Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 8 de febrero de 2015

Juan el flojo .1089

Había una vez un hombre que era muy flojo. Lo llamaban por eso Juan el Flojo. Se lo pasaba todo el día sentado a la orilla del juego, comiendo charqui asado, zapallo asado o camote asado.
Un día, la madre le pidió a Juan el Flojo que juera a buscar leña. Accedió porque la quería mucho a la madre. Se levantó con mucha pereza y se jue el campo. Se llegó a un lugar del campo que había mucha leña. Muy despacito empezó a juntar unos palitos de leña. No bien empezó a juntar leña le salió un toro bravo y lo corrió. Juan asustado salió huyendo y después que se libró del toro se sentó a la orilla di un gran charco. Al ratito oyó una voz que le decía:
-Juan, echame al charco.
Miró y vio que era un lindo pescadito que 'taba medio muerto lo que había quedado ajuera del agua. Juan tenía mucha flojera y no se molestó por el pescadito. Pero el pescadito le rogó tanto que lo echara al agua, que con mucha dificultá lo empujó y lo echó al agua. Entonces el pescadito, contento, asomó la cabecita y le regaló una medallita de virtú. Le dijo que tenía que decirle: Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que se haga tal o cual cosa. Le podía pedir todo lo que quisiera que lo iba a tener. Ahí no más la probó, Juan, y le dijo: «Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que el toro malo que me corrió caiga muerto». Miró por entre los árboles y vio que el toró 'taba muerto. Entonces se puso muy contento y le dijo a la medallita: «Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que se junte una gran carga de leña, que yo vaya encima y la carga vuele hasta mi casa». Áhi no más se formó la carga, el flojo encima y empezó a volar.
La hija del Rey estaba en un balcón del palacio y cuando vio que la carga de leña con Juan encima pasaba volando se puso a reír que no podía más. Juan el Flojo se enojó, sacó la medallita y le dijo: «Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que la hija del Rey tenga dos hijos míos».
La hija del Rey se puso gruesa y tuvo dos hijos que no tenían padre. El Rey se puso muy enojado y claro, no creía a la Princesa que no supiera quién era el padre de los niños. Entonces dio un manifiesto diciendo que se casaría con la hija al que los niñitos le dieran los brazos y le dijieran papá. Entonces empezaron a desfilar por el palacio príncipes, militares, hombres muy ricos y hermosos y a ninguno le daban los brazos los niños ni menos lo llamaban papá, por más cariños y piruetas que le hacían ellos. El Rey estaba muy afligido. Entonces le dijieron que el único que no había venido al palacio era Juan el Flojo. Lo mandó a llamar y cuál no sería el asombra de todos, cuando vieron que los niños se pusieron muy contentos y risueños en cuanto apareció Juan, le daban los brazos y le decían papá. Y como la palabra de Rey no puede faltar, dio un manifiesto con el asombro de toda la gente del pueblo, diciendo que su hija se casaría con Juan el Flojo.
La hija del Rey se negó a obedecer casarse con Juan el Flojo, y el Rey enfurecido ordenó que tanto a su hija como a Juan los tiraran a la fosa de las fieras. Áhi los llevaron para tirarlos y cuando estaban a la orilla, Juan se acordó de la medallita y dijo: «Medallita, por la virtú que te dio el pescadito, que desaparezca con la Princesa en cuanto nos echen a las fieras». Después que los echaron, no los vieron más y creyeron que habían sido comidos por las fieras. Pero ellos estaban sanos y salvos por áhi cerca. Entonces Juan pidió a la medallita que le diera un palacio con servidumbre y muebles, que el palacio juera de oro y marfil y más hermoso y lujoso que el del Rey. Y se casó con la Princesa.
Al día siguiente, cuando se levantó el Rey, vio aquel lujoso palacio y creyó que estaba soñando. Y mandó entonces a gente de la corte a entrevistar al dueño. Entonces jueron recibidos por empleados con hermosos trajes y los llevaron a presencia de Juan el Flojo. Cuando lo supo el Rey, se vino él mismo y los abrazó llorando a Juan y a la Princesa y les pidió perdón. Y áhi si arreglaron todos. Juan el Flojo trajo a su madre a vivir con él. Y vivieron muchos años muy felices Juan, la Princesa y los hijos.

Zapatito lleno de porotos,
usté cuentemé otro.

Juan Frías, 70 años. La Punilla. Caucete. San Juan, 1953.

Nativo del lugar. Trabajador rural. Buen narrador.

Cuento 1089. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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