Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 5 de febrero de 2015

Juan sin miedo .905

Quesque había un hombre en un pueblo que no sabía tener miedo jamás. Que se llamaba Juan sin Miedo.
Juan sin Miedo, po, sabía que en un lugar muy lejos, había una casa y que quen dentraba no golvía jamás.
Y güeno, la gente sabía d'esta casa y tenía miedo. Un día, Juan sin Miedo dijo:
-Qu'embromar, yo me vuá juir pa ver qu'hay áhi.
Y se jue Juan sin Miedo. Caminó mucho. Caminaba, caminaba, y no llegaba. Siguió caminando, pero muy mucho, hasta que al fin llegó a una casa grande. Se paró, miró pa tuitos laos. Como naides aparecía golpió las manos y naide salía, y dijo:
-Si no me sale a atender naides, me vuá dentrar no más.
Volvió a golpiar y naides salió. Se dentró no más, y al dentrar a una pieza vio que había un lujo bárbaro. De toíto lo que busquen había áhi. Pasó a la cocina y vio qui había juego. Toíto estaba como si alguien viviera. Sacó un piazo de carne fresquita, linda, rica, y se puso a asarla. Y hasta que se asara, Juan revisó toda la casa. No dejó ni un rincón sin que no metiera las manos. Despué se jue adentro 'e  la pieza y vio que ya 'taba la mesa puesta. Jue, y sacó la carne y se sentó a comer. En la mesa tenía de todo lo necesario, y muy entretenido estaba comiendo cuando sintió que di arriba le decían:
-¿Cayeré? ¿Cayeré?
Juan dijo, entonces:
-¡Cayé, hombre!
Y cayó una pierna de cristiano. La miró Juan como si nada juera y siguió comiendo. Cuando volvió a sentir que di arriba le decían:
-¿Cayeré? ¿Cayeré?
Juan dijo:
-¡Cayé hombre y dejá de embromar!
Y cayó otra pierna. Y así jueron cayendo los brazos y al final el cuerpo. Se juntaron las partes y quedó formado un hombre y paraíto al frente de Juan.
Juan siguió comiendo tranquilo. Lo miraba de vez en cuando al hombre y nada le daba. Alzó después un piazo de carne y le dio al hombre, que se lo comió también con muchas ganas. Luego levantó un piacito 'i pan. Nai, ya no lo quiso comer. Nai, ya se enojó Juan y lo desafió a peliar. Le dio un cuchillo al otro y se salieron al patio.
Peliaron un rato largo y ya caiba uno, ya caiba otro, pero no se rendían. Pu áhi le dio un planazo con el cuchillo, al otro, y le dice el hombrecito a Juan:
-Güeno, yo me rindo. Vos mi has ganao. Sos vos el dueño de esta casa. Yo hi sido el que vivía aquí y agora era un alma en pena, y vos mi has salvao. Y te dejo con todas estas riquezas pa que siás feliz -y desapareció.
Juan siguió viviendo áhi, y ya muy feliz y tranquilo.

Ángel Velázquez, 72 años. La Majada. Ancasti. Catamarca, 1952.

Cuento 905. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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