Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La carta .1010

Había una vez un matrimonio que tenía tres hijos. El mayor pidió licencia para ir a rodar tierra. Caminó unas cuantas leguas y se encontró con un viejito que estaba hachando madera en el campo. Áhi no más el viejito le dio trabajo al joven. Siendo ya las doce del día tuvieron hambre y se fueron a comer, pero como el viejito tenía una ollita muy chiquita, el joven pensó que no iba a llenarse con la comida de esa olla tan chica, pero les sobró; repitieron y todavía les obró.
Le dice el viejito:
-Mañana te vas a ir al potrero y me traes una mulita que hay allí.
Miró el joven y no encontró la mulita en el potrero, sinó únicamente un burrito. Se volvió a la casa del viejecito y le avisó, entonces le dijo el viejito:
-Si es ese animal, tráilo.
Trajo el burrito. Le ordenó que lo ensillase para que se vaya llevando una carta para una viejita. Y se fue.
Al poco caminar vio unas piedras que se abrían y se juntaban. Y anduvo otro trecho. Encontró un río de sangre. No pudiendo pasar el burrito, la echó a la carta en el río y se volvió a la casa. Cuando llegó le preguntó el viejecito qué le dijeron. Le contestó que nada. Le preguntó el viejito que si quería que le pague un almú de plata o un Dios te lo pague.
-Quiero un almú de plata que es mejor que un Dios te lo pague.
Le dio y se fue a su casa.
Después vino el del medio que también pidió licencia para salir a rodar tierra. Se encontró con el mismo viejito y le dio trabajo. Siendo las doce tuvieron hambre y se fueron a la casa a comer. Viendo una ollita muy chiquita, pensó que no alcanzaría la comida, pero sin embargo, se repartieron, y todavía sobró.
Luego, después de comer, mandó a que le traiga una mulita que había en un potrero y la ensille, para que vaya a dejar una carta a una viejita que vivía lejos.
La trajo. Ensilló y se marchó el joven llevando la carta. A poco caminar vio unas dos piedras que se abrían y se juntaban. Caminó otro trecho y encontró un río de sangre y lo pasó. Y continuó caminando. Se encontró con un río de leche. No pudiendo pasar, abrió la carta, la leyó, y luego la rompió tirandolá al río. Se volvió a la casa del viejito, mintiendolé que había llegado y le preguntó:
-¿Qué te dijeron?
-No me dijeron nada -contestó.
-Bueno, ¿qué querés que te pague -le dijo, un almú de plata o un Dios te lo pague?
Contestó:
-Un almú de plata. Qué voy hacer con un Dios te lo pague.
Le dio el viejito l'almú de plata y el joven se marchó despidiendosé muy agradecido.
Más luego vino el chulco. También salió a rodar tierra. Se encontró con el mismo viejito, le dijo que para dónde iba.
-A rodar tierra -le contestó el joven chulco.
-Bueno, ayudame a hachar esta madera.
-Cómo no -le contestó el chulco.
Cuando fueron las doce tuvieron hambre y se fueron a comer con el viejito. Viendo la ollita tan chiquita pensó el chulco que no iba a alcanzar, pero después se repitieron de esa misma ollita. En seguida lo mandó que vaya a un potrero y le traiga un burrito que había, y lo ensille para que se vaya a llevar una carta a una viejita que estaba o vivía lejos de allí.
Ensilló y se fue con la carta. Desde lejos empezó a ver estas dos piedras que se abrían y se juntaban. Caminó otros pasos más y encontró dos hombres colgados de la lengua. Continuó su viaje y se encontró con el mismo río de sangre. Avanzó y pasó. Siguió el viaje y encontró un río de leche. Agatas pasó. Siguió el camino y se dio con un río de piedras. También lo atravesó. Hasta que por fin llegó a casa de la viejecita. Primeramente antes de llegar vio desde lejos dos potreros, uno lleno de alfalfa donde se encontraban unos toros muy flacos, y en el otro potrero que no había qué comer, los toros estaban muy gordos.
Llegó. Entonces la viejita le dijo que se baje para espulgarlo. Se bajó el chulco. Le entregó la carta. La viejita se puso a espulgarlo. Se durmió y cuando despertó le dijo la viejita que durmió un año y que era hora de irse. Se marchó el joven y llegó a la casa del viejito. Éste le preguntó cómo le fue.
-Muy bien -le contestó.
Le preguntó qué había visto en el camino.
-Primero -le dijo- vi unas dos piedras que se abrían y se juntaban.
-M'hijito, esas son las malas comadres del otro mundo.
-También vi dos hombres colgados.
-M'hijito, esos son tus hermanos que los colgué por embusteros.
-Más allá encontré un río con sangre.
-Ésa es la sangre que derramó tu madre para tenerte.
-Más allá encontré un río con leche.
-Ésa es la leche que tomaste vos.
-Y más allá encontré unos toros, en donde había alfalfa grande, los toros estaban flacos, y en donde no había qué comer, los toros estaban gordos.
-Estos toros flacos son los ricos avarientos. Los que están gordos son los pobres avenidos. La casita adonde habías llegado es la casa de la Virgen.
Entonces el viejito le preguntó con qué quería que le pague, si con un almú de plata o un Dios te lo pague. Contestó el joven que qué haría con un almú de plata, mejor sería un Dios te lo pague, que eso le duraría más. Se despidió el joven y se marchó. Al verlo el viejito, lo hizo volver y le dio una virtú. Le entregó un mantelito y una palomita que se transformaba en mujer y le dijo que sería su esposa. Y así fue. Y se marchó.
Caminó muchísimo y llegó a la casa de unas tías que tenía. Cuando quería salir la guardaba a la palomita en un baúl. Las tías le abrieron el baúl y le largaron la palomita. Cuando volvió, la palomita le dijo al joven que otra vez que la deje sola se iba a ir, porque las tías de él eran brujas.
Volvió a dejarla por segunda vez y antes que regresara el joven volvieron a largar la palomita.
Cuando llegó el joven le dijo la palomita, si la quería ver, vaya a Los Tres Picos de Amor, a Las Tres Torres del Pabellón. Se jue la palomita y el joven la siguió corriendo por atrás. Después de andar unas leguas, llegó a una ciudad en donde vivían tres hermanas. Le hicieron volver al joven para que les haga una partición. Les hizo la partición y les preguntó si estaban conforme. Contestaron que sí. Caminó un trecho y lo hicieron volver para darle cada una una virtú. Una le dio un sombrero, para que cuando pase por la ciudá nadie lo vea. Otra le dio unas botas para que cuando lo vaya alcanzando el viento se ponga botas. Otra le dio un mantelito de virtú para que le pida lo que quiera.
Y se marchó. Caminó muchísimo y llegó adonde había unas casas. Preguntó si quedaba lejos los Tres Picos de Amor. Y le contestaron que faltaba poco. Continuó caminando y llegó hasta donde estaba su esposa, muy contento y tranquilo. La trajo y siguieron viviendo en su casita.
El viejecito y la viejita que lo encaminaron fueron la Virgen y Dios.

Pasé por un zapatito roto
que usté me cuente otro.

Rosa Cayo, 55 años. Los Francés. General Lavalle. La Rioja, 1950.

Al cuento de El camino del cielo o La carta se agrega un motivo de La esposa encantada o Los Tres Picos de Amores.

Cuento 1010. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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