Había
una vez un matrimonio joven. Hacía poco que se habían casado y
tenían una yegua y una perra. Era lo único que tenían de capital.
Bueno,
se puso de encargue la señora para comprar chico y también se puso
la yegua para tener potrillito y la perra también para tener
perritos.
Bueno,
llegó el día que la señora tuvo dos varones. Eran muy parecidos.
De ver uno era ver el otro. Eran tan parecidos que no se sabía cuál
era uno y cuál era el otro.
La
yegua tuvo dos potrillitos iguales, del mismo color, tan parecido uno
al otro, que se confundían uno con otro, porque eran igualitos los
dos.
Bueno,
la perra tuvo dos perritos, tan igualitos y del mismo color, que los
confundían uno con el otro.
Un
día no podía pescar hasta que en una de esas agarró un pescado muy
grande y se dispuso a carniarlo. Entonce oyó que le dijo el pescado:
El
pescado lo llevó a otro lado adonde había muchos pescados y el
hombre agarró muchos pescados y lo largó al pescado grande. Y se
fue para la casa d'él.
Bueno,
pasaron los días y se volvió a ir a pescar. Y no podía agarrar
ninguno hasta que volvió agarrar el pescado grande, y le dijo:
-Bueno
-le dijo el pescado-, carniame, pero te voy hacer un pedido, que
cuando me carniés me saquís dos costillas de las más grandes que
tengo y las clavís una de cada lado del jardín.
Bueno,
así lo hizo. Lo carnió al pescado y le sacó las costillas más
grandes y las clavó en el jardín.
Y
como las espadas eran iguales y ellos eran muy unidos resolvieron
repartirse las cosas que tenían. Uno le dijo al otro:
-Yo
voy a tomar este potrillo y este perrito. Vos tomá los otros. Total,
son tan parecidos que no se sabe cuál es uno o cuál es otro, como
somos nosotros. Somos tan parecidos, que dice la gente de ver uno es
ver el otro. Bueno, hermano, mis padres están muy pobres así que me
voy a ir a trabajar para ayudarlos.
-Mirá
todas las mañanas como está el jardín. Si está lindo es porque yo
me encuentro bien y si el jardín está marchisto es porque yo estoy
en peligro.
Se
fue muy lejo el joven y dio con una estancia y pidió trabajo. Y le
dieron trabajo y se quedó trabajando. Se acreditó y trabajó mucho
tiempo hasta que se enamoró de la hija del dueño de la estancia. Y
se casó al poco tiempo.
Bueno,
a los pocos días salieron a caminar los recién casados. Y subieron
a una loma muy alta. Y el joven, lejo, devisó un humo que se elevaba
muy alto y le dijo a la chica:
Y
al otro día el joven, temprano, ensilló el potrillo, y se puso la
espada, y llamó el perrito, y se fue con dirección del humo. Una
vez que llegó dijo:
Y
se fue y, le trajo agua en un vaso muy limpio y florido. Y en cuanto
fue el joven a recibile el vaso con agua, lo agarró la vieja de la
mano y lo bajó del caballo y lo encerró en una pieza. Y al caballo
le tiró un poco de arena y se transformó en arena el caballo. Y al
perrito le tiró un poco de ceniza y se hizo ceniza el perro.
Bueno,
el otro hermano se fue a ver el jardín y el jardín estaba tirado,
marchisto. Bueno, dijo el hermano que el otro hermano estaba en
peligro, así que se iba él. Y ensilló el otro potrillo y agarró
la espada y el otro perro, y se fue. Tomó la misma dirección que se
fue el otro hermano. Y fue y llegó a la estancia donde había
llegado el otro hermano. Y salió la chica que era casada con el
hermano, y como eran tan parecidos, lo confundió y le dijo:
-Miró,
yo hoy hi dispuesto de acostame con vos pero esta noche voy a clavar
la espada en el medio del colchón para dormir uno para un lado y el
otro para el otro lado.
-¡Ay,
no! Cómo vas a ir. ¡Quién sabe cómo has vuelto y hoy vas a volver
otra vez!
Se
fue la vieja y le trajo agua en un vaso limpio y floriado. Y cuando
el joven fue agarrar el vaso con agua, la vieja le tiró la agarrada
y él se le hizo un lado. Y se bajó del caballo y la agarró a
azotes. Y la llevó a un palo y la ató bien atada. Y le dijo que le
dijiera dónde tenía el hermano y el caballo y el perro. La vieja
decía que no sabía nada, pero le pegó tanto que al fin le dijo:
-Áhi
tiene esa llave. Abre esa puerta y allí está tu hermano. Y en ese
montón de arena está el caballo y en ese montón de ceniza está el
perro. Tomá este polvo. Les tirás y saldrá el caballo y el perro.
Y
tiró el polvo al montón de arena y al de ceniza y salieron todos
los caballos y los perros que la vieja tenía encantados. Y salieron
todos los hombres que tenía encerrados; muchos por morirse ya. Y le
agradecieron al joven porque los había librado y se fueron cada uno
a su casa.
Por
allá, por el camino, le dijo el hermano que lo había venido a
buscar:
-Yo,
cuando vide el jardín que estaba marchisto, me vine a buscarte y di
con una estancia donde salió una chica que debe ser tu señora, y me
dijo:
Entonce
malicié que había de ser tu señora. Y me quedé para descubrir las
cosas. Esa noche cenamos juntos. Y ella me dijo que cómo había
podido volver, que los que iban allá, al Irís
y no Volverís,
no volvía nadie. Entonce malicié que vos te habías venido para
acá. Esa noche tuve que dormir con tu señora para descubrir bien
las cosas, pero clavé la espada al medio del colchón para no
juntarlos y yo le dije que era promesa.
Entonce
al hermano no le pareció nada bien, pero no le dijo nada por el
momento. Bueno, le dijo el hermano:
-Al
otro día los levantamos y tomamos café y le dije que saliéramos a
caminar, pero yo lo hacía para descubrir mejor. Y fuimos, y subimos
a una loma muy alta. Y devisamos un humito que se elevaba muy alto, y
le dije qué contenía aquel humo, y ella me dijo que cómo me
olvidaba si había ido el día antes. Áhi no más le dije que sí y
me vine para acá. Llegué a la casa de la vieja, le pedí agua y
cuando ella me dio l'agua y me quiso agarrar, la agarré yo, la até
en un palo y le pegué tanto hasta que descubrí todo y te salvé a
vos y a todos los que tenía encantados la vieja, y a los caballos y
los perros.
Y
se pusieron a peliar hasta que el hermano casado le pegó un tajo en
el cuello y lo mató al hermano. Y después quedó muy triste por lo
que había hecho. Cuando estaba sin saber qué hacer, vinieron dos
lagartos verdes y se pusieron a peliar. Y uno al otro, de un uñazo
le cortó el cogote y se murió. Él los estaba mirando. Entonce vio
que el lagarto fue y cortó una ramita de hierba
de oveja
y la empezó a pasar por la herida del lagarto muerto y el lagarto
vivió en seguida. Entonce él fue, cortó otra ramita y le empezó a
pasar por la herida del hermano muerto, y en seguida el hermano
vivió. Él creía que se había dormido, y se abrazaron como si nada
hubiera pasao.
Julián
Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.
Gran
narrador. Aprendió el cuento del padre. Es oriundo de El Saladillo.
Este
cuento fue dado once años atrás por el mismo narrador (ver el 863).
Interesa como experiencia científica observar las variantes que un
narrador imaginativo como es éste puede introducir en el relato al
mismo tiempo que conserva los motivos tradicionales.
Cuento
864. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 069
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