Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

Juan pereza .1092

Había una viejita que tenía un hijo muy flojo, que le decía Juan Pereza. Él no se levantaba para nada, sentado siempre sobre un cuerito. Una vez le dijo la madre:
-Mirá que yo soy viejita. Ahora, mañana, me muero y ¿quién te va a servir?
Tenía un petiso viejo. Él intentó hacer algo. Y le dice a la madre:
-Ensillemé, entonce, mamá, el petiso. Y atemé por la silla mis cueritos. Voy a procuró traerle leña.
Se jue y se encontró con una víbora. Y le iba a matá. Le habló la víbora. Y le dice:
-No me maté. Te voy a dá una virtú.
Juan Pereza por no molestarse no le mató. Se arroscó juerte, la víbora, se sacó un anillo, y le dice:
-Tomá. Todo lo que quieres, pedile al anillito. Decile, anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, dame tal cosa. Pedí lo que querés.
Al momento le dice Juan Pereza:
-Anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, que quiero ahorita, cerquita de mí, estea una carga de leña.
Al momento se le estuvo ahí la leña.
Y se le intentó pedir al anillito que el petiso se ponga de patas arriba. Se le puso. Y él se acostó en la panza del petiso y llevaba la leña. Así se le jue llegando a la madre. Y la madre le dice:
-¡Ay, mi hijo! ¿Qué le pasa? ¿Cómo pasó eso? ¿Cómo viene así el petiso?
Él le dice:
-Él no más se puso así.
Pero él no le mostró a la madre la virtú que tenía. Después le dice a la noche siguiente, al anillito:
-Anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, quiero que la casa de mi madre se haga como si juera una iglesia. Y un ranchito no más que era 'onde vivía la madre. Que tenga una mucama, una cocinera, una lavandera. Y así se hizo todo. Una casa lindísima como una iglesia, se hizo.
Había un señor Rey en la ciudá. Tenía una hermosa hija. Juan Pereza se le intentó una noche que la hija del Rey tenga un hijo de él. Le dice al anillo:
-Anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, que la hija del Rey quede gruesa de mí, sin tener conversación con ella. Que sea un varoncito, que tenga una manzana en la mano y que no le vaya entregar a nadie, únicamente a mí.
Pasó así. Se encontró la niña encinta. Y le averiguó el padre y la madre:
-¿Cómo te pasa esto, niña?
Que la niña no sabía nada. Ella vivía en el altillo y no veía a nadie. La niña lloraba amargamente. El niño tenía una manzana en la mano y no la daba a nadie. Y los padres le preguntaba de quién era. Y le decía:
-Si ya pasó hija mía. Te voy a hacer casar con él, sea por él quien sea.
La niña no podía decir nada. No sabía nada. Entonces el Rey hizo reunión. Le invitó a todo lo que eran de la ciudá. Porque el niño hablaba y clamaba por: ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! Y le querían sacar la manzana, y el niño no entregaba a nadie. Todos los que llegaban le acariciaban y le pedía la manzana. A ninguno no le entregaba. Viene un señor y le dice al Rey:
-Acá falta una persona, que es el Juan Pereza.
Y, ¡claro!, que a todos invitaron, pero a él no le hicieron caso. Y bueno, entonce le dice el señor Rey:
-¡Cómo le vamos a traer, que es una persona que no sirve para nada! ¡No quiere ni caminar!
Entonce le dice el señor:
-Vamo a aujerear un barril y le mandamo a poner rueda, y lo traemo ahí.
Así lo trajieron. A una distancia, cuando vio el nene que estaba yendo, dice:
-¡Áhi viene papá! ¡Áhi viene papá!
-¡Ay, qué murmuración! ¡Ay, qué, vergüenza para el señor Rey! La madre se desmayó. Llegó Juan Pereza, y ansioso la criatura para que lo alce, le abre los brazos, y dice:
-¡Papá! ¡Papá!
¡Y la murmuración en el pueblo! Caballeritos que le visitaban a la hija del Rey, desmayaron. ¡Ay, qué dolor para el público!
Reacionó el señor Rey y dice:
-No hay más que le vamo a hacer casar a mi hija.
Y le hizo casar. Despué de 'tar casados, le tiraron en un rancho viejo, sin nada, pobre completamente. Y por la noche, Juan Pereza conversó el anillito:
-Anillito de víbora, por la virtú que Dios te ha dado, que mi casa sea la mejor que el palacio del Rey, y tenga todo, con muebles, tejidos, sirvientes, mejor que el Rey.
Se le formó un palacio mejor que el del Rey.
Al día siguiente se levanta el señor Rey y dice:
-¿Será que no se murió Juan Pereza?
Que él nada tenía, ni para comer, ni para dormir, con su esposa y su niñito.
Se levanta el Rey y mira para el rancho de Juan Pereza, y le dice a la esposa:
-Levantate, vení, mirá por el rancho de Juan Pereza. Está una hermosa casa, mejor que la nuestra.
Y se jueron a saludarle.
-¿Qu'é lo que te pasa, Juan?
-Nada me pasa. Lo que me pasa es que ustedes me tuvieron por menos, y el Dios, Espíritu Santo, se bajó del cielo y me trajo todo para vivir tan bien como usté.
El Rey y la esposa se pusieron muy contentos. Reunieron toda la gente de la ciudá. Hicieron una fiesta. Se estaban sirviendo los pasteles y masas. Y dijo la recién casada:
-Bueno, mi padre, nosotro, depué de terminar de comé, suelo contar mi servicio.
-¡Pero, por Dios! -le dice el padre. ¿Quién va a robar, aquí?
-Es de costumbre, no más, que suelo contar mi servicio.
Y contó los servicios y faltó un par de servicio, de cuchara, tenedor y cuchillo. Y dice:
-Pero, acá me falta un par de servicio.
Y le dice el Rey:
-¡Ay, por Dios!, ¿quién va a llevar nada?
Y el Rey se busca y encuentra en su bolsillo el servicio, y dice:
-¡Ay, por Dios! Acá está en mi bolsillo. ¿Cómo es esto?
-¿Ha visto mi padre? Así como el servicio se encuentra en su bolsillo, sin usté darse cuenta, así mismo este niño se encontró en mi vientre.
El Rey se volvió avergonzado. Y todos se dieron cuenta. Y Juan Pereza ya se volvió trabajador y quedaron muy ricos y contentos.

Bernardina Fernández, 71 años. Villa Pellegrini. Iberá. Corrientes, 1952.

Campesina de esta comarca típica de la laguna Iberá.

Cuento 1092. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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