Había
una viejita que tenía dos hijos, un varón y una mujer. La niña
qu'era muy güena moza.
Juan Maradón era un
hombre muy malo y vivía muy lejo. Era muy rico y andaba por todos
lados, y ande quera hacía lo qu'él quería.
Un día que había
salido el joven, hijo de la viejita, y habían quedau solas la
viejita y la hija. Juan Maradón se apareció y le gustó muchísimo
la niña. Y áhi no más se la llevó. Cuando vino el joven l'halló
llorando a la viejita. La viejita le dijo qui había veníu el hombre
ése, y le había llevado la niña. El joven entonce s'enojó, y se
puso en viaje para alcanzarlo. De balde le decía la viejita:
El joven se jue no más.
Siguió, y siguió. Ya cuando jue muy lejo, encontró una invernada
de vacas qu'era de Juan Maradón. Qu'el joven habló con el capataz:
-Por
aquí pasó con una niña linda,
blanca
como la luna,
colorada
como el sol.
El toro era malísimo,
y áhi no más se le vino. El mozo era de campo y corajudo, y áhi no
más l'hizo frente. El mozo pelió y pelió hasta que lo mató no más
al toro. Entonce, ya comió un asado con el invernador, y hizo lazos
y arneses con el cuero del toro. Y siguió viaje.
-Por
aquí pasó con una niña linda,
blanca
como la luna,
colorada
como el sol.
con
el carnero mayor.
Y
ya se le vino el carnero furioso. El mozo lo mató más fácil qu'al
toro. Al pegarle el carnero el chope, el mozo le pegó una puñalada
y lo mató. S'hizo un lindo cojinío del cuero. Comió un asado con
el capataz y siguió viaje otra vez. Caminó, caminó, y ya lejo,
encontró una invernada de chivas. Ya llegó y habló con el capataz.
-¿No
mi ha visto pasar a Juan Maradón?
-Por
aquí pasó con una niña linda,
blanca
como la luna,
colorada
como el sol.
con
el chivato mayor.
Y
ya se le vino el chivato, y tamién lo mató. Hizo una carona del
cuero, y comió un asado con el capataz. Y siguió el camino. Caminó,
caminó, y muy lejo encontró una invernada de chanchos. Tamién
habló con el capataz:
-Por
aquí pasó con una niña linda,
blanca
como la luna,
colorada
como el sol.
con
el chancho mayor.
Y
ya se le vino el chancho, un chancho malísimo, cormillos ajuera,
cruzados. Llevaba una guascha el mozo, y cuando quiso llegar el
chancho, le pegó un guachazo en la trompa -los chanchos son muy
falsos en la trompa- y áhi no más quedó tiritando. Lo mató y se
lo dio al capataz. Siguió el camino. Lejo, muy lejo, encontró una
invernada de yeguas.
Ya
llegó y habló con el capataz:
-Por
aquí pasó con una niña linda,
blanca
como la luna,
colorada
como el sol.
con
el padrillo mayor.
Y
ya se le vino el padrillo. El mozo qu'iba con lazo y bola, y l'hizo
frente. ¡Animal malo había síu! Lo tenía mal, pero al fin lo
pialó. El caballo del mozo se le había aniquilado muchísimo. El
cojudo era gordo. Lu atracó al bramadero, el mozo,
y lo ensilló, y lo montó al padrillo, pero el mozo era domador y lo
amansó. Y siguió viaje en él.
Bué... le preguntó al
capataz si era lejo la casa de Juan Maradón. El capataz le dijo
qu'era cerca, y le dijo and'era la senda. Y se jue. Qui había
caminau mucho, cuando llega ande 'taba una res. Y ya ve qui alrededor
de la res había un tigre, un lión, un galgo, un halcón y una
hormiguita. Afrentó un bordo, y cuando los vido se volvió, pero lo
llamaron. Estos animales querían repartir la res, pero iban a quedar
inconformes, porque unos querían más qui otros. El tigre lo mandó
a llamar al joven con el galgo, pa que los repartiera. Ya si allegó
el hombre. Los saludó, y dijo que venía obedeciendo el llamado que
li hacían. Y el tigre dijo:
-¡Cómo
no! -dijo el mozo.
Ya les conversó el
joven p'ande iba. Entonce l'hormiguita se sacó una patita y se la
dio junto con una virtú. Tenía que decir: Dios y l'hormiguita más
chiquita qui hay en el mundo, y qu'él s'iba a transformar en
hormiguita. Eso lo podía hacer cuando tuviera algún apuro, y que
s'iba hacer hormiguita al momento.
Se sacó una pluma y se
la dio. Le dijo que cuando se viera en apuro y se quisiera hacer
halcón, dijiera: Dios y el halcón más ligero y volador qui hay en
el mundo.
Se sacó una uña, y le
dijo que cuando se viera en trabajo, dijiera: Dios y el galgo más
ligero qui hay en el mundo, y que s'iba hacer galgo.
Se sacó una uña y le
dijo que cuando se viera en apuro y se quiera hacer lión dijiera:
Dios y el lión más malo y cazador qui hay en el mundo.
Y se sacó un pelo y se
lo dio, y le dijo que cuando quisiera hacerse tigre que dijiera: Dios
y el tigre más bravo qui hay en el mundo.
Bué... todos le dieron
la virtú y él siguió su viaje. Ya 'taba cerquita de la casa de
Juan Maradón, y ya llegó tamién. L'encontró a la niña sola. Juan
Maradón nu estaba en las casas. Cuando lo vido la niña si asustó
muchísimo, y le dijo:
-¡Puf! ¡Puf! ¡Olor a
carne humana! ¿Quién ha venido? Le dijo la niña que no había
venido nadie. Ya por fin se apaciguó, y ya se sentaron y comenzaron
a tomar mate. Ella en conversación, le preguntó qui ande tenía la
vida.
-Allá -que le dijo,
¿ves aquel cerro? Al otro lau d'ese cerro, es una quebrada honda,
muy honda. En el bajo 'e la quebrada está un monte muy grande. En el
tronco 'el monte está un toro negro, atado. Adentro del toro, está
una chancha. Adentro de la chancha está una gama. Adentro de la gama
está la paloma y adentro de la paloma está un güevo. En ese güevo
está mi vida.
-Pero
ya nu ando bien, porque han muerto un toro, un carnero, un chivato,
un chancho y han domau un potro que tamién eran parte de mi vida.
Y ésos eran los
animales que habían peliau con el joven. El joven hecho hormiguita,
se retiró. Sacó la pluma y dijo:
En el momento s'hizo
halcón, y si asentó en el monte, ande 'staba el toro. Ya se bajó,
sacó l'uña 'el tigre y dijo:
-Dios y el galgo más
ligero. Se transformó en un galgo. Y salió como bala y l'alcanzó y
la mató a la gama.
-Dios y el halcón más
cazador. Y se transformó en halcón. Y la sacó di atrás, y la
cazó. L'abrió y le sacó el güevo. Y se jue pa la casa de Juan
Maradón. Sacó el güevo y alzó todas sus virtudes.
Ya
entró el joven, y que le muestra el güevo a Juan Maradón y le
dice:
Quedaron los dos
hermanos riquísimos y jueron y trajieron la viejita y estarán
viviendo áhi, dueños de la fortuna y de las invernadas de Juan
Maradón.
Juan
Lucero, 56 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1948.
En
el cuento fundamental se han mezclado motivos de otros cuentos.
Cuento
857. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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