Dice
que una vez un changuito se ha anoticiado que un señor necesitaba
uno para que lleve una carta a una señora que vivía muy lejo. Como
el changuito era muy alentadito y le gustaba el trabajo se ha
presentado al señor. Entonce el señor le ha dicho que si no tenía
miedo, que era muy chico, que le podía pasar algo. El changuito le
ha dicho que él quiere ayudar a su mama y a su tata que eran
viejitos, y que él está acostumbrado a andar por los cerros y por
todos lados. Y que el señor le dice:
-Bueno,
pero mirá, vos te vas a ir con este perrito -que le dice. Vos lo
tenís que seguir al perrito, que sabe bien el camino. Ande él vaya
áhi tenís que ir vos.
-Vos
vas a llevar esta carta, pero veás lo que veás, no quieras hacer
nada. Vos, pande él va, vos vas. Si el perrito no se para, seguí no
más. Ite, ite no más, veás lo que veás. Por donde pase el perrito
vos vas a pasar.
Bueno,
le ha dado la carta y ha salido. Y el perrito ha ido adelante. Ha
encontrado un río de agua. Parecía que no podía pasar, pero el
perrito ha encarado y ha pasado y el changuito tras del perrito. Ha
encontrado un río de leche. El perrito ha pasado y el changuito di
atrás. Ha encontrado un río de sangre. 'Taba muy asustado el
changuito, pero ha pasado el perrito y di atrás no más él también
ha pasado. Más allá encuentra una pelotera de perros que 'taban
peliando, que parecía que ya se iban a matar. Y él había intentado
separarlos, pero como el perrito seguía no más él tuvo que seguir
igual. Más allá va y encuentra unos que 'taban ataus de la lengua
con un alambre, que 'taban colgaus. ¡Uh!... Ya intentaba sacarlos,
pero si acordaba que el señor li había dicho que por nada se
quedara. Y el perrito seguía no más y él tenía que seguir. Más
allá encuentra dos peñascos muy altos que se juntaban y chocaban. Y
pasaba el perrito. Él no podía pasar y dice:
Y
cerró los ojos, si acordó lo que le dijo el señor, encaró... Y en
ese momento se abrieron las piedras y pasó. Casi lo aplastan. Al
ratito no más se dio cuenta que había llegau ande tenía que
entregar la carta. Era un lugar muy lindo. Una casita rodiada de
flores. Y cantaban los pajaritos. Y todo era lindo. Y llegó el
perrito y se echó a la sombra de los árboles. Y salió una señora
muy linda y le entregó la carta. Y la señora, cuando que había
entregau la carta le dice, muy cariñosa:
-No,
quedate -le dice, ya te vuá servir una cosita que comas, has andado
muchas leguas sin comer. Te tenís que llenar y te vas.
Entonce
agarra la señora, le sirve una tacita con leche y un pedacito 'i
pan. Entonce cuando vio todo tan poquito, pensaba entre él, dice:
Y
lo recibió y empezó a tomar la leche y a comer el pedacito de pan.
Y tomaba la leche y comía el pancito y siempre 'taba lo mismo, no se
acababa. Bueno, se llenó y le sobró toda la leche y el pancito.
-¿Por
qué no dormís un ratito -le dice la señora- y te vas descansadito?
Pero
'taba tan cansado que se sentó y se quedó dormido. Bueno, lo
despertó el perrito. Bueno, entonce, tenía que volver ya. Y se
volvió con el perrito. Atrás del perrito siguió. Entonce, cuando
volvió, encontró otra vez las piedras grandotas que se golpiaban,
los que 'taban colgado de la lengua, el río de sangre, el río de
leche, el río di agua. Tenía miedo de pasar, pero pasó todo bien.
Al fin llegó onde 'taba el señor. Entonce le preguntó el señor:
-Sí,
señor. La señora me dio una tacita de leche y un pedacito de pan;
comía y no se terminaba nunca. Y dormí un ratito.
-Esa
Señora es Nuestra Madre, la Virgen María, por eso lo que te dio no
se terminaba cuando comías. No has dormido un ratito, has dormido
muchos años, pero allá todo es como un milagro. Mirá, vos eras un
changuito y ahora sos un joven. Ya te vas a dar cuenta. ¿Qué has
visto por el camino?
-Ésas
son las lágrimas de las madres que lloran por los hijos. Tus dos
hermanos mayores estuvieron por acá, llegaron hasta ese río, y
tiraron la carta que les di, y volvieron y me querían engañar, me
mintieron. ¿Qué más has visto?
-Ésos
son los hermanos malos y los hombres malvados que viven peliando con
todos. ¿Qué más has visto?
-Vi
dos peñas enormes que se golpiaban y saltaban chispas. Por un
milagro pudo pasar el perrito y yo lo seguí.
-Ésas
son las comadres que no se respetan como deben, que viven
ofendiendosé. Eso es para ejemplo, que 'tan áhi. Bueno, has hecho
muy bien el trabajo. Te tengo que pagar. ¿Qué querís más, un almú
de plata o un Dios te lo pague?
Entonces
el señor, que era Dios le dio un Dios te lo pague y le echó unas
moneditas a unas alforjas que tenía el changuito. Y le dijo que se
las llevara a sus padres. Y le dijo que el perrito que lo llevaba era
el Ángel de la Guarda.
El
changuito se fue. En el camino le parecía que las alforjas 'taban
muy pesadas. Cuando llegó, salieron los viejitos a recibirlo muy
contentos. Bajó él las alforjas y en lugar de las moneditas, las
alforjas 'taban llenecitas de monedas de oro y de plata. Entonces se
dieron cuenta de todo y tuvieron para pagar sus necesidades en toda
la vida.
Miguel
Balmaceda, 21 años. Rosario de la Frontera. Salta, 1970.
El
narrador aprendió este cuento de su padre, que, como él, era
oriundo de este lugar muy tradicional de Salta.
Cuento
1006. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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