Era
un rey y una reina que tenían una hija que se llamaba Florita. La
Reina era muy linda. Un día que estaban conversando, la Reina le
dijo que le iba hacer un pedido, que cuando ella se muera que se case
con una mujer igual a ella. Pocos meses después muere la Reina y el
Rey sale en busca de esposa por otros reinos vecinos, pero no
encuentra ninguna mujer que se parezca a la Reina muerta.
Un
día, conversando con la hija, le dice que como no había podido
encontrar una mujer igual a la madre para casarse, que tendrá que
casarse con ella, porque es la única que se parece.
La
hija se enoja y le dice que los padres no pueden casarse con las
hijas. Como palabra de Rey no puede faltar, le ordenó que se prepare
para el domingo, que se realizaría la boda.
Florita
llama a una negra que tenían. La manda a comprar ropa de hombre para
las dos, y huyen. Cuando vuelve el Rey no las encuentra. Las busca,
pregunta y nadie le da noticia.
Mientras
tanto Florita y la negra llegan a una parte del camino y se separan.
Florita llega a un palacio en busca de trabajo. El Rey la ocupa,
creyendo que es un joven, y le toma cariño, y piensa coronarlo
porque no tiene hijos varones. Florita se hace amiga de las tres
hijas del Rey y les cuenta que ella es mujer y por qué se hace pasar
por joven.
Llega
el padre de la niña en su busca, pero el Rey le dice que en su reino
llegó un joven. Como el padre de Florita desconfía le hace un
trato. Que hagan un rodeo de hacienda, si el joven enlaza era porque
es varón y si no enlaza era porque era mujer.
Los
dos reyes resuelven ir a los baños y llevarla a Florita. Ella que no
halla qué hacer, les cuenta a las hijas del Rey y éstas le
aconsejan que elija un caballo oscuro y no podrán alcanzarla.
Sube,
empieza a galopar, pronto los reyes ni el rastro le ven. Va tan
fuerte que por sobre las orejas pasa y cae al suelo de rodilla. Se le
aparece Jesús y le dice que la va ayudar, por que ella no ha querido
casarse con el padre, que vuelva tranquila que desde ese instante
será varón.
Clorinda
de Flores, 45 años. Catuna. General Ocampo. La Rioja, 1950.
La
narradora ha olvidado motivos del cuento tradicional.
Cuento
1048. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
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