mismo viejito y le dio trabajo. Siendo
las doce tuvieron hambre y se fueron a la casa a comer. Viendo una
ollita muy chiquita, pensó que no alcanzaría la comida, pero sin
embargo, se repartieron, y todavía sobró.
Luego,
después de comer, mandó a que le traiga una mulita que había en un
potrero y la ensille, para que vaya a dejar una carta a una viejita
que vivía lejos.
La
trajo. Ensilló y se marchó el joven llevando la carta. A poco
caminar vio unas dos piedras que se abrían y se juntaban. Caminó
otro trecho y encontró un río de sangre y lo pasó. Y continuó
caminando. Se encontró con un río de leche. No pudiendo pasar,
abrió la carta, la leyó, y luego la rompió tirandolá al río. Se
volvió a la casa del viejito, mintiendolé que había llegado y le
preguntó:
Más
luego vino el chulco. También salió a rodar tierra. Se encontró
con el mismo viejito, le dijo que para dónde iba.
Cuando
fueron las doce tuvieron hambre y se fueron a comer con el viejito.
Viendo la ollita tan chiquita pensó el chulco que no iba a alcanzar,
pero después se repitieron de esa misma ollita. En seguida lo mandó
que vaya a un potrero y le traiga un burrito que había, y lo ensille
para que se vaya a llevar una carta a una viejita que estaba o vivía
lejos de allí.
Ensilló
y se fue con la carta. Desde lejos empezó a ver estas dos piedras
que se abrían y se juntaban. Caminó otros pasos más y encontró
dos hombres colgados de la lengua. Continuó su viaje y se encontró
con el mismo río de sangre. Avanzó y pasó. Siguió el viaje y
encontró un río de leche. Agatas pasó. Siguió el camino y se dio
con un río de piedras. También lo atravesó. Hasta que por fin
llegó a casa de la viejecita. Primeramente antes de llegar vio desde
lejos dos potreros, uno lleno de alfalfa donde se encontraban unos
toros muy flacos, y en el otro potrero que no había qué comer, los
toros estaban muy gordos.
Llegó.
Entonces la viejita le dijo que se baje para espulgarlo. Se bajó el
chulco. Le entregó la carta. La viejita se puso a espulgarlo. Se
durmió y cuando despertó le dijo la viejita que durmió
un año y que era hora de irse. Se
marchó el joven y llegó a la casa del viejito. Éste le preguntó
cómo le fue.
-Y
más allá encontré unos toros, en donde había alfalfa grande, los
toros estaban flacos, y en donde no había qué comer, los toros
estaban gordos.
-Estos
toros flacos son los ricos avarientos. Los que están gordos son los
pobres avenidos. La casita adonde habías llegado es la casa de la
Virgen.
Entonces
el viejito le preguntó con qué quería que le pague, si con un almú
de plata o un Dios te lo pague.
Contestó el joven
que qué haría con un almú de
plata, mejor sería un Dios te lo
pague, que eso le duraría más. Se
despidió el joven y se marchó. Al verlo el viejito, lo hizo volver
y le dio una virtú. Le entregó un mantelito y una palomita que se
transformaba en mujer y le dijo que sería su esposa. Y así fue. Y
se marchó.
Caminó
muchísimo y llegó a la casa de unas tías que tenía. Cuando quería
salir la guardaba a la palomita en un baúl. Las tías le abrieron el
baúl y le largaron la palomita. Cuando volvió, la palomita le dijo
al joven que otra vez que la deje sola se iba a ir, porque las tías
de él eran brujas.
Cuando
llegó el joven le dijo la palomita, si la quería ver, vaya a Los
Tres Picos de Amor, a Las
Tres Torres del Pabellón. Se jue la
palomita y el joven la siguió corriendo por atrás. Después de
andar unas leguas, llegó a una ciudad en donde vivían tres
hermanas. Le hicieron volver al joven para que les haga una
partición. Les hizo la partición y les preguntó si estaban
conforme. Contestaron que sí. Caminó un trecho y lo hicieron volver
para darle cada una una virtú. Una le dio un sombrero, para que
cuando pase por la ciudá nadie lo vea. Otra le dio unas botas para
que cuando lo vaya alcanzando el viento se ponga botas. Otra le dio
un mantelito de virtú para que le pida lo que quiera.
Y
se marchó. Caminó muchísimo y llegó adonde había unas casas.
Preguntó si quedaba lejos los Tres
Picos de Amor. Y le contestaron que
faltaba poco. Continuó caminando y llegó hasta donde estaba su
esposa, muy contento y tranquilo. La trajo y siguieron viviendo en su
casita.
Pasé
por un zapatito roto
que
usté me cuente otro.
Al
cuento de El camino del cielo o
La carta se agrega un motivo de
La esposa encantada o
Los Tres Picos de Amores.
Cuento
1010. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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