Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

La carta .1006

Dice que una vez un changuito se ha anoticiado que un señor necesitaba uno para que lleve una carta a una señora que vivía muy lejo. Como el changuito era muy alentadito y le gustaba el trabajo se ha presentado al señor. Entonce el señor le ha dicho que si no tenía miedo, que era muy chico, que le podía pasar algo. El changuito le ha dicho que él quiere ayudar a su mama y a su tata que eran viejitos, y que él está acostumbrado a andar por los cerros y por todos lados. Y que el señor le dice:
-Bueno, pero mirá, vos te vas a ir con este perrito -que le dice. Vos lo tenís que seguir al perrito, que sabe bien el camino. Ande él vaya áhi tenís que ir vos.
-Sí, señor -que le dice.
-Vos vas a llevar esta carta, pero veás lo que veás, no quieras hacer nada. Vos, pande él va, vos vas. Si el perrito no se para, seguí no más. Ite, ite no más, veás lo que veás. Por donde pase el perrito vos vas a pasar.
-Sí, señor -ha dicho el changuito.
Bueno, le ha dado la carta y ha salido. Y el perrito ha ido adelante. Ha encontrado un río de agua. Parecía que no podía pasar, pero el perrito ha encarado y ha pasado y el changuito tras del perrito. Ha encontrado un río de leche. El perrito ha pasado y el changuito di atrás. Ha encontrado un río de sangre. 'Taba muy asustado el changuito, pero ha pasado el perrito y di atrás no más él también ha pasado. Más allá encuentra una pelotera de perros que 'taban peliando, que parecía que ya se iban a matar. Y él había intentado separarlos, pero como el perrito seguía no más él tuvo que seguir igual. Más allá va y encuentra unos que 'taban ataus de la lengua con un alambre, que 'taban colgaus. ¡Uh!... Ya intentaba sacarlos, pero si acordaba que el señor li había dicho que por nada se quedara. Y el perrito seguía no más y él tenía que seguir. Más allá encuentra dos peñascos muy altos que se juntaban y chocaban. Y pasaba el perrito. Él no podía pasar y dice:
-Y... ¿qué hago? -decía. ¡Cómo voy a pasar! Estas piedras me van aplastar...
Y cerró los ojos, si acordó lo que le dijo el señor, encaró... Y en ese momento se abrieron las piedras y pasó. Casi lo aplastan. Al ratito no más se dio cuenta que había llegau ande tenía que entregar la carta. Era un lugar muy lindo. Una casita rodiada de flores. Y cantaban los pajaritos. Y todo era lindo. Y llegó el perrito y se echó a la sombra de los árboles. Y salió una señora muy linda y le entregó la carta. Y la señora, cuando que había entregau la carta le dice, muy cariñosa:
-Pasá, changuito, quedate un rato.
-No -que dice, tengo que volvé en seguida.
-No, quedate -le dice, ya te vuá servir una cosita que comas, has andado muchas leguas sin comer. Te tenís que llenar y te vas.
Entonce agarra la señora, le sirve una tacita con leche y un pedacito 'i pan. Entonce cuando vio todo tan poquito, pensaba entre él, dice:
-Qué vuá hacé con esto. Di un trago lo como. Qué me vuá llenar.
Y lo recibió y empezó a tomar la leche y a comer el pedacito de pan. Y tomaba la leche y comía el pancito y siempre 'taba lo mismo, no se acababa. Bueno, se llenó y le sobró toda la leche y el pancito.
-¿Por qué no dormís un ratito -le dice la señora- y te vas descansadito?
-No puedo, señora -le dice.
Pero 'taba tan cansado que se sentó y se quedó dormido. Bueno, lo despertó el perrito. Bueno, entonce, tenía que volver ya. Y se volvió con el perrito. Atrás del perrito siguió. Entonce, cuando volvió, encontró otra vez las piedras grandotas que se golpiaban, los que 'taban colgado de la lengua, el río de sangre, el río de leche, el río di agua. Tenía miedo de pasar, pero pasó todo bien. Al fin llegó onde 'taba el señor. Entonce le preguntó el señor:
-¿Entregastes la carta?
-Sí, señor. La señora me dio una tacita de leche y un pedacito de pan; comía y no se terminaba nunca. Y dormí un ratito.
Entonce le dice el señor, que era Dios:
-Esa Señora es Nuestra Madre, la Virgen María, por eso lo que te dio no se terminaba cuando comías. No has dormido un ratito, has dormido muchos años, pero allá todo es como un milagro. Mirá, vos eras un changuito y ahora sos un joven. Ya te vas a dar cuenta. ¿Qué has visto por el camino?
-Vi un río de agua muy grande. No mi animaba a pasar, pero pasó el perrito y pasé yo.
-Ésas son las lágrimas de las madres que lloran por los hijos. Tus dos hermanos mayores estuvieron por acá, llegaron hasta ese río, y tiraron la carta que les di, y volvieron y me querían engañar, me mintieron. ¿Qué más has visto?
-Vi un río de leche muy grande y también lo pasé con el perrito.
-Ésa es la leche que derramó la Virgen cuando se le perdió el Niño. ¿Y qué más has visto?
-Vi un río de sangre. Yo me asusté mucho, pero pasó el perrito y pasé yo.
-Ésa es la sangre que derramó Nuestro Señor por los pecadores. ¿Qué más has visto?
-Vi antes que todo unos perros que se peliaban y ya se mataban, pero no los pude separar.
-Ésos son los hermanos malos y los hombres malvados que viven peliando con todos. ¿Qué más has visto?
-Vi unos colgados de la lengua. Me dio mucha lástima, pero tuve que seguir.
-Ésos son tres hermanos, mentirosos y intrigantes, que me quisieron engañar. ¿Qué más has visto?
-Vi dos peñas enormes que se golpiaban y saltaban chispas. Por un milagro pudo pasar el perrito y yo lo seguí.
-Ésas son las comadres que no se respetan como deben, que viven ofendiendosé. Eso es para ejemplo, que 'tan áhi. Bueno, has hecho muy bien el trabajo. Te tengo que pagar. ¿Qué querís más, un almú de plata o un Dios te lo pague?
-Un Dios te lo pague, señor, que dura siempre. La plata se gasta pronto.
Entonces el señor, que era Dios le dio un Dios te lo pague y le echó unas moneditas a unas alforjas que tenía el changuito. Y le dijo que se las llevara a sus padres. Y le dijo que el perrito que lo llevaba era el Ángel de la Guarda.
El changuito se fue. En el camino le parecía que las alforjas 'taban muy pesadas. Cuando llegó, salieron los viejitos a recibirlo muy contentos. Bajó él las alforjas y en lugar de las moneditas, las alforjas 'taban llenecitas de monedas de oro y de plata. Entonces se dieron cuenta de todo y tuvieron para pagar sus necesidades en toda la vida.
Y ése fue el premio de Dios al changuito bueno.

Miguel Balmaceda, 21 años. Rosario de la Frontera. Salta, 1970.

El narrador aprendió este cuento de su padre, que, como él, era oriundo de este lugar muy tradicional de Salta.

Cuento 1006. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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